La propuesta es un Israel para todos los israelíes, un Israel para todos sus ciudadanos. Para los electores que llevan en sus corazones los valores de la izquierda: paz, justicia, igualdad, democracia, derechos humanos para todos, feminismo, protección del medio ambiente, separación entre estado y religión. Hablo de una izquierda renovada que defina un nuevo modelo del Estado de Israel, con una sociedad civil participativa. Soy un israelí postsionista, no antisionista.
lunes, 28 de febrero de 2011
Preguntas Frecuentes sobre Derechos Humanos
La siguiente sección incluye una lista de preguntas y respuesta que buscan resolver algunas de las principales dudas que pudieran surgir a partir de la información contenida en esta página.
¿Cuáles son los derechos proclamados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos?
¿En qué se centra el debate entre los derechos civiles y los económicos, sociales y culturales?
¿Qué se entiende por las obligaciones de respetar, proteger y realizar los derechos humanos?
¿Cómo se establecen las obligaciones y los derechos en un enfoque de derechos humanos?
¿Cuál es la diferencia entre los instrumentos internacionales vinculantes y los no vinculantes en materia de derechos humanos?
¿En qué se diferencian una declaración, una convención y un pacto?
¿Qué es el Sistema Interamericano de Derechos Humanos?
¿Qué es el Sistema de Naciones Unidas de Derechos Humanos?
¿Qué son los Procedimientos Especiales de la Comisión de Derechos Humanos?
¿Cómo funcionan los órganos de tratados? ¿Cuál es la utilidad de la presentación de informes de país para el trabajo a nivel local en materia de derechos humanos?
1. ¿Cuáles Son Los Derechos Proclamados En La Declaración Universal De Los Derechos Humanos?
El principio fundamental que sustenta los derechos consagrados en la Declaración es el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Estos derechos se pueden dividir en dos grupos:
Derechos civiles y políticos: comprenden por ejemplo el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona; el derecho a no ser sometido a la esclavitud, servidumbre ni torturas; la igualdad ante la ley; la protección frente a la detención, el encarcelamiento o el exilio arbitrario; el derecho a un proceso justo; el derecho a poseer bienes; el derecho a la participación política; el derecho a ejercer las libertades fundamentales de pensamiento, conciencia y religión, opinión y expresión; el derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas; el derecho a participar en el gobierno del país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos.
Derechos económicos, sociales y culturales: comprenden por ejemplo el derecho al trabajo; el derecho a igual salario por trabajo igual; el derecho a fundar sindicatos y a sindicarse; el derecho a un nivel de vida digno; el derecho a la educación y el derecho a tomar parte libremente en la vida cultural.
Estos derechos están contemplados también en dos “Pactos”, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, más Protocolos Facultativos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que permiten formular denuncias a título personal por violación de los derechos consagrados en el Pacto.
2. ¿En Qué Se Centra El Debate Entre Los Derechos Civiles Y Los Económicos, Sociales Y Culturales?
En términos generales, existe la noción de que los derechos económicos sociales y culturales, aquellos reconocidos por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, no son sino metas o aspiraciones en términos de políticas, que no conllevan garantías específicas.
Existen antecedentes que ayudan a comprender el por qué los derechos económicos, sociales y culturales se han visto rezagados en términos de aplicabilidad frente a los civiles y políticos. En primer lugar, durante la Guerra Fría, los derechos económicos, sociales y culturales se vinculaban al régimen comunista y al bloque socialista, percepción que se mantiene vigente hoy en día a pesar de la caída del muro de Berlín. En segunda instancia, si bien el pensamiento neoliberal promueve la protección de libertades, rechaza la noción de garantías sociales o justicia social, a partir de una visión a favor del mercado libre (pero no necesariamente del mercado justo). Por último, los derechos económicos, sociales y culturales son interdisciplinarios.
Se argumenta también que mientras los derechos civiles y políticos conllevan obligaciones negativas, los económicos, sociales y culturales implican obligaciones positivas. Por ejemplo, la libertad frente a la tortura exige que el Estado no recurra a prácticas de tortura, mientras que el derecho a la salud requiere de que el Estado provea un sistema de salud accesible, asequible y adecuado. Sin embargo, la distinción positivo/negativo resulta simplista. En virtud de ello, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales adoptó una tipología de obligaciones para esclarecer las obligaciones por parte de los Estados respecto de estos derechos, estableciendo la obligación de respetar, la obligación de proteger y la obligación de realizar.
3. ¿Qué Se Entiende Por Las Obligaciones De Respetar, Proteger Y Realizar Los Derechos Humanos?
