La propuesta es un Israel para todos los israelíes, un Israel para todos sus ciudadanos. Para los electores que llevan en sus corazones los valores de la izquierda: paz, justicia, igualdad, democracia, derechos humanos para todos, feminismo, protección del medio ambiente, separación entre estado y religión. Hablo de una izquierda renovada que defina un nuevo modelo del Estado de Israel, con una sociedad civil participativa. Soy un israelí postsionista, no antisionista.
viernes, 3 de junio de 2011
La construcción del Otro: identidad e inmigración en la historia argentina por Estela Erausquín
1“En el comienzo fue el Otro” podría decirse de América desde la llegada de los europeos al ‘nuevo’ continente en 1492. Para Europa, el Otro americano va a ser elemento esencial de reflexión y de progreso. Los europeos, por su parte, también son el Otro para los nativos. Sin embargo, la visión del aborigen sobre los extranjeros que llegan a su tierra no queda registrada sino en la pluma de algunos testigos europeos, como la del sacerdote Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566). La historia de América y de sus pobladores iniciales, pasa a formar parte de la historia de Europa y sus conquistas, donde el mundo indígena es visto como atraso, barbarie. Un mundo que debe ser “civilizado” y, sobre todo, cristianizado.
2Algunos eruditos piensan, con todo, que el indígena americano ofrece al conocimiento empírico, un acceso al pasado virginal del mundo. El mito del buen salvaje inspira, de este modo, la teoría optimista sobre la inocencia originaria de la humanidad, corrupta por la civilización (el hombre es bueno, pero la sociedad arruina su bondad). Si esta teoría encuentra seguidores importantes, en la práctica el indígena será, sometido,’civilizado’ contra su voluntad y para ‘su bien’. Todos se empeñan en esta tarea: poder político, ejército, iglesia. Sin embargo, esta misión “civilizadora” no se cumple nunca del todo: el mundo indígena resiste.
3Durante los siglos de la colonia, la estratificación social se funda en una pigmentocracia, donde los blancos dominan, aunque ellos mismos se dividen en dos estratos bien diferenciados: los peninsulares y los criollos (blancos y mestizos nacidos en América). Esto indica que la situación social y el poder económico no sólo estaba determinada por el color de la piel. Los criollos americanos “descendientes directos de los españoles, de sangre pura [aunque] modificados por el medio y por sus enlaces con los mestizos que se asimilaban, eran los verdaderos hijos de la tierra colonizada y constituían el nervio social” en palabras de Mitre (Historia de San Martín: 44). Pero no podían, sin embargo, aspirar a ningún cargo administrativo en la península ni tampoco en la tierra donde habían nacido. Tampoco podían ejercer libremente el comercio. Esta situación común del criollo, personaje entre dos mundos en todas las latitudes, es denunciada por Bolívar en su Discurso ante el Congreso de Angostura en 1919:
Americanos par nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado.
4Del sufrimiento de esta discriminación nacerá la reivindicación de derechos a la hora de la independencia. Los americanos se consideran con prerrogativas para reclamar ventajas por el sólo hecho de su nacimiento. La situación se invierte: mientras que se debe tratar de perdonar las faltas cometidas por los americanos, las nuevas autoridades son implacables con las que cometen los españoles. Un ejemplo elocuente de esta nueva actitud de «discriminación positiva» se halla en el «Plan de Operaciones» de Mariano Moreno (1810):
todos los verdaderos patriotas cuya conducta sea satisfactoria, y tengan dado de ella pruebas relevantes, si en algo delinquiesen que no sea concerniente al sistema, débese siempre tener con éstos una consideración, extremada bondad; en una palabra, en tiempo de revolución, ningún otro [crimen] debe castigarse, sino el de infidencia y rebelión contra los sagrados derechos de la causa que se establece; y todo lo demás debe disimularse.
5La patria, ese lugar de nacimiento accidental, fundamenta la ideología de la independencia nacional. Por ese motivo, los americanos son intercambiables y pueden luchar contra España en cualquier parte del continente. España es, para todos, la gran enemiga, que se ha aprovechado de la riqueza de sus hijos: « la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra» denuncia Bolívar en 1815 (Carta de Jamaica).
