domingo, 31 de marzo de 2013

Dos orillas, una misma deuda, Mediterráneo


FORO DE PARTIDOS MEDITERRÁNEOS CONTRA LA DEUDA


POR MIGUEL URBÁN CRESPO, JUDITH CARRERAS GARCIA


El pasado fin de semana, aprovechando la convocatoria del Foro Social Mundial en Túnez, ha tenido lugar el primer encuentro de partidos mediterráneos contra la deuda, al que han acudido representantes de organizaciones políticas de trece países.
La crisis de la deuda en el sur de Europa nos acerca a los pueblos del Magrheb que llevan sufriéndola durante años, como una cadena de dependencia neocolonial con las antiguas metrópolis. La deuda ha funcionado en los países del sur como una forma de expropiación y expolio de sus recursos, así como de control político y sostenimiento de las dictaduras surgidas con posterioridad a los procesos de independencia. Una deuda odiosa, contraída por las dictaduras y utilizada contra los intereses de los ciudadanos, que los procesos de revoluciones democráticas han puesto directamente en cuestión. La llamada primavera árabe ha trastocado todo el modelo neocolonial construido en la ribera sur del Mediterráneo y que tiene en la deuda uno de sus principales instrumentos de sometimiento.
En este sentido, el no pago se transluce como la continuación lógica de los procesos revolucionarios abiertos en febrero del 2011 en toda la región, la conquista de la independencia y la democracia económica, al fin y al cabo recuperar la soberanía postulada pero no conquistada en los procesos de independencia.
Durante estos años hemos podido acudir a muchos encuentros de organizaciones políticas que pretendían impulsar una coordinación regional, siempre con muy buenas palabras y mejores propósitos pero que normalmente se quedaban en eso, en palabras y propósitos. Pero esta vez, nuestra impresión es que este encuentro puede ser distinto y que consigamos pasar de las palabras y los propósitos a hechos concretos. A una incipiente coordinación de las organizaciones políticas del mediterráneo que se puedan sumar y complementar con las redes por la auditoria de la deuda que han empezado a florecer en el sur de Europa.
¿Por qué este foro puede funcionar?
Esta vez nos hemos juntado con un propósito muy concreto y eminentemente práctico, responder de forma conjunta a la problemática de la deuda que asfixia a las poblaciones de las dos riberas del Mediterráneo. Lo que nos une no son solo grandes propósitos sino problemas conjuntos y transversales. El tiempo histórico ha cambiado, ya no hablamos de una solidaridad internacional jurisdiccional de carácter paternalista al estilo de las ONGs, en donde los llamados países del norte nos solidarizábamos con la situación de nuestros hermanos y hermanas del sur, sino que ahora, en gran medida por la crisis, nos reconocemos como sur, nuestros problemas son los suyos, estamos ante una solidaridad internacional más primigenia, de apoyo mutuo, al estilo de ¡proletarios del mundo uníos!, pero reformulado en ¡un endeudados del mundo uníos!, basado en la comprensión de que solo juntos y juntas y de forma coordinada podremos enfrentarnos realmente a un impago de la deuda.
Deuda, democracia y soberanía
Todo esto no es muy nuevo en el sur; lo verdaderamente novedoso, es como los países de la ribera norte del Mediterráneo nos estamos convirtiendo aceleradamente en Sur, en los llamados despectivamente como los PIGS de Europa. La deuda se está imponiendo como un modelo de expropiación de la población mediante la socialización de las perdidas privadas, en un arma de destrucción masiva de derechos, de democracia y de soberanía.
A pesar de la convivencia de contextos políticos tan dispares, ejemplificada en el supuesto antagonismo entre gobiernos del islam político y/o gobiernos neo-conservadores cristianos, el modelo de gobernanza neoliberal es común, siempre bajo la atenta mirada de los organismos internacionales como el FMI.
Una nueva racionalidad gubernamental que no sólo establece la acción de los gobernantes, sino también la conducta de los gobernados, generalizando la competencia como norma de conducta y la empresa como modelo de subjetivación.
Los procesos políticos abiertos a principios del 2011, desde su contagio en el Maghreb y su extensión en gran parte del sur de Europa, han posibilitado un proceso de auto-reconocimiento marcado por el tiempo-ahora de la movilización, de la experiencia, de la recuperación del tiempo, que genera una conciencia del presente antagonista a la subjetivización neoliberal.
De esta forma, la reivindicación de una democracia real ha atravesado las dos orillas del Mediterráneo, ocupando las plazas desde la Kasbah tunecina a Tahrir en el Cairo, pasando por la Puerta del Sol o Plaça Catalunya en el Estado Español, y a Sintagma en Grecia. A pesar de los anhelos democráticos de los movimientos que han atravesado estos dos últimos años la región, en el sur de Europa no sólo no se ha parado la involución democrática, sino que hemos seguido avanzando en este camino (el caso de Chipre es alarmante); y en el sur el islam político ha terminado por pilotar las transiciones políticas en Túnez y Egipto. Lo que nos lleva a comprender que no podemos separar la lucha por la democracia política de la conquista de la democracia económica y la soberanía popular.
En este sentido, no debemos no pagamos, se convierte en algo más que una consigna, en un marco de oportunidad política en la “guerra de posiciones” frente al modelo de gobernanza neoliberal. Nos puede permitir continuar y avanzar en los procesos abiertos en América Latina en la primera década del siglo XXI, y ahora por las revoluciones árabes y su continuación en los movimientos contra la austeridad en el sur de Europa. Así, el encuentro de partidos mediterráneos contra la deuda se orienta a configurar una red de apoyo mutuo en esta lucha común entre las dos orillas, comprendiendo que solas no podremos enfrentarnos a los retos políticos de este periodo histórico.
¿Por qué en Túnez?
La relevancia geoestratégica de Túnez en la región es muy pequeña, pero su influencia subjetiva en el imaginario colectivo, necesitado de victorias concretas, es muy importante. En Túnez no solo fue donde prendió la chispa de la primavera árabe, sino que, a diferencia de otros países del Maghreb, la izquierda y el movimiento sindical tienen un peso especifico muy destacado, lo que ha permitido que el proceso revolucionario, en cierta manera, siga en el orden del día. No es baladí, que el Foro Social Mundial se este realizando estos días en Túnez, igual que no fue casualidad que el primero se realizara en Porto Alegre. Los símbolos son fundamentales para configurar subjetividades antagonistas, y Túnez representa un “sí se puede”contagioso, dinámico y todavía vivo, contradictorio como la propia realidad, en donde, como en todo proceso de cambio conviven la revolución y la reacción. Conscientes de esta situación, de su potencial simbólico y subjetivo, y de los peligros que amenazan el proceso, se decidió realizar este primer encuentro de partidos contra la deuda como un apoyo a la izquierda y la revolución tunecina.
Desde la revolución del 14 de enero, Túnez, vive un proceso de deterioro económico profundo por la bajada del turismo y la tenaza de la deuda odiosa contraída por la dictadura, y sobre el que se atisba la amenaza de un durísimo plan de ajuste del FMI para poder acceder a su financiación. La respuesta ante la más que posible aplicación por parte del gobierno de los planes de ajuste del FMI, puede abrir una ventana de oportunidad para que el movimiento popular tunecino recobre su vigor revolucionario. Para ello se atisba imprescindible, como reconocía el propio Hamma Hammami (portavoz del Frente Popular) en el encuentro, que el rechazo a la deuda se convierta en el eje de la política del movimiento popular, como una forma de poder recuperar su soberanía y romper con la dependencia neocolonial.
Una victoria contra el FMI y la deuda odiosa no solo dependerá de los esfuerzos del movimiento tunecino, sino que también necesitara del concurso del resto de los países del área mediterránea; sobre esta premisa construimos este primer encuentro contra la deuda, y a partir de ella reafirmamos que a diferencia de otros eventos éste puede, o mas bien debe, funcionar. Porque lo importante de una revolución es que es contagiosa, configura un imaginario colectivo que empodera a los pueblos. Al fin y al cabo este encuentro puede ser distinto porque, aunque estemos en dos orillas, tenemos una misma deuda, un mismo enemigo, un mismo objetivo, y debemos de construir una misma victoria.
De Web Viento Sur
Miguel Urbán Crespo y Judith Carreras Garcia son miembros del comité organizador del Foro de partidos mediterráneos contra la deuda.

