lunes, 31 de enero de 2011

El juego de la corrupción, el apoyo de EEUU a las dictaduras corruptas en el mundo musulmán por Juan Cole


Hay una lección obvia en la revolución tunecina de 2011: la paranoia acerca de los movimientos fundamentalistas y el terrorismo musulmán está haciendo que Washington tome malas decisiones que, en última instancia, perjudican los intereses y la posición estadounidenses en el extranjero. Los cables del Departamento de Estado a las capitales en todo el gran Oriente Medio, hechos públicos gracias a Wikileaks, muestran que los hacedores de la política de los EE.UU. tienen una imagen clara y detallada de las profundidades de la corrupción y el nepotismo que imperan entre algunos "aliados" en la región.
Los mismos cables indican que, en un cínico cálculo de Gran Potencia, Washington continúa sacrificando las perspectivas de la juventud de la región en el altar de la "seguridad". Ya se han olvidado de que el mayor dolor de cabeza de la política exterior de los Estados Unidos, la República Islámica del Irán, surgió en respuesta al respaldo de los estadounidenses a Mohammad Reza Pahlevi, el despreciado sha que destruyó los partidos políticos iraníes de izquierda y de centro, allanando el camino para la toma del poder de los ayatolás en 1979.
Los cables del Departamento de Estado publicados a través de WikiLeaks son muy reveladores cuando se trata de la forma en que el hombre fuerte de Túnez, Zine el-Abidine Ben Ali, y su familia extendida (incluyendo al clan de su esposa Leila, los Trabelsi) se apoderaron de la economía tunecina y le chuparon hasta los huesos. Las fascinantes descripciones de diplomáticos de EE.UU. hacen sonar a la "familia" presidencial como verdaderos vampiros tomando la población de Bontemps, Louisiana (en referencia a la serie True Blood).
En julio de 2009, por ejemplo, el embajador de EE.UU. cenó con Nesrine Ben Ali el-Materi y El Sakher-Materi, la hija del presidente y su yerno, en su suntuosa mansión. Materi, que surgió gracias al nepotismo para dominar los medios de comunicación de Túnez, ofreció una cena de 12 platos con jugo de kiwi –que "normalmente no está disponible aquí"- y "helados y yogures que se había hecho traer desde Saint Tropez", todo servido por una enorme planta de sirvientes bien remunerados. El embajador notó el tigre mascota de la pareja, "Pachá", que consume "cuatro pollos al día", en un momento de grandes dificultades económicas para los tunecinos de a pie.
Otros cables detallan la forma en que Ali Ben y los clanes Trabelsi participan en una versión tunecina de información privilegiada, utilizando sus conocimientos de las siguientes decisiones económicas del presidente para apropiarse de bienes raíces y empresas que sabían que subirían de valor. En 2006, el embajador de EE.UU. estima que el 50% de la élite económica de Túnez estaba relacionada por sangre o matrimonio con el presidente, un grado de nepotismo difícil de igualar fuera de algunas de las monarquías del Golfo Pérsico.
A pesar del pleno conocimiento de la corrupción y la tiranía del régimen, en julio de 2009, la embajada de EE.UU. concluyó: "A pesar de las frustraciones de hacer negocios aquí, no podemos descartar Túnez. Tenemos demasiado en juego. Tenemos un interés en evitar que al-Qaeda en el Magreb Islámico y otros grupos extremistas establezcan bases aquí. Tenemos interés en mantener a las fuerzas armadas tunecinas profesionales y neutrales".
La idea de que si los EE.UU. no le hubiera dado al gobierno tunecino cientos de millones de dólares en ayuda militar durante las últimas dos décadas y media, mientras que ayudaban a entrenar a sus fuerzas armadas y de seguridad, un grupo marginal en la sombra que se hace llamar "al-Qaeda en el Magreb podría haber establecido una base" en el país era una tontería. Sin embargo, esto se convirtió en la excusa a prueba de balas para más mala política.
En este sentido, Túnez ha sido la norma en lo que respecta a la política estadounidense en el mundo musulmán. El firme apoyo de la administración Bush a Ben Ali hace especialmente atroz la sugerencia de algunos expertosneoconservadores de que el uso de la retórica de la democratización de George W. Bush para promover los propósitos neo-imperialistas estadounidenses de alguna manera inspiraron a los trabajadores y activistas de Internet de Túnez (ninguno de los cuales hizo referencia algún al despreciado ex presidente estadounidense). Sin duda habría sido más inteligente si Washington cortaba al régimen de Ben Ali toda ayuda, al menos militarmente, y se distanciaba de su manada de chacales. La región está, por supuesto, llena de dictaduras polvorientas y oxidadas y, ahora, extremamente nerviosas para las que gobierno es sinónimo de robo. Los EE.UU. no reciben ningún beneficio real de su dañina asociación con ellas.
Sin dominós que caigan
La profundamente viciada y a veces deshonesta Guerra Global contra el Terror de la administración Bush reprodujo los peores errores de política de la Guerra Fría. Uno de estos errores involucró la recreación de la llamada "teoría del dominó" -la idea de que los EE.UU. tuvieron que intervenir en Vietnam, o Indonesia, Tailandia, Birmania y el resto de Asia, porque de lo contrario el mundo caería en manos del comunismo. No era cierto, entonces -la Unión Soviética estaba, en ese momento, a menos de dos décadas del colapso- y no es aplicable ahora en términos de al-Qaeda. Tanto entonces como ahora, sin embargo, la teoría del dominó prolongó la agonía de estas mal concebidas guerras.
A pesar de que la administración Obama abandonó la frase "guerra contra el terror", los impulsos codificados en ella seguirán formando con fuerza la política de Washington, así como sus temores y fantasías geopolíticas. Esto se suma a una versión absurdamente modernizada de la teoría del dominó. Este miedo irracional de que cualquier pequeño contratiempo para los EE.UU. en el mundo musulmán podría conducir directamente a un califato islámico, se esconde debajo de muchos de los pronunciamientos de Washington y gran parte de su planificación estratégica.
Un ejemplo claro se puede ver en el cable de la embajada que consintió en el apoyo de Washington a Ben Ali, por temor al insignificante y oscuro "Al Qaeda en el Magreb". A pesar del nombre de miedo, este pequeño grupo no estaba originalmente ni siquiera relacionado con el Al –Qaeda de Usama Bin Laden, sino que surgió de un movimiento reformista musulmán argelino llamado salafismo.
Si los EE.UU. dejaran de dar ayuda militar a Ben Alí, querían sugerir, Bin Laden podría convertirse en el califa de Túnez. Esta versión de la teoría del dominó -un pretexto para pasar por alto una cultura de corrupción, así como violaciones de los derechos humanos contra disidentes- se ha extendido tanto como para compensar la urdimbre y la trama de la mensajería diplomática secreta de los Estados Unidos.
Hundiendo democracias en nombre de la guerra contra el terror
Tomemos Argelia, por ejemplo. La asistencia militar estadounidense a la vecina Argelia ha crecido de nada antes del 11 de septiembre a casi un millón de dólares al año. Puede ser una suma pequeña en términos de ayuda, pero está aumentando rápidamente, y complementa el apoyo más importante de los franceses. También implica una formación para la lucha contra el terrorismo, es decir, precisamente las habilidades necesarias también para reprimir las protestas civiles pacíficas.
Irónicamente, los generales argelinos que controlan los hilos del poder fueron los responsables de la radicalización política de la parte musulmana del país, el Frente Islámico de Salvación (FIS). Autorizado a postularse para un cargo en 1992, ese partido obtuvo una abrumadora mayoría en el parlamento. Conmocionados y consternados, los generales derogaron los resultados electorales. Nunca sabremos si el FIS se hubiera convertido en un partido parlamentario, democrático, como más tarde pasó con Justicia y Desarrollo en Turquía, cuyos líderes habían sido fundamentalistas musulmanes en la década de 1990.
Enfadados por haber sido privados de los frutos de su victoria, los partidarios del FIS pasaron a la ofensiva. Algunos se radicalizaron y formaron una organización que llamaron el Grupo Islámico Armado, que más tarde se convirtió en una filial de al-Qaeda (un miembro de este grupo, Ahmed Ressam, trató de entrar a los EE.UU. como parte del "complot del milenio" para hacer estallar el Aeropuerto Internacional de Los Angeles, pero fue detenido en la frontera). El resultado ha sido una sangrienta guerra civil de la que salieron vencedores los generales y los políticos más seculares, aunque no sin antes haber causado la muerte de 150.000 argelinos. Al igual que con Ben Ali en la vecina Túnez, París y Washington consideran al Presidente Abdelaziz Bouteflika (elegido en 1999) una muralla secular contra la influencia del radicalismo del fundamentalismo musulmán en Argelia, así como entre la población argelina-francesa en Francia.
En apariencia, en los primeros años del siglo XXI, Argelia recuperó la estabilidad bajo Bouteflika y sus partidarios militares y la violencia disminuyó. Los críticos, sin embargo, acusan al presidente de manipular cambios legislativos que le permitieron postularse para un tercer mandato, una mala decisión para la democracia. En la elección presidencial de 2009, se enfrentó a un débil grupo de rivales y su principal opositor fue una mujer de un oscuro partido trotskista.
Los cables de la embajada de los EE.UU. (también revelados por WikiLeaks), reflejan un profundo malestar con una creciente cultura de corrupción y nepotismo, aún si no a la escala de Túnez. En febrero pasado, por ejemplo, el embajador David D. Pearce informó que ocho de los directores de la empresa estatal de petróleo, Sonatrach, estaban siendo investigados por corrupción. Y añadió: "Este escándalo es el último de una serie de investigaciones y actuaciones judiciales que hemos visto desde el año pasado, en las que están involucrados ministerios del gobierno de Argelia y las empresas públicas. Es significativo que muchos de los ministerios afectados están encabezados por ministros considerados cercanos al presidente argelino Bouteflika... "
Y esto no es nada nuevo. Más de tres años antes, en la embajada en Argel ya estaba sonando la alarma. Los observadores locales describen a los hermanos del Presidente Bouteflika "Abdallah y Said, como particularmente rapaces". La corrupción se extendía en un cuerpo de oficiales cada vez más dividido y polémico. El desempleo entre los jóvenes era tan alto que muchos estaban optando por cruzar el Mediterráneo en botes desvencijados, con la esperanza de llegar a Europa y encontrar trabajo. Y sin embargo, al leer los cables WikiLeaks no se encuentra ninguna recomendación de dejar de apoyar al gobierno argelino.
Como es habitual cuando Washington apoya regímenes corruptos en nombre de su guerra contra el terror, la democracia sufre y las cosas se deterioran lentamente. La elección viciada de Bouteflika, cuyo único propósito fue el de asegurar su victoria, por ejemplo, desalientan activamente a los fundamentalistas moderados de participar en ellas y algunos observadores piensan ahora que Argelia, que ya está siendo sacudida por disturbios por alimentos, podría enfrentar una agitación popular similar a la de Túnez (hay que recordar que la policía militar y secreta argelina, con años de sombría experiencia con la guerra civil detrás de ellos, son mucho más expertas en técnicas de control social opresivo que el ejército tunecino).
Si Argelia, un país rico en petróleo y mucho más grande que Túnez, se vuelve inestable, sería estratégicamente más sorprendente e, incluso, menos predecible, y no habría que culpar solamente a Buteflika y sus corruptos compinches, sino a sus muy bien informados patrocinadores extranjeros (como lo indican los cables de WikiLeaks), obstinados como están con sus políticas ridículas.