6Al renegar de su pasado ibérico, los criollos vuelven su mirada hacia su suelo y enarbolan, frente a España, un pasado heroico encarnado en los héroes primigenios que se habían levantado contra los conquistadores: los bravos Incas, Mayas o Aztecas. Sin embargo, estas figuras heroicas del pasado, no son sino figuras retóricas. Ese Otro ideal, originario, no es sino un arma ideológica contra España. En búsqueda de raíces, algunos criollos prefieren evocar la identidad republicana de la antigua Roma o el sistema representativo de la Grecia clásica. Pero, los intentos de construcción de una filiación europea o un pasado, fuera de España, son sólo artificios de lucha.
7Para separarse de España, los criollos tratan de elaborar el mito de la unidad de territorio, de la gran patria americana, junto con el de David y Goliat: Colonos de la España, hemos sufrido con paciencia y con fidelidad, las privaciones consiguientes a nuestra dependencia» afirma Mariano Moreno en La Gaceta del 25 de septiembre de 1810. La arrogancia del español frente al criollo es reprochada por el mismo Moreno: «El español que pisaba [América] era noble desde su ingreso, rico a los pocos años de residencia, dueño de los empleos». Gracias a la independencia, los americanos son libres mientras que «El curso de las vicisitudes humanas reduce a la España a la esclavitud». Frente a un «nosotros» nacional, colectivo y coherente, se estigmatizará al extranjero, enemigo de la patria americana.
8Frente a una España oscurantista, se levanta el modelo liberal inglés o estadounidense. El liberalismo es símbolo de progreso y modernidad, es el Otro ideal. La propuesta liberal implica ruptura, cambio y abandono de la tradición hispánica en las leyes y en las costumbres para establecer en su lugar un modelo inspirado en el positivismo inglés y el iluminismo francés. Paul Ricoeur (2000: 397) explicita magistralmente lo que implica este distanciamiento con respecto al pasado:“...la idea de progreso no se limita a sugerir la de una superioridad a priori del porvenir - o más exactamente de las cosas por venir-sobre las cosas pasadas. La idea de novedad, “tiempos nuevos”... implica, por lo menos, una depreciación de los tiempos anteriores... y, cuanto más, una denegación equivalente a una ruptura.” [Mi traducción].
9El Otro no es sólo el modelo a remplazar (la atrasada España) o a evitar (la barbarie indígena), sino el modelo a seguir (el liberalismo del norte). El liberalismo, símbolo de progreso, es un objetivo que se vuelve posible gracias al triunfo de la teoría optimista sobre la perfectibilidad del ser humano y la sociedad (presente a partir del siglo XVIII).
10En Argentina, la confianza en el progreso marcará la acción de los llamados proyectistas: Alberdi. Oigamos a Mitre:
Si la América del Sur no ha realizado todas las esperanzas que en un principio despertó su revolución, no puede decirse que haya quedado atrás en el camino de sus evoluciones necesarias en su lucha contra la naturaleza y con los hombres, en medio de un vasto territorio despoblado y de razas diversas mal preparadas para la vida civil. Está en la república posible, en marcha hacia una república verdadera.
11En la república Argentina, precisamente, los pobladores criollos, una vez asentados en el poder, mantendrán la negación de la España imperial y conservarán largo tiempo, el modelo del Otro ideal de la Europa del norte. En función de esta perspectiva, el empeño de la elite, comerciantes, intelectuales, políticos-y al mismo tiempo estrategas y generales-, consiste en definir y construir un ideal de identidad. Este propósito se advierte en el pensamiento y la acción de los héroes nacionales más conspicuos: Moreno, Belgrano, Rivadavia, Alberdi, Mitre, Sarmiento.
12Para la ‘civilización’ del territorio argentino, el Otro que se debe desplazar, luego del triunfo sobre los españoles, será el indígena, primero y el gaucho después. En la construcción de la identidad nacional, el indio es excluido, mediante su sometimiento o su eliminación física (consumada en la Campaña al Desierto del general Roca) Esta eliminación se opera también en el orden simbólico. El indígena resulta prácticamente eliminado de la historia oficial. La Argentina moderna aparece, en los textos de escuela, como un país sin indígenas. En cuanto al gaucho, representado en las montoneras de los caudillos provinciales, también es sometido. Pero, a diferencia del indígena, se lo integra al ‘folklore’, como elemento de un pasado romántico e inocuo.