“África ha sido y es un gran laboratorio”


Entrevista con Juan Obarrio, Doctor en Antropología en la Universidad de Columbia. Desarrolló su trabajo de campo en Mozambique. Con esa experiencia, fijó su atención en el impacto del neoliberalismo en los países africanos. Aquí, traza un paralelo entre los procesos de aquel continente y América latina. Y advierte sobre los efectos del poscolonialismo en ambas regiones.

–¿Por qué propone comparar los colonialismos en América latina y en África?
–La discusión viene desde los ’80 con las teorías poscoloniales, con intelectuales de India y África. Después de consagrarse en el Norte, llega a Latinoamérica. Propongo traer esa discusión al capitalismo global. Cuando lo planteamos para Latinoamérica no debemos retrotraernos sólo al colonialismo español. Me parece mucho más importante estudiar a Latinoamérica como colonia de nuevos imperios, pensándola como región y, luego, como Estados-nación. Cuando India se estaba independizando en el año ’48 –al mismo tiempo que Israel, Palestina– y en África empezó la descolonización, acá éramos, en teoría, Estado-nación independiente desde 1800, pero bajo una órbita colonial informal. Así tratamos de ver y estudiar los mecanismos políticos y diplomáticos de dominación económica en paralelo.
–¿Cuáles son las similitudes entre ambas regiones que dan cuenta de un colonialismo que subsiste?
–Lo que es poscolonial en India o África, en nuestra región habría que estudiarlo en la posdictadura, y analizar las dictaduras latinoamericanas como un proceso semicolonial formal.
–¿Por qué?
–El giro es que no se trató de una colonia formal con un ejército de ocupación extranjero. Pero hay que estudiar cómo los mecanismos de golpe de Estado, de dictaduras extranjeras, diplomáticas, militares y políticas dieron pie a mecanismos económicos de extracción, explotación y articulación económica. Eso está muy documentado en Argentina y en Latinoamérica. Lo interesante es abrir el panorama y ver cosas similares en la descolonización. Desde el Sur debemos estudiar a Latinoamérica como laboratorio de neoliberalismo fuerte bajo gobiernos dictatoriales, que son semicoloniales. África, en los ’70, fue un campo de batalla de la Guerra Fría, dividida entre gobiernos afines al bloque del Este y dictaduras que duraron 20 o 30 años, financiadas por los Estados Unidos. Yo realicé mi trabajo de campo en Mozambique, que durante 15 años fue un régimen socialista aliado a la Unión Soviética. Angola es otro caso, Etiopía otro. Si bien las historias son diferentes, esta perspectiva propone ver paralelismos.
–¿Como cuáles?
–Por ejemplo, el capitalismo de extracción que se está dando como modo de acumulación global en India, en Asia, en África y Latinoamérica tiene rasgos similares en el tipo de proceso económico de inversión, de extracción, de acumulación. Las empresas son las mismas. Podemos hablar de empresas mineras en África que también están en Perú, Ecuador y Colombia, donde se han generado revueltas políticas de resistencia.
–¿El monocultivo es muy importante también en África?
–Sí, todos los países están centrados en un único cultivo, de lo cual están intentando salir pero es muy difícil.
–¿Quién y por qué están dando esa discusión?
–Porque son economías que ya han sido estructuradas de esa manera desde el período colonial. Estamos hablando de 1880, de estados que son satélite de una colonia y productores de café (Ghana), petróleo (Nigeria), diamantes y oro (Sudáfrica). Ahora se está planteando el tema desde los gobiernos. Paralelamente, China está teniendo una gran influencia económica y política y generando cambios en la demanda de un continente como África, que empieza a aumentar su producción.
–¿Cuáles son los principales perjuicios que genera el monocultivo en los países africanos, en términos económicos y sociales?
–Todos los procesos que vemos en Latinoamérica, de violencia, extracción económica, en África se ven en dimensiones mayores. Hay una debilidad concreta en lo institucional, una herencia clara del colonialismo. El colonialismo británico y el francés dejaron estados muy débiles, muy marcados, sometidos. Hablamos de ciento cincuenta años de un altísimo nivel de violencia, de capitalismo extractivo y opresión colonial, que es lo que define al colonialismo. Cuando digo que hay que hablar de poscolonialismo en Latinoamérica me refiero a la violencia política.
–¿En qué se diferencian el colonialismo y el poscolonialismo?
–Lo que se denomina poscolonial es aquello que tiene una impronta colonial. Con el prefijo se está señalando que la experiencia colonial, corta o mediana, ha sido fundamental y que sus efectos políticos, económicos y culturales permanecen con un altísimo grado de violencia, con un aparato estatal que es una mala copia degradada del Estado occidental y con déficit absolutos en términos de ciudadanía, porque la ciudadanía estaba basada en la segregación racial. Ese es un tema muy importante para plantear en Latinoamérica, sobre todo en Argentina, donde supuestamente no tenemos las categorías raciales.
–¿Cómo se explican determinados conflictos armados entre pueblos dentro de un mismo país en África, que generalmente son presentados como “guerras tribales”?
–El estereotipo colonial incorporado indica que son guerras tribales de grupos arcaicos, que hace miles de años se vienen peleando y odiando. No hay nada de eso. Es una historia de violencia política muy corta en el tiempo. Lo que se denomina “grupos étnicos” es una configuración que tampoco responde a una realidad concreta social.
–¿Por qué?
–Porque esos grupos étnicos se han venido mezclando, casando, juntando, peleando y volviendo a articular durante cien o doscientos años. Dentro de cada país hay muchos grupos étnicos y eso es una cuestión para desentrañar. El colonialismo de los antropólogos aquí (en América latina) lleva a hablar de tribus, de grupos étnicos, de raza. Sí hay grupos sociales, pero ¿en base a qué se los define?, ¿qué diferencia a un wichí de un toba?
–Desde esa visión crítica, ¿cómo explica el genocidio de Ruanda en 1994, por ejemplo?
–En Ruanda, una minoría del “grupo étnico utu” masacró a cientos de miles de tutsis en el lapso de tres meses. La CNN dice que esa masacre está basada en odios ancestrales, cuando en realidad responde a una lógica colonial manejada por el colonialismo belga que trajo grupos que no estaban en el territorio de Ruanda.
–¿Qué hizo el gobierno belga, concretamente?
–Los trajo de lugares extranjeros, los instaló y les dio más derechos que a los que allí vivían. La política colonial es dividir para reinar. A lo largo de 80 años, utus y tutsis se han ido mezclando. Entonces ¿cómo saber quién es cada cuál? Cuando se produjo el genocidio, bandas de utus fueron por las calles y las casas buscando tutsis, y la única manera de identificarlos era por el documento de identidad que decía “Fulano de tal, tutsi”. Porque ya no hay manera de identificar un tutsi de otro grupo étnico por la apariencia. Pero que el documento estatal diga tu pertenencia étnica es una herencia colonial de segregación racial. En un momento de la historia de Ruanda, utus y tutsis eran casi grupos políticos, no grupos étnicos.
–Y en 1994, ¿qué desató tamaña violencia?
–En el ’94 hubo una gran crisis política interna, un proceso de ajuste estructural de achique de la economía brutal y, además, una campaña desde los medios de comunicación llamando a la violencia contra los tutsis. Se preparó mucho desde sectores aliados al gobierno. Los medios fueron un factor importantísimo. El eslogan político era: “Vamos a matar a los cucarachas”. Esto está pasando en muchos conflictos de África.
–Se referenció a esos episodios siempre por cantidades llamativamente altas de muertos.
–¿Y cómo llegamos en Argentina a matar a 30 mil personas, y a torturarlas? En África, a veces, todo aparece como más exagerado, pero aquello que se llama violencia étnica es importante de entenderla como violencia política. No es ningún odio étnico, biológico ni ancestral, son procesos histórico-políticos con fuerte impronta poscolonial. Y para no echarles toda la culpa a los belgas o a los ingleses, digamos que después hay dinámicas internas que son propias. En Ruanda hubo 200 mil muertos en tres meses, con machete. Esos niveles exagerados, excesivos en todos los frentes –la economía, la política, la violencia– es donde creo que interviene la violencia colonial fuertemente, violencia extrema de cien años de colonialismo deja esa herencia. Además, no han creado instituciones que la canalicen. Pero no debemos estereotipar. África no es el caso perdido de la historia universal, es un producto local e internacional.
–¿El nivel armamentístico que hay en países africanos es muy alto?
–Tengo entendido que Mozambique fue el primer lugar donde se aplicaron técnicas de terrorismo contra poblaciones civiles. Allí hubo una guerra civil de 15 años, desde el ’77 al ’92. Entonces había un gobierno socialista y el gobierno del apartheid, junto con la CIA, formaron una guerrilla que fue muy famosa en su época. Y hoy en día son los dos partidos políticos de la democracia que comparten muchas cosas. África funciona mucho como campo de experimentación. Los campos de concentración se inventaron en una guerra en Sudáfrica en 1890, no contra británicos sino contra holandeses y otros europeos. El África subsahariana es una cosa y el norte, otra. El norte tiene un desarrollo cultural muy importante, como Egipto, pero dicen que no es África. Porque desde Hegel África “no puede ser nada, está fuera de la historia”. Tanto geopolítica como poscolonialmente es muy importante decir que lo que se llaman “revoluciones árabes” son revoluciones africanas.