El Ben Ali de Asia Central

El problema tampoco se limita a África del Norte o incluso a ansiosos autócratas en el mundo árabe respaldados por los Estados Unidos. Tomemos Uzbekistán, un país de Asia Central rico en oro y gas natural, con una población de alrededor de 27 millones, y de cuya corrupción la embajada de EE.UU. ya hablaba a principios de 2006. El régimen dictatorial, pero decididamente secular, del presidente Islam Karimov fue uno de los primeros aliados de la administración Bush en su guerra global contra el terror, muy felices de proporcionar a Washington confesiones inspiradas en la tortura de 'operativos' de "al-Qaeda", la mayoría de los cuales, según el ex embajador británico Craig Murray, eran disidentes uzbecos, simples y ordinarios (aunque los uzbecos tienen una herencia cultural musulmana, décadas de dominio soviético dejaron a la mayoría de la población altamente secularizada, y salvo en el Valle Farghana, el movimiento fundamentalista islámico es muy pequeño). Las graves violaciones de los derechos humanos ocasionaron que incluso la administración Bush critique a Karimov, lo que, a su vez, hizo que Tashkent retirara los derechos de construcción de bases militares estadounidenses en el país.
En los últimos años, sin embargo, se ha producido un acercamiento, a medida que las obsesiones de seguridad regionales de Washington salieron, una vez más, a la luz, y que se intensificaron las guerras en el cinturón tribal del noroeste de Afganistán y Pakistán. La administración Obama está ahora convencida de que necesita a Uzbekistán para el tránsito de suministros a Afganistán y que, evidentemente, esto supera todas las consideraciones políticas. Como resultado, Washington está ahora ofreciendo a Uzbekistán cientos de millones de dólares en contratos del Pentágono, una receta más para la corrupción.
En la primavera pasada, cayó un gobierno de Asia Central – Kirguizistán –, debido al descontento popular, cosa que debió ser una advertencia para Washington. Y sin embargo, funcionarios de los EE.UU. ya parecen haber olvidado las lecciones que esos eventos debían tener para sus políticas en la región. Mientras el gobernante Kurmanbek Bakiev permitiera a los EE.UU. utilizar la base aérea de Manas para el tránsito y suministro de sus tropas estadounidenses en Afganistán, Washington pasaría por alto su corrupción y su autoritarismo. Luego resultó que su régimen no era tan estable como se había supuesto.
Aquí hay una simple regla para este tipo de situaciones: una mala política crea peores políticas. El error del gobierno de Obama de intensificar la guerra en Afganistán los dejó necesitando aún más suministros, preocupados por los peligros de las líneas de suministro a través de Pakistán, y tan vulnerables al chantaje, en tránsito, de las cleptocracias gobernantes de Asia Central. Y cuando sus poblaciones exploten en ira, el daño a los intereses de los EE.UU. podría ser severo.
Y téngase en cuenta que, como el Departamento de Estado bien sabe, la propia Afganistán es cada vez más una enorme versión, aunque más decrépita, del Túnez de Ben Ali. Por lo menos con Ben Ali, los diplomáticos estadounidenses eran un poco cautelosos. En contraste, los funcionarios norteamericanos solo tienen elogios para el presidente afgano, Hamid Karzai (aunque en privado son muy conscientes de la debilidad y la corrupción del "alcalde de Kabul"). Siguen insistiendo en que el éxito de su gobierno es fundamental para la seguridad del continente norteamericano, y por esa razón, Washington está gastando miles de millones de dólares en afianzarlo.

Triunfante la corrupción, en nombre de la lucha contra el terrorismo

A veces parece que todos los regímenes corruptos respaldados por los EE.UU. son corruptos en la misma forma. Por ejemplo, una forma de corrupción resaltada por la embajada de estadounidense de Ali Ben y los clanes Trabelsi de Túnez es la forma en que ofrecen "préstamos" a sus partidarios políticos y miembros de la familia a través de los bancos que controlaban o sobre los que tenían influencias.
Dado que los prestatarios entendían que en realidad no tendrían que devolver los préstamos, los bancos se debilitaron, y otros negocios los siguieron cuando encontraron dificultades para obtener créditos, lo que socavó la economía y el empleo. Gracias a la revolución de Jasmine, el problema finalmente está comenzando a resolverse. Después de la huida de Ben Ali, el director del Banco Central se vio obligado a dimitir, y el nuevo gobierno confiscó los activos del Banco Zitoune, que pertenecía a uno de los hijos políticos de Ali.
Del mismo modo, en Afganistán, Da Kabul Bank, fundado por el aliado de Karzai, Sherkan Farnood, fue utilizado como alcancía para la campaña presidencial de Karzai y para extenderles préstamos a los miembros de su familia, así como a las familias de los señores de la guerra en su círculo. Los beneficiarios incluyeron al hermano de Karzai, Mahmud Karzai, y a Haseen Fahim, el hijo de su vicepresidente y ex señor de la guerra de la Alianza del Norte, mariscal Mohammad Fahim. Parte del dinero fue utilizado para comprar bienes raíces en Dubai. Cuando reventó la burbuja de los bienes raíces en ese país, se desplomó el valor de esas propiedades como garantía.
Con beneficiarios incapaces de pagar sus deudas, el banco se tambaleó al borde de la insolvencia, con consecuencias potencialmente nefastas para todo el sistema financiero de Afganistán, mientras una multitud desesperada se reunía para retirar sus depósitos. Al final, el banco pasó a manos de un empobrecido gobierno afgano lo que, sin duda, significa que el contribuyente estadounidense terminará pagando por la mala gestión y la corrupción.
Al igual que la camarilla de Ben Ali se lució en la corrupción, así también, el círculo de Karzai está lleno de ladrones. Los diplomáticos estadounidenses (entre otros) han acusado, por ejemplo, a su hermano, Ahmed Wali, de estar profundamente implicado en el tráfico de heroína. Con humor negro, la embajada estadounidense en Kabul informó el pasado enero que Hamid Karzai había propuesto la candidatura, que el Parlamento había aceptado, para el puesto de zar contra el narcotráfico a un Moqbel Zarar Ahmad que había sido antes viceministro del Interior, pero fue destituido por corrupto. Otro ex Viceministro del Interior informó a los funcionarios de la embajada que "Moqbel era apoyado por la mafia de la droga, para incluir al medio hermano de Karzai, Ahmed Wali Karzai, y a Arif Khan Noorzai". ¡Esto es lo que dicen de la actual lucha afgana contra el narcotráfico!
O tomemos el ejemplo de Juma Khan Hamdard, a quien Karzai nombró gobernador de la provincia de Paktia, en el este de Afganistán. Hace poco más de un año, la Embajada lo acusó de ser el líder de "una trama de corrupción en toda la provincia". Se dice que él era "el punto central de una vasta red de corrupción que implicaba al jefe provincial de la policía y a varios directores de línea de ministerios afganos".
egún WikiLeaks, la red de Hamdard había creado una sofisticada estafa diseñada para 'ordeñar' fondos estadounidenses de proyectos de reconstrucción. Ellos manipulaban las licitaciones de los contratos para hacer el trabajo y luego hacían todos los recortes posibles, desde la colocación de la primera piedra hasta la ceremonia de inauguración.
Además, se informó que el gobernador Hamdard tenía vínculos de larga data con la milicia/partido Hizb-i Islami de Gulbaddin Hikmatyar, uno de los líderes de la guerrilla pashtún que quiere expulsar a los EE.UU. y a la OTAN de su país, y que, según funcionarios estadounidenses, también tiene una vaga alianza con los talibanes. Asimismo, se acusa a Hamdard de tener un negocio en Dubai, en el que el hijo de Hikmatyar es socio, que según los cables, canaliza joyas y dinero de la droga a los seguidores de Hikmatyar. Al igual que en Túnez, la retórica pública de lucha contra el terrorismo desmiente una elite gobernante corrupta y mentirosa que, por sus acciones, en lugar de evitar el radicalismo, lo fomenta.

Duras verdades

Una superpotencia obsesionada con las teorías de conspiración y, al mismo tiempo, consagrada a mantener el statu quo a sabiendas de todo, resulta que significa que no sabe nada en absoluto. Wikileaks nos ha hecho el favor al publicar este conjunto de verdades duras. Las políticas de línea dura como las de los generales argelinos o las de Karimov, en Uzbekistán, a menudo radicalizan a la población económicamente desesperada y oprimida. Como resultado, todo apoyo de los EE.UU. tiene una significativa probabilidad de regresar como un boomerang (para golpearlos en la cara), tarde o temprano. Las élites, seguras de que van a mantener ese apoyo, siempre y cuando haya una célula de Al Qaeda en algún rincón del planeta, tienden a ambicionar demasiado, sumergidas en la cultura de la corrupción y el enriquecimiento ilícito, y terminan socavando sus economías, intensificando la pobreza, el desempleo, la desesperación, y en última instancia, la indignación pública generalizada.
No es que los Estados Unidos debería, en palabras de John Quincy Adams, salir al mundo en busca de dragones que matar. Washington ya no es todopoderoso, si alguna vez lo fue, y la política exterior más realista del presidente Obama es un cambio bienvenido después del intervencionismo frenético de George W. Bush.
Sin embargo, Obama ha dejado sin cambiar, o en algunos casos, ha fortalecido, uno de los peores aspectos de la política de la era Bush: un soporte reflejo a los autodenominados pro–occidentales gobiernos laicos que prometen impedir que los partidos musulmanes fundamentalistas (o a quien sea) lleguen al poder. Debe haber un camino diplomático intermedio entre derrocar gobiernos, por una parte y, por el otro, respaldar a capa y espada a dictaduras odiosas.
Es hora de que Washington dé una señal de un nuevo compromiso con la verdadera democracia y el respeto genuino de los derechos humanos, con solo recortar la ayuda militar y contra el terrorismo a los regímenes autoritarios y corruptos que, en todo caso, sólo están cavando sus propias tumbas.

Juan Cole es profesor de Historia y director del Centro de Estudios de Asia del Sur en la Universidad de Michigan. Su último libro, Engaging the Muslim World, acaba de salir en edición de bolsillo revisada, publicada por Palgrave Macmillan.

domingo, 30 de enero de 2011

30 años de la renuncia de Adolfo Suárez


Extracté al respecto esta nota del “Diario de León” con fecha 29/01/2006 y firma de Carlos Fernández. Agrego el discurso en la TVE donde éste anuncia su renuncia con su vídeo correspondiente. Lo cierto es que todo proceso histórico tiene figuras claves y Adolfo Suárez fue una de ellas.
Carlos Braverman

Los militares forzaron la dimisión de Adolfo Suárez- Diario de León-

Cuando se cumplen 25 años de la renuncia del histórico jefe de Gobierno, permanecen aún numerosas dudas en torno a los motivos que ocasionaron su precipitada salida
29/01/2006 Carlos Fernández

Sobre las causas de la dimisión del presidente del Gobierno Adolfo Suarez, a finales de enero de 1981, han circulado numerosas versiones: acoso en el interior de su partido por el sector «crítico»; acoso por la opinión pública, que contemplaba un Gobierno víctima de intrigas y personalismos; acoso por los poderes económicos ante una gestión deficiente que llevaba al país hacia una inflación y un paro desmesurados; acoso de la Iglesia por impulsar una legislación anticatólica, puesta de manifiesto, entre otras, por la ley del divorcio de Fernández Ordoñez; acoso del Ejército ante el deterioro del orden público, la escalada terrorista y las ansias soberanistas de vascos y catalanes. Frente a los que dicen que en la dimisión hubo un poco de todo, hay que preguntarse si un sector de un partido que luego demuestra en el Congreso de Palma ser minoritario, puede llegar a derribar a un presidente; si el electorado estaba en rea-lidad tan descontento con un político al que había votado mayoritariamente hacia menos de dos años; si la Iglesia, aun reconociendo su peso moral en la sociedad española, tenía una influencia política mas propia de tiempos ya pasados como el nacional-catolicismo.; y si la Banca tiene fuerza suficiente como entero de esta reunión y de la próxima presentación del documento al monarca, comunicando-selo a Adolfo Suárez. Éste, que tenía en mente el SAM del mes de noviembre, así como informes sobre diversas maniobras involucionistas, no quiso permanecer por mas tiempo en la presidencia del Gobierno y, en un gesto que le honraría -porque el poder a casi nadie disgusta-, solicitó una audiencia al Rey y le presentó, con todo respeto, su dimisión irrevocable, añadiendo que se podían convocar elecciones anticipadas, sugerencia que el Rey no considero conveniente. Aunque a muchos les cueste creerlo, así fue. La frase sibilina En las primeras horas de la tarde del jueves 29 de enero de 1981, Adolfo Suárez grabó en el Palacio de la Moncloa su mensaje de despedida al pueblo español, que se transmitió posteriormente por RTVE. En el discurso llama la atención una frase sibilina que se resistió a suprimir: «He llegado al convencimiento de que hoy, y en las actuales circunstancias, mi marcha es mas beneficiosa para España que mi permanencia en la Presidencia. Yo no quiero que el sistema democrático sea, una vez mas, un paréntesis en la historia de España». La mayor parte de los españoles no entendieron el significado, al menos completo, de la frase. Mientras tanto, un gesto de satisfacción surgió en los rostros de los dieciocho generales asistentes a la reunión del día 23 en las afueras de Madrid, al mismo tiempo que decían: «Por fin».para derribar a un presidente del Gobierno revalidado en dos elecciones generales. Aunque este último supuesto resultase afirmativo, habrá que convenir que la fuerza económica necesitaría apo-yarse en la física para efectuar un acto de tal naturaleza. Se llega de esta manera a la conclusión de que fue la fuerza física representada en el Ejercito, y no otra, la que obligo a Suárez a presentar la dimisión de su cargo, por mucho que él lo niegue. Llamada de atención La primera llamada de atención había surgido a mediados de noviembre de 1980 cuando siete tenientes generales, con mando de región militar (Merry Gordon, Milans del Bosch, Elicegui Prieto, Polanco Mejorada, Campano López, Fernández Posse y González del Yerro) elevaron un escrito al presidente del Gobierno en el que le llamaban la atención por el deterioro de la situación política y social del país y le sugerían que tomase las medidas adecuadas, por muy duras que pareciesen ser, para corregirla. El documento, conocido como SAM, «supuesto anticonstitucional maximo», fue, obviamente, negado por sus supuestos firmantes. Después llegó la conversación entre el Rey y Adolfo Suárez, mantenida en la estación invernal de Baqueira Beret a primeros de enero. Algunos periodistas señalaron que en la citada entrevista el monarca informo a Suárez de la posibilidad de un golpe duro de militares previsto para la próxima primavera y le sugirió que debía dimitir ya que su permanencia al frente del Gobierno era una provocación para los militares involucionistas. Es improbable que esto fuera cierto, máxime conociendo la característica principal de don Juan Carlos: el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas, y que el presidente representaba a un partido que había obtenido la mayoría en las ultimas generales. De lo que si parece que hablaron el Rey y Suárez fue de la situación política del país. Intervención del Ejercito También a primeros de enero, con motivo de una visita a Canarias, para entrevistarse con el presidente de Venezuela, Herrera Campins, Suárez recibió al capitán general, González del Yerro, quien le advirtió que «si los políticos no resuelven la actual situación, el Ejercito tendría que intervenir». Y el 23, o 22, de enero tuvo lugar en Madrid, una reunión en la que participaron dieciocho generales y almirantes de los tres ejércitos y en diversas situaciones (actividad, escala B y reserva).

