jueves, 14 de febrero de 2013

No nos confundamos con el Prisionero X por Carlos Braverman


El mundo de los medios de comunicación, salvo las honrosas excepciones, es proclive a lo sensacional, lo misterioso y lo oscuro de ciertos temas.
Los políticos y activistas de los derechos civiles en Israel, somos concretos y en este caso como en otros, certeros en nuestras preocupaciones.
Si el joven en cuestión, suicidado de alguna forma y por algún determinado motivo al parecer, perteneció o no al Mosad, cosa que parece probable es importante sin duda. Si lo era, sabía de qué constaba el juego, debía ser conocedor de su oficio y riesgos.
Para nosotros, los ciudadanos que tenemos en nuestras vidas otras metas, vemos en este affaire como saldo una democracia que se marchita, un sistema que no puede controlar a sus agencias de gobierno y una autocensura de los medios de información que pasa lo razonable. Sumemos a esto el hastío lo suficientemente engorroso que imponen las limitaciones llamadas “tema de la seguridad”, de la prueba del peligro inminente y las dudas que despierta a quién beneficia las órdenes de silencio, para aumentar nuestra preocupación por la salud de nuestro sistema político. Nuestro sistema judicial es sobredimensionadamente defectuoso, salvo el honorable activismo judicial que rellena las ausencias y carencias de un parlamento siempre cojo. La inequidad en la sociedad tiene su base en un estado que la promueve, no en vano somos el país con más desigualdad social de la OCDE. No hablemos de la exclusión y poco fomento de las minorías y una ocupación sin fin que corroe nuestra seguridad existencial. No nos equivoquemos entonces, cuáles son los temas fundamentales, cuando se habla del Prisionero X.
Carlos Braverman
Tel Aviv
14 de febrero de 2013


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