–¿Por qué empezaron a producirse estas resistencias?
–Hay dinámicas de dominación muy enquistadas, lo poscolonial heredó mucho de dominación. La culpa no es sólo de las colonias, porque incluso durante los gobiernos democráticos se ven dinámicas de control y coerción de élites políticas. Hay procesos de resistencia fragmentarios, donde un actor fundamental es la juventud. Y en los países islámicos, donde las mujeres están oprimidas, son un actor político y cultural fundamental. Juventud y mujeres son un foco de resistencia que se articula y lidera el movimiento.
–¿Cuál es la problemática que mayor interés está generando en África?
–Un tema muy importante es la tierra, principal recurso económico y político. Están ingresando inversores extranjeros individuales y corporaciones, que arman negocios con el Estado o algún aparato de la élite. La mayor parte del continente es población rural y va hacia un mundo que se urbaniza. Pero todo lo que pasa en la capital a nivel de la elite política tiene conexión con la población rural.
–¿Y por qué sigue siendo tan importante el sector rural cuando el mundo va hacia lo urbano?
–Es un mundo subdesarrollado económica e institucionalmente, además las dinámicas políticas y culturales están muy fuertemente atadas a lo rural, donde hay una importante red clientelar. Una dinámica que el neoliberalismo y el ajuste han exacerbado. El neoliberalismo reforzó muy profundamente toda la cuestión de los derechos consuetudinarios, lo tradicional; reforzó muchísimo el poder de los jefes tribales. Hay una articulación Banco Mundial-agencia-jefes tribales que supone un desguace del Estado.
–¿Cuál es el interés de China en África?
–Repito que África es y ha sido un gran laboratorio. Y también el reflejo de un mundo más multipolar porque la influencia (norte)americana es muy fuerte, pero no es lo único ni lo más poderoso. Porque es una globalización dirigida por Estados Unidos en retirada, pero los ex poderes coloniales europeos son los principales clientes económicos y políticos, con un control diplomático y político y una influencia muy grande en el sostén de regímenes autoritarios, aunque sean democráticos.
–¿Y cómo entra China en este escenario?
–China se ha vuelto el principal socio económico de todo el continente. Se dan dos dinámicas. Por un lado, un fuerte endeudamiento –China da créditos blandos a miles de años– y, por otro, un fuerte capitalismo extractivo en recursos naturales y energía. China compra o financia proyectos gigantescos en cualquier lugar del mundo, pero en el caso de África más aún, por su importancia geopolítica. En algún momento, China puede ser el principal gobernador de la región. Está acumulando y “comprando” África, empujándola a salir del monocultivo y diversificarse para la demanda china, otorgando créditos blandos para desarrollo e infraestructuras a élites políticas a las que va cooptando clientelarmente. Mirar hacia dónde va China ahora y qué dinámica está desplegando en África es un espejo para pensar Latinoamérica. Un investigador decía que China tiene la deuda impagable de Estados Unidos pero con eso se está comprando África y medio mundo. Y la élite china dice tener plazos muy largos.
–¿Usa el término “comprando” en forma simbólica o literal?
–Mitad y mitad. Por un lado, están invirtiendo. Por otro, están generando margen de maniobra con las elites políticas africanas. (Con su iniciativa) pueden reemplazar los planes de ajuste estructural. China presta a una tasa muy baja a 50 o 100 años. Un dato etnográfico es la influencia que tenía China desde la época de la Guerra Fría, con países afines como Tanzania y Mozambique.
–Y en cuanto a su trabajo de campo en África, ¿en qué consistió?
–Realicé trabajo de campo en Mozambique dos años y medio. La mitad del tiempo en la capital, y el resto en localidades rurales. Vi los cambios que produjeron las reformas neoliberales desde el punto de vista del derecho.
–¿Y qué efectos encontró?
–El neoliberalismo ha sido –y todavía lo es– un gran andamiaje jurídico, legal. Ha regulado desde el discurso de la desregulación. Al estudiar los mecanismos jurídicos y la proliferación de leyes bajo la lógica del mercado pude ver que el Estado es un actor privado más, un sujeto de derecho. El concepto “Estado del ajuste estructural” es muy claro en Mozambique y quizás en otros países.
–¿En qué se traduce ese concepto, concretamente?
–Quiere decir que no hay un aparato de Estado nacional y agencias extranjeras e inversiones extranjeras. Sino que son dinámicas muy fluidas donde no se puede distinguir, en general, entre lo nacional y lo transnacional, ni entre lo privado y lo público. Son corporaciones extranjeras que deben asociarse a un personaje de la élite local que todavía digita los controles de las privatizaciones. No se trata sólo de que agencias extranjeras digan qué legislar como parte de los programas de ajuste, sino que los consultores externos hacen las leyes que aprobará el Congreso. Incluso, hay miembros de la Corte que son consultores.
–¿Miembros de la Corte y a la vez consultores?
–En el Estado postestructural, sí. Sucede a menudo…, es que el Estado no tiene fondos. En este caso (Mozambique), la mitad del presupuesto nacional proviene de ayuda externa de distinto tipo. Es un Estado muy precario. Algunas personas dejan su puesto en el Estado para desempeñar el mismo puesto pero en una agencia de cooperación que financia esa área del Estado. Por ejemplo, alguien dirige tal subsecretaría pero no cobra dinero del Estado porque esa subsecretaría es parte de un proyecto de desarrollo de una agencia sueca y cobra el triple como consultor desarrollando el mismo trabajo.
–Ese mecanismo se daba en algunos países andinos también.
–Entonces, viéndolo desde la experiencia del ajuste en Argentina, allá vi todo más exagerado, exacerbado y profundizado. Al mismo tiempo, yo fui con la idea de que el Banco Mundial y las agencias digitaban todo. Pero en el Estado del ajuste debe haber una negociación constante entre élites locales –con altas cuotas de poder en control militar, control de inteligencia y seguridad– y agencias privadas y extranjeras. Por ejemplo, la agencia escandinava financia y regula un área importante de desarrollo, pero cuando hay una licitación de puerto y aduanas la gana una empresa de ese país. Eso no se anota en ningún lado, pero se puede estudiar en el marco del Estado de ajuste estructural. En Latinoamérica, las dinámicas y los límites que marca el capitalismo extractivo son muy fuertes, claros y violentos, por eso está generando resistencias.
–¿Cómo se articula el neoliberalismo con la cultura y la religión en África?
– África se globaliza y genera la exclusión de todo lo local. Ahora hay celulares en Kenia pero desaparece el Estado-nación. La exacerbación de las identidades locales es una reinvención de los orígenes de los grupos locales que luchan por el acceso a la tierra, reinventadas como el primer ocupante del lugar y con una fuerte dosis de exclusión del otro, del extranjero. El neoliberalismo liberó el mercado de la tierra y hay cada vez menos acceso a ella por parte de las comunidades locales. Eso generó que en todos lados hubiera conflictos candentes de lo que se llama “autoctonía”: reforzar la identidad local apegada a la tierra y el rechazo al otro.
–¿Qué lineamientos propone en términos de línea política Sur-Sur?
–Lo que nos une es la lógica de los enclaves: el neoliberalismo genera fragmentación de los Estados nacionales, porque la producción económica está en un enclave que se desconecta del resto de los Estados-nación y de la economía. Adquiere una dinámica propia conectada a los centros financieros internacionales. Esto en África es muy descarnado, pero empieza a verse en Latinoamérica. En el interior del Estado, los enclaves son estados de excepción, zonas económicamente autosuficientes que se transforman en mini-Estados privados. En el Congo hay enclaves de extracción de diamantes y oro, en Nigeria de petróleo. Lo más interesante es ver la fragmentación social y cultural.
–En ese contexto, ¿por qué el interés en estudiar lo poscolonial?
–Esa era la lógica colonial: dividir, segregar comunidades y pueblos en territorios que no se podían articular, una absoluta división territorial y político-cultural. El ajuste estructural tiene una historia colonial de fragmentación y lógicas de enclave. Es importante estudiar esto comparativamente entre África, Asia y Latinoamérica. El eje de trabajo es para los académicos que se instalen en la red Sur-Sur, en articulación con sectores intelectuales y políticos en el Sur.
–¿Hay intenciones reales de concretar ese trabajo en red?
–Por ahora hay intenciones. Vine a la Universidad de General San Martín a desarrollar esta iniciativa. Aunque la lógica colonial es lo que está marcando el campo, el objetivo último es pensar esto desde el Sur. Los intelectuales y políticos están dando los primeros pasos. Brasil, India y Sudáfrica tienen iniciativas en común, discuten políticas públicas, están a nivel del gobierno en el BRICS, en el G-20. Están en la Agencia de Naciones Unidas de cooperación Sur-Sur pero también tienen iniciativas en el marco de Naciones Unidas y el Banco Mundial. Quizá sea demasiado purista, pero la apuesta es poder saltearnos eso y ponernos en red con gente en Mumbai, en Nairobi, Johannesburgo, Buenos Aires, México.
Walter Isaía y Natalia Aruguete / Página 12 De Web LibreRed

