viernes, 20 de diciembre de 2013

No creo que debamos esperar un Mandela por Carlos Braverman


Con la muerte de Mandela, no tardaron en aparecer preguntas y líneas escritas hasta el hartazgo sobre la ausencia de un símil de Madiba palestino y un de Klerk israelí. En su momento Itzjak Rabin Z”L (De Memoria Bendita), fue nuestra esperanza con formato del general  de Gaulle. En este capítulo de la historia, poniendo fin al colonialismo israelí en territorios palestinos, en lugar de abandonar la dominación sobre Argelia.
Las historias son singulares, es una necedad intentar buscar una repetición de las mismas y sus protagonistas, lo que es tangible siempre es la injusticia y las necesidades de los oprimidos y carenciados.  Situación que es posible porque existen minorías que tienen una alta concentración de beneficios que se nutren de la extensión de esas carencias y la existencia del sufrimiento de estos sectores.
No puedo decir que existirá un Madela palestino y no sé si lel pueblo palestino lo necesita, lo mismo puedo decir del hipotético de Klerk israelí. Tampoco puedo hablar de un Apartheid israelí, lo que puedo decir es que Israel retiene territorios destinados a un Estado Palestino y lo hace cada vez con más violencia y ausencia de derechos civiles, situación en la que no falta el eufemismo de una llamada Administración Civil de los mismos. Esta “Administración Civil” es militar y procede como tal, es decir con brutalidad, esto permite que la vida en la  denominada zona C según los difuntos acuerdos de Oslo mantenidos con respiración asistida, pero con muerte clínica clara, sea cada vez más infernal.
Sin duda los judíos, en comparación con los palestinos, incluso los judíos más discriminados y oprimidos tienen más derechos que los palestinos. 
 En el Apartheid Sudafricano las leyes y los segmentos segregados tenían un común denominador, acá la mayor desigualdad se da en la zona C de Cisjordania y los derechos  o ausencia de ellos por parte de la población árabe no son iguales en territorio israelí propiamente dicho, la Franja de Gaza, Cisjordania o Jerusalén Este.

Estos segmentos sufren diferentes grados de violación de los derechos humanos y civiles. También ocurre lo mismo con los ciudadanos drusos,  los beduinos, los árabes cristianos o aquellos que son musulmanes. Estas caracterizaciones diferentes de la desigualdad benefician a los poderes fácticos que la necesitan.
Por lo que hablar de un Apartheid en Israel-Palestina es entrar en un terreno de similitudes y diferencias que no ocultan por cierto la injusticia de la opresión. Los proyectos de un nacionalismo religioso mesiánico y los beneficios de la colonización expansionista no llevan a concluir en la existencia de un clon de la historia de Sudáfrica. Como contrapartida a ésta del triste Apartheid tenemos fenómenos Yihadistas- fundamentalistas que también hacen que la caracterización sea distinta.
Las historias no se repiten y las soluciones de las injusticias tampoco, la OLP no fue nunca el ANC de Sudáfrica y la población israelí nunca fue un reflejo de los Afrikaners.
Ellos allá no fueron parte de una historia que contó en ella con el Holocausto y tampoco con una Naqba, nosotros  a su vez acá no vivimos una empresa colonial del tipo que se vivió allá. Lo cierto del caso, son las injusticias sociales y étnicas que tienen su origen en la estructura económica y los juegos de poder geopolítico y geoestratégico, tanto en Israel como en todo el Oriente Medio.
En lo que respecta a mi país, puedo decir que son muy pocos los que gozan del privilegio de estar entre las 18 familias que controlan el mismo, con el beneficio de un 77 % del PBI como renta y el 60% de los valores en la Bolsa. Estas familias cuentan con las 500 empresas líderes de un  mercado oligopólico, que obedece la lógica actual de la expulsión constante de mano de obra y de la pauperización crónica de la población.
No me cabe duda, necesitamos concertar una salida y terminar con la ocupación, somos los más fuertes de la ecuación y debemos tener la primera palabra. También los sectores progresistas y lúcidos de Israel debemos remontar nuestros fracasos en esta empresa y la ANP junto a la OLP deben ponerse a la altura de lo que el pueblo palestino necesita.
No sé si necesitamos un Mandela y un De Klerk, necesitamos voluntad de cambio y lucidez, Las 18 familias israelíes, la burocracia corrupta de la ANP, los Yihadismos y los dueños de los resortes geopolíticos no lo harán, pueda que sea prejuicioso, pero estoy convencido que el cambio no estará en sus manos. Es hora de hablar con más seriedad, de buscar una salida viable y de ser claros en las denuncias y caracterizaciones del cuadro que vivimos. Hay una sociedad clasista injusta y una opresión nacional que recae hoy sobre los palestinos, pero no puedo aún hablar de un Apartheid, aunque no descarto que una sociedad de este tipo pueda generar algo similar. La violación de los derechos civiles hacia los palestinos llegó muy lejos, los intentos de generar leyes casi racistas en Israel son muy patéticos. La lengua soez de elementos oscuros del gobierno hacia la minoría no tiene parangón, y ni que hablar de intentos y a veces actos anti-democráticos claros y fehacientes. No sé si necesitamos a Mandela, necesitamos criterio para ser un país mejor y terminar con esta ocupación que lleva 45 años, mientras tanto mis respetos a Madiba que fue un ejemplo con sus aciertos y errores.

*Carlos Braverman es Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles en Israel, militante por la coexistencia judeo-árabe en Israel y la paz con el pueblo palestino. Es miembro del Partido Socialista de Israel (Meretz), e integrante de Paz Ahora (Shalom Ajshav). Es Presidente del Instituto Campos Abiertos de Israel (Investigación y desarrollo en Ciencia Política). Su trabajo está centrado en la investigación, la academia, la docencia y la actividad política; así como en el periodismo y el trabajo por los derechos civiles.
Derechos reservados: Instituto Campos Israel ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב

martes, 3 de diciembre de 2013

Ucrania en el gran juego geopolítico


El rechazo de Ucrania a firmar un acuerdo de aproximación a la Unión Europea, además de sus consecuencias inmediatas, es otro paso hacia una nueva geopolítica mundial
JOAQUÍN R. HERNÁNDEZ 29 DE NOVIEMBRE DE 2013- La Voz del Sandinismo
La cumbre europea de Vilnius, Lituania, concluyó sin que se produjera la difícil sorpresa que los dirigentes de la Unión Europea soñaban. El presidente Viktor F. Yanukovich no se retractó de su anunciada decisión de no firmar un acuerdo que acercaría a su país definitivamente a la organización regional regenteada por los grandes países de Europa occidental.
Muchos creyeron que se trataba de una jugada para obtener ventajas de la Unión. Pero el presidente ucraniano conocía las consecuencias inmediatas y a largo plazo de la carta que se había jugado.
En general, de este lado del Atlántico se sabe poco del destino de los países que constituían el bloque euroriental socialista. Mucho menos se conoce del rumbo de las naciones que integraban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Los primeros, siempre que pudieron, se integraron por razones económicas e ideológicas con Occidente y varios de ellos forman parte de la Unión Europea.
Las antiguas repúblicas soviéticas han seguido cursos muy diferentes.  Son hoy una frontera entre el bloque unionista y Rusia. 
Mientras la relevancia regional –y mundial- de Rusia fue escasa, empeñada en resolver su desorden interno y el desplome de su economía, los apetitos hacia ese espacio postsoviético no fueron considerables.
Pero a partir del renacimiento de Rusia como potencia crecientemente decisiva, los ojos de la Unión Europea se dirigieron a esos olvidados países. Mucho más cuando escucharon a Vladimir Putin manifestar la intención rusa de capitanear una nueva unión que los involucraría y que ocuparía una importante extensión entre las antiguas fronteras soviéticas con la Unión Europea, hacia el oeste, y China, hacia el este.
El proyecto no deja de estar teñido por una antigua nostalgia. En el 2005, ya Putin había calificado la desaparición de la Unión Soviética como “la gran catástrofe geopolítica del siglo 20”.
Pero la evocación tiene más de sicológica que de ideológica. Lo que se propone con la futura Unión Euroasiática, que se espera tener constituida en el 2015, no es la imposible reconstrucción de la antigua Unión Soviética, sino la creación de un fuerte bloque, encabezado por Rusia, que sea capaz de rivalizar con China, los Estados Unidos y la Unión Europea.
El primer paso en esa dirección es una unión aduanera, creada en 2010, a la que se han incorporado Kazajstán y Bielorrusia, y que abarca hoy 165 millones de habitantes, las tres cuartas partes de la superficie del antiguo territorio soviético (con excepción de los tres estados del Baltico) y una economía conjunta de 2,3 billones -millones de millones- de dólares anuales. Kirguistán y Armenia han dado pasos para su integración a esta unión.
Faltaba Ucrania
Ucrania era la pieza clave, tanto para el avance de la Unión Europea hacia el este, como de la futura Unión Euroasiática -y por ahora su unión aduanera- hacia el oeste.
La joya de la corona del espacio post soviético, Ucrania, es el segundo país de mayor extensión de Europa. La pueblan 65 millones de habitantes, y es un gigantesco productor de cereales: la llaman el granero de Europa.
Por su territorio pasan estratégicos gasoductos que conducen el gas ruso hacia el resto de Europa: Rusia suministra a la Unión Europea, y en particular a Alemania, alrededor del 30 por ciento del gas que consume, el cual se convierte, como es obvio, en una herramienta muy fuerte en sus relaciones con Europa occidental.
Ucrania, en el momento de su último cortejo por la Unión Europea, atravesaba -atraviesa- una seria crisis económica, en un escenario político interno dividido entre quienes promueven el acercamiento a la Unión y quienes esgrimen como bandera la intensificación de las relaciones con Rusia, de antiquísima data.
Pero el vínculo con la Unión Europea tiene un precio inmediato. La equiparación de la economía ucraniana con los requisitos exigidos por la Unión requiere de un financiamiento inasequible, más de 11 mil millones de dólares, del que los socorridos fondos occidentales no ofrecen más de 600 millones. El Fondo Monetario Internacional hizo depender su ayuda de la adopción de las tantas veces vistas políticas de ajuste y austeridad, que hoy en Ucrania representan un imposible político.
Además, y haciéndose eco de los reclamos de sus adeptos en el interior del país, la Unión Europea exigió el traslado al extranjero por razones de salud de la opositora visceral de Yakunovich, Yulia Timoshenko. Esta condición injerencista, como era de esperarse, fue rechazada por el propio Parlamento ucraniano.
Al optar por el acercamiento a Rusia, el gobierno ucraniano no solamente accedió a la ayuda inmediata rusa, que le permitirá enfrentar gruesos vencimientos de la deuda el año próximo, sino contribuir a la creación de una nueva e importante zona de influencia mundial.
Si faltaran elementos para destacar la importancia de la conmoción geoestratégica que traerá el surgimiento de la nueva entidad euroasiática, dejemos que sea Hillary Clinton, durante su mandato como secretaria de Estado norteamericana, quien la defina: “Sabemos cuál es su objetivo -el de la proyectada Unión Euroasiática- y estamos tratando de imaginar vías efectivas para retrasarla o incluso para prevenirla”.

Es, en el fondo, el verdadero significado de la histórica decisión del presidente ucraniano.

lunes, 2 de diciembre de 2013

En otros 90 años Por Uri Avnery


Compaginado y revisado en español por Carlos Braverman.