13Al mismo tiempo que se elimina la barbarie indígena y se descalifica al gaucho, poco trabajador, peleador e itinerante, la élite argentina es consciente de la necesidad de cultivar la tierra, de poblar el país. Para tal fin, busca atraer al Otro ideal, al inmigrante europeo, el ciudadano de la Europa del norte, que es considerado como el necesario elemento de progreso. Se espera del inmigrante que reemplace a la barbarie indígena y a la haraganería gauchesca. El inmigrante es quien, al poblar el país, lo irá asemejando a los países más desarrollados.
14Sin embargo, el inmigrante no vendrá de la Europa del norte sino de la Europa del sur. Además, la inmigración masiva de principios de siglo XX, se concentra en las ciudades y, principalmente, en la capital. Gran número de inmigrantes se convierte en la mano de obra de las nuevas fábricas y forman parte de la masa obrera politizada. Desde fines del siglo XIX Argentina conoce muchos conflictos sociales. Las reivindicaciones obreras unidas a las crisis económicas, van a aumentar la desconfianza de la oligarquía frente a los recién llegados. Al poco tiempo, el inmigrante se convierte en el Otro peligroso que la élite gobernante (gobierno y grupos de poder) va a temer y combatir.
15Los movimientos de protesta más importantes se producen bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen (1916-1922), primer gobierno democráticamente electo. En 1919 una huelga desencadenada por obreros metalúrgicos, es sofocada por la policía. Si bien la represión del gobierno es eficaz, los grupos tradicionales también se arman para defender sus privilegios. Surgen entonces grupos parapoliciales: la Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina. Durante «la semana trágica» no está solamente en manos de las fuerzas del orden. Los grupos de choque de la derecha anticomunista hacen irrupción, atacando por igual a activistas y a comerciantes del barrio judío (muchos de origen ruso): «Los comunistas y los judíos eran fácilmente asimilables. Se reforzaba así las tendencias antisemitas con el miedo al comunismo./.../ Un aumento del antisemitismo se observa en Argentina a fines de la primera guerra mundial» (Weil: 49-50). [Mi traducción]
16La reacción frente al inmigrante forma parte de la ideología conservadora de corte nacionalista de comienzos de siglo. Un grupo minoritario de jóvenes provenientes de las familias más antiguas, quiere establecer una diferencia genealógica frente al «gringo», al «gallego», al «turco», al «judío». De este modo, mediante un movimiento de cierre cultural, «inventan» la tradición: el pasado del gaucho en la pampa, por ejemplo. Esa referencia identitaria es excluyente y les permite instituir el derecho a controlar el territorio y a ocupar un rango social superior. Junto con el origen familiar español y criollo, se reivindica el valor tradicional del catolicismo.
17En 1930 el nacionalismo parece triunfar cuando un golpe de estado pone en la presidencia al general José Evaristo Uriburu. Uriburu está rodeado de jóvenes militantes ‘nacionalistas’ que colaboran en la revista La Fronda y luego en La Nueva República, fundada en 1927. El grupo aboga por un gobierno autoritario, corporativista y, sobre todo, antidemocrático, porque la democracia permite el gobierno de la ‘chusma’ ignorante.
18Dado su voluntario elitismo, las ideas de los grupos nacionalistas de los años veinte y comienzo de los treinta apenas circularon fuera del pequeño núcleo de simpatizantes ya ganados a la causa. Sin embargo, el ideario nacionalista penetra sutilmente en la sociedad argentina gracias a los escritores más populares de la época: Manuel Gálvez y Hugo Wast (seudónimo de Gustavo Martínez Zuviría). Sus escritos (novelas, ensayos, discursos) explicitan la posición del nacionalismo frente al Otro.
19Estos autores forman parte del mismo grupo social que los jóvenes nacionalistas de La Nueva República y comparten muchos de sus puntos de vista. Para estos hijos de antiguas familias españolas venidas a menos, el nacionalismo es un fenómeno ‘hereditario’. Ellos se consideran los descendientes de los primeros españoles que aportaron la religión y la tradición ibérica al nuevo mundo pagano. Esta posición la ilustra cabalmente Martínez Zuviría en uno de sus discursos como hombre público, a través de una cita de Menéndez y Pelayo ( Historia de los Heterodoxos Españoles):
Sólo en {la unidad de creencia} adquiere un pueblo vida propia y conciencia unánime; sólo en ella se legitiman y arraigan las instituciones.../.../ España, evangelizadora de la mitad de la orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio (...) ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra (Discursos, 1938: 37-38).