Transcripción del discurso de dimisión de Adolfo Suárez el 29 de Enero de 1981:
“Hay momentos en la vida de todo hombre en los que se asume un especial sentido de la responsabilidad. Yo creo haberla sabido asumir dignamente durante los casi cinco años que he sido presidente del Gobierno. Hoy, sin embargo, la responsabilidad que siento me parece infinitamente mayor.
Hoy tengo la responsabilidad de explicarles, desde la confianza y la legitimidad con la que me invistieron como presidente constitucional, las razones por las que presento, irrevocablemente, mi dimisión como presidente del Gobierno y mi decisión de dejar la presidencia de la Unión de Centro Democrático.
No es una decisión fácil. Pero hay encrucijadas tanto en nuestra propia vida personal como en la historia de los pueblos en las que uno debe preguntarse, serena y objetivamente, si presta un mejor servicio a la colectividad permaneciendo en su puesto o renunciando a él.
He llegado al convencimiento de que hoy, y, en las actuales circunstancias, mi marcha es más beneficiosa para España que mi permanencia en la Presidencia.
Me voy, pues, sin que nadie me lo haya pedido, desoyendo la petición y las presiones con las que se me ha instado a permanecer en mi puesto, con el convencimiento de que este comportamiento, por poco comprensible que pueda parecer a primera vista, es el que creo que mi patria me exige en este momento.
No me voy por cansancio. No me voy porque haya sufrido un revés superior a mi capacidad de encaje. No me voy por temor al futuro. Me voy porque ya las palabras parecen no ser suficientes y es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos.
Nada más lejos de la realidad que la imagen que se ha querido dar de mí con la de una persona aferrada al cargo. Todo político ha de tener vocación de poder, voluntad de continuidad y de permanencia en el marco de unos principios.
Pero un político que además pretenda servir al Estado debe saber en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia y su continuidad es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona que encarna las mayores responsabilidades ejecutivas de la vida política de la nación.
Yo creo saberlo, tengo el convencimiento, de que esta es la situación en la que nos hallamos y, por eso, mi decisión es tan firme como meditada.
He sufrido un importante desgaste durante mis casi cinco años de presidente. Ninguna otra persona, a lo largo de los últimos 150 años, ha permanecido tanto tiempo gobernando democráticamente en España.
Mi desgaste personal ha permitido articular un sistema de libertades, un nuevo modelo de convivencia social y un nuevo modelo de Estado. Creo, por tanto, que ha merecido la pena. Pero, como frecuentemente ocurre en la historia, la continuidad de una obra exige un cambio de personas y yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España.
Trato de que mi decisión sea un acto de estricta lealtad.
De lealtad hacia España, cuya vida libre ha de ser el fundamento irrenunciable para superar una historia repleta de traumas y de frustaciones; de lealtad hacia la idea de un centro político que se estructure en forma de partido interclasista, reformista y progresista, y que tiene comprometido su esfuerzo en una tarea de erradicación de tantas injusticias como todavía perviven en nuestro país; de lealtad a la Corona, a cuya causa he dedicado todos mis esfuerzos, por entender que sólo en torno a ella es posible la reconciliación de los españoles y una patria de todos, y de lealtad, si me lo permiten, hacia mi propia obra.
Pero este profundo sentimiento de lealtad exige hoy también que se produzcan hechos que, como el que asumo, actúen de revulsivo moral que ayude a restablecer la credibilidad en las personas y en las instituciones.

Quizás los modos y maneras que a menudo se utilizan para juzgar a las personas no sean los más adecuados para una convivencia serena. No me he quejado en ningún momento de la crítica. Siempre la he aceptado serenamente. Pero creo que tengo fuerza moral para pedir que, en el futuro, no se recurra a la inútil descalificación global, a la visceralidad o al ataque personal porque creo que se perjudica el normal y estable funcionamiento de las instituciones democráticas. La crítica pública y profunda de los actos de Gobierno es una necesidad, por no decir una obligación, en un sistema democrático de Gobierno basado en la opinión pública. Pero el ataque irracionalmente sistemático, la permanente descalificación de las personas y de cualquier solución con que se trata de enfocar los problemas del país, no son un arma legítima porque, precisamente pueden desorientar a la opinión pública en que se apoya el propio sistema democrático de convivencia.
Querría transmitirles mi sentimiento de que sigue habiendo muchas razones para conservar la fe, para mantenerse firmes y confiar en nosotros los españoles. Lo digo con el ansia de quien quiere conservar la fuerza necesaria para fortalecer en todos sus corazones la idea de la unidad de España, la voluntad de fortalecer las instituciones democráticas y la necesidad de prestar un mayor respeto a las personas y la legitimidad de los poderes públicos.
Yo por mi parte, les prometo que como diputado y como militante de mi partido seguiré entregado en cuerpo y alma a la defensa y divulgación del compromiso ético y del rearme moral que necesita la sociedad española.
Todos podemos servir a este objetivo desde nuestro trabajo y desde la confianza de que, si todos queremos, nadie podrá apartarnos de las metas que, como nación libre y desarrollada nos hemos trazado.
Se puede prescindir de una persona en concreto. Pero no podemos prescindir del esfuerzo que todos juntos hemos de hacer para construir una España de todos y para todos.
Por eso no me puedo permitir ninguna queja ni ningún gesto de amargura. Tenemos que mantenernos en la esperanza, convencidos de que las circunstancias seguirán siendo difíciles durante algún tiempo, pero con la seguridad de que si no desfallecemos vamos a seguir adelante.
Algo muy importante tiene que cambiar en nuestras actitudes y comportamientos. Y yo quiero contribuir, con mi renuncia, a que este cambio sea realmente posible e inmediato.
Debemos hacer todo lo necesario para que se recobre la confianza, para que se disipen los descontentos y los desencantos. Y para ello es preciso convocar al país a un gran esfuerzo. Es necesario que el pueblo español se agrupe en torno a las ideas básicas, a las instituciones y las personas promovidas democráticamente a la dirección de los asuntos públicos.
Los principales problemas de España tienen hoy el tratamiento adecuado para darles solución. En UCD hay hombres capaces de continuar la labor de Gobierno con eficacia, profesionalidad y sentido del Estado y para afrontar este cambio con toda normalidad. Les pido que les apoyen y que renueven en ellos su confianza para que cuenten con el necesario margen de tiempo para poder culminar la labor emprendida.
Deseo para España, y para todos y cada uno de ustedes y de sus familias, un futuro de paz y bienestar. Esta ha sido la única justificación de mi gestión política y va a seguir siendo la razón fundamental de mi vida. Les doy las gracias por su sacrificio, por su colaboración y por las reiteradas pruebas de confianza que me han otorgado.
Quise corresponder a ellas con entrega absoluta a mi trabajo y con dedicación, abnegación y generosidad. Les prometo que donde quiera que esté me mantendré identificado con sus aspiraciones. Que estaré siempre a su lado y que trataré, en la medida de mis fuerzas, de mantenerme en la misma línea y con el mismo espíritu de trabajo.
Muchas gracias a todos y por todo.

sábado, 29 de enero de 2011

AROMAS DE JAZMÍN Y LIBERTAD EN EL MAGREB por Antonio Navarro


Los ecos templados de la revolución democrática en la región.
G. Seguir, de cincuenta y cuatro años, invidente y minusválido, llega acompañado de sus hijos, a una de las dependencias del Ayuntamiento de M’sila, en pleno Atlas argelino. Se ha envuelto en la bandera nacional. El señor se queja amargamente de que, a pesar de haber saldado sus deudas con Sonelgaz, la sociedad nacional dedicada al suministro de agua y electricidad, ha pasado una jornada más de lo previsto sin estas dos necesidades básicas por culpa de la lentitud administrativa. En plena protesta pública, G. Seguir se rocía gasolina y amenaza con quemarse a lo bonzo junto a sus dos hijos: una niña de 8 años y un chico de 11. Gracias a la intervención de varias personas, los niños, víctimas de un ataque de nervios, son retirados de la escena, aunque no logran evitar que G. Seguir se prenda fuego. Hoy este padre de familia argelino permanece en estado crítico en un hospital.
Como G. Seguir, en Argelia ocho personas han intentado, en algo más de una semana, quitarse la vida en actos semejantes de desesperación. Todos ellos, como el caso de una cincuentenaria que se quemó en la Asamblea local de una ciudad del oeste argelino, o el intento de suicidio colectivo de una veintena de personas que viajaban en una patera rumbo a las costas españolas, que era interceptada por los guardacostas de la ciudad de Annaba (Argelia). Desde que el 17 de diciembre, el ahora célebre y mártir vendedor de verduras e informático en paro Mohamed Bouazizi, encendiera con su inmolación en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid la mecha de la revolución social que acabó con 23 años de régimen autoritario en el país, la trágica moda se extiende por varios países de la región. Marruecos, Argelia, Mauritania y Egipto. Algo ha cambiado después de la exitosa revolución popular que ha abierto el camino a la democracia en Túnez.
Todos son conscientes: militares, periodistas, profesores, políticos y, sobre todo, los ciudadanos para los que Internet sigue siendo algo procedente de otra galaxia. Una viñeta del diario argelino El Watan, abanderado de la libertad de prensa en el país, mostraba la sombra de una estatua del depuesto Zine el Abidine Ben Alí a punto de caer hacia poniente y proyectándose sobre Argelia y Marruecos. La pregunta que desde hace días está en boca de todos es la misma: ¿el escenario tunecino es equivalente al del resto de países del Magreb? ¿Puede la carestía de los productos de primera necesidad y el deterioro de las condiciones de vida de la población provocar una ola de revoluciones democráticas, laicas y populares?
Argelia comenzó a golpear pronto, con la misma contundencia que su vecino. El brote de protestas por la inflación y la pérdida de poder adquisitivo de un pueblo extraordinariamente joven -más del 70%, según el Fondo Monetario Internacional, tiene menos de 30 años- recorría Argel, pero también la contestataria región de la Cabilia y Tizi Uzu, además de Orán o Béjaia. Por el momento, la contundencia de las fuerzas del orden dirigidas por el general Buteflika ha logrado, por el momento, una tensa calma en el gigante magrebí. Además, la ventaja de tener unas finanzas públicas boyantes -gracias a los ingresos procedentes de las exportaciones de gas y petróleo- permitió al Gobierno aprobar un paquete de medidas económicas destinadas a aliviar la situación de los maltrechos bolsillos de los argelinos. Entre ellas la supresión de los aranceles y el IVA hasta el próximo mes de junio del azúcar no refinado y los aceites alimentarios con vistas a abaratar los precios. El resultado casi inmediato fue el cese de los disturbios, que dejaron atrás tres muertos, más de 800 heridos y centenares de detenidos. La última demostración de fuerza del régimen se produjo el pasado fin de semana cuando una manifestación contra la dictadura convocada por el partido la Reunión por la Cultura y la Democracia (RCD) fue disuelta violentamente.

