La opresión femenina ha estado presente en
todas las sociedades de clases hasta la actualidad. Aún más: la opresión de la
mujer deriva de la explotación de clase. Al menos así argumenta el marxismo.
Veamos de qué forma ha planteado el análisis de esta cuestión y las primeras
batallas socialistas por la liberación femenina.
Clase y Género
El análisis marxista en este plano hace una
distinción conceptual entre “Explotación” y “Opresión”. El primero hace
referencia a la extracción de plusvalía a través de la relación salarial; en
cambioOpresión incluye
un conjunto de mecanismos por los cuales el capital obtiene plusvalía de la
población no asalariada. En otros términos, la población oprimida incluye
estudiantes, campesinos, otras fracciones de la propia burguesía y sobre todo
mujeres.
Por supuesto que un concepto no excluye al
otro, o sea la opresión de
la mujer cruza la explotaciónde clase con la
subordinación al varón. Pero aún pueden diferir estas situaciones y la sociedad
capitalista da continuas muestras de ello, pues la mujer burguesa es oprimida y
explotadora y la mujer obrera es oprimida y explotada. Va de suyo así que el
colectivo “mujer” está unido por la opresión, pero dividido por la explotación;
y esto ha generado una multiplicidad de diferentes ramas de feminismo dentro de
un campo de lucha común.
¿Cómo se relaciona “clase” y “patriarcado”?
Aquí los marxistas entienden que la relación de clase modula o define al
patriarcado correspondiente. Es decir, el patriarcado capitalista es diferente
al -por ejemplo- patriarcado feudal porque las relaciones capitalistas de
producción son diferentes a las relaciones feudales de producción. Se entiende
así que esta preeminencia de la relación de clase no se debe a que sea más
gravosa que la opresión de género, sino en el sentido de que la relación de
clase estructura o modula a la otra. Incluso se podría indagar sobre las
imágenes que acompañan o justifican las relaciones de clase y de género.
Durante la Edad Media las prestaciones personales y en especies que los
campesinos debían a la nobleza se reforzaban con una visión del mundo
-cimentada por la Iglesia- que incluía una fuerte imagen de la familia como
espacio sacro, a imagen y semejanza de la iconografía del pesebre. En este
cuadro la madre era asemejada a una virgen sacrificada a la cual el placer
carnal debía resultarle ajeno. Digamos también que el padre era igualado al
apacible José a quien el Espíritu Santo había convertido en un “cornudo”, todo
lo cual significaba -en el medioevo- una explicación teológica del privilegio
de Pernada que el señor feudal tenía sobre sus siervas.
De servidores a servidos
Fue en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y
el Estado (1884) que Engels ofreció la visión más desarrollada
del pensamiento marxista sobre la mujer y la familia, a través de un análisis
que se fundamentaba en las cambiantes relaciones de producción. Su trabajo se
nutrió de los avances antropológicos de la época, sobre todo de los estudios
pioneros sobre la organización familiar de los indios americanos escrito por L.
Morgan, que Marx había apuntado en sus “cuadernos etnográficos” entre 1880 y
1881. El libro de Engels influyó rápidamente sobre la visión que otros
socialistas tenían sobre estas cuestiones. Así por ejemplo, August Bebel
incorporó aquellos avances teóricos a las siguientes ediciones de La Mujer
y el Socialismo, que había publicado por primera vez en 1879 y
que se adelantaba casi un siglo a las discusiones feministas al plantear la
naturaleza anti-sexual del cristianismo, denunciando la doble moral que obliga
a las mujeres a reprimir sus apetitos sexuales.
Más de cien años de avances en la ciencia
tienen que haber modificado muchas afirmaciones de Engels, pero al historizar a
la familia el compañero de Marx rompía la idea según la cual la mujer es la
esclava natural del hombre.
Durante toda una fase de organización comunal
y matriarcado habría preponderado la figura de la mujer, quien vivía con
su gens invitando
a vivir con ella, permanente o temporalmente, a hombres de otras gens.
Incluso si un hombre degradaba a una mujer, aquel podía ser expulsado de la
vivienda comunal. Ahora bien, el cambio en la posición de la mujer resultó de
transformaciones en el modo de producción, con la domesticación de animales y
el desarrollo de la agricultura y la división de funciones que ello generó.
De acuerdo con la división del trabajo en la
familia al hombre le correspondía procurar la alimentación y los instrumentos
necesarios para ello; en caso de separación podía llevarse sus instrumentos
consigo, mientras que la mujer conservaba sus enseres domésticos.
Con la posibilidad de crear excedentes y el
surgimiento de la esclavitud, los hombres que siempre habían sido los dueños de
los medios de producción, cambiaron el arco y la flecha por vacas y esclavos, pasando
entonces de ser servidores a ser servidos. El aumento de riquezas le da al
hombre la posibilidad de ocupar una posición preponderante en la familia y
modificar el orden de herencia establecido: el propietario se transforma en
patriarca.