En el marco del derecho internacional en materia de derechos humanos, los Estados Partes tienen obligaciones de respetar, proteger y realizar los derechos contenidos en los tratados y convenciones internacionales.
La obligación de respetar exige que los Estados Partes de abstengan de interferir el disfrute de los derechos. Por ejemplo, el derecho a la educación se viola si el Estado Parte niega a niñas embarazadas la permanencia en el sistema escolar.
La obligación de proteger exige que el Estado Parte prevenga violaciones a los derechos humanos por parte de terceros. Por ejemplo, que el Estado no garantice que los sistemas de salud cumplan con normas mínimas en materia de salud sexual y reproductivas puede considerarse una violación al derecho a al salud.
La obligación de realizar exige que el Estado Parte promueva la adopción de medidas legislativas, administrativas, presupuestales y judiciales, entre otras, que resulten necesarias para alcanzar la efectiva realización de los derechos.
En este sentido, el respeto por los derechos humanos debe de estar presente en las normas, instituciones y marcos legales del Estado, y contribuir al clima económico, político y de programación pública. Los Estados están obligados a avanzar de manera expedita hacia la implementación de estas obligaciones, y los obstáculos que pueda representar la falta de recursos no pueden ser interpretados como una justificación para la falta de acción.
4. ¿Cómo Se Establecen Las Obligaciones Y Los Derechos En Un Enfoque De Derechos Humanos?
Partiendo de enfoque basado en derechos humanos, éstos determinan la relación entre individuos y grupos con demandas válidas (derechohabientes) y actores estatales o no-estatales con obligaciones (garantes/obligados). El enfoque basado en derechos humanos identifica tanto a los derechohabientes (y sus derechos) como a los garantes (y sus obligaciones), y trabaja hacia el fortalecimiento de las capacidades de los derechohabientes para exigir estas demandas, y de los garantes para asegurar su cumplimiento.
El creciente marco legal internacional establece el contexto para un enfoque basado en derechos humanos hacia el desarrollo, situando la legislación en derechos humanos al centro de la promoción del mismo. En este sistema, la población (o derechohabientes) tienen el derecho a exigir al garante (generalmente el Estado) el cumplimiento de sus obligaciones en el marco del derecho internacional de respetar, proteger, y realizar los derechos de las personas.
5. ¿Cuál Es La Diferencia Entre Los Instrumentos Internacionales Vinculantes Y Los No Vinculantes En Materia De Derechos Humanos?
Los derechos humanos están contenidos en acuerdos y convenciones regionales e internacionales adoptadas por los gobiernos, bajo el auspicio de las Naciones Unidas u otros organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos.
- Los instrumentos vinculantes se refieren a tratados internacionales firmados y ratificados por los gobiernos, que imponen obligaciones en el marco del derecho internacional con la cuales los Estados Partes de las convenciones se comprometen a cumplir.
- Los instrumentos no vinculantes se refieren principalmente a las conferencias de Naciones Unidas u otros organismos, así como a acuerdos o declaraciones adoptados por consenso intergubernamental. Si bien no son vinculantes en estricto sentido jurídico, estos acuerdos, como por ejemplo el Programa de Acción de Viena sobre Derechos Humanos, las Plataformas de Acción de la CIPD o de Beijing; o declaraciones como la de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en 1993 o la Declaración del Milenio en el 2000, se convierten en fuentes consuetudinarias del derecho internacional. De esta manera, forman parte del marco jurídico internacional en materia de derechos humanos, y establecen principios y estándares de conducta que los gobiernos deben proteger y promover.
6. ¿En Qué Se Diferencian Una Declaración, Una Convención Y Un Pacto?
Una Declaración es una serie de normas y principios que los Estados crean y se comprometen a cumplir a lo interno de sus naciones. Los Estados que las firman no se obligan a cumplir. Si no lo hacen se les da una “sanción moral”, es decir que se les llama la atención. (Ejemplo: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, 1948).
Una Convención es una serie de acuerdos de los Estados con normas y principios que los obligan a garantizar su cumplimiento (Ejemplo: Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Un Pacto es un anexo de nuevas normas de una Convención (Ejemplo: el Protocolo de San Salvador)
Un pacto o una convención toma efecto hasta su ratificación. Recordemos que no es suficiente que los estados firmen el pacto, o la convención, cada estado se compromete hasta que ratifique el acuerdo. Ratificar quiere decir que se firma como un contrato, en donde el país se compromete a cumplir. Al mismo tiempo le da a la comunidad internacional (los demás países que firmaron) el derecho de pedirle cuentas si no cumple.
7. ¿Qué Es El Sistema Interamericano De Derechos Humanos?
