La propuesta es un Israel para todos los israelíes, un Israel para todos sus ciudadanos. Para los electores que llevan en sus corazones los valores de la izquierda: paz, justicia, igualdad, democracia, derechos humanos para todos, feminismo, protección del medio ambiente, separación entre estado y religión. Hablo de una izquierda renovada que defina un nuevo modelo del Estado de Israel, con una sociedad civil participativa. Soy un israelí postsionista, no antisionista.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Estudios poscoloniales en Antropología por Luisa Ramírez
Las lecturas para la realización de este texto provienen de autores que se han adentrado en el campo de los estudios poscoloniales o subalternos o en las formulaciones latinoamericanas, y que presentan, desde esta posición, una panorámica de las propuestas de cada parte, y también suscitan una reflexión de los fenómenos globales que se presentan en la actualidad y que inspiraron a dichas corrientes. Estos autores no pertenecen, por lo menos en sus orígenes, a lo que conocemos como euro[norte]américa sino que provienen de otros lados, del “Tercer Mundo”, pero tienen la característica de tener algún vínculo académico con ese primer mundo, especialmente con Estados Unidos, que hace que sus escritos hagan eco no sólo en el “Primer Mundo” sino también en buena parte del “resto”. Esto nos ubica en otra lectura (del mundo), de la teoría social, la literatura, la política y la producción académica
Empezamos a ver otras corrientes que se relacionan con la Antropología posmoderna y que, en general, se cuestionan sobre el “posmodernismo” y vemos cómo los estudios que veremos a continuación parten de los Estudios Culturales, dándose hacia la época de 1970. Básicamente no son una disciplina porque abogan por la multidisciplinariedad, por la expresión de las minorías, la resistencia de esos otros no-occidentales, los no centrales, los periféricos; el manejo de conceptos básicos como “migración” y “diáspora”, banderas de los marginales; el sometimiento al campo político que implica relaciones de poder, el descentramiento del discurso, los diferentes modos de ver el mundo, etc. Así, los estudios poscoloniales, son “hijos” de los estudios culturales. Toman una posición desde “afuera” pero no desde Latinoamérica, sino desde la India, Asia y África. Posteriormente, los estudios subalternos sí serán contemplados desde América Latina.
Said[1] argumenta que lo poscolonial es un proceso económico, histórico, político, social, que incluye lo colonial: la relación entre el dominado (la excolonia) y el imperio, y lo que esto implica, es decir, mixtura entre la “libertad” alcanzada y el arraigamiento en la historia, en el pasado colonial. Ese es el presupuesto desde el cual hablan los poscoloniales: el hecho de haber sido colonias. Por tratarse de colonias, en plural, nos enfrentamos también a que no haya una sola representación, sino varias, no sólo un colonizado sino muchos colonizados y, de este modo, una polifonía donde no se puede definir el interlocutor; sino la existencia de un discurso (que no es neutro por estar mediado por una posición) donde reina la heteroglosia y el dialogismo. El discurso poscolonial no está elaborado desde la construcción de un “otro” (porque ese “otro” es uno mismo), sino desde adentro, el yo, el nosotros (Estados Unidos, según Said), que hemos sido mediados históricamente por el poder. Ese poder ejercido por el centro, al cual el poscolonial continúa vinculado por la dominación histórica, y el cual se provincializa ante el discurso descentrado que surge desde la posición poscolonial.
Bhabha[2] por su parte, otorga a lo poscolonial una vida doble: en un lugar que no es el propio, el discurso del recuerdo, de la historia, del origen, surge desde el centro de la vida metropolitana donde constantemente se deben “negociar” las narrativas de las condiciones fronterizas. El mundo de los estudios poscoloniales va contra la generalización a la par que aboga por un saber transnacional, “migrante”, del mundo; la unión de lo global y lo local se constituye en un dilema para proyectar un espacio internacional donde el sujeto está descentrado, fragmentado y entrabado en el medio “in-between”; la globalidad cultural se figura en esos espacios intermedios, intersticiales, donde se desarrollan las “culturas híbridas” y se dan las condiciones para un intento de “traducción” de las culturas el cual se realiza por una reescritura disyuntiva que, de algún modo, ubica a la traducción como el medio de supervivencia del migrante que se vuelve un doble escindido que forja una idea de “cómo entra lo nuevo al mundo” y a partir de esto, forma una comunidad de identificación grupal, un sentido de la pertenencia a la cultura.
