La propuesta es un Israel para todos los israelíes, un Israel para todos sus ciudadanos. Para los electores que llevan en sus corazones los valores de la izquierda: paz, justicia, igualdad, democracia, derechos humanos para todos, feminismo, protección del medio ambiente, separación entre estado y religión. Hablo de una izquierda renovada que defina un nuevo modelo del Estado de Israel, con una sociedad civil participativa. Soy un israelí postsionista, no antisionista.
jueves, 5 de mayo de 2011
Elogio de la metamorfosis, por Edgar Morin
Le Monde 9 de enero del 2010
Cuando un sistema es incapaz de resolver sus problemas vitales, o se degrada y desintegra o es capaz de sucitar un metasistema a la altura de sus problemas, es decir, opera una metamorfosis. El sistema Tierra es incapable de organizarse para lidiar con sus problemas vitales: amenazas nucleares que se agravan con la disemación y acaso la privatización del arma atómica; degradación de la biósfera; economía mundial sin regulación verdadera; regreso de las hambrunas; conflictos etno-político-religiosos tendientes a degenerar en guerras de civilización. La amplificación y aceleración de todos estos procesos pueden ser consideradas como el desencadenante de un formidable feed-back negativo, proceso por el que se desintegra irremediablemente un sistema. Lo probable es la desintegración. Lo improbable pero posible es la metamorfosis. ¿Qué es una metamorfosis? Hay inumerables ejemplos a nuestros ojos en el reino animal. La oruga que se encierra dentro de la crisálida comienza un proceso simultáneo de autodestrucción y autorreconstrucción, según una organización y forma de mariposa, diferente de la oruga pero siendo y permanceciendo ella misma. El nacimiento de la vida puede ser considerado como la metamorfosis de una organización físocoquímica que, llegado un punto de saturación, creó una metaorganización viva lacual, conservando los mismos componentes físicoquímicos, ha producido calidades y cualidades nuevas. La formación de sociedades históricas en Medio Oriente, India, China, México y Perú constituye una metamorfosis que, a partir de un agregado de sociedades arcaicas de cazadores-cultivadores, produjo las ciudades, el estado, las clases sociales, la especialización del trabajo, las grandes religiones, la arquitectura, las artes, la literatura, la filosofía. Para bien y para mal: también produjo la guerra y la esclavitud. A partir del siglo XXI se plantea el problema de la metamorfosis de las sociedades históricas en una sociedad-mundo de un nuevo tipo, que englobaría a los estados-nación sin suprimirlos. Porque la continuación de la historia, es decir de las guerras entre estados que disponen de armas ultradestructivas conduciría seguramente a la cuasi-destrucción de la humanidad. Mientras que para Fukuyama las capacidades creadores de la evolución humana se agotaron con la democracia representativa y la economía liberal, nosotros devemos pensar que, al contrario, es la historia la que se ha agotado, y no las capacidades creadoras de la humanidad. La idea de metamorfosis, más rica que la idea de revolución , conserva la radicalidad transformadora, pero también vinculada a la conservación (de la vida, de la herancia de las culturas). ¿Cómo cambiar entonces de vía para encaminarnos hacia la metamorfosis? A pesar de que es posible corregir algunos de sus males, parece prácticamente imposible frenar la ola tecno-científico-económico-civilizacional que conduce el planeta al desastre. Y sin embargo la historia humana frecuentemente ha cambiado de vía. Todo comienza siempre por una inovación, un nuevo mensaje desviado, marginal, modesto, frecuentemente invisible para sus contemporáneos. Así han comenzado las grandes religiones: budismo, cristianismo, islam. El capitalismo se desarrolló como un parásito de las sociedades feudales para alcanzar finalmente su esplendor y, con la ayuda de las monarquías, acabar con la monarquía. La ciencia moderna se formó a partir de unos cuantos espírituos desviados, Galileo, Bacon, Descartes, para después crear sus redes, sus acociaciones e infiltrarse primero en las universidades del siglo XIX, luego en las economías y los estados del siglo XX para convertirse así en uno de los cuatro potentes motores del transbordador espacial Tierra. El socialismo nació en unos cuantos espíritos autodidactas y marginales del siglo XIX para convertirse en una formidable fuerza histórica en el XX. Hoy hay que volver a pensarlo todo. Hoy, todo está por recomenzar. En realidad, sin que nos hayamos dado cuenta, todo ha recomenzado ya. Estamos en la etapa de los comienzos modestos, invisibles, marginales, dispersos. Porque la ebullición creativa ya existe en todos los continentes, la multitud de iniciativas locales que buscan la regeneración económica o la política o la cognitiva o la social o la ética o la reforma de la vida. Estas