lunes, 25 de marzo de 2013

“Dar al término ‘mujer comprometida’ toda su amplitud poética”- Feminismo-



POR BETTINA GHIO Y NAIMA DI PIERO
FEMINISMO (ENTREVISTA A CARMEN CASTILLO)

En esta entrevista, la realizadora chilena y antigua militante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), Carmen Castillo, relata su experiencia militante en los años setenta en Chile, bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Nos cuenta su reflexión sobre lo que significa militar como mujer, y sobre lo que ello ha podido representar en esos años revolucionarios.
En tu película “Calle Santa Fé1 toman la palabra muchas mujeres. Militantes del MIR2, mujeres víctimas de tortura, o que han perdido allegados, mujeres periodistas y comprometidas en el movimiento social, etc. ¿Qué representaba el hecho de ser mujer y militante en el Chile de los años setenta?
En América Latina, en los años sesenta y setenta, era algo normal militar desde la adolescencia, éramos conscientes desde muy temprano de las necesidades de los demás, dábamos así los primeros pasos del compromiso político. Después venía el compromiso en las organizaciones y movimientos revolucionarios. El MIR nació en los años sesenta, en Chile, a la vez del movimiento estudiantil, donde el papel de las mujeres era muy importante, y del movimiento popular, sobre todo de “Los pobladores sin casa”, gentes que llegaban a las grandes ciudades y no tenían vivienda. Las mujeres tuvieron un papel extraordinario dentro de este movimiento porque, aunque la presencia masculina era más fuerte entre los campesinos, fueron las mujeres quienes llevaron a cabo el trabajo de alfabetización en el sur del país. En cierta manera, comprometernos en un movimiento nos parecía algo evidente. No nos planteábamos la cuestión de si éramos mujeres y militantes, todos éramos militantes: hombres, mujeres, jóvenes, obreros, campesinos, indígenas, etc. La especificidad de lo que implicaba ser mujer vino mucho más tarde, como una reflexión dentro del Movimiento. Diría incluso que vino con la clandestinidad, porque en la clandestinidad nosotras, las mujeres, tuvimos papeles bastante específicos, ya que la mayor parte de los hombres estaban detenidos y nos tocó a nosotras ponernos a la cabeza de las organizaciones sociales. Así, las primeras reacciones frente a la dictadura fueron los colectivos de mujeres: de madres, de esposas y hermanas que buscaban a los prisioneros, a los desaparecidos. Después vinieron las nacidas entre la población para organizar el auxilio popular, organizaciones que tuvieron un gran desarrollo en los años noventa, aunque ya en los años setenta estos primeros pequeños colectivos y comités estaban compuestos sobre todo de mujeres, que desempeñaban el papel de agentes de enlace o de cobertura.
Pero el verdadero momento de reflexión sobre la condición de mujer en el seno de una organización militante vino con la tortura y los campos de internamiento. En el encarcelamiento comenzó la reflexión sobre la especificidad de la tortura infligida a las mujeres. Después de la persecución y la represión de las y los militantes en Chile, después de la derrota seguida de la marcha al exilio, llegó a Europa un gran número de mujeres militantes. Estaban solas, la mayor parte con niños pequeños, habían salido de las prisiones y de las casas de tortura clandestinas; se encontraron entonces con los movimientos de mujeres revolucionarias de Europa –hablo sobre todo de París– y podría decirse que en ese momento comenzó un verdadero trabajo de reflexión colectiva sobre la especificidad de las mujeres y el militantismo.
Después de haber superado la muerte de tu compañero y dirigente del MIR, Miguel Enríquez, bajo la dictadura de Pinochet, dices en tu película que “aquel día, dejé de vivir para comenzar a existir”. Exiliada a la fuerza, decidiste continuar en la distancia la revolución emprendida por tu organización política. ¿Lo que comenzaba aquel día era una existencia a partir de una nueva concepción de tu condición de mujer y del compromiso militante?
Hay dos momentos en “Calle Santa Fé”, el momento de la muerte de Miguel y el final de mi vida de mujer libre no fue, en absoluto, el momento en que pasé de la supervivencia a la existencia. Aquel momento fue la ruptura total y el fin de mi vida de mujer libre, enamorada, comprometida, con un cuerpo, un alma, pensamientos, una articulación, ... podríamos decir. Fue entonces cuando fue hecha prisionera, después expulsada, y llega el exilio. Hablo de un tiempo bastante largo, en el que la vida de superviviente –hablo de mí, aunque creo que hablo también de mis amigas– era un punzón peligroso, terrible, porque la condición de víctima no produce pensamiento sino que se sufre... se sufre a la vez que se dice que hay que desarrollar el trabajo de la solidaridad y denunciar el régimen de Pinochet. Como “miristas”, teníamos grandes escollos para denunciar, porque éramos una organización armada que resistía a Pinochet con las armas en la mano, y había que explicar por tanto para qué servían las armas, en qué contexto, etc. Para poder ser comprendidas por las organizaciones de perseguidos y de desaparecidos, porAmnesty International y por otras ONG que se ocupaban de ellos, teníamos que hablar de “resistencia”. Esta responsabilidad implicaba por tanto callarse sobre muchas cosas y no dejar lugar al dolor. Teníamos que ser firmes, aguantar, hablar, hacer discursos y, evidentemente, como debíamos estar a la altura de este compromiso de representación, todo lo relacionado con la culpabilidad, la supervivencia, la usurpación y la ilegitimidad estaba muy presente entre nosotras.
Ahora bien, el momento en la película en que hablo de “pasar de la supervivencia a la existencia” es el momento en que, mucho tiempo después, me reencuentro de nuevo con la política, la política donde hoy estoy. Es la ausencia de política lo que mata y lo que en cierta manera lleva al suicidio, a una situación de angustia absoluta. Si no puedes ser mujer y militante a la vez, revientas, te suicidas. Había que llevar por tanto el combate al interior del movimiento para que pudiéramos ser consideradas como mujeres, con todo lo que esto implica: madres, seres humanos que sufren, que lloran, que están en verdad afectados por la dictadura, por la muerte, y por otra parte continuar haciendo política, no simplemente el ritual del exilio –del ghetto exiliado nostálgico– porque eso solo puede ser mortífero. Como mujeres, tuvimos que pasar por todo lo que habíamos sufrido específicamente y preguntarnos cómo podríamos salir de ello y cuál era nuestra responsabilidad en ese momento fundamental –hablo como militante– del combate contra el culto a la muerte y al sacrificio, puesto en marcha por la lógica del torturador.
Esto representó diez años de vida y de combate que nos permitieron participar en las experiencias nacidas en América central, en París y en Italia, es decir, nuestra cabeza se puso a funcionar. Por “existencia” quiero decir simplemente tomar conciencia –de nuevo– de poder ser una mujer militante, no importa dónde, porque no todo se juega en el compromiso clandestino o armado, que es sólo un momento, por importante que sea.
¿Qué influencia tuvieron para una mujer chilena comprometida, como tú, los movimientos feministas emergentes en Francia en los años setenta?
El encuentro con el Mouvement Féministe Révolutionnaire [Movimiento Feminista Revolucionario], y en particular con todas esas mujeres de mi generación, fue esencial para nosotras. Yo pasé de la supervivencia a la vida, y de la vida a la existencia, porque me encontré con estas mujeres francesas y estas mujeres de la Resistencia, mayores que yo, con quienes podía discutir de las experiencias que había vivido. Me decían, por ejemplo: “también nosotras quedábamos embarazadas”, porque en situaciones en las que la vida es tan intensa –porque la muerte te acompaña de forma permanente, hasta el punto de que ya no se piensa en ella, sino que la intensidad de la vida es tan fuerte que ocupa todo el espacio mental y vital– no hay lugar para las pequeñas cosas, para los desfallecimientos. Todo está arbitrado por algo muy vital, por una especie de energía solar y precisamente en esos momentos una se queda embarazada. ¿Es una locura? Sí..., nos decían que era una locura, porque estábamos en la clandestinidad; pero nosotras no queríamos en absoluto sacrificar nuestro deseo de mujeres enamoradas de tener hijos. Ahora bien, si la organización no respondía, nos tocaba a nosotras organizarnos y lo mismo ocurrió a las mujeres de la Resistencia en Francia. Mis reflexiones sobre todo lo que habíamos vivido en la clandestinidad y frente a la dictadura me vinieron justamente del contacto con estas mujeres.