El sistema interamericano de promoción y protección de derechos fundamentales se inicia formalmente con la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada por la Novena Conferencia Internacional Americana (Bogotá, Colombia, 1948) en la que se creó la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuya Carta proclamó los "Derechos Fundamentales de la Persona Humana" como uno de los principios en que se fundamenta la Organización.
La estructura institucional del sistema interamericano, que hasta ese momento descansaba en instrumentos de naturaleza declarativa, experimentó un cambio sustancial al adoptarse la Convención Americana sobre Derechos Humanos en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos (San José, Costa Rica en 1969)
El proyecto de Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 (Pacto de San José), que entró en vigencia el 18 de julio de 1978, no sólo fortaleció el sistema, al dar más efectividad a la Comisión y, en general, a los mecanismos interamericanos de promoción y protección de esos derechos, sino que marca la culminación de la evolución del sistema, al cambiarse la naturaleza jurídica de los instrumentos en que descansa la estructura institucional del mismo.
8. ¿Qué Es El Sistema De Naciones Unidas De Derechos Humanos?
El sistema de Naciones Unidas para la promoción y la protección de derechos humanos esta compuesto de dos tipos principales de órgano: órganos creados en virtud de la carta de la ONU, incluyendo la Comisión de Derechos Humanos, los procedimientos especiales de la Comisión de Derechos Humanos y la Subcomisión para la Promoción y la Protección de los Derechos Humanos; y siete órganos creados en virtud de tratados internacionales de derechos humanos (órganos de tratados). La mayoría de estos órganos reciben la ayuda de la Secretaría de los Tratados y de la Comisión de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACDH).
Existen otros órganos importantes de la Naciones Unidas que se ocupan de la promoción y protección de derechos humanos. La OACDH trabaja estrechamente con estos órganos. Cada uno de ellos tiene su propio Secretariado e incluyen a la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Tercer Comisión de la Asamblea General, el Consejo Económico y Social, y la Corte Internacional de Justicia.
9. ¿Qué Son Los Procedimientos Especiales De La Comisión De Derechos Humanos?
Los “procedimientos especiales” son aquellos mecanismos establecidos por la Comisión de Derechos Humanos para atender situaciones específicas en algún país o cuestiones temáticas, de manera que se les preste la debida atención a lo largo del año. Aunque su constitución es flexible, los procedimientos especiales generalmente se tratan de un individuo, denominado relator especial o experto independiente; o de un grupo, denominado grupo de trabajo.
Un individuo que se desempeña como relator, representante, experto independiente o miembro de uno de los grupos de trabajo es electo por el presidente de la Comisión de Derechos Humanos previa consulta con los cinco grupos regionales, conformados a su vez por los Estados Miembros de la Comisión. Los procedimiento especiales son independientes, no son remunerados, y trabajan a título personal por un máximo de seis años. La Comisión solicita el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en cuanto a personal y asistencia logística a los procedimientos en el cumplimiento de sus respectivos mandatos
Si bien los mandatos otorgados a los procedimientos especiales son variables, generalmente implican la revisión, monitoreo, asesoría y difusión pública de las situaciones de derechos humanos relativas a países o territorios específicos, denominados mandatos de país; o bien sobre fenómenos relativos a la violación de derechos en todo el mundo, denominados mandatos temáticos. Los mandatos pueden incluir diversas iniciativas, como el desarrollo de estudios, la señoría en materia de cooperación técnica, la respuesta a denuncias individuales, así como la participación den diversas actividades de promoción.
En el cumplimiento de sus mandatos, los relatores especiales y otros procedimientos llevan a cabo vistas de país, sobre las cuales presentan un informe ante la Comisión. Estas misiones se llevan a cabo a petición del procedimiento correspondiente o por invitación del país respectivo. Muchos países han extendido invitaciones abiertas a todos los procedimientos especiales con mandato temático. Las actividades que realiza cada procedimiento especial son establecidas mediante una resolución de la Comisión, y a ella deben presentar anualmente todos los procedimientos un informe respecto de su trabajo a lo largo del año.
10. ¿Cómo Funcionan Los Órganos De Tratados? ¿Cuál Es La Utilidad De La Presentación De Informes De País Para El Trabajo A Nivel Local En Materia De Derechos Humanos?
Hay siete órganos creados en virtud de los tratados de los derechos humanos que supervisan la implementación de los tratados internacionales de los derechos humanos (Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, Convención sobre los Derechos del Niño, Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares). Cada órgano, o comité, recibe la ayuda de la Secretaría de los Tratados de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACDH) en Ginebra, con excepción del CEDAW, que recibe apoyo de la División para el Adelanto de la Mujer (DAW). Por esta misma razón, la CEDAW se reúne en la sede de las Naciones Unidas en Nueva Cork, mientras que el resto de los comités lo hacen en la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra.