El surgimiento de la propiedad privada y la
estructura social para mantenerla (familia y estado) ponía a la mujer en
paralelo a un medio de producción: ella produce varones, es decir, mano de
obra. Por lo tanto la mujer tiene un valor económico. Mucho tiempo después Levi
Strauss demostró justamente que la prohibición del incesto tenía que ver con
liberar mujeres para el intercambio en redes familiares de parentesco. Así, la
mujer es propiedad del varón y lleva la marca de ello en el apellido del padre
o de su nuevo dueño, el marido.
El desarrollo de la propiedad privada exigía
la abolición del matriarcado; los hijos del hombre entonces permanecerían con
su propia gens y los hijos de la mujer pertenecerían a la gens del padre; a su
vez la paternidad sería asegurada imponiendo la fidelidad de la mujer. Desde
entonces la familia patriarcal reemplazó al hogar comunal de hermanas. De
hecho para Frederich Engels, el derrocamiento del llamado “derecho materno”
significó “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.
Según Engels el capitalismo habría creado la
primera posibilidad para la liberación de la mujer al incluirla en la
producción social, vale decir en convertirla en asalariada. Sin embargo, iba
creando nuevas contradicciones, pues si una mujer desarrollaba sus tareas en la
esfera privada de su familia, su capacidad de ganarse un salario era limitada,
y si por el contrario, vendía su fuerza de trabajo apenas podría desarrollar
sus tareas familiares. De alguna manera, Engels había reparado en este problema,
cuarenta años antes, en su trabajo La situación de la clase trabajadora en
Inglaterra. Observó entonces que los bebés se enfermaban y
morían de hambre en sus casas, mientras los pechos hinchados de sus madres
perdían leche entre las máquinas de la fábrica. Entre esas mismas máquinas se
llevaban adelante en muchas ocasiones los alumbramientos, dado que las mujeres
trabajaban hasta la hora del parto por temor a perder sus salarios y ser
reemplazadas.
Por lo tanto, Engels creía que si bien el
capitalismo había creado las condiciones para la independencia económica de la
mujer, solo el Socialismo podría crear una nueva forma familiar que se
correspondiera con el nuevo rol social de las mujeres.
Teoría y Práctica
El movimiento obrero europeo tardó en aceptar
el trabajo femenino: así la Asociación de Trabajadores fundada por Lasalle en
Alemania en 1863 excluía a las mujeres del campo laboral argumentando que ello
empeoraba las condiciones materiales de la clase trabajadora. En Inglaterra en
1877 el Secretario del Congreso de Sindicatos de Comercio fue aplaudido cuando
exigió un salario familiar que permitiera que las mujeres regresaran a sus
casas, donde pertenecían. En fin, se multiplican los ejemplos de marxistas que
no aceptaban las ideas de Marx y Engels al respecto en El
Manifiesto Comunista y otros escritos.
Ahora bien, una de las figuras claves por
implementar en la práctica las ideas desarrolladas por Engels y Bebel, fue
Clara Zetkin (1857-1933), dirigente del movimiento Socialdemócrata Alemán.
Militó incansablemente por la organización política de las mujeres y por eso
mismo chocó muchas veces con los dirigentes más conservadores del movimiento
obrero que deseaban excluir a las mujeres de la fuerza laboral para demandar un
salario familiar. Sin embargo, Zetkin fue muy clara en el Congreso fundacional
de la Segunda Internacional (1889): “No es el trabajo femenino lo que lleva a la
baja de los salarios al competir con el trabajo masculino, sino la explotación
del trabajo femenino por parte de los capitalistas que se lo apropian”.
Otro de los puntos más claros de Zetkin fue explicar la opresión femenina en
una clave clasista dado que postulaba una “cuestión femenina”para cada clase
de la sociedad capitalista. De tal modo entendía que las mujeres de clase alta
estaban ante todo preocupadas por la libertad para administrar sus propiedades;
las mujeres de clase media, educadas deseaban educarse y obtener oportunidades
laborales, es decir buscaban la libre competencia entre el hombre y la mujer.
En cambio las proletarias por sus intereses debían unirse a los trabajadores
varones para obtener mejores condiciones laborales para ambos sexos, puesto que
debían trabajar para aportar dinero a sus familias. A pesar de la experiencia
personal de Zetkin con la hostilidad de los dirigentes conservadores que
apuntamos más arriba, ella siguió insistiendo en que la demanda femenina de una
“competencia sin ataduras” era una reivindicación de mujeres de clase media.
Al comenzar el nuevo siglo se establecía una
política oficial para luchar por la plena liberación de la mujer. La Primera
Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas tuvo lugar al mismo tiempo que
el Congreso de la Segunda Internacional de 1907. Entonces se ratificó el
principio del derecho de la mujer al trabajo, la creación de organizaciones
femeninas dentro de los partidos socialistas y la postura a favor del sufragio
femenino.
Bibliografía: Engels, F. El Origen de la Familia, la
Propiedad privada y el Estado. ED. Cs. Ss. 1984// Goldman, W. La Mujer, el
Estado y la Revolución. Política familiar y vida social soviética 1917-1936.
ED. IPS. 2012// Brodsky, J. Eros, Familia y Cambios Sistémicos. Crítica a la
negación de la crisis familiar. ED. Biblos. 2011// Sartelli, E. La Cajita
Infeliz. ED RyR. 2006// Shaikh, A. Valor, Acumulación y Crisis. ED. RyR. 2006.
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