jueves, 25 de noviembre de 2010

Jánuca: el día de mi cumpleaños y los derechos humanos por Carlos Braverman


El miércoles próximo 1 de diciembre es la primera noche de Janucá, que en hebreo significa “consagración”, es una celebración que se realiza durante ocho días generalmente en el mes de diciembre –mes de Kislev en el calendario hebreo- para conmemorar el logro de los Macabeos en la conservación de la identidad judía. Coincide generalmente con Eid al- Adha (musulmán) y Navidad (cristiano), este año coincide también con mi cincuenta y cinco cumpleaños que es el 30 de noviembre. El símbolo esencial de esta celebración es la luz y se representa a través del encendido de velas: una la primera noche, otra la segunda y así hasta que al final de la última jornada arden todas las luminarias en un candelabro especial de ocho brazos.
Simboliza el derecho de todos a ser diferentes, a expresar una identidad, una cultura, a vincularnos con otras culturas por libre elección y a decir no a la opresión.
Conmemoramos la reapertura del Gran Templo mediante la victoria militar sobre los Asirios que imponían entonces su cultura y costumbres. Pero una victoria militar implica heridos, muertos, dolor y angustia. Mientras que el encendido de la Menoráh representando la re-dedicación del Gran Templo es un acto humano positivo. De esta forma no rendimos tributo a la victoria militar sino a la vida.
En Janucá celebramos los derechos de las minorías a ser diferentes, a expresar sus sentimientos y a practicar sus costumbres y tradiciones. Un sistema democrático se distingue por ser representativo de la voluntad de la comunidad. En las tiranías y los modelos despóticos, los grupos que no gozan del consentimiento de las masas, imponen sus propias apetencias e intereses. El pueblo si no establece resistencia sufre entonces el yugo que se le impone.
Pero aún en sistemas ostensiblemente democráticos, se intenta imponer con frecuencia una dictadura de las mayorías. Estas pueden ser más opresivas aún, porque gozan del aval de las elecciones libres. En el judaísmo, en cambio, sostenemos la inviolabilidad de ciertos derechos humanos básicos, que ningún grupo puede abrogar. Janucá es una auténtica manifestación de esta posición. Cada individuo y cada grupo tienen el derecho inviolable del libre pensamiento, de la libre expresión y a vivir de acuerdo con sus propias tradiciones y creencias.
En estos días con mi cumpleaños cincuenta y cinco, se cumplen también treinta y cuatro años de mi trabajo en el campo de los derechos civiles.
Inicié mi tarea bajo la dictadura del general Videla y del sanguinario proceso militar instaurado en 1976, sufrí los apremios que todos sufrimos en estos casos, es decir la marca de la represión en mi propia existencia, pocos días después lo que pudo ser el comienzo de mi calvario mortal quedó atrás, pero entendí que el camino debía continuar y continué fuera de aquella oscura Buenos Aires. Cuando dejé Argentina y comisionado en temas de derechos humanos para instituciones internacionales competentes en su defensa, la historia me llevó por caminos y paisajes horrendos, cada campo de detención "no legal" que visité en todas las latitudes donde trabajé tenían aquel eco sórdido que evoca el grito del torturado y el hedor a dignidad masacrada. Cada entrevista realizada, queda en mi memoria como el grito primal del dolor digno que afirma: sí, esta es la historia que vivimos, las heridas que ve en mi cuerpo son las heridas de todos, queremos contarla y que se sepa. Decían también: no queremos venganza sino justicia.
Un día tuve la osadía de preguntar a una víctima si odiaba a sus victimarios, la respuesta fue clara: ¿si se es humano, se puede no odiar?, pero sepa me dijo, que nunca yo podría convertir ese odio en acto criminal.
Pensé entonces en la historia de todos los pueblos, de todas las épocas, en todos los mártires por una vida digna, en las victimas renombradas y las desconocidas, las que tienen su nombre en la historia y las anónimas, desde entonces repito siempre: presente y adelante.
Continúo la tarea en mi país, en Israel, para contribuir a un mundo mejor con sociedades diferentes y más humanas.
Pero Jánuca tiene otra coincidencia y es con el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
Con la universalización de los derechos humanos estos se vuelven generales en todo el mundo, comienza entonces la formulación de los derechos de primera generación, es decir los derechos civiles y políticos, los cuales fueron también denominados derechos públicos subjetivos y derechos individuales.
Con esto, el hombre ha adquirido la calidad de sujeto del derecho internacional, ya que todo hombre puede llevar denuncias o quejas ante las organizaciones supra-estatales, para que sus derechos sean respetados y defendidos.
Universalizar los derechos humanos es admitir que todos los hombres siempre y en todas partes deben gozar de derechos porque el hombre es persona. Internacionalizar los derechos humanos es hacer exigible en virtud del derecho internacional público que todo estado reconozca derechos a todos los hombres, también porque el hombre es persona.
Los derechos humanos significan una estimativa axiológica en virtud del valor de justicia, que se impone al estado y al derecho positivo.
Nada mejor para concluir que aquella frase de Spencer: “Si es un deber respetar los derechos de los demás, es también un deber mantener los propios”.
¡Feliz Jánuca!¡Jag Jánuca Sameaj!חג חנוכה סמח

*Carlos Braverman (Israel): Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles de Israel. Activista por una coexistencia judeo-árabe mutuamente justa y el altermundialismo. Miembro del Partido Meretz (Partido Socialista de Israel - Tel Aviv). Presidente del Instituto Campos Abiertos (Investigaciones en Ciencias Políticas). Derechos reservados Instituto Campos Abiertos Israel ISBN 965 387 008 9

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