Entre las funciones que realizan de conformidad con los tratados que los crearon, los comités llevan a cabo la consideración de informes de los Estados Partes, consideración de denuncias o comunicaciones individuales, y la publicación de comentarios generales a los tratados y organización de discusiones relativas a los mismos.
Cuando un Estado ratifica cualquiera de estos tratados, asume la obligación de implementar los derechos reconocidos por éste. Sin embargo, el reconocimiento de los derechos está lejos de garantizar el disfrute de los mismos en la práctica. En virtud de ellos, el Estado asume adicionalmente la obligación de presentar de manera periódica informes sobre al comité de monitoreo establecido por dicho instrumento acerca de la implementación de los de los derechos reconocidos. Generalmente, el Estado presenta un informe inicial al año de adherirse al tratado (dos en el caso del Comité de Derechos de Niño), y posteriormente de manera regular de acuerdo con las provisiones establecidas en éste. Además de este informe, el comité puede recibir información sobre el país de parte de otras fuentes, como pueden ser organizaciones no gubernamentales, agencias de Naciones Unidas, otros organismos internacionales, instituciones académicas o los medios de comunicación. A partir de toda la información disponible, el Comité revisa el informe de manera conjunta con representantes del gobierno, y posteriormente publica sus inquietudes y recomendaciones, en forma de “observaciones finales”
Cuatro de los siete comités (Derechos del Niños, Discriminación Racial, Tortura y Violencia contra la Mujer) pueden, bajo ciertas circunstancias, recibir peticiones individuales por parte de individuos que consideran que sus derechos fueron violados en el marco del tratado correspondiente.
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The West’s Middle East Pillars of Sand
BY DANIEL KORSKI AND BEN JUDAH
Two centuries ago, Napoleon’s arrival in Egypt heralded the advent of the modern Middle East. Now, almost 90 years after the demise of the Ottoman Empire, 50 years after the end of colonialism and eight years after the Iraq War began, the revolution in Cairo suggests that another shift may well be underway.
The three pillars upon which Western influence in the Middle East was built – a strong military presence, commercial ties, and a string of dollar-dependent states – are crumbling. As a result, the Middle East that emerges in the weeks and months ahead may become much harder for the West to influence.
The first pillar – military presence – dates back to French and British occupation of parts of the Ottoman Empire after World War I, and was reinforced by the Cold War-era military links forged by the United States and the Soviet Union. In 1955, the West was even strong enough to sign up a remarkable cast of Turkey, Iraq, Iran, and Pakistan in a kind of West Asian NATO known as the Baghdad Pact.
The Yom Kippur War in 1973 was a neat illustration of the Western and Soviet military influence. The Egyptian army fired Czechoslovak 130mm rockets while Syrian MIGs fought Israeli Skyhawks over the Golan Heights. But American and Soviet influence was not confined to the battlefield, as both countries made their presence felt high up the military chain of command. More recently, military installations in the Persian Gulf protected the oil supplies of the Cold War alliance and deterred both Ba’athist Iraq and Ayatollah Ruhollah Khomeini’s Iran from grabbing the prized oil wells or choking off export routes.
But this military pillar has been steadily eroded. An early sign was the failure of “Operation Eagle Claw” to rescue US hostages in Iran in 1980. Another crack appeared with the 1983 Hezbollah attack on the US Marine barracks in Beirut, which triggered an abrupt US withdrawal from Lebanon. Since the invasion of Iraq in 2003, US forces have withdrawn from Saudi Arabia and discovered that their conventional military potency does not necessarily translate into impact on the ground.
The second pillar of the West’s Middle East role – commercial ties – has also been weakened. America used to be the essential trade partner for the Gulf countries, but this has now changed. In 2009, Saudi Arabia exported 57 per cent of its 2009 crude oil to the Far East, and just 14% to the US. Responding to this underlying shift, King Abdullah has been pursuing a “look East” policy since 2005, resulting in trade worth more than $60 billion.
This eastward shift has made China a bigger trading partner than the US for both Qatar and the UAE. And almost a quarter of Qatar’s trade is with China, compared to just over five per cent with the US. Likewise, 37 per cent of the UAE’s trade is with China, India, and South Korea. To many Middle East states, what China wants is now just as important as US interests.
Finally, the US no longer has a string of relatively stable clients in the region. The US believed that the massive amounts of aid that it doled out to Egypt, Israel, and Jordan guaranteed both stability and cooperation on issues of American interest. This worked for three decades, but now the link is weakening.