También estaban las mujeres de mi generación, e incluso más jóvenes, que se reunían en las grandes AG [Asambleas Generales] en Jussieu o en grandes fiestas en el Bataclan, mujeres con la experiencia militante de Mayo 68 que continuaban militando en el “Comité Chile”. El “Comité Chile” era un lugar de gigantesco compromiso político en Francia, había 600.000 personas organizadas, entre ellas una gran cantidad de mujeres que eran feministas y se planteaban de otra manera la cuestión de la violencia. La reconstrucción del espacio íntimo en política nos llegó de este encuentro; nos hicimos feministas, evidentemente, pero no combatíamos sólo por el aborto o la igualdad de oportunidades, peleábamos cotidianamente dentro mismo de la organización revolucionaria para ocupar espacios. La luz debía venir de nosotras mismas, del interior y colectivamente; así, por ejemplo, nació el “Proyecto hogares3, que tal vez pudo ser una “gran aberración” –no lo sé– aunque era un proyecto para responder al problema del cuidado de nuestros hijos.
Suele decirse que el siglo veinte fue el de la feminización de las sociedades occidentales; pero desde hace algún tiempo se viene hablando, sobre todo en la sociedad francesa, de que la condición de las mujeres se deteriora. ¿Qué piensas de eso?
Convertirnos en militantes y revolucionarias significa que nuestros compromisos se juegan en cada momento y en la acción; nada está ganado de antemano, la libertad es un acto que se hace, no es un regalo ni una conquista para siempre. A mí, personalmente, no me sorprende que haya que seguir peleando; es desesperante hasta qué punto la manipulación del poder hace que se vuelva atrás: se revisan leyes, se revisan fases, se nos culpabiliza; este desaliento, esta rabia, nos empuja a continuar de una manera cada vez más lúcida. Creo que hoy se nos requiere –a los jóvenes, pero también a nosotras– mantener una lucidez implacable. El Chile de los años setenta era más fácil de comprender: una dictadura aplastaba todos nuestros derechos, nuestras leyes, incluidas los de las mujeres.
Chile era un país –o todavía lo es, no lo sé– donde la mujer ocupaba ya un lugar muy particular en la sociedad, en comparación con otros países latinoamericanos. En los años ochenta, las mujeres estaban en primera línea de la resistencia, en todos los sectores. Llegó la democracia y nos volvimos a encontrar encerradas en el papel tradicional, y sobre todo en el terrorífico papel de consumidoras. En una sociedad donde hay que pagar la educación y la salud, donde todo el espacio de lo imaginario está ocupado con el slogan “hay que triunfar”, el lugar de las mujeres está completamente ahogado, porque al mismo tiempo tiene que proporcionar a los niños el máximo. Las condiciones de trabajo son terribles en todos los sectores, incluso en la clase media, y ese deseo tan sencillo de dar a los niños salud y educación no se puede alcanzar sin endeudarse. Ni siquiera encontramos el momento para discutir entre nosotras, para llevar a cabo acciones, la sociedad chilena se ha vuelto completamente retrógrada, hipócrita y sobre todo muy burguesa. Aunque es un problema mundial, porque en todas partes existe el riesgo de perder nuestras conquistas, como le ocurre hoy también al movimiento sindical y a los trabajadores en general. La urgencia es tanto mayor porque ya no sabemos qué hacer, yo no tengo respuestas. Según mis convicciones, creo que no podemos detenernos y habría que pensar en formas de participación colectiva para que nuestros deseos circulen y la transmisión de mi generación a la vuestra se haga de la manera más directa.
En “Calle Sante Fé” dices: “Como mi vida ya no corría riesgo, debía consagrarme al trabajo militante. Testimoniar sin cesar. Ya no llegaba a ser madre”. Muestras aquí la dificultad de conciliar el militantismo con el “papel tradicional” de madre. Varias mujeres del MIR se separaron de sus hijos para dedicarse mejor a construir un cambio social. ¿Cómo has vivido esta toma de decisión? ¿Crees que militar impone obligaciones más difíciles a las mujeres que a los hombres?
Las mujeres, la maternidad y la militancia... es el gran tema que apenas he mostrado en mi película. Hace algunos años, uno de nuestros hijos me planteó la cuestión: “¿cómo es que nos dejásteis?”. La cuestión de la maternidad y la militancia ha sido planteada por la generación de hoy, y el terremoto emocional que nosotras hemos vivido –que he vivido con esta conciencia que me viene de mi hija– es enorme, porque aunque esto debería haber sido igual para los padres, desgraciadamente no fue así.
A final de los años setenta, cuando pusimos en marcha el “Proyecto Hogares”, para dar una respuesta colectiva de la organización a la cuestión de la familia, de los hijos y de cómo criarlos, la revolución estaba en su punto álgido y decíamos entonces: “somos madres y no queremos ser excluidas del compromiso militante, queremos volver a Chile para recuperar lo que nos pertenece y que no sean sólo los hombres los que respondan a la llamada”. Por tanto, este proyecto no fue promovido en absoluto por una dirección masculina. ¿Se refería a eso? Con todo lo que ha pasado después, me siento tentada a contestar que “no”, pero no serviría de nada; en cambio, hay que situarse en el contexto en que estábamos, porque estábamos con dignidad, dolor y una profunda convicción de habernos unido a la lucha clandestina, que se encontraba en una fase importante.
Para nosotras, dejar a nuestros hijos era un gesto necesario, pero no los abandonamos: los dejamos a todos juntos, para poder pasar dos años construyendo una estructura de resistencia a la dictadura militar. Los confiamos a hombres y mujeres militantes que los cuidaron, primero en Bélgica y después en Cuba. Después llegó la derrota y para muchos de estos niños, llegó también la muerte de uno o de los dos padres... y el abandono para siempre.
¿Qué puede hacerse con ello a la luz del presente? Es fácil decir... “todo eso para nada” –como nos reprochan hoy nuestros hijos. Nos reprochan haberles abandonado, sin que nuestra lucha hubiera impedido que la sociedad chilena se convirtiera en una sociedad ultraliberal. Nuestra actitud es procurar ser lo más honestas posible y abrazar a nuestros hijos y decirles: “veo el horror que he cometido”. En aquel momento, interiormente, yo no tenía elección y este desgarro sólo lo hemos vivido las mujeres. Es nuestra relación con los hijos, habría que cambiar toda la sociedad para que sea de otra manera –tal vez hoy día un hombre se sentiría como nosotras entonces, tal vez se haya podido mover algo en ese sentido. En aquella época, sólo nos afectaba a las mujeres, y nosotras solicitamos que hombres jóvenes se quedasen también con los hijos, para enseñarles el papel de padre y de madre al mismo tiempo. De esta forma, no fueron sólo mujeres mayores sino también muchos hombres jóvenes militantes quienes se dedicaron a esta tarea, porque quedarse con estos niños era también un espacio de militancia política en la organización, durante los cuatro años que duró.
Pero cuando en “Calle Santa Fé” digo esta frase, estoy diciendo otra cosa muy distinta, porque en aquella época, yo personalmente, no estaba del todo en la realidad. La frase hace más bien referencia a una “ilusión”, a ese estado particular de cualquier mujer que acaba de perder al hombre de su vida, a su bebé y donde todo se ha hundido para ella. Esta incapacidad de ser madre, en mi caso personal, no estuvo determinada –como para otras mujeres– por la decisión definitiva de volver al país clandestinamente, sino por esa especie de indecisión, esa capa de cosas confusas que forman la ilusión de ser una militante libre y a la vez una mujer libre y todo eso hace que no puedas ser madre, por tanto era más bien una cuestión personal.