Con motivo de mi 90 cumpleaños un panel de eminentes historiadores se reunió en el pabellón Tsavta de Tel Aviv para debatir sobre la siguiente cuestión: "¿Seguirá existiendo Israel dentro de 90 años?" Sigue a continuación una versión ligeramente abreviada de mi intervención. Un video completo del debate con traducción al inglés saldrá a la luz tan pronto como sea posible.
¿Seguirá Israel existiendo dentro de 90 años? La propia pregunta es típicamente israelí. Nadie se tomaría en serio una pregunta similar en Inglaterra o en Alemania, ni siquiera en otros Estados surgidos de la inmigración como Australia o EEUU.
Sin embargo, aquí la gente habla sin cesar de los "peligros existenciales". Un Estado palestino es un peligro existencial. La bomba iraní es un peligro existencial. ¿Por qué? Los iraníes tendrán su bomba, nosotros tenemos la nuestra y habrá un "equilibrio del terror". ¿Entonces?
Hay algo en nuestro carácter nacional que fomenta la duda, la incertidumbre. ¿Será el Holocausto? ¿Será quizás un sentimiento inconsciente de culpa? ¿Será consecuencia de la guerra eterna, o incluso causa de ella?
Permítanme decirlo claramente desde el principio: sí, creo que Israel seguirá existiendo dentro de 90 años. La pregunta es: ¿qué tipo de Israel? ¿Será un país del que sus tatara-tatara-tatara-nietos/as estarán orgullosos? ¿Será un Estado en el que querrán vivir?
El día en que se fundó el Estado de Israel yo tenía 24 años. Mis compañeros y yo, soldados de nuestro nuevo ejército, no creíamos que el acontecimiento fuera muy importante. Nos estábamos preparando para la batalla que iba a tener lugar esa noche y los discursos de los políticos de Tel-Aviv realmente no nos interesaban. Sabíamos que si ganábamos la guerra habría un Estado y que si no la ganábamos no habría ni un Estado ni nosotros.
No soy una persona nostálgica. No siento nostalgia por el Israel anterior a (la guerra de) 1967, como la que han expresado algunos de mis colegas. También entonces se hicieron muchas cosas mal. Se expropiaron enormes cantidades de bienes árabes. Pero no miremos atrás. Miremos a Israel tal como es ahora y preguntémonos: ¿hacia dónde vamos?
Si Israel continúa su marcha en la dirección actual nos espera una catástrofe.
La primera etapa será el apartheid. El apartheid ya existe en los territorios ocupados y se extenderá a Israel propiamente dicho. El descenso a los abismos no será dramático o súbito. Será gradual, casi imperceptible.
Poco a poco aumentará la presión sobre Israel. La demografía hará su trabajo. En algún momento antes de que transcurran esos 90 años Israel se verá obligado a conceder derechos civiles a los palestinos. Entonces habrá una mayoría árabe e Israel será un Estado de mayoría árabe.
A algunas personas eso puede agradarles, pero significará el fin del sueño sionista. El sionismo se convertirá en un episodio histórico. Este Estado será otro país más en el que los judíos –los que se queden– vivirán como una minoría.
Hay quienes dicen: "Simplemente no hay solución". Si eso es así, mejor que comencemos a conseguir pasaportes extranjeros desde ahora mismo.
Algunos sueñan con la denominada "solución de un solo Estado". Bueno, durante los últimos cincuenta años se han desintegrado muchos Estados en los que habían vivido juntas naciones diversas. Una lista parcial: Unión Soviética, Chipre, Yugoslavia, Serbia, Checoslovaquia, Sudán. No ha habido ni un solo caso de dos naciones que se hayan unido libremente para formar un Estado. Ni uno solo.
No temo ninguna amenaza militar. Por ese lado no existe ningún peligro real. Al día de hoy ningún país que posea armamento nuclear puede ser destruido por la fuerza. Somos perfectamente capaces de defendernos.
Más bien temo los riesgos internos: la implosión de nuestros estándares intelectuales, la proliferación de un stablishment ortodoxo parasitario y, sobre todo, la emigración. En todo el mundo la gente es cada vez más móvil. Las familias se dispersan. El sionismo es una calle de dos vías. Si uno puede ser un buen judío viviendo en Los Ángeles o en Tel Aviv, ¿por qué quedarse aquí?
El vínculo entre Israel y los judíos del mundo se debilitará. Eso es natural. Somos una nación nueva, arraigada en este país. Ese es el objetivo real. Nuestras relaciones con la diáspora serán como las que existen, por ejemplo, entre Australia e Inglaterra.
Quiero plantear una cuestión básica: ¿sobrevivirá el nacionalismo en sí?
¿Será suplantado por nuevas ideologías y formas colectivas de organización?
Creo que el nacionalismo seguirá existiendo. En el siglo pasado ningún poder ha conseguido superarlo. La Unión Soviética internacionalista colapsó sin dejar tras de sí nada salvo un nacionalismo racista rampante. El comunismo solo tuvo éxito cuando se subió al carro del nacionalismo, como en Vietnam y China. La religión solo tuvo éxito cuando se vistió con los ropajes del nacionalismo, como en Irán.
¿Dónde radica el poder del nacionalismo? Parece que el ser humano necesita un sentido de pertenencia, formar parte de una determinada cultura, una tradición, tener unos recuerdos históricos (reales o inventados), una patria, un idioma.
Plantearé la pregunta de otra forma: ¿sobrevivirá el Estado-nación?
De facto, el Estado-nación es un anacronismo. Se formó durante los últimos tres siglos debido a que la necesidad económica de un mercado doméstico grande, la necesidad militar de un ejército adecuado y así sucesivamente demandaba la existencia de un Estado del tamaño de, digamos, Francia. Sin embargo, ahora casi todas esas funciones han sido asumidas por bloques regionales como la Unión Europea.
Ésa es la razón de un fenómeno curioso: mientras que los Estados-nación se integran en unidades mayores, ellos mismos se están dividiendo en unidades más pequeñas. Escoceses, corsos, flamencos, catalanes, vascos, chechenos, francocanadienses y muchos más persiguen su propia independencia.
¿Por qué? Un escocés cree que una Escocia independiente puede adherirse a la UE y cosechar todos los beneficios sin tener que sufrir el esnobismo inglés. El nacionalismo pequeño desbanca al nacionalismo más grande.
Así pues, ¿dónde estaremos dentro de 90 años, a principios del siglo XXII?
El año en que nací, 1923, un noble austríaco llamado conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi reclamó un movimiento paneuropeo para crear los Estados Unidos de Europa. En aquel momento, recién finalizada la Primera Guerra Mundial y pocos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, aquello sonaba a utopía de orate. Ahora la Unión Europea es una realidad.
En estos momentos los Estados Unidos del Mundo parecen una utopía descabellada. Pero no habrá manera de eludir alguna forma de gobierno mundial. La economía global lo necesita para poder funcionar. Las comunicaciones globales lo hacen posible. El espionaje global ya está aquí. Sólo una autoridad mundial eficaz será capaz de salvar nuestro sufrido planeta, poner fin a las guerras y a las guerras civiles, a las epidemias globales y al hambre.
¿Puede ser democrática la gobernanza mundial? Así lo espero. Las comunicaciones mundiales lo hacen factible. Los descendientes de ustedes votarán a un parlamento mundial.
¿El Estado-nación seguirá existiendo en ese nuevo mundo? Sí, lo hará. Igual que muchos Estados-nación siguen existiendo en la Europa de hoy: cada uno con su bandera, su himno, su equipo de fútbol y ​​ su administración local.
Esta es, pues, mi visión optimista: Israel, el Estado-nación del pueblo israelí, en estrecha alianza con el Estado-nación del pueblo palestino, será miembro de una unión regional que incluirá a los Estados árabes y, espero, a Turquía e Irán, como miembro orgulloso de los Estados Unidos del Mundo.
Un Estado democrático, liberal y laico en el que vuestros descendientes proclamarán con orgullo: "¡Soy israelí"