The pace of the decline of Western influence seems to have accelerated over the past decade. The Saudis made it clear in 2003 that they could no longer host US military installations. In both his first and second terms as Israel’s prime minister, Binyamin Netanyahu refused to follow the US script on the Israeli-Palestinian peace process. And, despite hosting a huge US military base, Qatar maintains close links to Syria and Iran.
To this must now be added the revolt in Egypt. Hosni Mubarak was the lynchpin of the West’s policy: he was uncompromising with potential US enemies; he could be relied upon to appear at peace talks with the Israelis; and he could be used to add weight to the American position on Iran. Now the US-Egyptian alliance is under threat, and with it American policy for the entire Middle East.
As the three pillars of Western Middle East policy crumble, a new Middle East is taking shape, buffeted by Pacific trade winds and owing allegiance to more than one power. Its geopolitical architecture is being shaped by the North African revolutions, Turkish assertiveness, Iranian intransigence, and the Iraq debacle. The West will not find the resulting strategic terrain easy to navigate.
This article was published in El Politico (Spanish) and by Project Syndicate.
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Régimen caótico, revolución errática
El País
El coronel Muamar el Gadafi se lamentó en televisión de la caída del expresidente tunecino Zine el Abidine Ben Ali. También llamó por teléfono para consolar al expresidente egipcio Hosni Mubarak tras su renuncia forzada. Dos autócratas vecinos expulsados por sus pueblos con 28 días de diferencia eran un mal presagio.
Estos días, los libios les están demostrando a los Gadafi que sus temores estaban fundados, aunque para ello los agentes del poder y sus mercenarios estén sacrificando violentamente a docenas de sus compatriotas. La riqueza petrolera sobre la que parecía bien asentado el trono del líder de la revolución tras más de cuatro décadas en el poder no ha servido para crear una excepción libia a la ola de cambios que se extiende por el mundo árabe.
La población libia sabe que su país recibe ingresos ingentes de los hidrocarburos, pero también sabe que para recibir un tratamiento médico decente deben ir al extranjero, incluidos otros países árabes. El resto de servicios sociales son deficientes y en su funcionamiento abunda la arbitrariedad y la corrupción.
La crisis de la falta de expectativas ha tocado de lleno a Libia y está haciendo que se tambalee su sistema revolucionario hiperpersonalizado, cuyo principal rasgo son sus políticas y comportamientos erráticos y estrafalarios. Las revelaciones hechas por Wikileaks sobre la visión de la diplomacia estadounidense de la corrupción en el entorno del líder, empezando por sus hijos, han sido la gota que ha acabado con la paciencia de muchos libios.
Los dirigentes árabes en apuros parecen tener la misma asignatura pendiente: convencer a sus poblaciones de que han entendido sus peticiones y mostrarse conciliadores a la vez que creíbles. El discurso televisado de Saif el Islam Gadafi -hijo del líder y su supuesto heredero- el domingo no fue una excepción. Si su objetivo era calmar a los manifestantes y dar una imagen de normalidad al exterior, fracasó por partida doble, a juzgar por la extensión de las protestas por todo el país y las crecientes condenas internacionales.
El decano de los autócratas árabes está demostrando lo poco que le importan las vidas de aquellos compatriotas que no se pliegan a sus dictados. Es hora de que el resto del mundo, y muy concretamente los Gobiernos y las sociedades europeas, les demuestren a esos mismos ciudadanos libios que su vida y sus aspiraciones democráticas sí le importan a alguien. Para ello habrá que pasar de las flojas declaraciones de condena de la violencia a la determinación de castigar a los cabecillas de un régimen errático que cuando se le pide libertad lo único que ofrece es destrucción y amenazas de caos. Solo así se puede alejar la amenaza de una guerra civil en Libia, cuyos efectos se sentirían en todo el Mediterráneo.
Haizam Amirah Fernández es investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano.
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Which country could fall next?
Which country could fall next?
Iraqi Kurds protest to demand the ouster of the local government and better basic services in Sulaimaniya, 260 km northeast of Baghdad, February 19, 2011. People protested for political reforms in Iraq's semi-autonomous Kurdistan region on Saturday while demonstrators in Baghdad rallied for the rights of widows and orphans.
Leslie Scrivener
Can statistics predict a revolution? Could we have foreseen the turmoil in Egypt and Bahrain by poring over tables of data that tell us about income, average age and literacy?
We thought we’d try.
We asked three Canadian academics — from the University of Waterloo, Carleton University and the University of Toronto — to gather their indicators of unrest in North Africa and the Middle East.
They looked at Internet access, indicators of democracy (mostly lack of it), corruption and other factors. This is what they found — and no, they didn’t agree — with the results shown in the charts.