iniciativas no se conocen unas a otras, las administración no las ha censado, los partidos político no se han dado por enterados. Pero son ellas el verdadero vivero del futuro. Hay que reconocerlas, hay que censarlas, cotejarlas, repertoriarlas y conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores. Son estas vías múltiples las que podrán, si se desarrollan conjuntamente, conjugarse para formar la vía nueva, la que nos llevará hacia la todavía invisible e inconcebible metamorfosis. Para elaborar las vías que confluirán hacia la Vía, nos hace falta deshacernos de las alternativas necias a las que nos confinan el conocimiento y el pensamiento hegemónicos. De este modo es necesario a la vez mundializar y desmundializar, crecer y decrecer, desarrollar y intrarrollar. La orientación mundialización/demon-dialización significa que, si bien hace falta multiplicar los procesos de comunicación y planetarización culturales, si bien hay que constituir una consciencia de “tierra-patria”, hay también que promover de manera desmundializante la alimentación de cercanías, el comercio de cercanías, la horticultura de zonas conurbadas, las comunidades locales y regionales. La orientación “crecimiento/decrecimiento” significa que impulsar el crecimiento de los servicios, las energías verdes, los transportes públicos y la economía plural, social y solidaria, la remodelación huamana de las megalópolis, la agricultura y ganadería bioecológica, pero detener el crecimiento de la intoxicación consumacionista, la comida industrializada, la producción de objetos deshechables y no reparables, el tráfico de automóviles y camiones (en beneficio, por ejemplo, de las “autopistas por vía férrea” [ferroutage]).La orientación desarrollo/intrarollo significa que el objetivo fundamental no es el desarrollo de bienes materiales, de la eficacia, de la rentabilidad, de lo calculable, sino también el retorno de cada uno a sus necesidades interiores, el gran retorno a la vida interior, al privilegio de la comprensión del otro, del amor, de la amistad. No basta con denunciar. Tenemos también que enunciar. No basta con recordar la urgencia. Hay también que comenzar a definir las vías que conducen a la Vía. A eso es a lo que intentamos contribuir. ¿Hay motivos para la esperanza? ¿Cuáles son? Formulemos aquí cinco principios de esperanza: 1. El surgimiento de lo improbable. Así, en dos ocasiones la modesta Atenas resistió victoriosamente a la formidable potencia persa cinclo siglos antes de nuestra era, hecho altamente improbable que permitió el nacimiento de la democracia y la filosofía. Igualmente inesperadas fueron el congelamiento de la ofensiva alemana frente a Moscú en el otoño de 1941 y la improbable contraofensiva de Jukov el 5 de diciembre siguiente, seguida el 8 por el ataque japonés a Pearl Harbor que precipitó la entrada en guerra de los Estados Unidos. 2.- Las virtudes generadoras/creadoras inherentes a la humanidad. Así como en los organismos humanos adultos, donde existen células madre dotadas de aptitudes polivalentes (totipotentes) propias a las células embrionarias pero inactivas, así existen en el ser humano, en la sociedad humana virtudes regeneradoras, generadoras, creadoras que se encuentran inhibidas, en estado de hibernación. 3.- Las virtudes de la crisis. Al mismo tiempo que las fuerzas regresivas y desintegradoras, la crisis planetaria de la humanidad despierta a las fuerzas generadoras y creadoras. 4.- Las virtudes combinatorias del peligro: “ahí donde crece el peligro crece también lo que nos salva”. La oportunidad suprema es inseparable del riesgo supremo. 5.- La aspiración multimilenaria de la humanidad a la harmonia (paraíso, luego utopías, luego ideologías libertaria/socialista/comunista, luego aspiraciones y revueltas juveniles de los años 60). Esta aspiración renace en la ebullición de iniciativas múltiples y dispersas que podrían nutrir las vías reformadoras, destinadas a confluir en la vía nueva. La esperanza estaba muerta. Las generaciones viejas se han desengañado de las esperanzas falsas. Las generaciones jóvenes se desesperan porque ya no existe una causa común como las de antes, como la resistencia ante la segunda guerra mundial. Sin embargo nuestra causa contenía en ella misma a su contrario. Como dice Vassili Grossman refiriéndose a Stalingrado: la más grande victoria de la humanidad era al mismo tiempo su más grande derrota, pues el totalitarismo estalinista salió vencedor. La victoria de las democracias restablece de golpe su colonialismo. Hoy en día tenemos una causa sublima, sin equívocos: salvar a la humanidad. La esperanza verdadera sabe que ella no es una certeza. Es la esperanza: no el mejor de los mundos: sólo un mundo mejor. El origen está frente a nosotros, decía Heidegger. La metamorfosis sería efectivamente un nuevo origen.
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