Por: Mirna Sojo
“La dinámica de la lucha exige la práctica de la democracia, de la crítica y de la autocrítica, la creciente participación de las poblaciones en la gestión de su propia vida, la alfabetización, la creación de escuelas y servicios sanitarios, la formación de “cuadros” extraídos de los medios campesinos y obreros y de otras muchas realizaciones que implican una gran aceleración del proceso cultural de la sociedad. Si se considera todo eso, es claro que la lucha por la liberación no es sólo un hecho cultural, sino un factor de cultura”Amílcar Cabral
El camarada Amílcar Cabral, africano natural de Guinea Bissau, líder colectivo de la emancipación de su pueblo durante finales de la década de los 60 y principios de los 70, es parte del acumulado histórico de los hombres y mujeres cuyo referente esta aún vivo hoy.
Hablar de Amílcar Cabral es hablar de la conducción que sobre el pueblo de Guinea Bissau de habla portuguesa ejerció desde una militancia consecuente con los legados ancestrales, luchas históricas por la liberación de la esclavización subyugante de los portugueses en los pueblos africanos, aunque no fue maestro “oficial”, ejerció este oficio desde la sencillez y la pertinencia de quien necesariamente comprende los niveles de dominación ideológica que subyace en un pueblo oprimido, de allí que valoramos sus aportes educativos en tiempos de lucha y que se convierten en legados propicios para nuestra reconstrucción revolucionaria.
Su pensamiento político y educativo iba dirigido a la africanización de su gente, es decir tomar la identidad propia de un pueblo despojado e invisibilizado de su cultura, de su voz y de sus ideas, dominado y vapuleado como todos los pueblos nuestros por los imperios.
Durante la lucha por la liberación colectiva de su pueblo, logró desde la lucha por la liberación, avances muy importantes dentro del plano educativo integrado a la vida social y en plena dinámica de la guerra por la liberación a través del partido PAIG (Partido Africano de Integración de Guinea) que operaba local e internacionalmente y al que logra aglutinar militancia en una causa común y apoyo de gobiernos y pueblos, veamos:
* Los círculos de lectura, espacios propios y donde se desarrollaba la politización del pueblo, la desideologización impuesta por el régimen dominador. Estos círculos eran espacios de debate y lectura, sus maestros gente del pueblo dispuesta a dar la lucha y el reconocimiento de la fuerza propia e insurgente del mismo. Los círculos eran encuentros en sitios sencillos, y donde el proceso de “africanización” como lo denominaba Amílcar Cabral, se definía permanentemente.
* La africanización de los guineanos, donde desmontar al invasor fue tarea titánica del movimiento por la liberación nacional, pero trabajo que dio sus frutos, pues muchos comprendieron a fondo quién era el enemigo y cómo luchar contra él, acercándose al hermano, desarrollándose desde el conocimiento y la acción revolucionaria.
* Las escuelas creadas desde las propias necesidades de la guerra, y después de ésta en el proceso de reconstrucción nacional, eran espacios de trabajo colectivo por la recuperación de la siembra y el consumo de lo que las regiones de Guinea producían (no los que los invasores impusieron), el retome del gusto por sus comidas y alimentos propios, el trabajo útil y productivo en manos de la comunidad y estudiantes unidos en una sola voz por lograr su soberanía alimentaria. Se crearon para ello los almacenes del pueblo, espacios donde el consumo era parte del trabajo y la entrega. En esta experiencia se lograron autosustentar comunidades enteras.
Esta educación que retoma los espacios comunitarios a través de sus escuelas fue la bandera revolucionaria, a mi modo de ver, de este gran pedagogo africano en las esferas de la educación popular, donde sabía que con el sistema educativo del dominador no habría desarrollo alguno, por lo menos en cuanto a los más pobres. Las escuelas creadas desde la necesidad de la revolución trastocaron las lógicas de las escuelas burguesas del dominador portugués (horarios, planes de estudios, entre otras)
La vinculación teoría-práctica se obtenía a través de la siembra y consumo de sus propios alimentos, de allí que la tarea revolucionaria fue pensar en programas más pertinentes en áreas como la historia, geografía, matemática, la sustitución de los textos de lectura, los cuales estaban cargados de las ideas del invasor. Aquí el proceso guineano dio al traste al incorporar el estudio de su propia historia la de la resistencia y sus luchas invisibilizadas, la geografía que emanaba de sus localidades y territorios inmediatos, la necesidad de incorporar al pueblo a la reconstrucción nacional.