viernes, 29 de noviembre de 2013

Cambios geopolíticos en Oriente Próximo- MARIANO AGUIRRE


Las alianzas tradicionales se modifican en la región a medida que emergen nuevos actores. Este nuevo mapa estratégico que se va configurando redefinirá el papel de Occidente, que está perdiendo influencia
MARIANO AGUIRRE El País de Madrid
La primavera árabe que transformaría democráticamente Oriente Próximo ha resultado ser un periodo de violentas incertidumbres y realineamientos geopolíticos inesperados. Los optimistas estrategas de la promoción de la democracia no previeron que la caída de los dictadores podría generar una fragmentación violenta de la región con ondas expansivas.
El colonialismo definió fronteras y Gobiernos autocráticos, muchos asentados sobre codiciados recursos energéticos, que establecieron relaciones privilegiadas con Occidente durante décadas aplicando políticas económicas excluyentes para la mayorías de las sociedades. La invasión de Irak en 2003 y la operación de la OTAN contra Muamar el Gadafi en 2011 fueron los últimos intentos de Occidente de manejar una región crecientemente incontrolable. El impacto de esos dos sucesos pos-imperiales generó olas de radicalización islamista que se desplazaron hacia Siria y Somalia, desde el norte de África hacia el Sahel, y masivos movimientos de refugiados e inmigrantes en múltiples direcciones.
En los países que Occidente practicó el “cambio de régimen” —Irak, Libia y Afganistán— reina la fragmentación sectaria, la corrupción y la inseguridad para los ciudadanos, y la constante tensión entre Estados centrales débiles y regiones que pugnan por la secesión. Entretanto, los Gobiernos no presentan nuevas políticas para luchar contra la pobreza, la desigualdad y el inmenso desempleo juvenil.
La región se ve afectada por fracturas transfronterizas. En Siria luchan, por un lado, grupos armados por Turquía, Arabia Saudí y las monarquías del Golfo (el bando suní) contra otros apoyados por Irán y Hezbolá (bando chií) en favor y en contra del Gobierno de Bachar el Asad de la minoría alauí (chií), armado a su vez por Rusia e Irán. George Joffé, de la Universidad de Cambridge, subraya que “una situación no muy diferente de la que ocurrió durante la guerra fría ha sido recreada. Aparte de sus propios problemas, la región de Oriente Próximo y norte de África está desempeñando otra vez el papel de delegada y zona de ruptura entre bloques en tensión”.
La división entre suníes y chiíes, con diferentes interpretaciones sobre la descendencia de Mahoma desde hace casi 1.400 años, es crecientemente violenta, algo que podría afectar a Arabia Saudí. El investigador Sverre Lodgaard dice en su libro In the wake of the Arab Spring que “los conflictos económicos y políticos son vistos a través de filtros religiosos y étnicos, y este mecanismo los vuelve más fuertes”.
Libia está controlada por más de 400 grupos armados y la región de Cirenaica demanda su autonomía. Miles de yihadistas y grupos vinculados a Al Qaeda operan en Siria, Irak, Libia, Yemen y desde Malí hasta Nigeria, al igual que en Somalia y Kenia. No todos los insurgentes están unidos en una organización, ni todos los problemas tienen el mismo origen, pero hay tendencias comunes entre la guerra de identidades en Siria e Irak, la ruptura del control del Estado en Libia, el atentado en el centro comercial de Nairobi, y el creciente flujo de emigrantes a través del Mediterráneo.
Estados Unidos y Europa asisten a estos múltiples dramas varios pasos por detrás de las circunstancias y asisten a una pérdida de influencia. Washington trata de recuperar peso con acuerdos sobre Irán e Israel-Palestina. En Egipto, por ejemplo, se apoyó a la democracia autoritaria de los Hermanos Musulmanes para luego afirmar que el Gobierno militar que retomó violentamente el poder en julio pasado “está siguiendo una hoja de ruta (hacia elecciones libres), al menos según nuestra percepción”, en palabras elípticas del secretario de Estado, John Kerry. El resultado es que los militares egipcios vuelven a ser los dueños de la situación, algo coherente con su control de aproximadamente el 40% de los sectores clave de la economía. Con el apoyo económico de Arabia Saudí y países del Golfo, los militares egipcios quieren eliminar toda huella de los Hermanos Musulmanes. Así chantajean a Washington y Europa de la misma forma que lo hacía Hosni Mubarak, presentándose como los estrictos opositores al islam radical a la vez que reivindican su independencia para comprar armas a Rusia y otros países, acabando con el monopolio y control que tenía Estados Unidos.
Las alianzas tradicionales que Occidente, especialmente Estados Unidos, tenía en la región se ven afectadas, en particular con Arabia Saudí, Israel, Turquía y Egipto. Después de casi una década de ocupación estadounidense de Irak, el Gobierno represivo de Nuri al Maliki tiene estrechos vínculos con Irán y China. La falta de política de Washington, en parte remediada con el reciente acuerdo con Irán, abre espacios para Rusia y China. Moscú tiene crecientes buenas relaciones con Teherán, Bagdad, Damasco, Riad y Hezbolá. Ankara (miembro de la OTAN) estudia comprar armas a Pekín.
La monarquía de Riad está furiosa con Barack Obama por negociar con el Gobierno iraní su programa nuclear, dar pasos atrás en atacar al régimen sirio, y por haber apoyado el Gobierno de los Hermanos Musulmanes para luego criticar tibiamente el golpe militar egipcio. El Gobierno israelí comparte las mismas críticas hacia la Casa Blanca.
Arabia Saudí usa su gran poder económico para influir en la guerra siria. Los saudíes intentan crear un “ejército del islam” que unifique a los grupos armados salafistas contra el régimen de Bachar el Asad y debilitar a los grupos armados ligados a Al Qaeda. La estrategia de Riad es equivocada porque los salafistas sirios tienen posiciones radicales más cercanas a Al Qaeda y, además, se fomenta la fragmentación de la oposición.
Incluso Israel, el aliado de EE UU más firme en la región, no responde a lo que Washington quiere, enarbola la posibilidad de atacar las instalaciones nucleares de Irán y continúa expandiéndose en Cisjordania. John Kerry se esfuerza para alcanzar en 2014 un acuerdo entre Israel y la Autoridad Palestina. Paradójicamente, Washington cree que el conflicto considerado de más difícil solución podría ser otra carta victoriosa después del éxito con Irán.
Pero Israel tiene divisiones y posiciones internas que no facilitarán las cosas. En el improbable caso de que el primer ministro Benjamín Netanyahu cambiase su posición y la Autoridad Palestina, presionada por Estados Unidos y a cambio de fondos para su supervivencia, aceptara un acuerdo limitado, los partidos de la ultraderecha religiosa en Israel, y la división interna entre Al Fatah y Hamás, lo bloquearían. Un acuerdo en los mínimos no frenará los asentamientos, ni incluirá el regreso de los refugiados y la doble capitalidad de Jerusalén.
Se configura un mapa estratégico que puede cambiar “las alianzas, los desafíos de seguridad, el comercio y los flujos energéticos”, dice Robin Wright, investigadora del US Institute for Peace, en el que podrían surgir nuevos Estados o ciudades-Estado con múltiples identidades, como Bagdad. Quizá no se modifiquen las fronteras, pero podrían generarse rupturas y alianzas fluidas e informales. Los kurdos de Irak y Siria podrían unirse mientras que los suníes de esos mismos países se aliarían entre sí. Líbano y Jordania son dos eslabones muy débiles, profundamente impactados por la presencia de decenas de miles de refugiados sirios y la implicación de Hezbolá en Siria. Las monarquías del Golfo, como Bahréin, presentan violentas tensiones internas entre las comunidades suníes y chiíes. El mapa energético también cambiará, con Irán exportando petróleo sin restricciones. Martin Chulov, corresponsal de The Guardian en la región, dice que “el paisaje geopolítico no será el mismo en una década”.
El acuerdo alcanzado sobre el programa nuclear iraní, limitándolo al terreno civil, reducirá parcialmente las inquietudes de los Estados suníes. El complejo paso siguiente sería lograr un acuerdo entre Rusia, Estados Unidos y las potencias locales (en particular Irán, Arabia Saudí, Turquía y Catar) con el fin de pactar una retirada de las fuerzas delegadas en Siria, primer paso de un proceso de paz. Los escenarios del futuro son acuerdos regionales entre Estados inclusivos o crecientes rupturas violentas.
Mariano Aguirre es director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre (NOREF).