Si la calle es duramente reprimida, la libertad se cuela por las rendijas de la activa prensa argelina, que se atreve a hablar estos días de estado de sitio nacional y de la necesidad de un cambio democrático. La poca oposición política real se afana por hacerse un hueco entre las protestas populares. El Watan capitanea la publicación de cables de Wikileaks críticos con el régimen militar del Frente de Liberación Nacional (FLN), como el que habla del fraude electoral de Buteflika en 2009. Un hecho que en el vecino marroquí la retirada de ejemplares de periódicos como El País, Le Monde o Al Quds Al Arabi, publicaciones que osaron llevar a sus páginas filtraciones del célebre portal relativas al poder autocrático de Mohamed VI.


El antecedente saharaui: Aunque con el telón de fondo del conflicto del estatus político del Sáhara Occidental, lo cierto es que las protestas por las penosas condiciones de vida que sufre la población saharaui que tuvieron lugar en el campamento de Gdeim Izyk el pasado octubre, pueden considerarse el precedente de esta ola de revueltas que recorre el Magreb. La presencia del evanescente Frente Polisario y los variopintos colectivos internacionales de apoyo al pueblo saharaui tornaron pronto el objeto de la protesta en una reivindicación soberanista que sus organizadores siempre desmintieron. Luego llegó la intervención del Ejército marroquí y el control absoluto de la ciudad El Aaiún, epicentro de las revueltas posteriores. Argelia y la prensa española se convirtieron en el enemigo de Marruecos, que acabó controlando la situación. La pasada semana, en Smara, no lejos de El Aaiún, un hombre se unió a la ola regional de intentos de suicidio intentándose inmolar a las puertas de la prefectura de la ciudad.

Marruecos, la autoridad del monarca: Son las tres de la tarde. Un grupo de unos doscientos jóvenes veinteañeros, portando pancartas y vistiendo unos llamativos petos color butano, protesta a las puertas del Parlamento de Rabat. La escena se produjo la pasada semana, pero es una fotografía fija en los últimos años. Se quejan de la falta de oportunidades laborales del mercado marroquí para ellos, licenciados universitarios. Aspiran a los insuficientes salarios de la administración pública, si tienen la suerte de acceder a ella, que rondarían aproximadamente los 250 euros mensuales. Blanden retratos del Rey y banderas nacionales. Quieren dejar claro que su protesta no va dirigida contra la figura del jefe del Estado y emir de los creyentes. La crítica tiene como blanco la desacreditada clase política, la corrupción de los dirigentes, un etéreo estado general de las cosas que se afanan por desvincularse de las responsabilidades y las buenas intenciones del monarca alauí.
En ello estriba precisamente una de las diferencias que hacen el caso marroquí distinto del argelino, tunecino, libio o egipcio. En los demás vecinos norteafricanos la figura del mandatario no está investida de un carácter religioso y divino como en el caso de Marruecos y el pueblo es consciente del origen civil de la autoridad del general Buteflika, del coronel Gadafi o del octogenario presidente egipcio Hosni Mubarak.
No obstante, hasta el poniente de Marruecos se han dejado sentir aires del vendaval de Túnez. Aunque silenciados por la censura oficial –el retroceso en la libertad de prensa en los últimos meses en el país es evidente: el cierre del semanario Nichane, la delegación de Al Jazeera y los problemas sufridos por la prensa española lo atestiguan–, varias localidades marroquíes han registrado en los últimos días pequeñas concentraciones de protestas por la carestía de precios. La elevada tasa de analfabetismo –según ciertas fuentes superior al 50% de la población– explica, en suma, la debilidad y la falta de organización de la protesta, en una diferencia fundamental respecto a los vecinos tunecino, sobre todo, y argelino en menor medida.

¿El escenario tunecino es equivalente al del resto de países del Magreb?

¿Qué país tiene más posibilidades de repetir una revolución como la vivida en Túnez? No pocos analistas señalan que la situación social en Egipto reproduce muchos de los síntomas propicios para una revuelta general. Una presión demográfica dramática –más de 80 millones de personas–, previsiones de inflación galopante, las heridas de la comunidad copta aún supurando y un régimen asfixiante, que trata de sobrevivir al ocaso del dictador permitiendo un aumento gradual de las libertades, empujan a la población egipcia a la movilización. Para marcar el carácter simbólico del preludio, el pasado 18 de enero un hombre se quemaba a lo bonzo a las puertas de la Asamblea Nacional en El Cairo. No ha sido el único caso en Egipto.

¿Miedo al ascenso de los islamistas?: Mohamed VI es consciente de que una de las pocas amenazas a la estabilidad del régimen –hoy muy debilitada— la constituye el islamismo político. Para combatir al partido que hoy agrupa a esta tendencia, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), formación de implantación urbana y segunda en las elecciones generales de 2007, el monarca ha favorecido el ascenso de un amigo personal, Fouad Ali el Himma, antiguo segundo de a bordo en el Ministerio del Interior, a través del liderazgo del nuevo Partido de la Autenticidad y Modernidad (PAM). Pocos conocen la ideología de la formación que, en tan solo un año de vida, ya logró imponerse en los comicios locales de 2009. El grupo se apresuraba estos días a manifestar su solidaridad con el pueblo tunecino y a celebrar “su compromiso con la democracia, el Estado de derecho y la modernidad”. Al mismo tiempo, el Gobierno marroquí prohibía cualquier tipo de manifestación de apoyo a Túnez. Lo cierto es que en este país la revolución ha tenido un carácter netamente laico y el islamismo político no juega aún un papel relevante en el camino hacia la democracia. En Argel el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS) y, sobre todo, el RCD, dos fuerzas fundamentalmente laicas que hablan del fin de un régimen corrupto, tratan de liderar el malestar general y traducirlo en apoyos políticos.

La revolución a través de Internet: Sin las redes sociales y la blogosfera la revolución tunecina no habría tenido lugar. Resta por saber si será igual de determinante en las próximas revueltas que previsiblemente tendrán lugar por la región. La alta penetración de Internet en Túnez es correlativa a los notables registros educativos del país, que contrastan con los de sus vecinos marroquíes, argelinos o egipcios. En Facebook la juventud contestataria encontró el instrumento organizativo idóneo para zafarse del férreo control gubernamental, obviando las fuerzas políticas tradicionales de la oposición, que hoy pelean por atraerse al votante ante las próximas elecciones generales. Ante la fragilidad del panorama político tradicional, los medios sociales y, por extensión, la globalización de las comunicaciones constituyen las grandes esperanzas para la población de los países del Magreb. La libertad se cuela por los teléfonos móviles y los portátiles de los egipcios y los libios, de los jóvenes de Casablanca a Argel pasando por Nouakchott. Sin embargo, esta tierra norteafricana es ancha, áspera y remota y serán necesarios fuertes vendavales de cambio para lograr el fin progresivo de la tiranía, el abandono y la pobreza en que está sumido.

La revuelta de los descamisados


SAMI NAÏR 15/01/2011- El País
Debemos tomarnos en serio la revuelta de los jóvenes que sacude el Magreb desde hace varias semanas. Está llena de lecciones sobre la inversión de los valores y de las relaciones de fuerza en estos países. De entrada, los manifestantes sostienen en todas partes las mismas reivindicaciones: quieren trabajo, alojamientos, oportunidades de movilidad social que se correspondan con sus cualificaciones, a la vez que la libertad de poder expresarse sobre la situación en sus propios países. Estas aspiraciones se manifiestan con actos violentos porque justamente estos jóvenes no tienen derecho a hacerlo democráticamente. Lo que está en el origen de la violencia es, pues, la falta de democracia, y no una manipulación cualquiera o la maldad innata de unos "gamberros" desesperados.
Los regímenes dominantes en estos países se apoyaron, desde hace más de 25 años, en las clases medias que se formaron desde mediados de los años ochenta del siglo pasado. Pero el proceso de formación de estas clases dirigentes está bloqueado desde principios de los años 2000, y la gran mayoría de las generaciones nacidas en los años noventa se halla ahora en la imposibilidad de acceder al mercado de trabajo y, por tanto, a una mínima integración socio-profesional. De manera más general, incluso las viejas clases medias de los años ochenta han sufrido estos últimos años unos procesos de erosión y de empobrecimiento muy importantes. Pero a diferencia de las nuevas generaciones, esas viejas clases ya se benefician de un puesto, aunque sea precario, dentro del sistema social, mientras que a unos jóvenes diplomados y preparados para entrar en el mercado laboral se les niega incluso la situación de precariedad. Dicho de otro modo, la economía de estos países, tradicionalmente dividida entre un sector más o menos legal (en el que la corrupción, el enchufismo y el nepotismo son mayoritarios al lado de una delgada red de legalidad administrativa) y un vasto campo de marginalidad donde las clases pobres y populares van tirando gracias a actividades generalmente informales o regulares pero muy mal remuneradas, se ha hecho ahora insoportable y parece incluso más peligrosa que la muerte a la que unos jóvenes pueden exponerse, destrozando todo lo que tienen delante y alrededor suyo.
El hecho de que algunos prefieran quemarse antes que seguir viviendo en este infierno de lo imposible es enormemente significativo. Revela a la vez la desesperación y el rechazo absoluto a la injusticia, expresado con un acto que trasciende toda violencia y que remite al poder la imagen radical de su propia crueldad: la de la negación radical de toda vida humana.

El segundo punto importante es que estas revueltas abren un nuevo periodo en la protesta colectiva en el Magreb. En pocas palabras, desde principios de los años ochenta, hemos visto el islamismo constituirse como la caja de resonancia del rechazo a la dualización social y a la marginación política. Al confesionalizar la conflictividad social, su estrategia consistía en organizar prestaciones sociales paralelas desarrollando formas de solidaridad y de apoyo con vocación caritativa: hospitales, escuelas de barrio, pequeños empleos, etcétera. El objetivo era volver a ocupar un espacio social abandonado por el Estado, creando a la vez una organización parapolítica y una contrasociedad, que supuestamente prefiguraba la sociedad religiosa prometida. Pero esta estrategia ya no logra aparentemente captar las aspiraciones elementales de las jóvenes generaciones. Las reivindicaciones sostenidas por estos jóvenes encolerizados están totalmente laicizadas: quieren derechos sociales, civiles y políticos para asegurarse ellos mismos su vida aquí abajo.
El islamismo ya no se presenta como una solución, puesto que no ha logrado cambiar la situación en estos últimos 20 años. Es más, muchos jóvenes, concretamente en Argelia, se quejan de que están atrapados entre dos sistemas, en efecto, antagónicos pero de hecho cómplices: el del poder y el igualmente cerrado y corrompido de la contrasociedad islamista. Su principal reivindicación es clara: democracia y libertad de expresión.
Este es un momento crucial, que vacía de sustancia el argumento sostenido por los regímenes autoritarios según el cual toda contestación a su dominación le hace el juego a los islamistas. Harán por supuesto todo lo posible para "islamizar" esta protesta con el fin de reprimirla más fácilmente a ojos de las clases medias y de Occidente. Pues su temor es que esas clases medias se unan a la revuelta de los jóvenes desheredados. Estarán de todas maneras obligados a hacer volver al Ejército a primera línea y nadie sabe lo que este hará, pero nada nos dice que vaya a apoyar a unos regímenes autoritarios tan gravemente deslegitimados. Pase lo que pase, esta revuelta de los descamisados marca el surgimiento de un nuevo ciclo político en el Magreb.

