martes, 23 de noviembre de 2010

Žižek, el capitalismo y el Tea Party Por LUIS ROCA JUSMET


http://textosdezizek.blogspot.com/2010/11/zizek-el-capitalismo-y-el-tea-party.html

El capitalismo, como ya apuntó Marx, destruye todas las relaciones tradicionales (familiares, vecinales, amistosas) para establecer una única relación que es económica. Žižek es interesante porque continua este análisis con aportaciones posteriores, que van desde Althusser a Lacan. El capitalismo se convierte cada vez más, siguiendo su análisis, en una especie de máquina simbólica sin raíces. El horror a este vacío es el que abre paso a todo tipo de identificaciones imaginarias, ya que los lazos orgánicos entre los humanos que crean la comunidad son eliminados progresivamente.

El capitalismo sustituye así el fetichismo de las personas por el de las mercancías. Por fetichismo de las personas se entiende el dar un valor libidinal a un rol social que no lo tiene, de modo que cada persona se identifica con aquello que representa. Es una identificación simbólica, porque nos identificamos con el papel que nos toca representar en el orden social. Es el fetichismo que se establece en el Discurso del Amo, que es el que define la dialéctica del Amo y el Esclavo. El fetiche de la ética pre-capitalista es el Amo, el Maestro, que intenta siempre poner un límite al exceso.

Pero el tardocapitalismo, siguiendo la lógica implacable del capitalismo, acaba destruyendo todos los vínculos, como ya apuntó Marx. En los años 60 la izquierda supuestamente radical, seguidora de Wilheim Reich, planteaba erróneamente que el fundamento del capitalismo era la estructura jerárquica y autoritaria que transmitía la familia patriarcal. El tiempo ha desmentido completamente esta hipótesis. El capitalismo destruye también la familia patriarcal y las relaciones jerárquicas en las instituciones y en la empresa, porque destruye al Otro, que no tiene donde sostenerse. El capitalismo no necesita prohibiciones, que sustituye por reglas. Aquí tendría cabida Foucault con su análisis del poder anónimo en el capitalismo y la instauración de la biopolítica. Se acaban las órdenes desde un Otro, mientras se van multiplicando las reglas que no tienen límite, pero no hay un Lugar Simbólico desde el que justificarlas.

Las formas de dominación del capitalismo van cambiando, en el sentido de que el poder lo ejerce cada vez más el que tiene la información y la capacidad de decisión, quien no tiene por qué ser un capitalista (en el sentido de detentar jurídicamente la propiedad privada de los medios de producción). En este sentido, Žižek apunta que la Unión Soviética proporcionó el primer modelo de una sociedad capitalista “post-propiedad”, donde la clase gobernante está definida por el acceso directo a los medios (informativos, administrativos) de poder y control social (con todos los privilegios materiales y sociales que comporta) sin que ello implique la propiedad privada, en el sentido jurídico, de tales medios.

Para Žižek la ideología del tardocapitalismo globalizador es el Discurso Universitario, tal como planteó Lacan en su Seminario del año 1969-70, tras el Mayo francés. Se trata de la recuperación que de este movimiento hizo el capitalismo, desintegrando lo que este discurso tenía de subversivo para justificar unas relaciones de poder que sustituyen al viejo discurso autoritario del Amo. Éste ya no se presenta como tal, sino como un gestor, cuya justificación es el discurso científico y las tecnologías de la conducta y del yo. Este discurso integrará la transgresión como parte del juego establecido, es decir, la transgresión (estética, sexual, de estilo de vida) se convierte cada vez más en la norma. El superyó no dice entonces “Prohibido”, sino que dice “¡Disfruta!”

La biopolítica es entonces la administración de la vida de los individuos, que son manipulados para proporcionarles una vida agradable en un mercado que puede ofrecerles todo tipo de satisfacciones para sus demandas. Pero se les va vaciando de su condición de sujetos de deseo, para convertirlos en objetos pasivos (clientes) de un sistema que los manipula con el pretexto de gestionarles una vida sana. También les va convirtiendo veladamente en individuos despojados de su condición real de ciudadanos responsables. La ideología política hegemónica es la liberal-democrática de la tolerancia, la corrección política y el multiculturalismo. Es el relativismo del “todo vale”, que tiene la función de neutralizar cualquier acto transformador y que utiliza el término “totalitarismo” para criminalizar cualquier planteamiento revolucionario. Esto lleva a Žižek a afirmar que, paradójicamente, la ideología que mejor representa los intereses globales del capitalismo es hoy la de la pseudoizquierda liberal (el paradigma era la Tercera Vía de Tony Blair). Las opciones claras de la derecha pura y dura, como la de Bush, representan más a sectores particulares del Gran Capital (el de EEUU) y son menos eficientes para mantener la lógica y el equilibrio del sistema. La función de los populismos de la extrema derecha es la de servir de complemento ideológico del liberalismo, ya que éste los demoniza para aparecer como representante de la democracia, mientras absorbe de manera “civilizada” lo que aquéllos proponen de forma salvaje (por ejemplo: el control de la inmigración).

