miércoles, 20 de julio de 2011

La autofagia del Partido Popular por Julián Campo Sainz de Rozas


Temas para el Debate nº 141-142, Agosto / Septiembre 2006
Toda acción de gobierno es criticable y no es una excepción la del Gobierno actual. Pero es evidente que la oposición del Partido Popular contra todo, y contra todos, no es la propia del principal partido de la oposición sino que se asemeja a la de un grupo marginal que no espera alcanzar el poder por medio de una mayoría parlamentaria. La radicalidad y el catastrofismo del Partido Popular no solo esta dañando la convivencia en España sino que pone en peligro el futuro del propio partido.
Recientemente en un número de Le Nouvel Observateur dedicado a nuestro país se preguntaban diversos articulistas, por la explicación de la aparente paradoja de que mientras en el exterior la imagen de España es cada vez mejor, con éxitos deportivos, culturales y una imagen política atrevida e innovadora - en un reciente viaje a Italia contemplaba, en las mesas de la librerías, cuatro libros, a cual mas elogioso, dedicados a España y al Presidente Rodríguez Zapatero - en el interior se vive una permanente crispación. Sorprende a los articulistas franceses la contradicción entre la imagen de un país joven que progresa y alcanza liderazgos en ámbitos previamente ignorados; una España desconocida para muchos extranjeros hasta hace bien poco y que lógicamente debería ser un motivo de orgullo para los nacionales; y las fuertes tensiones que se viven en el interior del país , con una política desgarrada, y constantes insultos y descalificaciones en una parte importante de los medios de comunicación, que parece se han aunado con el claro y explicito propósito de proyectar la imagen de una sociedad decadente, un país a punto de romperse sumido en una crisis moral sin precedentes, en flagrante oposición con la imagen externa que se tiene de España.
Para buscar una explicación a esta aparente paradoja es necesario recobrar una parte de nuestra memoria, que parece que se ha perdido. Franco murió en la cama y aunque este hecho se desee olvidar, es una realidad que queramos o no condiciona nuestro presente. Que muriese en la cama quiere decir que no fue derrocado por ninguna revolución ni movimiento popular, y que una parte importante de la población del país era franquista, es decir, antidemocrática. Desde la izquierda y el liberalismo burgués hemos llegado a creer, con el paso de los años, que todos los españoles eran antifranquistas y fervientes demócratas. No es cierto, ni lo eran ni lo son. Para bastantes personas, aun hoy, la democracia es un sistema que les repugna y causante de todos los males de la patria. No es fácil hacer estimaciones precisas, pero en España existe un importante residuo antidemocrático que, por las razones anteriormente expuestas, probablemente es algo superior al que puede haber en Francia e Italia, y oscilaría entre un quince y un veinte por ciento de la población. Con el paso del tiempo muchos franquistas han muerto, pero se han regenerado en sus propios hijos, que aunque cronológicamente no pueden considerarse franquistas, han sido alimentados con los mismos mitos y talante antidemocrático que sus padres.
Es lógico preguntarse donde han estado y cual ha sido su evolución desde la muerte de Franco. La respuesta requeriría un espacio mayor que el que disponemos, pero resumiendo pudiera decirse que la transición produjo parálisis y estupor en aquellos que se pensaban eternos y habían llegado a creer que Franco dejaba todo "atado y bien atado". Tardaron en reaccionar y su reacción fue estúpida e ineficaz: las conspiraciones sucesivas, y finalmente, el golpe de Tejero, no hicieron sino aumentar su desprestigio y marginalidad. Desperdigados y confusos, sin práctica democrática, no fueron capaces de dotarse de un cauce político de representación. La victoria del PSOE en 1982, y los primeros gobiernos socialistas consolidaron la alternativa democrática en España, pero descuidaron la necesidad de robustecer una sociedad civil que crease mecanismos de defensa suficientes, lo cual permitió que la extrema derecha fuera consolidando posiciones en la economía y medios de comunicación. El desprestigio de los últimos gobiernos socialistas no hizo sino afianzar este proceso.