martes, 26 de noviembre de 2013

Jánuca y los derechos civiles por Carlos Braverman



Mañana miércoles 27 de noviembre de 2013, al salir la primera estrella es la primera noche de Janucá, que en hebreo significa “consagración”, es una celebración que se realiza durante ocho días generalmente en el mes de diciembre –mes de Kislev en el calendario hebreo- para conmemorar el logro de los Macabeos en la conservación de la identidad judía. El símbolo esencial de esta celebración es la luz y se representa a través del encendido de velas: una la primera noche, otra la segunda y así hasta que al final de la octava jornada arden todas las luminarias en un candelabro de ocho brazos. Simboliza el derecho de todos a ser diferentes, a expresar una identidad, una cultura, a vincularnos con otras culturas por libre elección y a decir no a la opresión. Conmemoramos la reapertura del Gran Templo mediante la victoria militar sobre los Asirios que imponían entonces su cultura y valores los hebreos mediante la opresión. Pero una victoria militar implica muerte, dolor y angustia. Mientras que el encendido de la Menoráh representando la re-dedicación del Gran Templo es un acto humano positivo. De esta forma no rendimos tributo a la victoria militar sino a la vida. En Janucá celebramos los derechos de las minorías a ser diferentes, a expresar sus sentimientos y a practicar sus costumbres y tradiciones. Un sistema democrático se distingue por ser representativo de la voluntad de la comunidad que se expresa a través de él. En las tiranías y los modelos despóticos, los grupos que no gozan del consentimiento de las masas, imponen mediante la opresión sus intereses. El pueblo si no establece resistencia sufre entonces el yugo que se le impone. Pero aún en sistemas ostensiblemente democráticos, se intenta imponer con frecuencia una dictadura de las mayorías. Éstas pueden ser más opresivas aún, porque gozan del aval de las elecciones libres. En el judaísmo, en cambio, sostenemos la inviolabilidad de ciertos derechos humanos básicos, que ningún grupo puede abrogar. Janucá es una auténtica manifestación de los valores de la libertad y los  derechos civiles. Cada individuo y cada grupo tienen el derecho inviolable del libre pensamiento, de la libre expresión y a vivir de acuerdo con sus propias tradiciones y creencias. En la historia de la humanidad todos los pueblos, en todas las épocas, tienen sus mártires por una vida digna, tienen  victimas renombradas y desconocidas. Los pueblos siempre avanzan en la construcción de su historia. Jánuca en el calendario común promedia el 10 diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos. Con la universalización de los derechos humanos estos se vuelven generales en todo el mundo y el hombre ha adquirido la calidad de sujeto del derecho internacional, ya que todo hombre puede llevar denuncias o quejas ante las organizaciones supra-estatales, para que sus derechos sean respetados y defendidos. Universalizar los derechos humanos, es admitir que todos los hombres en todo el mundo, deben gozar de derechos porque el hombre es persona. Internacionalizar los derechos humanos es hacer exigible en virtud del derecho internacional público que todo estado reconozca derechos a todos los hombres, también porque el hombre es persona. Los derechos humanos significan una estimativa axiológica en virtud del valor de justicia, que se impone al estado y al derecho positivo. Todo el mundo debe reflexionar sobre estas cuestiones, nosotros en Jánuca, los israelíes judíos estamos más que obligados.
Nuestra sociedad israelí sufre de una democracia muy deteriorada, la ocupación y los asentamientos siguen avanzando y afianzándose, las fracturas de ésta democracia se están ampliando con leyes nacionalistas y excluyentes de las minorías legisladas casi sin interferencias insttucionales.
Nuestra sociedad se volcando con prisa desmesurada hacia una  derecha y nacionalista peligrosa.
Para fraseando a  Spencer: si es un deber mantener los propios derechos, también es un deber respetar los derechos de los demás.
 ¡Feliz Jánuca!¡Jag Jánuca Sameaj!
חג חנוכה סמח
*Carlos Braverman es Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles en Israel, militante por la coexistencia judeo-árabe en Israel y la paz con el pueblo palestino. Es miembro del Partido Socialista de Israel (Meretz), e integrante de Paz Ahora (Shalom Ajshav). Es Presidente del Instituto Campos Abiertos de Israel (Investigación y desarrollo en Ciencia Política). Su trabajo está centrado en la investigación, la academia, la docencia y la actividad política; así como en el periodismo y el trabajo por los derechos civiles.
Derechos reservados: Instituto Campos Israel ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב



martes, 29 de octubre de 2013

El nuevo reformismo laborista: un espacio para la izquierda


Ed Miliband ha pasado un verano de perros, asediado por los debates sobre la financiación sindical al Partido Laborista, sus bajos índices de popularidad y una serie de ataques repugnantes de los Blairites en el gobierno en la sombra, que no pueden perdonarle haber derrotado a su hermano para convertirse en el líder del partido hace tres hace años.
Todo se ve muy diferente ahora. En las últimas semanas, Miliband ha reaparecido triunfante en la escena política - ¡horror de los horrores! - criticando las políticas del gobierno de coalición, y ha descubierto que no le ha hecho el menor daño. La necesidad de oponerse a los impopulares conservadores y sus miserables aliados demócratas-liberales debería ser obvia para los laboristas. Sin embargo, hasta ahora han hecho muy poco para romper el acogedor consenso parlamentario de los principales partidos.
Siria
Pero el verano ha cambiado el panorama. Primero fue la votación sobre Siria: el rechazo de Miliband a respaldar una apresurada votación en agosto sobre si Gran Bretaña debería participar en un ataque aéreo contra Siria marcó un punto de inflexión. Los laboristas descubrieron que el rechazo era inmensamente popular entre la opinión pública, fuertemente anti guerra desde hace más de una década. También obligó a Obama a trasladar la decisión de EE.UU. al Congreso, y su probable rechazo le obligó a posponer la intervención directa.
Luego hubo la promesa muy ambigua de Miliband de congelar los precios de la energía durante 20 meses en caso de ser elegido en 2015. Las compañías de energía y quienes las apoyan en las filas conservadoras y los medios de comunicación reaccionaron con una furia predecible ante la menor reducción en sus beneficios. Pero planteó la cuestión de un cierto control sobre las grandes empresas, y de alguna manera, aunque fuese pequeña, comenzó a desafiar la idea de que no hay alternativa al consenso neoliberal.
La tercera y quizás más sorprendente posición política de Miliband ha sido su decisión de hacer frente al The Daily Mail tras su repugnante artículo sobre su difunto padre, el académico marxista Ralph Miliband. La intransigencia de The Daily Mail y el choque contra una puerta de su reportero en un funeral en memoria de su tío, se han traducido en una clara mayoría en una encuesta de la semana pasada que pide que el periódico se disculpe.
Fractura
Todo ello sumado no sólo ha producido la creciente sensación entre los trabajadores de que necesitan unas políticas claras que se diferencian de las de los conservadores. También demuestra que hay signos de fisuras en el consenso político del establishment que ha sido hegemónico durante tanto tiempo. Durante más de una década, las encuestas han mostrado que la gran mayoría de los trabajadores tienen posiciones más a la izquierda que las de los partidos mayoritarios en toda una serie de cuestiones. Especialmente en lo que se refiere al apoyo a la nacionalización y ell rechazo de las privatizaciones, la oposición a la guerra, una sanidad pública (NHS) financiada en su totalidad por el estado, y el deseo de reducir la desigualdad. Ha habido, por lo tanto, un desfase importante entre las actitudes populares y su representación política. Incluso la fisura más pequeña de este consenso tiene el efecto de hacer que diferencias relativamente menores
aparezcan como mayores de lo que en realidad son.
El debate que han suscitado abre posibilidades para la izquierda. Por primera vez en años, los medios de comunicación y amplios sectores de la sociedad están interesados en debates ideológicos que han tendido a ser del dominio exclusivo de pequeños grupos. Cuando Miliband es acusado de tratar de proponer medidas socialistas, o incluso de ser un marxista inconfeso, la cuestión tiene un alcance masivo, aunque sea de forma distorsionada. La intransigencia de las compañías de energía, y la amenaza de los Tories de privatizar el servicio de correos, plantea la discusión sobre la nacionalización y la propiedad pública.
Hay muchas razones para ser escépticos sobre Miliband: la historia reciente del laborismo, su incapacidad para llevar a cabo reformas importantes en los últimos años, su defensa de las políticas de austeridad y las intervenciones militares que no difiere en lo esencial de los conservadores, su posición muy débil en materia de inmigración. Tampoco defiende Miliband una ruptura real con el pasado de Blair. Hace muchos años que repudió el tipo de socialismo que defendia su padre, Ralph Miliband, y no hay ninguna razón para suponer que ha cambiadode opinión.
Sin embargo, también es un error actuar como si nada hubiera cambiado, cuando es evidente que hay al menos una percepción distinta de las diferencias más generales entre los dos principales partidos y es probable que siga siendo así hasta las elecciones de 2015. Esto significa que algunas personas que abandonaron el Laborismo como consecuencia de la guerra de Irak puede pensar ahora en volver a apoyarlo, y que incluso las muy limitadas
reformas que ofrece Miliband puedan ejercer algún atractivo en ausencia de cualquier otra
alternativa electoral de izquierda.
El desafío del reformismo
La reacción equivocada es limitarse a decir, como hace parte de la izquierda, que todo esto es reformismo sin intentar pensar que tipo de relación tiene que mantener con él. Lo que se convierte en una profecía autocumplida, en la que el reformismo es siempre dominante y los pequeños grupos de revolucionarios son siempre incapaces de plantear una alternativa que no sea en los términos más abstractos.
En su lugar, debemos comprender que Miliband ha avanzado en la dirección que lo ha hecho,en primer lugar, porque según las encuestas temas como las empresas de energía o la guerra son profundamente impopulares. Ha cosechado un beneficio personal y político al enfrentarse a Cameron sobre ellos. También ha tomado nota de las diversas protestas sobre otras cuestiones, desde el “impuesto dormitorio” hasta la manifestación en defensa del NHS en Manchester, y el creciente nivel de descontento entre los simpatizantes tradicionales del
Laborismo sobre estos y otros temas.
Los conflictos obreros también está empezando a crecer después de la batalla de las
pensiones hace casi dos años. Los trabajadores de Hovis, en Wigan, han ganado su batalla
contra los contratos temporales, los profesores están haciendo con éxito huelgas y
manifestaciones por sus salarios, los bomberos están también en huelga y existe la posibilidad
de un gran conflicto salarial en el NHS.
Es imposible predecir cómo las cuestiones políticas influyen en las luchas obreras, y con
frecuencia la relación es compleja, pero es probable que muchos trabajadores se vean
alentados por una diferenciación clara entre los conservadores y los laboristas. En cualquier
caso, el éxito de las huelgas combativas también ejercerá presión sobre el Laborismo al
recordar que los miembros del sindicato tienen muchas reivindicaciones que quieren conseguir.
Todo ello subraya la importancia del frente único, en general, - del trabajo conjunto de todas las
izquierdas en campañas específicas que puedan avanzar los intereses de la clase obrera - y de
la Asamblea del Pueblo, en particular.
La Asamblea está teniendo gran éxito en la creación de un gran movimiento unido contra la austeridad y sin duda ayudará a cambiar el panorama político en la izquierda y los sindicatos. Tiene que ser construida como un movimiento independiente y democrático que puede movilizar antes de las elecciones y después.
Las recientes declaraciones de Miliband han hecho al Laborismo un poco más atractivo para algunos sectores de la izquierda, abriendo mayores oportunidades a la izquierda para movilizar y hablar de política. Entender esta contradicción, y actuar sobre ella, será una prueba de fuego para los socialistas en los meses venideros.
Lindsey German es una veterana feminista marxista británica, autora entre otros libros de Material girls: Women,men and work; Sex, class and socialism y A People´s history of London.
www.sinpermiso.info