En lo que se refiere a nuestros hijos nacidos aquí, en el exilio, es verdad que hubo una transmisión que pudo ser demasiado cargada, vinculada al sueño de volver al país, al país soñado. Colectivamente como organización, sólo ahora nuestros hijos tienen un lugar; en los años noventa, hubo el movimiento H.I.J.O.S.4 en Chile y sobre todo en Argentina, en el que los hijos de los desaparecidos reclamaban justicia y verdad. Una gran parte de la transmisión viene de ahí, pienso que hemos fracasado en nuestro papel de transmisión, bien por hacerla de manera demasiado aplastante y nostálgica, o porque se hizo en el silencio absoluto o nublado por la culpabilidad, por la derrota y por el abandono. Hay tantas transmisiones como personas militantes que transmiten, pero es una evidencia para mí que los jóvenes exigen de nosotras respuestas a estas cuestiones.
En octubre de 2004, en una reunión que antiguos militantes del MIR habían organizado en la universidad ARCIS en Santiago de Chile –con distintos talleres de discusión sobre temas que habían marcado nuestra militancia– en el taller “Mujeres”, una mujer joven planteó la cuestión: “¿y para vosotras, madres y militantes, qué es la maternidad?” Esto quiere decir que para nosotras esta cuestión no había pasado todavía del estado de sufrimiento al estado de conciencia. Para nosotras lo esencial era decir: estamos verdaderamente en la vida, si deseamos, hay que tener hijos. Esto parecía tan natural que no habíamos asumido efectivamente toda la dimensión de lo que hacíamos. ¿Por ello no deberíamos haber tenido hijos? No lo creo, no. Creo que el deseo de tener hijos es bastante misterioso. En cambio, lo que debemos exigir de la organización o de cualquier pequeño colectivo, es aceptarnos tal como somos. Si una es madre, eso significa no obligar a una militante que no quiere dejar a su bebé a partir clandestinamente a Chile, que tanto una decisión como la otra sea considerada totalmente legítima, que no existe esta “moralización” del papel de madre, pero que tampoco haya desconsideración del tiempo que ocupa en el espacio mental. Nos toca vivirlo primero a nosotras, porque la sumisión insconsciente que hicimos y transmitimos por las madres a los hijos jóvenes, es uno de los temas siemrpe presentes hoy día: lo que se les pide respecto a nosotras, como madres, respecto a una mujer simplemente. Hay que estar muy atentas porque a veces nosotras mismas vehiculizamos comportamientos masculinos o femeninos estereotipados, como gestos habituales.
También muestras en tu película el deseo de “encontrar, aunque sea por un instante, la ilusión de una vida de mujer y de militante. ¿Cuál es esta ilusión? ¿La has cumplido a lo largo de tu vida? ¿De qué forma?
Creo que he tenido una vida cumplida de mujer y de militante. Cuando hablo de ilusión, quiero decir que inventamos prototipos allí donde estamos. En los años sesenta, yo estaba en la universidad, después a la puerta de las fábricas, más tarde en el MIR, más tarde como agente de enlace, después en los colectivos de apoyo a Chile. Era siempre militante, por la sencilla razón de que nunca he pensado un instante de mi vida sin el compromiso político, porque para mí la vida sin ese compromiso no tiene intensidad, no tiene alegría. Es también una manera muy simple de ver la vida y vuelvo a lo que decía al principio: en mi época, teníamos desde muy temprano una conciencia de los demás, y por ejemplo en mi familia éramos muy conscientes de la situación de injusticia y de pobreza que se vivía cerca de nosotros; pasábamos fines de semana construyendo casas junto a los sin-vivienda. También consiste en esto la educación, mucho más que esa educación “protegida” occidental que se recibe a diario. Hay que salir, ir a los suburbios, o a algunos barrios parisinos, intentar ver lo que pasa a nuestro alrededor, y puedo decir que en mi caso, a partir de esta primera conciencia, mi vida adquirió múltiples formas y siempre ha estado en contacto y en unión con un pensamiento vinculado a la política.
La palabra “ilusión” hace referencia a un estereotipo de militante que era el producto de esta autoconsiderada mujer sin ataduras. Con esta palabra de ilusión, quise denunciar en ese momento de la película la mascarada de la mujer militante y libre de sus responsabilidades, que no existe. No se puede ser militante y mujer más que en el día a día y allí donde no se está. Es ésta la cuestión que más me interesa de la acción y del pensamiento. Creo que perfectamente se puede ser mujer y militante en todo momento, que se trata simplemente de desmitificar la mujer militante, volverla “normal”, porque de lo contrario querrá decir que es excepcional y que sólo las gentes excepcionales pueden ser militantes y mantenerse fieles a una organización.
En un momento hablas del “agujero negro” de una vida sin compromiso. ¿Cuál es tu mensaje para todas esas mujeres que militan hoy en diversas formas y, por qué no, para aquellas que por su condición de mujeres creen que el militantismo no les conviene?
Desgraciadamente el término “militante” se ha endurecido, ha sido contaminado por la ideología dominante y ha asociado a la palabra “terrorismo”. No hay nada más opuesto a una militante que una terrorista, es justo todo lo contrario. Tenemos que recuperar las palabras, volverlas a dar su sentido, reapropiándolas nosotras mismas, porque sólo se puede ser militante siendo una mujer entre las otras, y si no es así no sirve de nada; no estamos ahí para ser diez, sino para ser millones. Además, en las condiciones actuales de vida, no disponemos de mucho tiempo, hay que inventar ese tiempo. Hoy día reflexionamos sobre esto: militamos allí donde estamos, sea en los sindicatos o en los colectivos, y a partir de ahí nos movemos y diseñamos conforme a las oportunidades. ¡Nada excepcional! Esto es lo que quiero decir, si la militancia no vuelve a la normalidad, es que se ha pensado mal lo que significa ser militante político hoy día. Hay que volver a dar al término “mujer comprometida” su amplitud poética. Es sencillo, se trata de gestos, de pequeñas cosas, de pequeñas acciones que llevamos a cabo día a día en momentos y en situaciones ligadas al contexto político y social. En mi caso, cuendo me dicen que he hecho esto o aquello, respondo: me quedé en la clandestinidad en Chile después del 11 de setiembre de 1973 y no reflexioné ni un instante. Todo el mundo se movió por ahí dentro de manera natural, porque estaba inscrito antes en pequeños gestos y pequeñas acciones que vienen de muy atrás, que pasan por ser cosas sencillas: una película, un texto o un grafitti en la calle. Hay cosas que nos despiertan y alimentan nuestro pensamiento y nuestra manera de actuar, pero sobre todo es el espacio colectivo, y este espacio está todavía por inventar.
76/03/2013
Traducción: VIENTO SUR
NOTAS
1. “Calle Santa Fé”, documental realizado por Carmen Castillo en 2007, es el nombre de la calle donde se encuentra la casa que compartía con su compañero Miguel Enríquez hasta el asesinato de éste y el exilio de ella. El documental es una investigación sobre cuestiones sin respuesta de estos años de la dictadura a partir de rastros que sobreviven en el presente.
2. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) es un partido chileno de la izquierda radical creado en 1965 por la conjunción de las luchas estudiantiles y sindicales. Uno de sus primeros dirigentes, Miguel Enríquez, muerto en combate el 5 de octubre de 1974, fue el compañero de Carmen Castillo.
3. Nombre que recibió la iniciativa lanzada en los años ochenta por el MIR para mantener a los hijos de militantes en Cuba bajo la protección de “padres sociales”, mientras sus padres luchaban en la clandestinidad en Chile.
4. Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio es un organismo argentino de derechos humanos que agrupa a los hijos de desaparecidos bajo la dictadura militar de 1976 a 1982.