En pleno proceso de reconstrucción nacional se crea el programa “la escuela al campo” como parte del desarrollo productivo, el traslado de los estudiantes a las zonas rurales para aprender junto al campesino su trabajo y su vida y a su vez intercambiando con ellos. Esta reciprocidad fue escuela transformadora del momento, las escuelas entonces no hacían ejercicios de agricultura sino era en el campo donde se apostaba a la producción, con esta forma muchas escuelas urbanas contaban con sus “campos agrícolas”.
Debo rescatar de su pensamiento que las escuelas no debían ser grados o estancos en sentido literal, sino un espacio para el crecimiento cultural de todos, en tanto que cultura es la revolución del pensamiento y la acción transformadora de valores que, para la nueva sociedad en construcción, era necesario retomar y fortalecer a través de la educación. Durante la lucha jóvenes y niños, así como viejos, asumieron esta escuela sin tantos mitos sino la lucha por su liberación.
En palabras de Freire: “Nació una verdadera escuela de trabajo vinculada con la producción y preocupada por la formación política, en respuesta a las exigencias misma de la lucha de liberación” (Freire en Cartas a Guinea Bissau p. 27).
Un gran número de guineanos para los años 1974-75 logran incursionar en este modelo educativo producto de su exclusión en edades comprendidas desde los 10 años de edad, donde 258 maestros enseñaban a 14.531 niños y jóvenes. De igual modo la escuela también tenía la misión de formar los cuadros para seguir en la lucha por la liberación nacional.
La formación de maestros fue tarea inmediata de la revolución, la recapacitación de los maestros ya formados, sobre todo estos, últimos los cuales eran de especial atención por cuanto traían en su seno la ideología dominante de los portugueses y su escuela burguesa.
La lucha ideológica fue una tarea desplegada por el partido y las instituciones del gobierno pues se sabían opuestas al desarrollo de la lucha y la liberación.
* La lucha incesante y el reconocimiento del invasor que ocupa y oprime al pueblo fue una de sus trabajos comunicacionales, hacía uso de la radio para comunicar y formar al pueblo guineano.
* Planteaba el “suicidio de clase”: aquellos que creían y asumían la lucha debían ponerse al lado del pueblo y su liberación de manera convincente y práctica. Decía que “la burguesía revolucionaria tiene que ser capaz de suicidarse como clase para resucitar como trabajadora revolucionaria”, identificada con las aspiraciones del pueblo al que pertenece.
* La sencillez y su amor hacia su pueblo oprimido, su respeto hacia el mismo y la recuperación de su dignidad fueron objetivos claros y aspectos que este maestro legó de manera desprendida y práctica.
Pero no sólo se queda allí su pensamiento revolucionario para Guinea Bissau. El desarrollo de la educación de adultos recibe posteriormente apoyo del camarada Paulo Freire (1974), quien con un profundo respeto hacia los desarrollos alcanzados por el pueblo, llega a Guinea con el único propósito de ser un militante más y aportar entre militantes sus experiencias y el intercambio de ideas para seguir creando el sistema educativo de la revolución a partir de lo ya hecho en las zonas que se liberaron durante la guerra.
Freire analizaba que un sistema educativo impuesto por el dominador no podía ser el espacio para implantar otro sistema. Muy por el contrario, reconoció conjuntamente con la dirigencia política de educación el otro sistema desarrollado durante la lucha por la liberación y se fortaleció desde las experiencias de educación popular el reconocimiento de la lucha, es decir el acumulado histórico y sus modelos propios.
Finalizo reflexionando junto con Simón Rodríguez: ¿A dónde iremos a buscar modelos? Si los pueblos abyayalanos, afrodescendientes y africanos (triple AAA). Tenemos los legados, la historia, el desarrollo y las derrotas impuestas a nuestros proyectos añejos e ideales y que, tenemos el deber histórico y político de convertir en victoria definitiva en este momento, no habrá otro.
Escuela Social Rodrigueana Latinoamericana y del Caribe.
Movimiento Pedagógico Revolucionario
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