Traducción de M. Sampons.

viernes, 28 de enero de 2011

¿Autodeterminación de los pueblos? ¿Quién es el sujeto? por Immanuel Wallerstein


Uno de los mantras guías del siglo XX fue la autodeterminación de los pueblos, de las naciones. Ésta fue una creencia que todo el mundo aceptó en teoría. Pero en la práctica fue un asunto muy espinoso, muy poco claro. La dificultad clave está en determinar quién era el sujeto, el pueblo, la nación que debería tener la potestad de determinar su propio destino. Nunca hubo acuerdo con respecto a este punto. En el caso de las colonias, la cuestión era relativamente simple. Pero en el caso de un Estado ya reconocido como Estado soberano, la opinión estuvo muy dividida; fue común que la división fuera violenta. El asunto está en los titulares del momento a causa del referendo en Sudán del Sur, donde el pueblo está votando si desea permanecer como parte de un Estado llamado Sudán o si va a constituir un nuevo Estado separado de Sudán.
En todos los estados, sin excepción, hay gente en el poder estatal que argumenta lo que se ha llegado a conocer como la posición jacobina. Afirman que todos los ciudadanos de ese Estado constituyen una nación, una que ya determinó su destino. Hablamos de naciones-Estado como si el principio jacobino fuera una realidad y no sólo una aspiración política. Los jacobinos dicen que el Estado deber ser reforzado o fortalecido negándose a reconocer el derecho, la legitimidad de un grupo intermedio (como le dicen) que se yergue entre el Estado y los ciudadanos. Todos los derechos van al individuo; ningún derecho va a los grupos.
Al mismo tiempo, en todos los estados, de nuevo sin excepción, hay otros –con frecuencia llamados minorías– que cuestionan esta idea. Dicen que la posición jacobina esconde el interés de algún grupo dominante que mantiene sus privilegios a expensas de todos aquellos que pertenecen a grupos diferentes al grupo dominante. Las minorías (que con frecuencia, pero no siempre, conforman de hecho la mayoría numérica de la población), argumentan que, a menos que se reconozcan los derechos de los grupos, se les está negando una participación equitativa en el Estado.
¿Qué derechos sienten estas minorías que se les niegan? Algunas veces derechos lingüísticos, el derecho a emprender asuntos de medios, educativos y legales en un lenguaje que no sea el lenguaje oficial. Algunas veces, se trata de derechos religiosos, el derecho a practicar abiertamente una religión que no sea la reconocida oficialmente, y a llevar a cabo sus asuntos civiles bajo las leyes religiosas que son parte de su propia religión. En ocasiones se trata de derechos agrarios, los derechos de los grupos que detentan tierras conforme a las normas tradicionales que son diferentes de las normas actuales puestas en efecto por el Estado.
Hay dos estrategias para garantizar los derechos de los grupos minoritarios. Una es buscar una autonomía reconocida oficialmente en varias esferas de la vida social y legal. La segunda, si el grupo ocupa zonas geográficas relativamente compactas, es buscar la secesión, es decir, la creación de un nuevo Estado. Para muchos grupos, éstas son las alternativas entre las que podrían moverse. No habiendo conseguido la autonomía, podrían buscar la secesión. O una vez derrotadas política o militarmente sus aspiraciones a la secesión, podrían conformarse con la autonomía.
Los kurdos en Turquía y aquellos que están en Irak, habiendo buscado la secesión, parecen ahora dispuestos a conformarse con la autonomía. Así también parece ser el caso de los francófonos en Quebec. La gente de Sudán del Sur se está moviendo en la dirección contraria, como hicieron los kosovares en Serbia.
El punto crucial no siempre es una cuestión meramente interna en un Estado en particular. Para ser un Estado soberano, uno debe ser reconocido por otros estados soberanos como una entidad legítima. Hoy, la República Turca del Norte de Chipre es reconocida únicamente por otro Estado. No puede por tanto unirse a organizaciones internacionales, aun cuando de facto continúe controlando su territorio.
Cuando Kosovo proclamó su independencia lo reconoció sólo menos de la mitad de los miembros de Naciones Unidas. Tenemos que preguntarnos entonces por qué, y por cuáles estados. Hubo algunos estados de Europa pero también de otros lados (son notables los casos de China y Rusia) que temían el precedente. Dijeron que, si los kosovares podían declarar unilateralmente su independencia, grupos similares en sus países podrían tomar esto como un precedente. Sin embargo Estados Unidos y ciertos estados de Europa occidental pensaron que la independencia kosovar de Serbia servía a sus intereses geopolíticos y alentaron a los kosovares a proclamar su independencia, la cual reconocieron de inmediato, y a la cual le concedieron asistencia política y material.
Cuando Biafra intentó separarse de Nigeria hace varias décadas, casi todos los estados africanos respaldaron los esfuerzos del gobierno nigeriano para suprimir la rebelión militarmente. El principal argumento para hacer esto es que la secesión de Biafra sentaría un terrible precedente en África, donde casi todas las fronteras estatales fueron constituidas arbitrariamente por los poderes coloniales, y de hecho atravesando las líneas étnicas. Los estados africanos querían conservar sus fronteras existentes, sin importar lo artificiales que parezcan, como única garantía de su orden colectivo.
Ahora, parece que el referendo en Sudán del Sur producirá un voto abrumador en favor de la secesión. Y es casi una certeza que los estados africanos que no reconocieron a Biafra, además de China que no reconoció Kosovo, reconocerán el nuevo Estado que se está creando. De hecho, incluso el Estado del cual se está separando está dispuesto a reconocer al nuevo Estado.
¿Por qué? La respuesta es simple. Hay razones geopolíticas para hacerlo. China está interesada en las futuras relaciones con el nuevo Estado, que será un gran exportador de crudo. El interés de comprar petróleo parece cobrar prioridad sobre la preocupación acerca de los precedentes que tendrían los grupos secesionistas en China. Sudán parece dispuesto a reconocer al nuevo Estado porque Estados Unidos ha prometido cambios específicos en sus propias políticas vis-a-vis si Sudán permite que la secesión proceda pacíficamente. Los estados africanos se ven abrumados por el acuerdo de facto entre los dos lados de esta controversia. Además, muchos de ellos simpatizan con los grupos de Sudán del Sur, que son los pueblos nilóticos, que enfrentan a un gobierno dominado por los pueblos árabes.
En el siglo XXI la opción jacobina está en retirada en la mayoría de los países. La cuestión real es la autonomía versus la secesión de las así llamadas minorías. ¿Es una mejor que la otra? No hay una respuesta general a dicha cuestión. Cada caso es diferente en dos formas. La demografía y la historia reales de cada Estado son diferentes y por tanto lo que lógicamente es lo mejor y lo más justo es diferente. En cualquier caso, un nuevo Estado que resulta de una secesión de inmediato descubrirá minorías dentro de sus fronteras. Y el debate no termina nunca.
Pero hay una segunda consideración. La cuestión de autonomía contra secesión tiene consecuencias geopolíticas. Y éstas son cruciales en términos de las luchas que están en proceso dentro del sistema-mundo como un todo. Todos los partidos buscan, más bien cínicamente, su propio interés como estados. Su actuación puede ser bastante opuesta de una situación a otra. Esto es así porque a los poderes externos les importa primordialmente el impacto geopolítico de la decisión. Pero es el papel de estos poderes externos lo que con frecuencia es decisivo.
Traducción: Ramón Vera Herrera
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/23/index.php?section=opinion&article=020a1mun