En este contexto ideológico es importante la ideología del nacionalismo, que aparece como un resto patológico de los lazos simbólicos tradicionales en la modernidad. Si la democracia moderna habla de un sujeto sin atributos (en el sentido de que no hay nada que nos diferencie del otro en esta igualdad formal de derechos), este sujeto busca identidades imaginarias con las que identificarse, una de las cuales sería la nación. Ésta pasa a ser entonces una comunidad imaginaria que proporciona una identificación patológica y actúa como un fetiche que oculta los antagonismos sociales básicos (la lucha de clases) y la desintegración de los lazos tradicionales. Las luchas se entienden entonces como luchas por la identidad, y éstas cubren y ocultan el antagonismo social fundamental que es el conflicto entre clases sociales. El fascismo y el populismo no son más que fantasías autoritarias que nos muestran la ilusión imposible de mantener el Discurso del Amo en el tardocapitalismo. Intentan restablecer la fantasía de la comunidad y del orden, pero no hay comunidad ni orden posibles. El capitalismo tardío evita las identificaciones excesivas, pero entonces éstas aparecen como síntoma (fanatismo): su cinismo deja intacta la fantasía paranoica, que se manifiesta en forma de síntoma. El universalismo del capital se complementa con el fundamentalismo irracional: se legitima la segregación en nombre del multiculturalismo.

El capitalismo siempre está en crisis, y las crisis parecen cada vez más fuertes; pero el capitalismo tiene una enorme capacidad de regeneración, y puede convertir cualquier catástrofe en una nueva fuente de inversión. Ahora bien, como decía Marx, lo que puede acabar con el capitalismo es el capitalismo mismo, es decir, sus contradicciones internas, y algunas son específicas de este tardocapitalismo globalizador que nos toca vivir. Esta implosión se da en varios frentes: el principal es la paradoja de que el propio desarrollo del capitalismo vuelve obsoleta la noción de propiedad privada, ya que el poder depende en gran parte de la información, que ya no se encuentra regulada como propiedad privada. Otro frente de implosión es que la irracionalidad propia del sistema capitalista está llegando a un límite difícilmente sostenible. La bolsa, por ejemplo, se está volviendo tan virtual que lo que determina su valor ya no son las expectativas sino las expectativas de las expectativas. En tercer lugar, las grandes corporaciones no basan su fuerza en un mayor desarrollo tecnológico sino en el bloqueo de sus competidoras, pues lo que hacen es comprar a las empresas pequeñas para neutralizarlas y que no puedan investigar. Pero Wallerstein, por ejemplo, plantea que el Capitalismo como Sistema-Mundo está llegando a su límite, que su lógica está estancada y que ya no tiene recursos para superar esta crisis. No sabemos si esto es cierto. Lo que sí debemos plantearnos es la progresiva influencia del Tea Party en el país que aún sigue siendo hegemónico, EEUU. Muchos sectores del Gran Capital están financiando a este movimiento. La gente se identifica con él porque proporciona identificaciones imaginarias fuertes, una fantasía social comunitaria dentro del capitalismo salvaje en el que vivimos. Por otra parte, otros sectores del Gran Capital, como plantea el mismo Žižek, juegan a lo que él denomina el “capitalismo cultural”, que quiere decir invertir en buenas obras, en buenas causas. ¿Adónde conducirá todo esto? En todo caso, parece que la ideología liberal de Obama, Blair o Zapatero está en crisis. El capitalismo necesita para sobrevivir alternativas duras, y el Tea Party en EEUU y el triunfo de la derecha y la extrema derecha en Europa apuntan a esta vía.

La combinación de un capitalismo salvaje y un orden político autoritario con un discurso ideológico fundamentalista de tipo cristiano (o del judaísmo en Israel) en los países ricos, combinado con el fundamentalismo islámico de muchos países pobres, abre un panorama inquietante. Seguramente la ideología de la tolerancia como mecanismo legitimador del tardocapitalismo se ha acabado. Queda la caridad para tranquilizar las conciencias.

Si la izquierda no se renueva y plantea alternativas tan radicales como creíbles, el panorama es, si no apocalíptico, desolador.

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