Me parece importante resaltar que las lecturas de Said y Bhabha no se contradicen sino que se complementan dando una visión completa de lo que los estudios poscoloniales buscan rescatar. El texto de Ahmad también da elementos claves que contribuyen a enriquecer la lectura sobre la poscolonialidad. El elemento primordial que los autores señalan es la descentralización, tanto del discurso como de quien lo promulga. También confluyen al señalar –tal vez no explícitamente- que el poscolonial emerge fuera de su sitio de origen, pero pensando en ese sitio, en su historia y la incertidumbre de un futuro que se presenta abierto. Los autores hacen mención obligada a la globalización, para Said es una nueva situación en el mundo que le permite la intercomunicación sin el impedimento del espacio y el tiempo, generando un mundo virtual y una red de comunicación. Este colapso difumina fronteras y con ellas a las minorías nacionales que ahora se encuentran por todo el mundo. Bhabha retoma a Jameson y argumenta que el impacto de la globalización representado por la presencia de minorías migrantes dentro de Occidente ha sido crucial para concebir el carácter transnacional de la cultura contemporánea.
Más recientemente, en los 90, surge en India el grupo de estudios subalternos, recogiendo la discusión anterior: los Estudios Culturales, los poscoloniales y la corriente posestructuralista francesa de Foucault, Derrida; Gramsci y Marx. Esta lectura desde el Tercer Mundo, incluida Suramérica es impulsada por un grupo de estudios literarios marxistas, amparado por la Universidad de California, que tratan de articular literatura-cultura-política haciendo énfasis en los estudios multiculturales. Para Ahmad[3], inicialmente surgieron con Guha a la cabeza, luego se fueron alejando del marxismo y lo declararon metarrelato del nacionalismo; esto dio entrada a autores como Bhabha. La izquierda entró en crisis y en una desorganización contundente que llevó a la emergencia de una nueva clase de radicalismo literario en la academia de Estados Unidos, anticomunista e imbricado en los círculos “oficiales”, en las ideas de derechas, se volvieron influyentes en Latinoamérica y en la India misma, avalados por la academia norteamericana; se volcaron como una respuesta de la posmodernidad a la modernidad. El autor encuentra un proyecto común entre el subalternismo y la poscolonialidad: “dominar la producción de conocimiento acerca del mundo imperializado en nombre de las ideas posmodernistas”(p.122). Un elemento importante es el giro semántico de la Revolución a la Resistencia, la cual corresponde no a una idea totalizadora sino a la fragmentación. Para Ahmad, el subalternismo llega al absurdo cuando declara que el nacionalismo anticolonial se deriva del mismo colonialismo, siendo este una expresión de la Ilustración, la Modernidad, etc.; también cuando rechaza al secularismo para alabar la religiosidad. El fin de la historia estaría dado por la imposibilidad de pensar la historia como estructurada y continua.
Ileana Rodríguez[4] da una visión sobre la subalternidad en la cual los oprimidos, los pobres, son agentes políticos y sociales de la transformación, capaces de elaborar una lectura de su historia a partir del contexto de los no-pobres y. Utiliza el concepto de “Ventrilocuismo” de lo subalterno para referirse a las palabras que se dijeron por ellos pero no desde la voz de ellos. El término subalterno es un concepto Gramsciano que se refiere a toda forma de opresión social: económica, de género, etnicidad, etc; que no existe sin considerar lo hegemónico porque acepta esta condición y participa de la hegemonía del Estado. La subalternidad busca la reivindicación y leer desde allí las relaciones de poder. Es heterogéneo-plural-descentrado. Está en contra de las metanarrativas. El verdadero problema se encuentra en las transformaciones que llevan a la imposibilidad de pensar a la sociedad en su conjunto: resultado de la fragmentación.
A decir verdad, no veo diferencias tajantes entre los poscoloniales y los subalternos. Lo que puedo decir es que la etiqueta de los primeros no envuelve las corrientes latinoamericanas, sino a Asia y África. Latinoamérica halla su expresión en los subalternos que de igual forma, no son propiamente provenientes de estas tierras sino que surgieron también en Asia, y han tenido resonancia en otras partes del mundo. En los poscoloniales hay una preocupación por caracterizar la globalización y la modernidad; allí también está el lugar de la enunciación del discurso sobre lo global y lo posmoderno; se discute desde el discurso, se discute sobre la colonialidad y se critica el lugar desde donde se enuncia.