Disputas geopolíticas en Asia por Higinio Polo- El Viejo Topo


EE.UU. desarrolla su plan de “contención de China”, con la intención de mantener la hegemonía del régimen estadounidense en el siglo XXI
A principios del pasado mes de octubre, el ex presidente estadounidense Bill Clinton afirmaba en Yalta (en el foro Yalta European Strategy, o Estrategia Europea de Yalta) que su país debe prepararse para perder su condición de país dominante en la escena internacional. Por ello, Clinton reflexionó en voz alta sobre la conveniencia de que Estados Unidos renunciase a algunos privilegios para prepararse para un mundo nuevo, en el que citó a China y la India como dos potencias en ascenso. Las palabras de Clinton son reveladoras del dilema al que se enfrenta el poder estadounidense: es consciente de su pérdida relativa de influencia, pero mientras algunos sectores (hoy, minoritarios) la consideran inevitable y juzgan conveniente prepararse para ese momento con una política exterior menos agresiva que haga posible una convivencia futura, otros apuestan por la continuidad de una acción imperial que impida, o cuando menos retrase, el temido momento de verse superados por China.
Más allá de la duración de la administración Obama, que puede llegar, a lo sumo, hasta el 2016, Estados Unidos está impulsando hoy una política exterior que pretende, en lo sustancial, limitar los daños de las aventuras exteriores de George W. Bush y preparar la retirada de tropas de Oriente Medio, cuyo elevado presupuesto no puede ya sostener su economía declinante; y, junto a ello, desarrollar su plan de “contención de China”, con la intención de mantener la hegemonía estadounidense en el siglo XXI. Washington sabe que no le va a resultar fácil conseguirlo.
Globalmente Estados Unidos busca, a medio plazo, seguir manteniendo la dependencia de la Unión Europea con respecto a su estrategia global; recuperar áreas de influencia en América Latina (por lo que no hay que descartar planes de desestabilización más agresivos que los desarrollados hasta ahora por Estados Unidos en algunos países del continente, e incluso la vuelta a los golpes de Estado); reforzar sus bazas en la disputa por la influencia en África, donde China está consolidando sus alianzas (y soportando las constantes campañas de descrédito lanzadas por los países occidentales, quienes, con consumada hipocresía, le acusan de “colonialismo”); y dificultar el fortalecimiento chino en Asia. Examinaremos aquí con más detalle la situación en Asia, donde, en buena parte, se juega el futuro de la humanidad.
China, Japón, India, la ASEAN (Thailandia, Indonesia, Malaisia, Singapur, Filipinas, Vietnam, Laos, Camboya, Brunei y Myanmar), y las dos potencias exteriores, Estados Unidos y Rusia, son los protagonistas de las disputas geopolíticas en el continente que configurarán el nuevo papel de Asia en el mundo, y entre esos cinco países y el bloque del sudeste se está perfilando, en abierta competencia, un nuevo equilibrio asiático. El conjunto de la Unión Europea está fuera de juego en ese escenario (también las viejas potencias coloniales, Gran Bretaña, Francia y Alemania), donde el tradicional poder económico japonés, la emergencia china y la creación del área de libre comercio entre China y la ASEAN, y los acuerdos desarrollados por el llamado grupo 10+3 (que reúne a los diez países de la ASEAN, más chinos, japoneses y surcoreanos) han situado a la región oriental de Asia en el centro del desarrollo mundial.
En Asia, Estados Unidos busca mantener su hegemonía blanda entre sus mejores aliados asiáticos: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Thailandia, Indonesia y Filipinas, donde, en todos ellos, tiene bases militares. También pretende conservar el control de Oriente Medio, reduciendo tropas en Iraq y Afganistán, manteniendo la presión sobre Irán, asegurándose el control del armamento nuclear pakistaní e intentando resolver la “cuestión palestina”, que dificulta su diplomacia en el mundo árabe, para aumentar así su influencia sobre el mundo islámico y seguir disputando el “gran juego” con Moscú y Pekín sobre el Asia central y el Caspio. Además quiere reforzar su posición en el sudeste asiático, donde en la última década ha perdido influencia. Y, por último, quiere atraerse a la India en su esfuerzo por contener a China.
Es obvio que entre las prioridades internacionales de Washington está, en primer lugar, su relación con China, que ha sido definida por el Departamento de Estado estadounidense como “la más importante para el siglo XXI”. En segundo lugar, el control de la situación en Oriente Medio, donde la expansionista política de Bush inició dos guerras, Afganistán e Iraq, y desestabilizó toda la zona, acompañada con el acoso a Irán, el desinterés o impotencia ante Israel para resolver la cuestión palestina, y el indeseado agravamiento de la crisis en Pakistán, no le ha dado los resultados esperados. Después de esas dos áreas, ocupan los siguientes focos de interés de Estados Unidos la relación con Rusia; y, tras ella, con la Unión Europea y, finalmente, la atención hacia América Latina. Al igual que Estados Unidos, también Rusia y la Unión Europea consideran que sus relaciones con China han pasado a formar parte del núcleo central de su estrategia mundial. Si hasta hoy las relaciones entre ambos lados del océano Atlántico eran la cuestión primordial para el predominio mundial de las potencias capitalistas occidentales dirigidas por Estados Unidos, que contaba además con una corona de potencias periféricas clientes que iba desde Japón hasta Australia, pasando por Israel y por los principales países latinoamericanos, el fortalecimiento asiático ha roto ese mosaico, haciendo que las relaciones con China, y, en menor medida, con la India, pasen a ser prioritarias para Washington, pero también para Moscú y Bruselas.
Buena parte de la evolución mundial de los próximos años dependerá de hacia qué lado se incline Moscú, que, pese la disminución de su papel estratégico, puede fortalecer tanto a la Unión Europea (si se estableciese un eje París-Berlín-Moscú), como a Washington o Pekín. De hecho, pese al desconcierto y la parálisis en que se encuentra la diplomacia europea, la única posibilidad para la Unión Europea de crear un polo político y económico que pueda hablar en condiciones de igualdad con Washington, Pekín y Delhi pasa por la alianza con Moscú, pero esa es una cuestión que escapa de los límites de este artículo.
Dentro de dos años se celebrarán elecciones presidenciales en Estados Unidos y también en Rusia, y es probable que Moscú haya definido más sus opciones. En muchas cancillerías occidentales se sigue especulando con las diferencias entre Putin y Medvédev, donde, en los círculos del poder ruso, éste último representaría el sector más proclive al entendimiento con Occidente. Es un hecho que pese a la ambivalencia que ha presidido los últimos años de la política exterior rusa, ora atraída por Occidente, ora mostrando interés por Oriente, Moscú no deja de constatar que el poder económico mundial está basculando hacia el área del Pacífico asiático, y eso le hace reconsiderar muchas cosas. Moscú, además, está interesado en desarrollar sus territorios asiáticos, y eso puede hacerlo en asociación con China y otras potencias asiáticas… opción que desagrada en Washington. En los últimos años, la insistencia de la prensa occidental, y también de una buena parte de la rusa, en la supuesta llegada masiva de millones de chinos a Siberia y en la hipotética pérdida de los territorios orientales a favor de China tenía unos claros objetivos: dificultar la colaboración entre Moscú y Pekín, por la vía de sembrar la desconfianza entre ambos y de estimular los sentimientos nacionalistas rusos ante el supuesto peligro chino. Ese peligro, que se ha revelado falso, ha dejado de asustar a Rusia, pero ha tenido algunos efectos: el gobierno de Medvédev y Putin quiere que el desarrollo de Siberia se produzca en cooperación con China y también con Estados Unidos, Japón y otros países.
Tras las serias tensiones de finales de 2008, debidas a la guerra en Osetia y al proyecto de escudo antisimisiles estadounidense, cuando se inició el mandato del actual presidente de EE.UU., Medvédev y Obama apostaron por un nuevo rumbo en las relaciones entre Moscú y Washington, ilustrado con el gesto de Hillary Clinton entregando en Moscú un simbólico botón de “reinicio” de las relaciones mutuas, deterioradas durante la presidencia de Bush, y que se revelaron frías durante la primera entrevista entre Medvédev y Obama, en Londres, en abril de 2009. La firma del nuevo START (todavía pendiente de ratificación en el Senado estadounidense) pareció inaugurar una nueva etapa, y, además, Medvédev ha insistido en impulsar la colaboración con Estados Unidos y la Unión Europea para modernizar la economía rusa, y bajo su presidencia se han firmado acuerdos de colaboración con Washington en la energía nuclear para usos civiles, para la persecución del tráfico de drogas y para la continuidad de las facilidades logísticas que ofrece Moscú para el ejército estadounidense en Afganistán.
A finales de 2010, las principales diferencias siguen centrándose en la vinculación entre armamento nuclear ofensivo y defensivo, con la cuestión del escudo antimisiles estadounidense en Europa, en el futuro de la política de desarme nuclear (la propia ratificación del nuevo Tratado START no es segura), y en las actividades ofensivas que Estados Unidos sigue impulsando en la periferia soviética, desde Georgia y Azerbeiján, y el propio Cáucaso ruso, hasta el Asia central. Además, Washington busca sustituir a Moscú en la relación preferente con Delhi, y limitar en lo posible su acción en Asia, tanto en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central, como en Irán y en las relaciones con países del sudeste asiático como Vietnam, aunque esta última posibilidad se le presenta muy difícil de alcanzar por la política del gobierno vietnamita. La opción estratégica estadounidense de favorecer la desintegración de Rusia ha perdido importancia, pero no se ha descartado. La inercia de las relaciones históricas entre ambas potencias hará que sigan siendo enemigos vigilantes, pese a la propuesta de Medvédev para asociar a Washington y Bruselas al programa ruso de modernización económica.
También la relación rusa con China es importante, y puede ser determinante en Asia. En febrero de 2009, las compañías petrolíferas rusas Transneft y Rosneft suscribieron un acuerdo con la CNPC (Corporación Nacional del Petróleo de China) por el que Rusia recibió un crédito de veinticinco mil millones de dólares para construir el “ramal chino” del oleoducto que unirá Siberia oriental con el océano Pacífico, y que permitirá suministrar a China quince millones de toneladas de petróleo anuales hasta el año 2030. La parte del oleoducto que transcurre por territorio ruso para llevar el petróleo a China se concluyó el verano de 2010 y fue motivo de un nuevo encuentro de Medvédev y Hu Jintao, y Wen Jiabao, en Pekín a finales de septiembre, donde Wen definió a Rusia como “el socio estratégico más importante” para China.
Hay que recordar que lo que podemos denominar el “partido prooccidental” de los círculos del poder ruso había criticado y puesto numerosas dificultades a la conclusión del proyecto del oleoducto Skovorodino-Daqing. Si se produce un aumento de los intercambios, por el que apuestan Hu Jintao y Medvédev, las posibilidades son enormes: China y Rusia apenas superan los 50.000 millones de dólares anuales en intercambios comerciales, mientras que el saldo entre China y Estados Unidos es de 300.000 millones. De hecho, en las importaciones petrolíferas, China todavía importa más petróleo de Arabia, Irán, Angola y Omán que de Rusia.
La búsqueda de la paz y la estabilidad concentra muchos esfuerzos de las potencias asiáticas. Además de las guerras abiertas en Iraq y Afganistán, existen enfrentamientos armados y situaciones de inestabilidad de diversa envergadura en Indonesia, Filipinas, Pakistán, Myanmar, Nepal, India y Sri Lanka. Por ello, Washington quiere asegurarse un papel de intermediario y de guardián de la seguridad asiática, lo que le otorgaría una gran influencia en el futuro del continente. No hay que olvidar que los mecanismos de seguridad en Asia son parciales e incompletos, y muchos de ellos feudatarios de los acuerdos entre Estados Unidos y sus Estados cliente forjados durante la guerra fría o la ocupación de la posguerra mundial, como en Japón y Corea del Sur. China ha desarrollado con éxito, en asociación con Rusia, la OCS, Organización de Cooperación de Shanghai, aunque su objetivo está sobre todo centrado en Asia central para impedir la ampliación de la presencia estadounidense en las cinco repúblicas soviéticas situadas entre el mar Caspio y China. Al mismo tiempo, en un complicado equilibrio, Moscú, que sabe que no le conviene ingresar en ninguna alianza hostil a China (como la del hipotético escudo antimisiles conjunto ruso-estadounidense, o incluso en la aún más hipotética integración en la OTAN, especie lanzada desde el otro lado del Atlántico), y que se opone a la presencia estadounidense en Europa, en especial cerca de sus fronteras, considera, en cambio, que la presencia estadounidense en algunas zonas de Asia puede contribuir a la estabilidad del continente.
Mientras China prosigue la larga marcha hacia su desarrollo y se ha configurado ya como una potencia mundial, Japón juega un papel secundario, importante en el plano económico, por sus intercambios con Corea y China, pero insignificante en las cuestiones políticas, donde su diplomacia sigue siendo de bajo perfil y feudataria de la estrategia estadounidense. Las recientes disputas entre China y Japón (siempre alentadas por Estados Unidos, que pretende mantener ese foco de crisis en el flanco oriental chino, centrado en la cuestión del supuesto peligro norcoreano y en sus lazos históricos con Seúl y Tokio), fueron objeto de la reciente reunión entre los ministros de Asuntos exteriores chino y japonés, Yang Jiechi y Seiji Maehara, después del incidente por la detención del barco pesquero chino y las diferencias sobre las islas Diaoyu.
El canciller japonés pidió a China volver a abrir la explotación de gas conjunta en el mar de la China oriental (cuyas negociaciones Pekín suspendió tras la detención del barco pesquero), y que el gobierno chino reanudara la venta a Japón de metales raros que son imprescindibles para las empresas niponas de tecnología sofisticada. China, pese a la severidad de su respuesta a Japón y a la dureza mostrada por su ministro de Asuntos exteriores, pretende rebajar las diferencias e impulsar la cooperación entre ambos, que es vista con desconfianza por Washington. Mientras tanto, Estados Unidos ha conseguido paralizar el propósito del anterior gobierno nipón de desmantelar la base militar estadounidense de Okinawa.
El sudeste asiático es una de las zonas de mayor interés para las grandes potencias. En septiembre de 2010, se celebró en Nueva York (con la significativa ausencia del presidente de Indonesia) la cumbre entre Estados Unidos y la ASEAN, la asociación de países del sudeste asiático, un área de enorme importancia estratégica: baste decir que por el estrecho de Malaca —entre la isla de Sumatra y Malaisia— circulan las dos terceras partes del petróleo mundial, triplicando el volumen del crudo que pasa por el canal de Suez y multiplicando por quince el que atraviesa el canal de Panamá.
En esa cumbre, Obama insistió en arrancar una declaración que pusiese de manifiesto la necesidad de “fortalecer la seguridad marítima”, asegurar el “comercio libre” y mantener la “libertad de navegación” en los mares de Asia oriental, añadiendo que su país pretende desempeñar una función dirigente en la zona. La declaración era un mensaje dirigido a Pekín, y suponía la continuación del viaje realizado por Hillary Clinton a la zona, donde dedicó especial atención a Vietnam, con el propósito de crear nuevas alianzas para Washington en Asia con la vista puesta en China, a quien Estados Unidos califica de peligro para el sudeste asiático. Como si Obama no hubiera aprendido de sus antecesores los riesgos que comporta una obsesiva apuesta por la hegemonía, insistió en la cumbre en que su país debe desempeñar una función de “liderazgo” en el sudeste asiático. Dificulta su política el hecho de que el pacto de libre comercio que desean configurar los países de la ASEAN con Estados Unidos es rechazado por Washington por los problemas que crearía en su propia economía, y también la entorpece el hecho de que China se ha convertido de facto en el principal socio económico de esos países.
De manera que el intento de Obama de preparar una salida del infierno iraquí y afgano (con la retirada parcial de Iraq y el inicio de negociaciones secretas con los talibanes opciones que continúan teniendo una difícil concreción), y el “regreso a Asia” de Estados Unidos, tal y como fue verbalizado por Hillary Clinton, revelan la intención de recuperar parte de sus recursos para, sin perder el control de Oriente Medio, contener en lo posible el fortalecimiento de China. Los países de la ASEAN tienen intereses diversos, pero todos están interesados en el desarrollo económico, y China ofrece una oportunidad única para ellos, puesto que los crecientes intercambios con el coloso chino están fortaleciendo con rapidez el papel del sudeste asiático. De todos ellos, Indonesia —el gigante del área—, Thailandia, y Vietnam con los países más dinámicos y con un mayor potencial de crecimiento. Thailandia e Indonesia, aliados de Washington, basculan entre la fidelidad tradicional hacia Estados Unidos y las oportunidades que abre su creciente relación económica con China. Vietnam, con un rápido crecimiento económico, está siendo tentada por Washington para atraerlo hacia su campo, aunque es muy dudoso que Hanoi, más allá de su interés en mantener buenas relaciones con Estados Unidos, acepte participar en una estrategia de contención antichina.
Pero un rasgo de la nueva situación es el propósito estadounidense de estimular en el sudeste asiático los recelos contra China, e incluso de crear peligrosos focos de conflicto, como en Myanmar, aunque también allí está elaborando una nueva estrategia. Es decir, en su regreso a Asia, Washington, en lugar de apostar por una política de cooperación en la zona, estimula los conflictos, seguro de que la desconfianza y el enfrentamiento entre los países del sudeste asiático y entre estos y China son la llave para mantener su hegemonía. Más allá, Washington pretende “internacionalizar” las diferencias entre los países del sudeste asiático en el Mar de la China meridional, para convertirse así en partícipe de las decisiones. No en vano, Obama proclamó, en 2009, su deseo de ser “un presidente procedente del océano Pacífico”.
La reciente celebración en Hanoi de la Conferencia de ministros de Defensa de la ASEAN Ampliada (la llamada ADMM-Plus, que cuenta con los socios de la ASEAN más ocho países “de diálogo”: Australia, China, India, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Rusia y Estados Unidos), propició la reunión entre los ministros de Defensa chino y estadounidense, Liang Guanglie y Robert Gates, tras muchos meses de desencuentro debido a la venta de armas estadounidenses a Taiwán por valor de seis mil cuatrocientos millones de dólares que Pekín consideró una provocación. Liang insistió en la apuesta china por la estabilidad de la zona Asia-Pacífico y por la cooperación con Estados Unidos, planteamiento que Gates no podía sino suscribir. Al mismo tiempo, dada la preocupación de Pekín por el intento de acercamiento de EE.UU. a Hanoi hurgando en las diferencias históricas entre los dos países asiáticos y su propósito de alejarlo de la órbita china, Liang se reunió también con Nong Duc Manh, secretario general del Partido Comunista vietnamita, y con Nguyen Tan Dung, primer ministro de Vietnam.
Las relaciones chinas con la India han mejorado mucho. Desde la firma de la Declaración de principios conjunta de 2003, la apuesta por la colaboración para el desarrollo ha sido el punto de encuentro entre ambos países, aunque las potencias occidentales intentan dificultar el acercamiento. De manera singular, Estados Unidos intenta atraerse a la India a su plan para contener a China, y, a su vez, los acuerdos nucleares estadounidenses con la India son una fuente de preocupación para Moscú; por ello, esa cuestión fue una de las abordadas durante la visita de Vladimir Putin a Delhi, durante el pasado mes de marzo. La India, una potencia en ascenso, está también interesada en la definición de los nuevos equilibrios estratégicos en Asia, donde desempeña un papel creciente aunque secundario.
El llamado BRIC, un concepto que surgió en 2001 en un informe de Goldman & Sachs que analizaba las potencias del futuro, se ha ido consolidando desde los primeros y titubeantes contactos de las cuatro potencias (Brasil, Rusia, India y China) hasta las reuniones que congregan a ministros de diferentes áreas, articulando una colaboración que se concreta ya en una coordinación ante las reuniones del G-20, en la posibilidad de incorporar a Sudáfrica (creando un BRICS) y, sobre todo, en el impulso a la cooperación para el desarrollo, cuestión que agrupa los intereses de los cuatro países, más allá de diferencias históricas como las protagonizadas por China e India. El papel de China en la dinámica del BRIC ha sido el de motor de sus nuevas iniciativas en la escena internacional: en vísperas de la cumbre anterior, celebrada en Brasil, se habían convocado cuatro reuniones de los ministros de Finanzas, los gobernadores de los Bancos Centrales y de los Bancos del Desarrollo, y se entrevistaron también responsables de los Consejos de Seguridad y los ministros de Agricultura, entre otros.
Tanto Moscú como Pekín trabajan por un nuevo orden mundial que sustituya a la declinante hegemonía estadounidense, y ese objetivo conviene al conjunto del planeta porque redundará en una democratización de las relaciones internacionales, que van mucho más allá de los acuerdos y debates en el Consejo de Seguridad de la ONU, y porque, pese a la insistencia de los laboratorios de pensamiento neoliberales en vender la bondad de un mundo dirigido por Washington (“Estados Unidos tiene vocación de líder planetario”, ha afirmado Obama), el resto de países de la Tierra reclaman tener voz en el futuro que se avecina. ¿Por qué iban a aceptar Pekín, Moscú, Delhi o Brasilia que el mundo se dirija desde Washington? Una potencia, Estados Unidos, que no dudó, con Bush, en mantener un Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, en inglés), una unidad de élite clandestina del Pentágono a las órdenes de Cheney, que, según ha revelado Seymour Hersh, viajaba por muchos países para asesinar a personas previamente seleccionadas. En decenas de países de diferentes zonas del mundo ejecutaron no sabemos aún a cuántas víctimas, como tampoco sabemos si esa unidad clandestina continúa existiendo con otro nombre. Ninguna otra potencia mundial ha hecho algo semejante.
Las disputas geopolíticas en Asia cobran así una importancia decisiva en el nuevo equilibrio que está naciendo en el mundo, con graves riesgos porque hay diferencias sustanciales entre las grandes potencias: mientras, no sin daños, Estados Unidos ha hecho de la economía de guerra (Iraq, Afganistán, Pakistán) y de la expansión militar uno de los ejes de su política exterior, Pekín y Moscú, así como Delhi y Brasilia, apuestan por un entorno pacífico para apuntalar su desarrollo económico. De manera que mientras estos consolidan la paz, Estados Unidos no descarta la guerra, y esa evidencia plantea muchos peligros y serios interrogantes para el futuro. La naciente asociación estratégica entre Moscú y Pekín refuerza los vectores pacíficos, y, precisamente por ello, son vistos con tanta preocupación por China tanto las dudas rusas como los intentos de aproximación de EE.UU. a Moscú, conscientes como son, además, de la oscilación de la política exterior rusa de los últimos años, con etapas de atracción hacia oriente y otras hacia occidente.
La globalización económica, que fue vista como una oportunidad para que Estados Unidos y las viejas potencias coloniales europeas se apoderasen de los mercados y de las economías del resto del planeta, debe ser una oportunidad para todos los países, y los beneficios deben alcanzar a todos. Incluso los tradicionales aliados de Estados Unidos, como Japón o la Unión Europea están interesados en esa democratización de las relaciones internacionales, por mucho que su diplomacia continúe la inercia de la vieja sumisión a Washington que nació con la guerra fría.
En ese difícil equilibrio asiático, la diplomacia y los centros de análisis y pensamientos estadounidenses siembran dudas sobre las verdaderas intenciones de China. Así, Foreign Policy, la revista de política internacional que fundó Huntington, afirmaba recientemente que Pekín había dejado atrás la estrategia del “auge pacífico” para internarse en la senda de la dominación de otros países; y el inefable Robert Kaplan escribía en Foreign Affairs, antes del verano, sobre “la geografía del poder chino” sembrando la inquietud sobre el fortalecimiento de Pekín y afirmando que el arco de países formado por Corea del Sur, Japón, Taiwán, Filipinas, Indonesia y Australia contienen la expansión china, y que Taiwán es la clave para contener a Pekín. Otros portavoces de esa línea conservadora de pensamiento, que se resisten a renunciar a la visión de un mundo unipolar, insisten en que Estados Unidos venció en la guerra fría pero que, sin embargo, la nueva distensión no les ha beneficiado, mientras que China sí que ha aprovechado el nuevo clima internacional para su fortalecimiento; incluso llegan a afirmar que el “esfuerzo” y “sacrificio” de los estadounidenses en Iraq y Afganistán no le han reportado más que dificultades políticas y gastos cuantiosos, mientras que China está empezando a hacer negocios en esos países sin haber arriesgado nada, añadiendo que su expansión marítima es un riesgo para la estabilidad mundial. En cambio, esas tesis que postulan la “amenaza china” apenas encuentran defensores entre los círculos de poder y pensamiento rusos.
En los años de la guerra de Corea, Emmet John Hughes, el autor de los discursos de Eisenhower, recordó ante el presidente de EE.UU., utilizando las palabras de John Foster Dulles, que Estados Unidos no podía alcanzar un acuerdo que pusiera fin a la guerra “hasta que hayamos demostrado —ante toda Asia— nuestra aplastante superioridad dando una buena lección a China”. Ese continúa siendo uno de los riesgos y de las tentaciones del gobierno de Washington, prisionero de la visión del papel providencial de Estados Unidos en el mundo y receloso ante los vertiginosos cambios de estos últimos años. Pero cada época tiene su afán. El Diario del Pueblo, órgano central del Partido Comunista Chino, contestaba a esas tentaciones estadounidenses con la publicación, hace unas semanas, de un artículo de Li Hongmei con un revelador título: “El Tío Sam ya está muy viejo para ser líder en Asia”.
El viejo topo
http://www.elviejotopo.com/web/index.php