20Martínez Zuviría militó de joven en el Partido Demócrata Progresista, un partido ‘liberal’ y en los años 30, mientras que los nacionalistas propugnan el corporativismo, él defiende tesis económicas liberales en su libro Naves Oro Sueños. A pesar de esta diferencia importante, Wast va a ser apoyado por los nacionalistas (cf. la revista católica Criterio) que lo reivindican como uno de los suyos. Esta defensa de Martínez Zuviría se funda en la militancia católica sin falla del autor. Para los nacionalistas, los de entonces y los posteriores, como Zuleta Álvarez (1975: 184-185) lo más importante de Martínez Zuviría es su catolicismo militante, sus declaraciones patrióticas, el ambiente vernáculo de sus novelas y, por supuesto, su antisemitismo.
21Los partidarios del nacionalismo reaccionario de los años 30 también reivindican a Gálvez, autor profundamente católico y admirador, como los nacionalistas de entonces, del fascismo italiano. En 1934 Gálvez publica una serie de artículos pro-facistas en La Nación, bajo el título Este pueblo necesita... Esos artículos aparecerán reunidos en un libro que se edita el mismo año con idéntico título (sobre este libro, cf. Erausquin, “La tentación fascista en Argentina”, 2001:99-113).
22Mientras que Gálvez apela formalmente al patriotismo en Este pueblo necesita..., Martínez Zuviría expresa su posición en el mismo sentido a través de sus ensayos publicados, entre 1931 y 1934. Estos escritos, agrupados bajo el título «El becerro de oro» reaparecerán en su libro Nave, oro, sueños, impreso en 1936. En su análisis de la crisis económica mundial Martínez Zuviría concluye que la culpa la tienen quienes acaparan el oro: «¡Ay! Los que primero sintieron venir la ola de pánico son los únicos que ahora poseen el oro, y lo esconden o lo guardan bajo siete llaves, justo premio a la prudencia, tal vez al egoísmo o a la astucia» (N.O.Sueños: 300-301). En este libro de ensayos, los judíos no son explícitamente mencionados. En cambio, en su novela El Kahal-Oro, Wast explica que la crisis se debe a una conspiración judía que pretende acaparar el oro del mundo para... destruir vengativamente a los cristianos. Según Hugo Wast, la aparición de las ideologías modernas, como el socialismo y el comunismo, enemigas de la Iglesia católica, es una prueba contundente de la acción devastadora de los judíos. La ciencia económica, fundamentada en el materialismo dialéctico -creación del judío, Karl Marx- es una de las armas que emplean los siniestros conspiradores (K.O: 23).
23La producción de Manuel Gálvez y Hugo Wast en los años 30, nos permite, además, observar distintas facetas de una sociedad en crisis. En ese momento difícil, parte de la población -que se identifica con estos autores - mira desconfiada la gran masa de inmigrantes pobres, a menudo militantes políticos de izquierda. En su libro FORJA Una aventura argentina, Miguel Ángel Scenna ofrece una descripción pintoresca de esta mirada y de la época: «El que reclamaba cincuenta centavos más de jornal diario era ‘comunista’./.../ Como sentenció el mismo Discépolo fue una falta de respeto, un atropello a la razón. Años de mishiadura sin remisión, en que la honradez se vendía al contado y a la moral la daban en moneditas. Grandes escándalos, enjuagues, estafas millonarias. La moral tocó fondo en la Década Infame» (Scenna:109).
24Para algunos el inmigrante judío era aun más extranjero que los otros inmigrantes. Dice al respecto Antonio Pérez-Prado (1973) en su libro sobre los gallegos y Buenos Aires:
El judío europeo -el ruso, en general - era el más extraño; su idioma el más bárbaro, su religión distinta, incomprensible, sangrienta y satánica, matadora de Cristo. Su aspecto físico el más alejado, y en el lápiz de los dibujantes, llevado a crueles generalizaciones. Lino Palacios (Divito) me dijo que si tuviera que representar a un judío lo haría con torva nariz ganchuda, grandes y separadas orejas, gordos labios vueltos y, además, sastre y corriendo a un deudor. (Pérez-Prado: 193-4).