Durante años hemos alabado primero a Fraga, y luego a Aznar, por su capacidad de incorporar la derecha no democrática, la derecha franquista, al proceso democrático. Hoy nos damos cuenta que en realidad ha ocurrido exactamente lo contrario. Es cierto que el Partido Popular incorporó la derecha franquista al proceso democrático, pero en vez de asimilarla se ha convertido en su rehén. La extrema derecha se ha apoderado del principal partido de centro- derecha español. Obviamente en la derecha sociológica hay un segmento liberal, otro conservador, ambos indudablemente democráticos, como tuvo ocasión de comprobarse en el periodo de la UCD , pero durante la segunda legislatura de Aznar fue obvio la voluntad de relegar estas "sensibilidades" y potenciar las personas e instituciones vinculadas con la derecha estrechamente ligada al franquismo. Durante estos años la derecha más radical, perdida desde la transición, se encontró a sí misma, y llegaron a pensar que los años de plomo de gobiernos socialistas habían terminado para siempre, que el mal sueño había pasado; España volvía a ser lo que siempre había sido, un cortijo exclusivo , donde la Jerarquía Católica suministraba la ideología y los poderes económicos, mas depredadores, la gestionaban. Todo valía, de nuevo, y la mentira era suficiente para mantener la cobertura democrática que los nuevos tiempos exigían. Acaso el único complemento requerido era unos medios de comunicación, que probablemente no era muy difícil crear o comprar si era necesario. Como ya se ha dicho una mentira repetida suficientes veces puede convertirse en una verdad.
La sorpresa de las elecciones del 11 de Marzo fue mayúscula. Algo inesperado había pasado, el estado natural de las cosas se había roto y la única explicación, muy en la línea de la extrema derecha, solo podía ser la existencia de conspiraciones, maniobras internacionales etc. Durante los primeros meses todos los dirigentes del PP manifestaron que les habían robado; era una manifiesta explicación psicológica: les habían quitado algo que consideraban solo suyo. En el desconcierto de la derrota electoral inesperada un partido plural, pero dominado por la ideología radical que sus dirigentes han potenciado, ha seguido la senda esperada. Creo que no debería haber ninguna sorpresa en la línea política y el tipo de oposición que esta practicando el PP y su entorno mediático. Recuerdo que en Abril del 2004 ya lo anuncié en un opúsculo publicado por el CEPES.
En un sistema democrático la extrema derecha sabe, y tenemos una amplia experiencia histórica, que solo en una situación catastrófica y de crisis profunda puede alcanzar el poder. Para ellos sí puede decirse que las catástrofes son el problema y la solución. Su estrategia es por tanto anunciar, y si es `posible agudizar crisis y catástrofes, y colaborar, en la medida de lo posible, a que se produzcan. Obviamente los ciudadanos que comparten esos planteamientos piensan que la crisis ya se ha producido, y su época es la peor de las posibles: España se rompe, la crisis moral es aguda, la familia se deshace, el gobierno se identifica con el terrorismo etc. Es necesario salvar la patria aunque para ello haya que traicionarla. Así se pueden utilizar los muertos, las victimas y la mentira. Todo por la patria.
El catastrofismo no es algo casual e inexplicable sino la estrategia de una política que solo puede tener éxito si la catástrofe se produce, si no, el riesgo de fracasar es inmenso. Al potenciar la extrema derecha, rearmarla e incitarla, el PP esta creando un monstruo que le puede devorar. Cada vez le pedirán más radicalidad y más extremismo, en una carrera sin fin hacia la catástrofe o la marginalidad. Imaginemos que en la próximas elecciones el Partido Popular obtiene un resultado que le impide, de nuevo, acceder al Gobierno; le quedan dos alternativas, o sigue manteniendo la actual estrategia, sometida a todos los extremismos y extremistas de su actual dirección, o modera su lenguaje y propósitos, se centra de verdad, y se desembaraza de sus lideres actuales. En el primer caso, salvo que la situación catastrófica alguna vez se produzca, se esta condenando a un ostracismo político perpetuo. En el segundo caso, con unas bases enardecidas por constantes mensajes de radicalidad, puede producirse una rebelión de una parte importante de su militancia, que espoleada por sus corifeos ideológicos y mediáticos, se crea obligada a fundar una nueva formación política por la "traición" de sus líderes. Nacería así, a semejanza de otros países europeos, un partido de extrema derecha, explícitamente antidemocrático, enraizado, en nuestro país, en un rancio franquismo, que dispondría de una cobertura importante. No les importara ser minoritarios, estar frente a todos los demás les enardece, y en cualquier caso su objetivo no es alcanzar una mayoría democrática que desprecian.
Para nadie es bueno que la derecha española se rompa, pero puede ser un mal menor a que su principal partido esté en manos de radicales irresponsables. Así podría disiparse la confusión actual entre una derecha liberal, o conservadora, democrática que aun existe en España y esta amalgama antidemocrática que actualmente controla la mayoría de la estructura dirigente del Partido Popular.

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