sábado, 23 de marzo de 2013

Lista de Centros Clandestinos de Detención en Argentina-dictadura militar-




Mañana 24 de marzo, se conmemora un aniversario más de la última y sangrienta dictadura argentina. Ese golpe de estado es una historia nefasta que comienza mucho tiempo antes del mismo. Yo vivo a la distancia y conocí los hechos, conozco las causas y eso es lo que me interesa reflejar. Para todos los que padecieron esta pesadilla, para las víctimas, sus familiares, los excluidos y perseguidos, los que siguen sufriendo, para todos digo: ¡¡PRESENTE!!  C.B.

Enlace a la página de “Desaparecidos” con la lista completa de Centros Clandestinos de Detención y enlaces al libro “Nunca Más”: http://www.desaparecidos.org/arg/centros/

Centro clandestino de detención (Argentina)
Los centros clandestinos de detención (CCD) fueron instalaciones secretas empleadas por las fuerzas armadas y de seguridad para ejecutar el plan sistemático de desaparición de personas implementado por la dictadura militar que ocupó el poder en la Argentina entre el24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional.
Las Fuerzas Armadas clasificaban los CCD en dos tipos:
§  Lugar de Reunión de Detenidos (LRD): tenían una organización más estable y estaban preparados para alojar, torturar y asesinar a grandes cantidades de detenidos.
§  Lugar Transitorio (LT): tenían una infraestructura precaria y estaban destinados a funcionar como un primer lugar de alojamiento de los detenidos-desaparecidos.
El plan del gobierno de facto, que ejerció el poder en Argentina entre el 24 de marzo de1976 y el 10 de diciembre de 1983, formaba parte de las operaciones de contrainsurgencia clandestinas, comenzadas pocos años antes, en el marco del Operativo Independencia, para eliminar la disidencia política. Operativos similares se llevaron a cabo en otros países de la región, con el apoyo expreso del gobierno de los Estados Unidos, interesado en promover a toda costa el control del comunismo y otras corrientes ideológicas opuestas a su bando en la guerra fría.

Panorama general

Los primeros CCD fueron instalados en 1975, antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976. En ese año ya estaban en funcionamiento la Escuelita en Faimallá (Tucumán) y el Campito (Provincia de Buenos Aires). También en 1975 funcionó un CCD en la planta de la empresa Acindar en Villa Constitución, presidida por José Alfredo Martínez de Hoz, como parte de la estructura represiva organizada para contener la huelga declarada por el sindicato UOM en mayo de ese año.
En 1976 llegaron a existir 610 CCD, pero muchos de ellos fueron temporales y circunstanciales. Luego de los primeros meses posteriores al golpe de estado, la cifra se estabiliza en 364 CCD. En 1977 la cantidad se reduce a 60. En 1978 hay 45 CC, y para 1979los centros llegan a 7. En 1980 quedaban dos: la ESMA y el Campito (Campo de Mayo). En 1982 y 1983 la ESMA era el único campo de concentración que seguía siendo utilizado.
 En Buenos Aires hubo 60 centros, en la provincia de Córdoba 59 y en Santa Fe 22. Cinco grandes centros fueron el eje de todo el sistema: la ESMA y Club Atlético en la Ciudad de Buenos Aires; el Campito (Campo de Mayo) y el Vesubio en el Gran Buenos Aires (Provincia de Buenos Aires); y la Perla en Córdoba.
A pesar de sus diferencias, los CCD fueron organizados con una estructura y un régimen de funcionamiento similar. Todos los CCD contaban con una o más salas de torturas, amplios espacios para mantener a los desaparecidos siempre en condiciones de gran precariedad, y un centro de viviendas para los torturadores y guardias. Casi todos tenían algún tipo de servicio médico. En algunos casos hubo servicios religiosos permanentes para el personal militar.
Los Grupos de Tareas (GT, también conocidos como "patotas") estaban encargados de realizar los secuestros, generalmente de noche. Inmediatamente los detenidos-desparecidos eran llevados al CCD correspondiente, donde permanecían constantemente encapuchados y esposados. Inmediatamente eran severamente torturados e interrogados por los mismos integrantes de los GT. El tiempo de este período inicial de tortura variaba considerablemente, pero en términos generales puede decirse que oscilaba entre uno y dos meses. Con posterioridad a ese período inicial de tortura-interrogatorio, se disponía:
§  el asesinato del detenido-desaparecido o detenida-desaparecida. En todos los CCD se utilizó el mismo eufemismo para referirse al asesinato del detenido-desaparecido: "el traslado". Los métodos utilizados para el asesinato y desaparición de los cadáveres variaron desde los llamados vuelos de la muerte, los fusilamientos en masa, fosas comunes, tumbas NN, incineración de cadáveres, etc.
§  el blanqueo: se legalizaba al detenido-desaparecido y se lo ponía a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. A partir de 1980, de esta situación, podía derivar la deportación y el exilio, por el uso de la opción constitucional (Art. 23), o el enjuiciamiento por tribunales militares y la condena a prisión.
§  la libertad.
§  la continuidad como detenido-desaparecido, por razones variadas (utilización como esclavos, colaboradores, rehenes, etc.).
Durante su permanencia en el CCD se procedía sistemáticamente a la deshumanización de los detenidos-desaparecidos mediante diversos procedimientos: sustitución del nombre por un número, violaciones, animalización, humillación, hacinamiento, condiciones intolerables de alojamiento, aislamiento, desnudez forzada, racismo, antisemitismo, homofobia, etc.
También existió una política y un procedimiento común para las detenidas-desaparecidas que se encontraban embarazadas. En ese caso se postergaba el asesinato y se producía un parto clandestino con supresión de la identidad del bebé quien era entregado para su crianza a personas íntimamente vinculadas al sistema represivo, y en algunos casos partícipes del asesinato del padre y/o madre biológico.