25En Argentina, el judío es un grupo racial con características físicas distintivas. Esta impresión de diferencia física notable, hace pensar que la opinión de Tzvetan Todorov cuando afirma que “...los “semitas”, a diferencia de los negros, no poseen características comunes llamativas (de ahí la necesidad, durante el régimen nazi, de que lleven la estrella amarilla)”(Todorov:119) [Mi traducción] no es válida, al menos, en Argentina.
26Martínez Zuviría, por su parte,, hace un llamando en sus ensayos y en su novela Kahal-Oro, al pueblo (católico) para combatir sin descanso la amenaza judía. Se trata de un combate «por la fe, por la familia, por la patria». Esta trilogía, con menor carga antisemita, es también invocada por Gálvez en sus obras de ficción y en sus artículos. Nada es posible fuera de esta trilogía cuyos componentes adquieren un “valor absoluto”. Nuestro lugar está en el seno de la nación y de la religión. La convergencia de nación y religión se produce con toda naturalidad allí donde nación y religión se unen, es decir, en la familia.
27No debemos olvidar que el catolicismo no era simplemente un aspecto de la vida de estos autores: era su vida misma, su vocación primera. Por consiguiente, no se trataba sólo de escritores católicos comprometidos, sino de verdaderos cruzados, para quienes no había sino una verdad: la suya. El hecho de otorgarle valor absoluto a la Religión y a la Patria los lleva a adoptar una posición claramente maniquea que excluye la diferencia y, por lo tanto, cuestiona el derecho a la existencia del Otro. Para esta concepción, el Otro no es simplemente diferente sino que es lo opuesto, la negación del YO ideal. El Otro es el enemigo maléfico que se debe destruir o tratar de redimir, mediante la conversión, de la condena eterna, hacia donde marcha inexorablemente porque no sigue el buen camino, el único posible.
28Manuel Gálvez y Hugo Wast se deslizan de este modo, como tantos otros antes y después de ellos, del terreno ontológico (la constatación de la diferencia) al terreno axiológico (la afirmación de una jerarquía a partir de esta diferencia). En esta línea de pensamiento, los Otros no son sólo distintos sino peores. El Otro ideal es el “ser nacional” puro. Estos autores, como todos los nacionalistas, son portavoces probablemente sin saberlo, de una tradición muy antigua que asimila el Otro a lo negativo, a lo imperfecto. Una descripción de los europeos desde el punto de vista de jóvenes nacionalistas reproduce conocidos estereotipos, a partir del rechazo de cualquier posible inmigrante:
- ¡Desastre los europeos! Los franceses atrasados y maricas; y no se bañan. Y, además, piensan dos horas antes de gastar cinco centavos. Los gallegos tampoco se bañan y son brutos. /.../ El italiano es falso, teatral. Los alemanes repugnan por lo groseros. Los ingleses... tienen la virtud de que se bañan... Pero no hay personas más indiferentes...aburridas y mal educadas. Cada inglés se cree dueño del mundo y desprecia a los que no son ingleses. /.../ Los rusos de antes de la guerra eran grandes tipos. Pero los de ahora son vulgares patanes, materialistas y estadísticos...(Hombres en Soledad: 198).
29A partir de los prejuicios propios de un pensamiento maniqueo se instaura una «lógica de la diferencia”: por un lado estoy yo y lo que yo represento y por otro lado están los que no son como yo. En este caso, como el argentino encarna el Bien, que es único y Absoluto, el Otro, es el agente del Mal. El Otro no sólo es peor que yo, es fundamentalmente, mi enemigo.
30Para los nacionalistas, aquéllos que no aceptan la asimilación natural entre religión y catolicismo quedan fuera del buen camino, de lo justo y lo normal. El no creyente, el socialista, el comunista ateo, el indígena, el Judío, representan al Otro. Es deber de todo buen católico combatirlos para evitar que perseveren en el mal, para que reconozcan su error, pidan perdón por sus pecados y por fin, se conviertan. Este es el objetivo final expresado en las obras de estos autores.
31Por lo que concierne a la Patria, el extranjero es obviamente el Otro del argentino nacionalista: personifica la negatividad con respecto al Ser Nacional. Se trata de inmigrantes que, sin haber participado en los combates por la nación, ni compartido los ideales que caracterizaron la época de organización nacional, vienen a aprovechar los recursos del país y minar los valores de la tradición. El extranjero, como en la ‘payada’ final de Santos Vega, es el Diablo.