Bahrain and Tunisia are lower on Mark Sedra’s index of vulnerability than he had expected. Bahrain is an absolute monarchy with no democratic institutions and a parliament that can be appointed and dismissed by the king. In Bahrain, a Sunni minority rules over the Shia majority. Choice positions in government and the military invariably go to Sunnis.
“There’s a lot of anger over the lack of democracy ... and a lot of criticism, even among some Sunni moderates, that the monarch should open up to democratic reform,” says Sedra, a senior fellow at the Centre for International Governance Innovation at the University of Waterloo. But this kind of political sentiment is difficult to capture in statistical analysis.
Meanwhile, the economic indicators are good in Bahrain and that makes the kingdom seem less vulnerable to an uprising. So good that the GDP per person is an impressive $40,000 and the government is striving to see that the disposable income of every household in Bahrain doubles by 2030.
Tunisia, on the bottom third of the index, was seen as a success story in North Africa. But despite its perceived stability — it was a popular destination for tourists — there was animosity toward its recently abdicated leader, Zine El Abidine Ben Ali, who ruled the country for 24 years. That animosity, too, is not measured, Sedra says.
Sedra notes the importance of triggering events. The self-immolation of Tunisian fruit seller, Mohammed Bouazizi, who had been much abused by authorities, was precisely the trigger to set off a revolution. But again that was not measurable.
“I think it was the lack of political freedom, the oppression and abuse by security forces, and antagonism toward the state that were the main drivers of regime change,” he says.
Sedra used 12 measurements, which received weightings of 5 and 10 per cent each, to create his index.
David Carment and his colleague Teddy Samy look at all kinds of data to understand a country’s stability or, as they call it, its “fragility” index. Carment and Samy, professors at the Norman Paterson School of International Affairs at Carleton University, argue that indicators of human rights and freedoms are more powerful markers of a country’s stability than just economic indicators.
Tunisia and Egypt have progressed in some areas, including economic and human development, Carment says. “Yet in the end we know that Tunisia’s and Egypt’s people were still not happy despite economic gains and increasing wealth. What our data shows is that people are not just demonstrating for a lack of economic opportunity or poor social services. They have been challenging the very legitimacy of the regime itself.”
Carment and his researchers looked at three baskets of indicators. The basket he calls “authority” measures the rule of law, economic growth, a government’s stability and security. The basket called “capacity” has data on how a government looks after its people: there are facts on employment, gross domestic product per capita, literacy, infant mortality and education.
But it is the third basket, “legitimacy,” that holds data that is likened to the canary in the coal mine.
It tells Carment how a government relates to its citizens. Are there democratic institutions and a free press? How does it stand on human rights, corruption and women’s role in society?
“If you track these measures over time, the underlying fault line is not in economic performance but in measures of legitimacy,” Carment says. It’s these human rights issues that drive citizens to the streets to challenge authority, he argues.
“Problems arise when these countries remain under authoritarian control past their due date. They are ruled by a narrow group of cronies, with corruption ... and nepotism deeply engrained.”
He notes that when countries are ranked by legitimacy only (the key factor in unrest and uprisings), Saudi Arabia moves up to fourth place, behind West Bank/Gaza, Yemen and Iraq. It’s followed by Bahrain, Egypt, Lebanon and Morocco.
His project, called the Country Indicators for Foreign Policy project has been made available to the federal government.
“My concern is there is no reason Canada should be caught by surprise when things begin to unravel. This information is widely available, but it’s not clear the government is listening to anyone other than itself.”
In her country analysis, Janice Stein, director of the Munk School of Global Affairs at the University of Toronto, gives heaviest weighting — 65 per cent — to measurements that describe a lack of economic opportunity. These indicators show the gap between rich and poor, youth unemployment and degree of urbanization. (In Algeria, for example, youth unemployment is more than 50 per cent.)
“The Arab world is a young society, unlike parts of Asia, such as Japan, or Europe,” she says. “If societies are unable to create economic opportunity for young people — they can’t get married, they can’t buy houses — there is huge instability built into the system.”
She adds it’s important to measure urbanization, as the rural poor flock to cities in search of work, which is happening in Egypt and Tunisia. It’s aggravated by sharply skewed income distribution.
“You have highly visible wealth literally in the face of a large number of urban unemployed. And that’s incendiary.”
Stein says she would have chosen these indicators even before the upheaval in Tunisia and Egypt.
“The gravest national security threat,” she says, “is unemployed teenage men.”
Stein gives lack of democracy and press censorship a 10 per cent weight in her index. “It’s layered onto economic dissatisfaction and you have no space to ventilate political grievances. That occurs in closed regimes and that’s when pressure builds and the top flies off.”