Lista de Centros Clandestinos de Detención

Enlace a la página de “Desaparecidos” con la lista completa de Centros Clandestinos de Detención y enlaces al libro “Nunca Más”: http://www.desaparecidos.org/arg/centros/

Durante la dictadura militar, los detenidos-desaparecidos era generalmente llevados a centros clandestinos de detención, donde eran torturados y eventualmente asesinados. Hubo al menos 340 centros en todo el país, por los que pasaron millares de detenidos. Algunos prisioneros fueron llevados de centro a centro a través de los días y los años. Los siguientes enlaces van mayormente a la descripción de estos centros en el libro Nunca Más


  • Descripción de los Centros Clandestinos de Detención - Nunca Más 
  • El Banco - Buenos Aires
  • La Cacha - partido de La Plata
  • Campo de Mayo
  • «Club Atlético» - Capital
  • La Cueva - Base Aérea Mar del Plata
  • Fábrica Militar de Armas Portátiles "Domingo Matheu" - Rosario
  • Monte Peloni - Olavarría
  • El Olimpo - Capital
  • «Automotores Orletti» - Capital
  • El Vesubio - Buenos Aires
  • Virrey Ceballos - Capital 
  • «La Perla» o «La Universidad»
  • «Escuela de Mecánica de la Armada» (ESMA).
  • «Brigada de Investigaciones de San Justo» (LRD)
  • «Brigada de Investigaciones de Las Flores» (LRD)
  • «Brigada de Investigaciones de Resistencia» - Chaco (LRD)
  • «C.C.D. en la Vll Brigada Aérea de Morón» (LRD)
  • «Pozo de Banfield» (LRD)
  • «Brigada de San Nicolás» (LRD)
  • «Pozo de Quilmes» o «Chupadero Malvinas» (LRD)
  • «Casa del Cilindro» (LRD)
  • «La Casona» (LRD)
  • «El Reformatorio» - Tucumán (LRD)
  • «Fábrica de Armas de Rosario» (LRD)
  • «C.O.T. I Martínez» (Centro de Operaciones Tácticas) (LRD)
  • «Compañía de Comunicaciones de Montada» (LRD)
  • «Comisaría 5° de La Plata» (LRD)
  • «El Motel» (LRD)
  • «El Embudo» (LRD)
  • «Escuelita» - Bahía Blanca (LRD)
  • «Escuelita de Famaillá» (LRD)
  • «Los Conventillos de Fronterita» - Ingenio Fronterita
  • «Guardia de Seguridad de Infantería» (LRD)
  • «GADA E 101» - Ciudadela (LRD)
  • «Ingenio Nueva Baviera» (LRD)
  • «Ex Ingenio Lules» (LRD)
  • «Comisaría 4°» - Mar del Plata (LRD)
  • «Delegación Regional de la Policía Federal de Azul»
  • «Planta Transmisora Los Plátanos» (LRD)
  • «Puesto Vasco» (LRD)
  • «Destacamento Batán» - Mar del Plata
  • «Comisaría Trenque Lauquen» (LRD)
  • «La Ribera» (LRD)
  • «Sheraton» (LRD)
  • «Superintendencia de Seguridad Federal»
  • «Departamento 2 de Inteligencia» (Policía de Mendoza) (LRD)
  • «Jefatura Central de Policía» - Tucumán (LRD)
  • «Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga» (LRD)
  • «Comisaría N° 3 Morón» (LRD)
  • «Dique San Roque» (LRD)
  • «Hospital Posadas» (LRD)
  • «La Huerta» - Tandil
  • «Hospital Militar de Campo de Mayo»
  • «Comando Radioeléctrico» (LT)
  • «La Escuelita» - Neuquén (LRD)
  • «Regimiento N° 29 de Infantería de Monte» (LRD)
  • «Batallón 121» - Provincia de Santa Fe (LRD)
  • «Quinta de Seré» (LRD)
  • «Brigada N° 2 de Investigaciones de Lanús» (LRD)
  • «Guerrero» - Provincia de Jujuy (LRD)
  • «Escuela de Educación Física de la Universidad de Tucumán» (LRD)
  • «El Refugio» - Provincia de Mendoza (LRD)
  • «El Chalecito» - Provincia de Mendoza (LRD)
  • «Hípico» - Goya, Provincia de Corrientes (LRD)
  • «Destacamento Policial de la Capilla de San Antonio» (LT)
  • «Centro Clandestino de Detención en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada»
Centros Clandestinos de Detención dependientes de la Fuerza Aérea
  • Brigada Aérea de Morón
  • Hospital Posadas
  • Quinta de Seré
  • Superintendencia de Seguridad Federal
  • El Banco
  • El Olimpo
Principales centros clandestinos de detención del circuito jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires
  • El Vesubio
  • Sheraton (o Embudo)
  • Campo de Mayo
  • Centros Candestinos de Detención de Las Flores - Monte Pelone - Olavarría
  • Centros Clandestinos de Detención en Mar del Plata
Centros Clandestinos de Detención en jurisdicción de II Cuerpo de Ejército
  • Chaco
  • Goya
  • Formosa
  • «La Escuelita»
  • Misiones
Centros Clandestinos de Detención en Santa Fe
  • Brigada de Investigaciones
  • Guardia de Infantería Reforzada
  • Comisaría IV
  • Centros Clandestinos de Detención en Rosario
  • Fábrica Militar de Armas Portátiles «Domingo Matheu»
Centros Clandestinos de Detención de la Provincia de Córdoba
  • La Ribera
  • La Perla
  • Casa de la Dirección General de Hidráulica de Dique San Roque
  • Unidad Penitenciaria N° 1
  • División de Informaciones de la Policía Provincial (D2)
  • Procedimientos de la CONADEP en Córdoba
  • Malagueño
  • La Ribera
  • Casa de Hidráulica
Centros clandestinos de detención en la provincia de Mendoza
  • Liceo Militar General Espejo
  • VIII Brigada de Infantería de Montaña
  • Campo Los Andes
  • Las Comisarías
  • Palacio Policial (D - 2)
  • La Penitenciaria
  • Centros Clandestinos de Detención de la Provincia de Tucumán.
  • Centros Clandestinos de Detención en la Provincia de Jujuy.
  • Circuito Sur. V Cuerpo de Ejército