☭האינטרנציונלLa Internacional

Ayer 27 de enero fue el Día Internacional de Recuerdo a las Víctimas del Holocausto.
En este día tan especial, en virtud de la iniciativa de la ONU, es bueno recordar el Holocausto para buscar un mundo mejor con sociedades distintas. El recuerdo y el futuro. le pertenecen a los socialistas, comunistas, liberales y sin banderas, es decir a todos. La Internacional hermana a los que luchamos por un mundo mejor. Nunca más mayorías pasivas y silenciosas.

miércoles, 26 de enero de 2011

Himno de los partisanos - "Partizaner Lid" de Hirsh Glik (*), música de Dimitri Pokras



Nunca digas que vas tu último camino
aunque los días azules se oculten tras cielos plomizos;
todavía va a llegar el momento soñado
y resonará nuestro paso: ¡Aquí estamos!

Desde el país de las nieves al de las palmeras
aquí estamos, con nuestro dolor, con nuestra pena,
y donde haya caído una gota de nuestra sangre
brotarán nuestro heroísmo, nuestro coraje.

El sol del mañana dorará nuestro hoy
y el enemigo se esfumará como el ayer,
pero si demora en aparecer el sol
vaya por generaciones como consigna esta canción.

Esta canción fue escrita con plomo y sangre;
no es el canto libre de un pájaro salvaje;
entre el desplomarse de muros quebrantados
lo cantó un pueblo con armas en las manos.

Nunca digas entonces que vas tu último camino
aunque los días azules se oculten tras cielos plomizos;
todavía va a llegar el momento soñado
y resonará nuestro paso: ¡Aquí estamos


Zog nit kein mol az du gueist dem letstn veg,
Jotsh himlen blaiene farshteln bloie teg.
Kumen vet noj undzer oisgebenkte sho;
S'vet a poikt on undzer trot: Mir zainen do!

Fun grinem palmenland biz vaisn land fun shnei,
Mir kumen on mit undzer pain, mit undzer vei.
Un vu gefaln s'iz a shprits fun undzer blut -
Shprotsn vet dort undzer gvure, undzer mut.

S'vet di morgnzun bagildn undz dem haint,
Un der nejtn vet farshvindn mitn faind.
Nor oib farzamen vet di zun in dem kaior,
Vi a parol zol gein dos lid fun dor tsu dor.

Dos lid geshribn iz mit blut un nit mit blai,
[Geshribn iz dos lid mit blut un nit mit blai,]
S'iz nit kein lidl fun a foigl oif der frai.
Dos hot a folk tsvishn falndike vent
Dos lid gezungen mit naganes in di hent.

To zog nit kein mol as du gueist dem letstn veg,
jotsh himlen blayene farshteln bloye teg.
Kumen vet noj undzer oisgebenkte sho;
S'vet a poik ton undzer trot: Mir zainen do!

Trasliteración fonética del Himno en su original Idish

Mordejai Anilevich: Líder De La Rebelión


Fue el guía, conductor, líder de la Rebelión en el Gueto de Varsovia durante los terribles días de la opresión nazi en Europa y mostró a la faz del mundo un judaísmo combatiente que en total inferioridad de condiciones físicas se alzó contra la maquinaria más sanguinaria del militarismo en la historia. Mordejai Anilevich (cuyo nombre también puede hallarse como Mordejay Anielewicz) vivió en la época de la Shoá, lo que quiere decir en el punto más notorio de la criminalidad nazi. Fue la fuerza joven que supo organizar la resistencia y enarboló una antorcha que nunca se apagaría. Tuvo siempre a Eretz Israel en la mira de la realización de la vida judía.
El hogar
Oriundos originariamente de Galitzia, los Anilevich se instalan en un humilde barrio de Varsovia al terminar la Primera Guerra Mundial. Mordejai es el hijo de Abraham Anilevich y Cyril Zeldman. Tiene tres hermanos: un varón, Pinjas -menor que él-, y dos niñas: Eva y Frida.
Cuando la mamá enferma de tuberculosis, los médicos le aconsejan que se muden a una región donde haya un pinar, por lo que se trasladan desde Varsovia a Wyszkow, que está rodeado de grandes bosques.
Nace allí -hace noventa años- en 1919, Mordejai, quien lleva el nombre del fallecido abuelo materno.

Humilde posición
Una vez restablecida su salud, la madre retorna con los suyos a Varsovia, viviendo en la calle Stolec en el humilde barrio obrero Powisle. Los abuelos paternos ayudan a Abraham para abrir una tienda de comestibles y verduras, lo mismo que para viajar por distintas aldeas y poder adquirir la carne que vende a sus vecinos.
Al crecer, Mordejai colabora en la tienda y hace el reparto del pan antes de ir a la escuela, donde incluso a veces asiste sin antes haber comido.
Es un niño flacucho, debilucho, a quien la mamá le prodiga enormes cuidados.
Fortalecido
Con el crecimiento, paulatinamente Mordejai se vigoriza, transformándose en muchacho atlético y fuerte. Asimismo, es un aventajado alumno en la escuela estatal.
Tiene curiosidad social. Muy observador, con sentido del humor, pronto reconoce los hábitos de los parroquianos de las tabernas.
En su barrio hay tiendas a las que concurren desde distintas zonas, para comprar allí los cueros de la cerda para sus fábricas de cepillos.
Muchas transacciones se llevan a cabo en las tabernas, casi siempre atestadas de joviales -cuando no ebrios- parroquianos.
Judeofobia
Es un barrio de pocos judíos, que por lo general viven en casas agrupadas, rodeados de obreros y algunos artesanos. Muy festivos, muchos de estos mercaderes se emborrachan y cantan a voz en cuello por las calles, incluso en horas de la madrugada.
Y abundan las pandillas, los “juligans” (de aquí proviene el término inglés “hooligan“, gamberro) y distintos tipos de malechores y hampones. “¡Zid!” (Judío) es gritado con enorme carga de desprecio por individuos de toda laya. Y también la discriminación se manifiesta cuando los quieren fuera del país: “¡Judíos a Palestina! ” es una clásica consigna de los irascibles iletrados antisemitas. En distintas oportunidades, les cortan las barbas a los religiosos, les apedrean los vidrios de las tiendas, y cometen otras fechorías de rutina.
Bravura
Para llegar a la escuela los niños judíos tendrían que sortear diversos escollos, atravesando calles donde los atorrantes los hostilizan. Mordejai los enfrenta, incluso en desventaja numérica o ante chicos mayores que él. Por su bravura, más de una vez le dicen “¡No pareces judío!“. También aprende a tenderles celadas.
“Bandas” de niños y adolescentes analfabetos, no tienen habilidad en el aprendizaje escolar pero en cambio saben conseguirse tabaco y alcohol, exigiendo por la fuerza que los niños judíos les entreguen dinero.

