La propuesta es un Israel para todos los israelíes, un Israel para todos sus ciudadanos. Para los electores que llevan en sus corazones los valores de la izquierda: paz, justicia, igualdad, democracia, derechos humanos para todos, feminismo, protección del medio ambiente, separación entre estado y religión. Hablo de una izquierda renovada que defina un nuevo modelo del Estado de Israel, con una sociedad civil participativa. Soy un israelí postsionista, no antisionista.
sábado, 30 de julio de 2011
La memoria indignada diez años después
Por Josep Maria Antentas Y Esther Vivas
Se cumplen ahora diez años de la cumbre del G8 en Génova en julio de 2001, donde se escribió una de las páginas más significativas en la trayectoria del movimiento altermundialista. Las protestas en Génova significaron el momento cumbre de la fase de crecimiento lineal del movimiento altermundialista después del Encuentro Ministerial de la OMC en noviembre de 1999 en Seattle, que representó el inicio de un nuevo ciclo internacional de movilizaciones. Fueron la constatación de que éste había pasado de tener esencialmente una fuerza simbólica a poseer una capacidad de movilización real. Génova llegó poco después de la celebración del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de 2001, bajo la hoy ya famosa consigna de “otro mundo es posible”, cuya pertinencia es aún más evidente en plena crisis global.
El décimo aniversario de las jornadas de Génova llega en un momento donde la Unión Europea está atravesada por fuertes turbulencias y en el que los vientos que han electrizado el mundo árabe desde finales de 2010 soplan cada vez con más intensidad en el viejo continente. Las movilizaciones sostenidas en Grecia y el ascenso del movimiento de las indignadas en el Estado español, sin olvidar la victoria en el referéndum del agua en la misma Italia, son los síntomas más destacados del ascenso de un nuevo periodo de luchas, cuyo reto es internacionalizar y “europeizar” las resistencias emergentes.
Hace una década los acontecimientos en esta ciudad italiana capturaron el imaginario de millones de personas y de múltiples movimientos y luchas sociales de todo el planeta, que se sintieron identificados con el mensaje de crítica radical a la globalización capitalista de unas protestas que vivieron como propias. Las masividad de las mismas, su radicalidad y el elevado nivel de confrontación entre manifestantes y poder, marcaron la dinámica de unos días decisivos, donde el tiempo histórico pareció acelerarse de forma muy intensa al compás de los intentos de los activistas de “liberar” la ciudad, de entrar en la prohibida “zona roja”, y de desestabilizar la cumbre. “Nosotros somos millones, ellos 8” era el sentir general de aquellas que desembarcamos en la histórica ciudad portuaria dispuestos a doblegar a los amos del mundo.
El asesinato del joven Carlo Giuliani en la jornada de acción directa del 20 de julio por un disparo de la policía y el asalto policial a la escuela Díaz fueron los episodios más dolorosos de unas movilizaciones marcadas por una feroz represión. Habilitada como un lugar para dormir y reunirse por parte de algunos manifestantes extranjeros, la escuela Díaz se convirtió la noche del 21 de julio en escenario de una vendetta policial que dejaría tras de sí 63 heridos y decenas de arrestados, ocasionando un gran escándalo político y mediático y un largo proceso judicial.
Génova marcó el inicio de un fuerte periodo de protestas sociales contra el gobierno Berlusconi. Una verdadera generación Genova emergió en Italia, que pasó a ser uno de los epicentros de la lucha global. Junto al altermundialismo, en esta nueva etapa, los sindicatos mayoritarios, y en particular la CGIL, jugarían un rol importante entrando en escena, después de su clamorosa ausencia en la contra-cumbre del G8, con la convocatoria de varias huelgas generales y movilizaciones, aunque sin abandonar su modelo de sindicalismo de concertación.
En parte como resultado de este largo proceso, en abril de 2006 las fuerzas de centro-izquierda llegarían al poder, tras una muy ajustada victoria electoral frente a la derecha liderada por Berlusconi. Sin embargo, los dos años de gobierno Prodi dejaron tas de sí un triste balance en política económica, social y exterior, provocando desánimo, desmovilización y parálisis social... y allanaron el terreno para el regreso triunfal al poder de Il Cavaliere en abril de 2008, quien, muy a su pesar, va a festejar la carnicería de los carabinieri en Génova en pleno ocaso, decadencia y en una atmósfera de final de reinado.
Poco después de los acontecimientos en la ciudad italiana, los atentados del 11S en New York significaron el inicio de un nuevo periodo internacional marcado por la "guerra global contra el terrorismo”. La denuncia contra la guerra tomaría fuerza en el seno de la crítica a la globalización, dando paso al desarrollo del movimiento antiguerra, cuyo clímax fue la jornada internacional del 15-F de 2003, en vísperas del comienzo de la invasión de Irak. A partir de entonces, se entró en una nueva fase marcada por una pérdida de centralidad de las movilizaciones altermundialistas, de su capacidad aglutinadora y de mayor dispersión de las luchas sociales, en un contexto muy defensivo en el conjunto de la Unión Europea, hasta el estallido de la gran crisis del 2008 que ha marcado la escena internacional estos últimos tres años y frente a la cual despuntan ahora las luchas sociales.
Una década después de la cumbre de Génova el ciclo altermundialista ya terminó, pero otro se abre ante nuestros ojos. No es éste un aniversario nostálgico de un movimiento que fue, pero que ya no es. Es un aniversario donde la memoria indignada de aquellas míticas jornadas nos permite recordar el pasado para mirar hacia el futuro, donde el recuerdo del asalto a la “zona roja” se mezcla con las vivencias recientes de las ocupaciones de plazas, las asambleas de barrio y el bloqueo al Parlament de Catalunya. Y donde el sentido recuerdo de Carlo Giuliani no hace sino aumentar la ira y la indignación de quienes, aún con más razón que hace diez años, seguimos defendiendo que “otro mundo es posible” y que “no somos mercancías en manos de políticos y de banqueros”.
Josep Maria Antentas, es profesor de sociología de la UAB. Esther Vivas, forma parte del Centro de Estudis sobre Moviments Socials (CEMS) de la UPF. Ambos participaron en la contracumbre de Génova en 2001.
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