Her third bundle of data includes social media — Facebook and Internet access — and receives a 25 per cent weight. “It provides a platform, builds community, allows people to share information and organize around repressive states.’
While Bahrain tops the country list in Internet and Facebook use, it’s low on the unrest index. Bahrain is an anomaly, she notes. “The list tells us it’s not vulnerable, but we see them shooting people on the streets.”
The data to capture the political situation in Bahrain, where a minority rules over the majority, isn’t measured, she explains.
Bahrain is ruled by King Hamad bin Isa Al Khalifa and his government, who are Sunni Muslim, while the majority of citizens are Shia Muslim. “The ruling majority protects its economic privilege,” she says. “Wealthy Sunnis have been in power and have utter contempt for the much poorer Shia majority.”
AFRICA. LA AYUDA AL DESARROLLO, ¿ENEMIGA DE LA EMANCIPACIÓN?
Basta!: ¿Cuáles son las características de la sociedad civil africana?
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Firoze Manji (1): En africa existen históricamente dos clases de sociedades civiles: la que colabora con el poder colonial y la que se le opone. Actualmente sigue manteniendose esta situación: está la que se asocia a la industria de la ayuda, que se benefician y sustentan el lenguaje del desarrollo. Y las que hablan de emancipación. Existen ciertamente muchos matices entre estos dos grupos, los que trabajan con el concepto de desarrollo caritativo y los que tienden a la emancipación de los africanos. En general, las organizaciones sociales, los sindicatos los movimientos campesinos que tienen interés directo en su propia libertad tienen una dinámica muy diferente de los que participan en la industria de la ayuda.
¿Serían nefastas para el Africa las grandes ONG?
No hablemos de sus motivaciones que a menudo son buenas: el problema no es evaluar sus intenciones sino las consecuencias reales de sus acciones. En una situación política en que la gente se halla oprimida, una organización humanitaria dulcifica la situación pero no soluciona el problema. Si uno lo analiza desde una perspectiva histórica, muchas ONG participan inconscientemente a esta situación de opresión. Podemos compararla con la Francia ocupada. Mucha gente bien intencionada participó del régimen de Vichi, entre la colaboración activa y la resistencia, existía un amplio espectro de posibilidades. En la actualidad africana encontramos la misma situación.
¿Quiénes van a cambiar el mundo? ¿Los ciudadanos africanos o las organizaciones paternalistas? Y ¿según qué intereses? Hagamos un paralelo con el movimiento feminista. Nació porque eran las mujeres las que reivindicaban sus propios elementos de lucha. No llamaron a los hombres para que les resolvieran sus propios problemas. Lo mismo sucede con los africanos. No podemos depender de los demás. Los granjeros, los overos deben ser capaces de organizarse. Cuando se ven las enormes riquezas africanas, uno de los continentes más ricos del mundo ¿Por qué es que está habitado por una de las poblaciones más pobres? Nuestro papel en tanto miembros de la sociedad civil que ha disfrutado el privilegio de recibir educación es combatir esta situación.
¿Debería detenerse la ayuda al desarrollo?
Yo me he vuelto anti-desarrollista. No era antes mi caso. Establezcamos una analogía: ¿los esclavos tenían necesidad de desarrollarse o de emanciparse? Creo que necesitamos emanciparnos no desarrollarnos. Ese concepto tuvo origen en 1950 en un informe del departamento de estado usamericano. Fue inventado para contrarrestar las influencias socialistas y su popularidad. Fue hecho conscientemente. Hablar de desarrollo resulta apolítico. Debemos repolitizar el tema de la pobreza.
Si hay esclavos ¿quiénes son los patrones?
Tratamos con un sistema imperialista, una nueva forma de colonialismo. En estos últimos veinteaños nos hemos enfrentado a un cambio mayor: la financierización del capitalismo. Nadie puede hacer nada ya sin capital. Las finanzas controlan todos los sectores de la sociedad. Ha llegado efectivamente el tiempo de preguntarnos quienes son los patrones. Plantear este tema hace diez años significaba que a uno lo tildaran de loco. Hoy en día es legítimo. Existen diferentes interpretaciones pero nadie proclama hoy en Africa que somos independientes. Ni siquiera la clase dirigente.
En oportunidad de las independencias, todos los sectores de la sociedad civil africana se hallaban sólidamente organizados ¿Porqué fueron barridas esas organizaciones?
