jueves, 26 de agosto de 2010

Israel debe confiar en la paz para salvar su democracia por Carlos Braverman


Estoy convencido de que la gran mayoría de los israelíes pueden llegar a aceptar las condiciones necesarias que son bien conocidas por todos: un Estado Palestino con capital en Jerusalén Este. Contradictoriamente la mayoría de los israelíes no creen que la paz sea posible, están convencidos que no tenemos ningún socio para ella. Los hechos tal como se los ve desde la óptica israelí han confirmado este punto de vista. Si esta percepción se desvaneciera todo sería posible.
Lo que se necesita es un profundo cambio de percepciones para que el público israelí sea capaz de reconocer la realidad y aceptar la paz, con todo lo que ello conlleva.
Hay que demostrar también que existe un socio confiable y que hay una garantía para la seguridad de Israel, además que la alternativa a esto es aterradora.
Aparte tenemos el tema de los asentamientos. ¿Es posible eliminar los asentamientos? ¿Habrá alguna vez un gobierno israelí que tenga las agallas para hacerlo? ¿Dónde está el líder capaz de llevar adelante esta tarea? Lamentablemente en la actualidad no hay nadie con semejante autoridad en la política israelí y no existe ningún partido o movimiento significativo partidario de la paz capacitado para ser opción de poder.
Los colonos no son por otra parte una estructura monolítica. Están divididos en varios sectores diferentes: los habitantes de los barrios de Jerusalén Oriental no se parecen a los colonos de Cisjordania, los compradores de apartamentos baratos en Ariel y Maalé Adumim no se parecen a los zelotes de Yitzhar y Tapuach, los ortodoxos de Modi’in Illit y Emmanuel no se parecen a las Juventudes de las colinas.
Pero una figura con capacidad política y de análisis puede trabajar esta situación y saber abordar este tablero complicado, negociar y ser duro cuando sea necesario, aportar la dureza intransigente y la persuasión de perspectivas políticas de consenso en forma simultanea, desmantelar este entramado atroz de los colonos, soportar su presión y aunar a la gran mayoría de la opinión pública israelí tras un acuerdo de paz.
La solución de los dos Estados no es la mejor solución, es la única solución. La alternativa no es un Estado democrático laico binacional, porque ese Estado no podrá materializarse, porque ninguno de los dos pueblos lo desea.
En ausencia de paz la situación actual continuará y empeorará: Israel seguirá aferrándose a los territorios ocupados e Israel será de hecho binacional.
Quitando a un pequeño grupo de soñadores que caben en una habitación, no hay israelíes que sueñen con vivir en un Estado binacional de mayoría árabe. La democracia se vería muy comprometida con controles y limitaciones a la población no judía.
Ése es el gran sueño de los colonos y de sus socios: hacer la vida de los palestinos tan miserable que acaben por coger a sus familias y marcharse, en su defecto excluirlos.
Este país se convertirá en un infierno, ambas partes recurrirán a la violencia y entonces la idea de una resistencia palestina no violenta será una quimera.
La opinión pública mundial se volverá contra Israel y creo que los judíos de la diáspora se distanciarán, la visión idealizada de Israel será difícil de mantenerla para ellos.
Al final se trata de una cuestión de lógica: si la presión internacional no es capaz de convencer a los israelíes para que acepten la solución de los dos Estados ––que no lesiona su identidad nacional––, ¿cómo va a obligarles a renunciar a todo lo que tienen: a su Estado, a su identidad, a su cultura, a su economía, a todo los que han construido a lo largo de más de 1o0 años de enorme esfuerzo?
¿No es mucho más verosímil la hipótesis de que mucho antes de que su Estado se derrumbe bajo todas las presiones los israelíes acabarán abrazando la solución de los dos Estados? La principal tarea que afronta el campo israelí de la paz es cambiar las percepciones básicas de la población, generar un programa político-económico alternativo serio y debe buscar un liderazgo, un líder capaz de asumirlo. Estoy seguro de que es posible. Ya hemos recorrido un largo camino desde los días del: los palestinos no existen y Jerusalén unida para toda la eternidad.
La idea contraria a un Estado Palestino al lado del Estado de Israel es aterradora, tenemos que recuperar nuestra sociedad y el rumbo de nuestro país: un Estado Palestino y un Israel para todos los israelíes sin exclusiones.
*Carlos Braverman (Israel): Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles de Israel. Activista por una coexistencia judeo-árabe mutuamente justa y el altermundialismo. Miembro del Partido Meretz (Partido Socialista de Israel - Tel Aviv). Presidente del Instituto Campos Abiertos (Investigaciones en Ciencias Políticas).Derechos reservados de la presente traducción Instituto Campos Abiertos Israel ISBN 965 387 008 9 זכויות יוצרים

No hay comentarios:

Publicar un comentario