Uri Avnery: político, periodista y pacifista israelí cumple 90 años













Uri Avnery, político, periodista, pacifista y pionero de una visión distinta de Israel con su libro "Israel sin Sionistas". Uri celebró con un multitudinario homenaje sus 90 años.

Uri Avnery es  periodista, escritor y activista por la paz israelí. Formó parte del parlamento israelí (Knéset) durante tres periodos legislativos con un total de diez años como diputado.
Nacido en una familia de clase media en Westfalia (Alemania), ante la llegada de los nazis al poder en Alemania en 1933, emigraron a Palestina. De 1938 a 1942 fue miembro de la organización sionista Irgún.
En la Guerra árabe-israelí de 1948 fue herido gravemente. De 1950 a 1990 fue jefe editor de la revista de noticias Haolam Haseh. En1993 fue miembro fundador de Gush Shalom (Bloque Israelí por la Paz).
Como fuerte representante del laicismo, que separa el Estado de la religión, se opone a la influencia del judaísmo ortodoxo en la política israelí y propone un "Israel sin sionismo", por considerar que éste cumplió su misión histórica y hoy complica la agenda pública de Israel.
El 13 de septiembre de 2003 se ofreció como escudo humano en la zona palestina de la sede de la presidencia en Ramallah. Junto con otros 30 activistas por la paz, entre ellos los miembros del Parlamento (Knéset) Issam Mahoul y Ahamad Tibi, así como el anciano activista del Meretz Latif Dori y el historiador Teddy Katz, para (según su versión) “evitar las intenciones del Primer Ministro Ariel Sharón de asesinar, con soldados bajo su mando, a Yasir Arafat”.
Sus críticos le reprocharon que con esta acción y muchas declaraciones en entrevistas y a la prensa, apoyaba la política de Arafat: “El movimiento pacifista del lado palestino es dirigido por Yasir Arafat. Él es el movimiento pacifista” declaró Avnery en una entrevista para la revista Konkret en el edición del 6 de junio de 2002  Probablemente Avnery quiso decir que Arafat poseía una enorme popularidad entre los palestinos, de modo que Israel no podía evitar a Arafat en las discusiones por la paz.
En la misma entrevista Avnery respondió a la pregunta sobre la muerte de los llamados colaboradores en las zonas palestinas:
“Naturalmente hubo asesinatos de los colaboradores, estos son traidores. [....] Quien entrega a sus compañeros a la ocupación enemiga, es un traidor, según las reglas de las organizaciones militares, aún en la clandestinidad, y será liquidado. [...] Yo fui terrorista cuando era joven. […] También liquidamos a colaboradores que entregaron a nuestros camaradas al régimen colonial inglés. ”
En tiempos de guerra tiene lugar un entendimiento entre todos los participantes. Por ello es importante luchar por la paz:
“En los últimos 71 años de mi vida no he vivido un solo día de paz. Espero y creo que pueda vivir la paz. “(Uri Avnery el 10 de junio en Salzburgo, Austria).
Extracto de Wikipedia con agregados propios. C.B.


jueves, 24 de octubre de 2013

De como cierto feminismo se convirtió en criada del capitalismo. Y la manera de rectificarlo