32Para Hugo Wast, profundamente antisemita, el extranjero Judío representa al Anticristo que se propone destruir el mundo cristiano y que por supuesto actúa de manera embozada en Argentina (que él llama futura Babilonia). El antisemitismo en Gálvez, por su parte, es más bien producto de prejuicios tradicionales y correspondería a lo que el sociólogo Gino Germani califica de «antisemitismo tradicional». Para este autor «se trata de la aceptación pasiva de ciertos estereotipos que son bastantes comunes en el grupo en que uno vive» (Germani:472-3). Es cierto que su antisemitismo se vislumbra apenas en la ficción y que Gálvez defiende públicamente a sus amigos judíos. Pero su posición contra la inmigración judía se expresa en un ensayo de 1935, donde afirma: «Por ahora somos todavía un pueblo latino, pero si no viene un gobierno fuerte, que tenga el coraje de reformar la ley de inmigración, seremos, antes de cien años, un pueblo semita» (La Argentina en nuestros libros: 148). El gobierno argentino pondrá efectivamente trabas a la inmigración judía en los años 40.
33Respecto a la Patria, el indígena es también el Otro. Peligroso, traicionero, solapado. El indio es un infiel sin patria (que criollos y españoles lo hayan expoliado, no es preocupación de los nacionalistas). En la novela El camino de las llamas de Hugo Wast, la heroína exclama refiriéndose a una india: “¡Oh, mi Aguilar, mi Aguilar! ¿Por qué no seré yo como Quilpara? - ¿Qué le envidiás a Quilpara?-¡Ella no tiene patria como vos, como yo! ¡Eso le envidio!». A su vez el teniente Aguilar, en realidad un espía chileno, tiene que reprimir la tentación de huir con la india «hasta las tierras de Arauco, hasta su tribu, donde no existía la idea de una patria con fronteras. (Camino de..:92).
34En la familia, como en la patria, existe el Otro y este «Otro’ es la mujer. Desde la tentación de Eva, que conduce a la pérdida del paraíso terrenal, pasando por los fundamentos teóricos y pseudo científicos que se originan en el seno del aristotelismo, la mujer tuvo siempre (y tiene) en nuestra cultura, los atributos negativos que caracterizan al Otro: carencia e inferioridad. Sin embargo, los tan católicos nacionalistas, no pueden admitir que la mujer sea siempre el Otro totalmente negativo, como lo son el extranjero, el no creyente, el indígena, el judío. Por una vez, se debe admitir la ambivalencia del Otro. La mujer lleva en sí misma ‘la posibilidad’ de abandonar su alteridad. Fue madre de Dios y su papel en la sociedad es el de ser soporte del hogar. Sobre ella se apoya la continuidad y la cohesión de la familia. Esta ambigüedad de la mujer (es peligrosa y, sin embargo, ejemplar) la convierte en un misterio insoslayable, en una perpetua incógnita. Aun en su aspecto más positivo, la mujer sigue siendo un enigma.
35En la obra de Hugo Wast, la mujer aparece como una criatura bella, impenetrable, intrépida, caprichosa. Sólo el amor puede subordinarla. En la trilogía religiosa de Gálvez, la mujer no sabe resistir a sus instintos y es a menudo una pecadora perdida, una criatura carente de verdadera conciencia: sus pecados son el resultado de su pobreza de espíritu. Sólo en Hombres en soledad (1938) el autor abandona este esquema simplista. La mujer no es allí ‘mejor’ sino apenas menos extranjera al mundo masculino -que tampoco es ejemplar.
36Estos autores ofrecen, entonces, varias imágenes de la mujer: por un lado, existe la mujer bella y temeraria, de corazón tierno -como las heroínas de las novelas de aventuras de Wast, que pueden hacer soñar pero son poco verosímiles. Por otro lado, en Gálvez, la mujer es una pecadora nata, por su pobreza de espíritu o, como en su novela Hombres en soledad, aparece como un ser sin norte, debido a la disolución de las costumbres, de la ruptura de los lazos familiares en la Argentina moderna. Su independencia la vuelve más sola y vulnerable que nunca.