A nivel latinoamericano las lecturas de Dussel[5], Coronil[6], Lander[7] y Mignolo[8] retoman conceptos de importancia poscolonial y subalterna como modernidad, poscolonialismo, eurocentrismo, globalización, entre otros. Su discusión general se basa en una caracterización económica de lo global; una caracterización de la transformación filosófica: el fin de los metarrelatos, el vínculo entre lo moderno y lo posmoderno, etc.; la construcción de una subjetividad específica: el sujeto fragmentado que ya no se puede explicar a través de las clases sociales. La Antropología posmoderna ha relativizado todo: el discurso, el sujeto, etc.
Dussel, en su artículo enriquecido con los datos históricos, redefine la modernidad como un resultado y no como una causa, la ubica en 1492 con el descubrimiento de América. Da a los países periféricos un papel relevante en la constitución de la modernidad del centro. La modernidad descansa en el paradigma de la razón instrumental y esto conlleva a limitaciones como la sobreexplotación de la tierra, -aspecto que también trabaja Coronil-, la polarización de ricos y pobres, y la exclusión de alteridades. Coronil también cuestiona la tendencia al strip-tease del Estado, la redefinición del concepto de riqueza que le da importancia a la periferia por los recursos que posee, la estancia del capital en el globo= globocéntrico en vez de eurocéntrico. Lander critica que las universidades latinoamericanas respondan a planteamientos liberalistas, que sigan una lectura eurocéntrica incapaz de pensar el mundo de otra manera; sugiere abrirse a diálogos con otras culturas y otras formas de conocimiento.
Esta última parte corresponde a los planteamientos latinoamericanos que son, por así decirlo, “familiares” al modo como se están desarrollando en algunos cursos en nuestra carrera. Así, a mi juicio lo que caracteriza las formulaciones en América Latina es el hecho de retomar los elementos poscoloniales y subalternos, caracterizando además al eurocentrismo y cómo nuestras visiones del mundo han sido modeladas por esa forma de dominación la cual se expresa en la manera como se plantea la educación, las políticas públicas que responden a un modelo neoliberal globalizante que no tiene en cuenta el contexto ni la historia de los lugares donde se pretende implantar. Estas corrientes critican la posición eurocéntrica pero al mismo tiempo emplea los elementos epistemológicos de esa posición para hacer la crítica desde adentro. En esa discusión de la lectura eurocéntrica surgen intersticios, fronteras, límites que deben constituirse también en objetos de estudio de la Antropología porque es allí, en estas brechas, donde surgen fenómenos culturales, sociales, económicos, políticos, de especial interés para esta disciplina.
[1] Said, E. “Representing the Colonized: Anthropology’s Interlocutors” en: Critical Inquiry, 1989.
[2] Bhabha, H. “Cómo entra lo nuevo al mundo. Espacio posmoderno, tiempos poscoloniales y las pruebas de la traducción cultural” en: El lugar de la cultura. Buenos Aires. [1994].2002
[3] Ahmad, A. (entrevista con) “Teoría, Política, Subalternidad y poscolonialidad”, en Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. S. Castro, O. Guadiola-Rivera y C. Millán. Eds. Instituto de Estudios Pensar. Universidad Javeriana. 1999.
[4] Rodríguez, Ileana. “Reading subalterns across texts, disciplines and theories: from representation to recognition” en The Latin American Subaltern Studies Reader. Rodriguez, I Ed. Duke University Press.2001.
[5] Dussel, E. “Más allá del eurocentrismo: El sistema mundo y los límites de la modernidad”, en Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. S. Castro, O. Guadiola-Rivera y C. Millán. Eds. Instituto de Estudios Pensar. Universidad Javeriana. 1999.
[6] Coronil, Fernando. “Naturaleza del Poscolonialismo: Del Eurocentrismo al Globalcentrismo”, en La colonialidad del saber: Eurocentrismo y Ciencias Sociales. E. Lander Comp. CLACSO. UNESCO. 2000.
[7] Lander , E. “eurocentrismo y colonialismo en el pensamiento social latinoamericano”, en Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. S. Castro, O. Guadiola-Rivera y C. Millán. Eds. Instituto de Estudios Pensar. Universidad Javeriana. 1999.
[8] Mignolo, Walter D. “Globalización, procesos civilizatorios y reubicación de lenguas y culturas”, en Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. S. Castro, O. Guadiola-Rivera y C. Millán. Eds. Instituto de Estudios Pensar. Universidad Javeriana. 1999.
Autora: Luisa Ramírez. Antropóloga, Universidad Nacional de Colombia
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