Por Nancy Fraser 


 
Como feminista, siempre he asumido que al luchar por la emancipación de las mujeres estaba construyendo un mundo mejor, más igualitario, justo y libre. Pero, últimamente, ha comenzado a preocuparme que los ideales originales promovidos por las feministas estén sirviendo para fines muy diferentes. Me inquieta, en particular, el que nuestra critica al sexismo esté ahora sirviendo de justificación de nuevas formas de desigualdad y explotación.
En un cruel giro del destino, me temo que el movimiento para la liberación de las mujeres se haya terminado enredando en una "amistad peligrosa" con los esfuerzos neoliberales para construir una sociedad de libre mercado.
Esto podría explicar porqué las ideas feministas, que una vez formaron parte de una visión radical del mundo, se expresen, cada vez más, en términos de individualismo. Si antaño las feministas criticaron una sociedad que promueve el arribismo laboral, ahora se aconseja a las mujeres que lo asuman y lo practiquen. Un movimiento que si antes priorizaba la solidaridad social, ahora aplaude a las mujeres empresarias. La perspectiva que antes daba valor a los "cuidados" y a la interdependencia, ahora alienta la promoción individual y la meritocracia.
Lo que se esconde detrás de este giro es un cambio radical en el carácter del capitalismo. El Estado regulador del capitalismo, de la era de postguerra, tras la II Guerra Mundial, ha dado paso a una nueva forma de capitalismo "desorganizado", globalizado y neoliberal. La segunda ola del feminismo emergió como una critica del primero, pero se ha convertido en la sirvienta del segundo.
Gracias a la retrospectiva, podemos ver hoy como el movimiento de liberación de las mujeres apuntó, simultáneamente, dos futuros posibles muy diferentes. En el primer escenario, se prefiguraba un mundo en el que la emancipación de género iba de la mano de la democracia participativa y la solidaridad social. En el segundo se prometía una nueva forma de liberalismo, capaz de garantizar, tanto a las mujeres como a los hombres, los beneficios de la autonomía individual, mayor capacidad de elección y promoción personal a través de la meritocracia. La segunda ola del feminismo fue ambivalente en ese sentido. Compatible con cualquiera de ambas visiones de la sociedad, fue susceptible de realizar también dos elaboraciones históricas diferentes.
Tal como yo lo veo, la ambivalencia del feminismo ha sido resuelta, en los últimos años, en favor del segundo escenario, el liberal-individualista. Pero no porque fuésemos víctimas pasivas de la seducción neoliberal. Sino que, por el contrario, nosotras mismas hemos aportado tres ideas importantes para este desarrollo.
Una de esas contribuciones fue nuestra critica del "salario familiar": del ideal de familia, con el hombre que gana el pan y la mujer ama de casa, que fue central en el capitalismo con un estado regulador. La critica feminista de ese ideal sirve ahora para legitimar el "capitalismo flexible". Después de todo, esta forma actual de capitalismo se apoya, fuertemente, sobre el trabajo asalariado de las mujeres. Especialmente sobre el trabajo con salarios mas bajos de los servicios y las manufacturas, llevados a cabo no solo por las jóvenes solteras, sino también por las casadas y las mujeres con hijos; no sólo por mujeres discriminadas racialmente, sino también por las mujeres, prácticamente, de todas las nacionalidades y etnias. Con la integración de las mujeres en los mercados laborales en todo el mundo, el ideal del salario familiar, del capitalismo con estado regulador, está siendo reemplazado por la norma, más nueva y más moderna, aparentemente sancionada por el feminismo, de la familia formada por dos asalariados.
No parece importar que la realidad subyacente, en el nuevo ideal,  sea la rebaja de los niveles salariales, la reducción de la seguridad en el empleo, el descenso del nivel de vida, el fuerte aumento del numero de horas de trabajo asalariado por familia, la exacerbación del doble turno, ahora, a menudo, triple o cuádruple, y el incremento de la pobreza, cada vez más concentrada en los hogares de familias encabezadas por mujeres. El neoliberalismo nos viste a la mona de seda a través de una narrativa sobre el empoderamiento de las mujeres. Al invocar la crítica feminista del salario familiar para justificar la explotación, utiliza el sueño de la emancipación de las mujeres para engrasar el motor de la acumulación capitalista.
El feminismo, además, ha hecho una segunda contribución a la ética neoliberal. En la era del capitalismo con estado regulador, criticábamos, con razón, la estrecha visión política que, intencionalmente, se focalizaba en la desigualdad de clases y que no era capaz de fijarse en otro tipo de injusticias "no económicas", como la violencia domestica, las agresiones sexuales y la opresión reproductiva. Rechazando el "economicismo" y politizando lo "personal", las feministas ampliaron la agenda política para desafiar las jerarquías de status basadas en las construcciones culturales sobre las diferencias de genero. El resultado debía haber conducido a la ampliación de la lucha por la justicia, para que abarcara tanto lo cultural como lo económico. Pero el resultado ha sido un enfoque sesgado hacia la "identidad de género", a costa de marginar los problemas del "pan y la mantequilla". Peor aun, el giro del feminismo hacia las política de la identidad encajaba sin fricciones con el avance del neoliberalismo, que no buscaba otra cosa que borrar toda memoria de la igualdad social. En efecto, enfatizamos la critica del sexismo cultural precisamente en el momento en que las circunstancias requerían redoblar la atención hacia la critica de la economía política.
Finalmente, el feminismo contribuyó con una tercera idea al neoliberalismo: la critica al paternalismo del estado del bienestar. Indudablemente y de forma progresiva, en la era del capitalismo con estado regulador esa crítica ha ido convergiendo con la guerra neoliberal contra el "estado-niñera" y su más reciente y cínico apoyo a las ONGs. Un ejemplo ilustrativo es el caso de los "micro-créditos", el programa de pequeños préstamos bancarios para mujeres pobres en el Sur global. Presentado como un empoderamiento, de abajo hacia arriba, alternativo al de arriba a abajo, al burocratismo de los proyectos estatales, los micro-créditos se promocionan como el antídoto feminista contra la pobreza y el sometimiento de las mujeres. Lo que se pasa por alto, sin embargo, es una coincidencia inquietante: el micro-crédito ha florecido precisamente cuando los Estados han abandonado los esfuerzos macro-estructurales para combatir la pobreza, esfuerzos que no se pueden sustituir con prestamos a pequeña escala. También en este caso una idea feminista ha sido recuperada por el neoliberalismo. Una perspectiva dirigida, originalmente, a democratizar el poder del Estado para empoderar a los ciudadanos, es ahora utilizada para legitimar la mercantilización y los recortes de la estructura estatal.
En todos estos casos la ambivalencia del feminismo ha sido resuelta en favor del individualismo (neo)liberal. Sin embargo, el escenario alternativo de la solidaridad puede que aún esté vivo. La crisis actual ofrece la posibilidad de volver a tirar de ese hilo una vez más, de manera que el sueño de la liberación de las mujeres sea de nuevo parte de la visión de una sociedad solidaria. Para llegar a ello, las feministas necesitamos romper esa "amistad peligrosa" con el neoliberalismo y reclamar nuestras tres "contribuciones" para nuestros propios fines.
En primer termino, debemos romper el vinculo espurio entre nuestra crítica al salario familiar y el capitalismo flexible, militando en favor de una forma de vida que no gire entorno al trabajo asalariado y valorice las actividades no remuneradas, incluyendo, pero no solo, los "cuidados". En segundo lugar, debemos bloquear la conexión entre nuestra critica aleconomicismo y las políticas de la identidad, integrando la lucha por transformar el status quo dominante que prioriza los valores culturales de la masculinidad, con la batalla por la justicia económica. Finalmente, debemos cortar el falso vínculo entre nuestra crítica de la burocracia y el fundamentalismo del libre-mercado, reivindicando la democracia participativa, como una forma de fortalecer a los poderes públicos, necesarios para limitar al capital, en nombre de la justicia.
Nancy Fraser es una académica feminista estadounidense, profesora de ciencia política en el New School University de Nueva York.