Asimismo el grupo de niños judíos también se organiza y consiguen que por un tiempo los grupúsculos de atorrantes los dejen en paz.
Recomendación
Él quiere continuar estudios en el Ciclo Medio, y el padre no quiere que lo haga, porque entiende que debe ayudar en el hogar. En la casa no hay fondos para costear la escuela secundaria que establece un arancel, pero la madre quiere que Mordejai “sea alguien en la vida” y toma la iniciativa de entrevistarse con el director de la escuela primaria, que lo valora mucho. Y consigue de éste una carta de recomendación destacando las cualidades del niño. La madre recorre vanamente por varios establecimientos, dado que ninguno le concede el acceso a una enseñanza gratuita. Hasta que finalmente tiene éxito con el director del Colegio Laor, el Dr. Tenembaum, que conmovido por los ruegos de la Sra. Cyrl, acepta un simbólico pago, posibilitando la incorporación de Mordejai.
En esta escuela judía se discute acerca del antisemitismo, y también se difunden ideales sionistas de consustanciación con la “aliá” a Eretz Israel.
Activismo Sionista
En la casa tiene que ayudar con las tareas y la limpieza, colaborar en la tienda con la madre y hacer el reparto. Es buen estudiante, pero comienza su militancia en el Sionismo y por reuniones políticas muchas veces falta a la escuela.
En altas horas de la noche, a la luz de una pequeña lámpara de querosén se dedica a repasar sus lecciones. Los libros no los puede comprar y va a estudiar a casa de sus compañeros, a los que más de una vez ayuda a entender los textos.
El Sionismo es desde temprano un vigoroso ideal de Mordejai Anilevich. Si como ya hemos visto en el Primer Cuatrimestre de este Curso, Menajem Beguin se inicia en el Hashomer Hatzaír para pasar luego al Betar, con Mordejai Anilevich se da el proceso inverso: con todavía muy precoces 13 años de edad comienza su activismo en el Betar, pero al poco tiempo se persuade de que su pertenencia a las filas del Movimiento Sionista está más acorde con las formulaciones del Hashomer Hatzaír (El Joven Guardián), agrupamiento de ideas socialistas. Algunos autores suponen que Iosef Szamir, estudiante de la Universidad de Varsovia es quien incide en este cambio de agrupación que efectiviza Mordejai.
Si ya en la escuela era el que hablaba en representación de su clase, también aquí demuestra pronto dotes para el liderazgo y la organización.
Lidera el grupo “Jazit” (Frente), y, poco después, crea el grupo “Méred” (Rebelión), que crece incorporándose a una “kvutzá” (grupo) más grande, “Tel Amal“.
Mirando a Mira
Carismático, de camisa blanca y cuello abierto, pantalón oscuro, se lo ve transitar con seguridad y aplomo. Los jóvenes lo siguen incondicionalmente. Y las muchachas quieren que deposite sus ojos en ellas. Con franqueza responde en una oportunidad que el trabajo, la tarea organizativa y el estudio ocupan todo su tiempo.
Sin embargo, sí hay una muchacha a la que mira… ya que poco más tarde es ganado por la especial simpatía de Mira Fukrer, hermana de una activista que es “janijá” (alumna) de él. Es Mordejai antes que ninguno el primero en advertir las condiciones de liderazgo de esta joven chica. Al lado de él, ella pronto tiene también responsabilidad ejecutiva. Y, entre ambos dirigen a cerca de un millar de niños.
Campamento
Los alumnos mayores de distintas escuelas parten en Campamento durante las vacaciones. Reciben allí una instrucción semi-militar. Los instructores son oficiales del ejército, y prevalece entre ellos el antisemitismo, al igual que en muchos de los compañeros de estudios de Mordejai.
En 1937 en Polonia hay quienes quieren tener fraternales vínculos con la Alemania nazi. Los instructores estigmatizan a los judíos como cobardes, endilgándoles que en caso de guerra los polacos no pueden confiar en ellos. En ese campamento los judíos son alojados en aposentos separados del resto de sus compañeros.
Reacción y sentencia
Un día, no estando los muchachos judíos en su aposento ingresan allí los provocadores y se apoderan de varias piezas de los fusiles, para demostrar que los judíos son irresponsables y que no se puede confiar en ellos.

Mordejai organiza a los jóvenes judíos para la pronta recuperación de aquellas piezas. Al ingresar por la noche al sitio donde duermen los asaltantes, además de recuperar las pertenencias, les dan una aleccionadora tunda (golpiza), huyendo los antisemitas -incluso a medio vestir-.
Luego los directores del Campamento improvisan un Tribunal, juzgando no ya a los culpables del robo, sino a los judíos por la represalia. Pese a que el comandante del campamento reconoce que los judíos están en su derecho a la defensa, el veredicto sentencia la separación del campamento de Mordejai Anilevich, que lidera la valiente actitud por la causa de la justicia.
Otro activista sionista, Shmúel Braslaw afirma por esa época: “Si Mordejai no fuera judío, llegaría a general“.
Invasión nazi
Desde el 1º de septiembre de 1939, es tremendo el bombardeo en Varsovia, en particular sobre las calles de los barrios judíos. Por una orden de un general polaco aliado de los nazis invasores, los jóvenes en edad militar deben dejar Varsovia.
El 7 de septiembre Mordejai junto a otros jóvenes judíos intenta llegar a Rumania para desde ahí trabajar en pos de la “aliá” de los judíos a Eretz Israel. Pero en Kuty cae prisionero de los soviéticos. Liberado más tarde, vuelve a Polonia y ya desde comienzos de 1940 su acción se lleva a cabo en la clandestinidad. Entra en contacto con otros líderes de los movimientos clandestinos judíos, como Arie Wilner que organiza al judaísmo en Vilna (hoy capital de Lituania, que entonces pasa a ser parte de la Unión Soviética). Retorna a Varsovia y se reencuentra con Mira.
Cuello al viento
Vistiendo su camisa blanca de largo y abierto cuello al modo en que lo usan en el Kibutz en Israel (en Polonia este rasgo caracteriza la vestimenta del poeta nacional Juliusz Slowacki), joven alto y de físico atlético, ojos celeste-grisáceos de mirada ensoñadora y rostro que expresa energía y gran voluntad, es así descrito por Jonas Turkow, que lo conoce en febrero de 1940. Turkow es entonces un hombre de 41, algo más del doble de la edad del joven Mordejai, que allí tiene 20, y que llega hasta ese dirigente judío para pedirle que no se ubique más gente en la casa de la familia Szafirsztein, en el número 6 de la calle “Leszno“.
Esta vivienda es amplia y en estos tiempos de estrechez los dirigentes piensan ubicar allí refugiados, familias judías cuyas viviendas han sido destruidas. Ignora Turkow el verdadero objetivo de ese pedido del joven Anilevich. Sólo mucho más tarde se enteraría de que allí funcionaban una radio y una imprenta clandestinas del movimiento de resistencia judío.
Combate
En lo que hace a la actitud frente al antisemitismo, desde temprano Mordejai Anilevich tiene como consigna -que hacen suya los activistas que lo acompañan- que con el fascismo no se discute, sino que se lo combate.
Asimismo, en lo que hace a sus ideas sobre determinadas actitudes grupales, es interesante lo que en una carta del 11 de marzo de 1940 le escribe a un compañero de militancia; allí afirma respecto de la ayuda que algunos grupos reciben de las organizaciones judías -como el Joint, por ejemplo-: “… Si bien la ayuda es una cosa bendita, deben tener cuidado con la Psicología que se forma a causa de esto en un refugiado… hay que cuidarse de no adquirir la actitud de que todo nos corresponde y que todos deben ayudarnos; esto sería algo maldito, ya que mata en las personas la propia iniciativa creadora“.

Enfrentamiento
A comienzos de 1941 se enfrenta a las autoridades de la Alemania nazi que mandan en la Polonia ocupada. Ordena a los miembros del Hashomer Hatzaír que dejen de ir a los llamados para cubrir lugares de trabajo. Una noche elude a la Gestapo, que no consigue atraparlo.
Entre marzo y abril de 1942, junto a algunos “javerim” crea el Grupo Antifascista, en el cual surgen divergencias entre sectores de diferentes ideologías.
Algunos plantean la lucha de guerrillas en el bosque, pero Anilevich entiende que no se puede dejar librados a su suerte a los judíos que aún quedan en Varsovia (60.000 de los 350.000).
Lucha armada
Luego de una gran deportación masiva, su idea de la rebelión armada en el gueto ya es aceptada por la mayoría de los resistentes.
El 28 de julio de 1942 es creada la ZOB (Zydowska Organizatsia Bojowa), Organización Judía de Combate.
Asesinados Iosef Kaplan -jefe del Hashomer Hatzaír- y el mencionado Shmúel Braslaw, en noviembre de 1942 el joven Mordejai es elegido Comandante en Jefe del Comité Coordinador de la Resistencia Judía.
Tras algunos intentos fallidos para obtener la colaboración de los combatientes gentiles polacos, logra finalmente establecer contacto con los hombres del Ejército de Polonia Libre -que comanda el Gral. Anders desde el exilio, en Londres-, y de esa manera obtiene algunas armas que le destinan desde la parte gentil de Polonia.
En la clandestinidad, igualmente el joven Mordejai Anilevich trabaja intensamente en la educación. Y es responsable de la edición de la publicación “Negued Ha Tserem“ (Contra la Corriente).
Enfrentamiento
Luego de una nueva deportación masiva de los judíos varsovianos (en gran cantidad eran enviados a los campos de la muerte, como Treblinka) es designado por sus compañeros como Comandante en Jefe para organizar la batalla por las armas. El día 15 de enero de 1943 la Schutzpolizei (Cuerpo de Policía) trae un millar de gendarmes, que realizan muchos arrestos. Cuando tres días más tarde, llega la orden de desalojo del gueto, la ZOB decide desobedecer. Anilevich y otros valientes se juegan la vida cuando una gran cantidad de judíos es trasladada al “Umschlagplatz ” (de ahí se los lleva a los campos de exterminio). Abriendo fuego a diestra y siniestra consiguen abrirse paso, y la resistencia con gran arrojo posibilita la huída de muchos judíos. Sólo con revólveres y mal pertrechados contra el cruel ejército asesino de los que en ese momento se adueñaban del mundo, se produce ese día el primer gran combate de fuego. Resisten heroicamente, y al cuarto día del Alzamiento Judío los nazis se ven obligados a suspender la deportación. Mueren muchos activistas en este combate. Los alemanes se habían propuesto trasladar treinta mil judíos, pero sólo pudieron llevarse siete mil. Fue la primera demostración de que ya nada les sería fácil a los criminales nazis.

Anilevich, Vilner, Goldstein, Zukerman, Gueler, Rotblat y otros fueron en distintos momentos los responsables de generar conciencia sobre la importancia de la lucha armada judaica contra los opresores nazis.
El Levantamiento
Los meses siguientes son decisivos para librar una frontal batalla de fuego. El Levantamiento se produce en la víspera de Pésaj, el lunes 19 de abril de 1943. Son poco más de doscientos combatientes judíos muy mal armados, sólo con armas livianas y con no muchas municiones. Pero con la fuerza que da saber que se lucha contra la opresión, la injusticia, el asesinato masivo de su pueblo.
Sueño cumplido
En el cuarto día del Heroico Levantamiento del Gueto de Varsovia, le escribe a Itzjak Zukerman: “ El sueño de mi vida se ha cumplido. La Autodefensa Judía en el Gueto ya es un hecho; la resistencia armada es una realidad. Soy testigo de los actos heroicos de los sublevados judíos“. Digamos también, que Mordejai Anilevich no sólo fue testigo, sino fundamental protagonista de esta resistencia armada.
La lucha se extiende casi por un mes, en un Levantamiento heroico que le significó un gran número de bajas a los genocidas nazis.

Caído en combate
Tuvia Borzykowky regresa al lado ario para trasladar allí a los heridos, y cuando llega con Mordejai Grovas y Tzivia Lubetkin al búnker de Mila 18 advierten el tremendo cuadro, con los cadáveres de Mordejai Anilevich -muerto el 8 de mayo de 1943-, de Mira Fruker y de otros combatientes. Era un joven de 24 años al que le tocó vivir la más cruel época, y que supo ir al combate con la frente en alto, enseñándole el mismo camino a sus “javerim” y a su pueblo.
En su memoria
En Israel en su memorial, el escultor Natan Rapaport levantó una estatua que lo muestra como un guerrero de la justicia, en el Kibutz Iad Mordejai. Èste como también el Kibutz Neot Mordejai, en el Galil, portan ambos el nombre “Mordejai“ en homenaje a Mordejai Anilevich.
Todos los judíos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad le rinden Homenaje a su Valor y Heroísmo.
http://www.hagshama.org.