37Ambos autores tienen dificultad para conseguir un retrato de la mujer real. Pareciera que los principios nacionalistas y religiosos sobre los que se basan no hacen sino reforzar la alteridad de la mujer frente a las características de los personajes masculinos.
38Desde este punto de vista, tanto Wast como Gálvez no hacen sino reflejar una ideología, un estado de ánimo que reacciona frente al Otro (el Extranjero, el Indio, el Judío, la Mujer) rechazándolo. Sin embargo, en el caso de Gálvez el Otro, esta vez impersonal, también va a ser idealizado: se trata de Europa. No deja de sorprender esta postura frente a Europa, por parte de un ardiente defensor de tesis nacionalistas.
39En efecto, Europa no es sólo el “Otro continente”, sino el paraíso mismo «Los argentinos de la clase social más elevada y los intelectuales piensan obsesionadamente en ir a Europa./.../ Fernando Ortiz Echagüe ha escrito que Dios procedió sabiamente al poner el mar entre Buenos Aires y París, porque, si así no fuera, allá se irían todos los argentinos» (HsS: 351-352). La imposibilidad de acceder a ese paraíso provoca entre los argentinos un comprensible sentimiento de insatisfacción y de soledad. Es por eso que «En Europa no se siente como aquí la sensación de soledad/.../ ...porque no hay vacío. Aquí andamos como al borde de un precipicio. Y este vacío de la pampa ha penetrado en todo: en la vida, en la literatura, en la acción, en la política ...» (Hombres en Soledad: 191).
40Manuel Gálvez, que pretendía ser el escritor nacional más significativo de su tiempo, trata de resolver en la ficción los pensamientos contradictorios que están en pugna en su propia vida. En su novela sobre la soledad, el escritor Roig, su alter ego, compara el amor desmesurado por Europa con el adulterio: provoca algo de placer y hondo remordimiento. Vivir en Europa es cometer adulterio, es ser infiel a su país. Para encontrar el equilibrio se debe renunciar a Europa y volver la mirada y el alma a sus raíces, como lo afirma Roig/Gálvez:
-En nosotros los argentinos hay un conflicto, un grave conflicto, entre nuestra idiosincrasia de europeos y la tierra en que hemos nacido y vivido. /.../ Para ser felices, para encontrarnos a nosotros mismos, tendríamos que sumergirnos en ella, como el místico en el seno de Dios. (Hombres en Soledad: 291).
41La visión místico-religiosa de Gálvez deja la esperanza de la salvación en la unidad con el gran Otro, fuera de los “Otros” del mundo sensible. También para Wast la religión es la tabla de salvación. El Otro enemigo puede ser “nacionalizado” por la Gracia, capaz de convertir a renegados y judíos. Para ambos autores, la escritura es un arma de combate y tiene una misión religiosa. En tal sentido, son prelados laicos y sus novelas son necesariamente ejemplares. La cruzada de estos autores por la fe, por la patria, por la familia es también una cruzada contra el Otro.
42La percepción imaginaria del Otro cambiará en Argentina con el paso del tiempo, a medida que los inmigrantes se asimilen. Nuevos recién llegados de las fronteras cercanas, reavivarán, sin embargo, los fantasmas del nacionalismo conservador y reaccionario. El Otro puede ser siempre, símbolo de lo temido. Por otra parte, el Otro ideal, representado por el habitante del norte (Europa, Estados Unidos), no pierde nunca valor y se ve alentado por los nuevos medios de comunicación y de consumo. Gran número de argentinos, hijos de inmigrantes conserva intacta la “nostalgia” de Europa, como se advierte en la literatura y en el cine producido en tiempos recientes. La represión sufrida en los años 70 y las recurrentes crisis económicas, siguen alentando el regreso a los lugares de donde salieron padres o abuelos en búsqueda de un futuro mejor. Con una identidad de eternos migrantes, pareciera que los argentinos no pueden dejar de considerarse “europeos en exilio”.
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ZULETA ÁLVAREZ, Enrique. El nacionalismo argentino, Tomo I, Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1975.
Para citar este artículo
Referencia electrónica
Estela Erausquín , « La construcción del Otro: identidad e inmigración en la historia argentina », Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM , 4 | 2002 , [En línea], Puesto en línea el 13 mai 2005. URL : http://alhim.revues.org/index477.html. consultado el 03 juin 2011.
Autor
Estela Erausquín
Université Paris IV-Sorbonne
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