500.000 personas hacen un viaje de 5.000 km cruzando Méjico hacia Estados Unidos,
toman una media de 8 trenes de mercancías,
proceden de 4 países centroamericanos.
De ellos 10.000 son secuestrados en alguna parte del camino,
sólo en seis meses,
son cifras estimadas.
1 o 2 bastarían para ser noticia en otras partes del planeta,
pero estos migrantes sólo importan para quienes aprendieron a convertirlos en mercancías.
Secuestros que aportan 25 millones de dólares al crimen organizado,
y putas que trabajan gratis,
y muertos cuando no hay nadie que pague.
Los secuestrados no denuncian,
¿para qué?
Un camino en busca del sueño americano,
que les arrebata más de lo que ya perdieron en sus países,
algún miembro,
la dignidad,
la vida.
Y en el camino, algunas esperanzas que aparecen en forma de mujeres que hacen comida y la llevan a los trenes y la reparten sin cobrar nada, y algún cuerdo que, en medio de la barbarie, decide acoger y ayudar a los migrantes.
Y una pregunta que se queda molestando en la cabeza,
¿Les pasará algo parecido en su viaje a los subsaharianos que llegan a España?
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