En el seno de los Estados que surgieron independientes, todos los sectores de la sociedad civil se declararon únicos responsables del desarrollo. En Kenia por ejemplo los sindicatos campesinos se cerraron y se integraron en un partido político, lo mismo sucedió con los movimientos de mujeres. Luego los mismos partidos políticos fueron cerrados para crear solamente el partido del Estado. Inmediatamente después de la independencia de Kenia (1963) muchos de los más importantes actores de la liberación fueron encarcelados, exiliados o aún muertos lo mismo que Patrice Lumumba en el Congo o Thomas Sankara en Burkina Faso. Cada vez que un líder ha tenido el coraje de revelarse, Europa y los EE.UU. lo obligaron a bajar la cabeza. Nosotros conocimos un período vacío a mitad de los años 90 en que la gente comenzó a resistir y a organizarse. Hoy en día en Kenia no faltan los espacios de discusión y de debate. Todo vibra, vive, es una tendencia general. Incluso en Europa.
¿Existe entonces un renacimiento de la toma de conciencia y de las movilizaciones?
La gente se pregunta cada vez más, se rebela. En Gran Bretaña se preguntan porque se da cada vez más dinero a los bancos mientras que se cierran las escuelas y los hospitales. La cantidad de personas comprometidas con el análisis y la crítica aumenta ampliamente. Está apareciendo algo nuevo. Se ven acciones insurgentes. El activismo no es seguramente suficiente. El problema que encontramos en Kenia es que se percibe al capitalismo como única alternativa. Se trata entonces de mejorarlo. El caso es que el capitalismo es terrorífico en sí mismo. Los hechos hablan por sí: el enorme acaparamiento de tierras, las huelgas, el empobrecimiento, la mortalidad infantil aumenta, el precio de los alimentos sube… En menos de diez años más de la mitad de la población vivirá alrededor de las ciudades tratando de sobrevivir. El actual cuestionamiento no cambia para nada esta situación pero es un buen comienzo!
¿Juegan algún papel las nuevas tecnologías en la emergencia de los nuevos movimientos sociales?
Las nuevas tecnologías permiten comunicarse y organizarse ciertamente, pero no olvidemos que quien lo hace es la gente, Mire lo que sucedió en Túnez: se cree que Twiter causó esta revolución, Eso no es serio! Las lapiceras también han sido utilizadas como medios de información y de movilización ¿Significa eso que los medios de escritura han permitido la revolución? Eso refleja más bien una tendencia al determinismo tecnológico, al fetichismo “high-tech” Es imaginar que los portátiles, los SMS, Twiter, Facebook tienen poder. Ese discurso tiende a subestimar el papel de quienes los utilizan. En Túnez manifestar en la calle requiere mucho coraje. Un manifestante que abraza a un soldado como se ha visto en una foto no está motivado por la tecnología. Trabajé mucho sobre el uso de los teléfonos celulares. Existe la creencia de que pueden resolverlo todo pero un tercio de los africanos tiene uno y no en todas partes hay revolución.
Para devolverle poder al ciudadano usted habla de democratización más que de democracia ¿Cómo es eso?
Tome a la agricultura como ejemplo: la mayor parte de lo que produce Africa está destinado a alimentar a Europa, las multinacionales, los supermercados. En Kenia producimos millones de flores que parten diariamente hacia Amsterdam. La cantidad de agua y de productos quñimicos que se usan para cultivarlas destruyen nuestro ambiente. Mientras tanto la gente accede con dificultad al agua y a la alimentación. Esos campos podrían producir alimentos. La pregunta es ¿quién decide? Porqué no democratizar la decisión de qué se produce, cómo y para quién. No existen procedimientos, ni estructuras de decisión, tampoco hay debates sobre el particular. Solo hay una élite que decide y otorga subvenciones para hacerlo. ¿Quién debería decidir qué cultivar y cómo?. Es necesario democratizar el proceso de producción agrícola.
Lo mismo sucede con la producción industrrial. Piense en las increíbles riquezas naturales del Africa ¿ porqué no las disfrutan los africanos? Lo he discutido con los venezolanos. Ellos nos han dicho que tienen un gran poder de negociación gracias a su riqueza petrolera. En Africa también tenemos petróleo ¿porqué no tenemos poder de negociación? Es una cuestión especialmente política. Creo que América Latina nos lleva diez años de ventaja. Las políticas de ajuste estructural comenzaron allí hace dos décadas. Creo que en Africa surgirá un movimiento popular alrededor del 2020. Chávez no es excepcional, es el producto de su historia, del movimiento de emancipación igual que Lula. El problema es ¿cómo podremos también nosotros politizar ese proceso? No es fácil, no existen soluciones técnicas. Es necesario que los trabajadores y los campesinos se organicen. Eso lleva tiempo. Lo positivo es que actualmente e problema se discute, cosa que no sucedía hace diez años.
La actual crisis de confianza en el sistema capitalista es un punto de partida. Pero lo mejor, como lo peor es posible cuando se ven expandirse en Europa las tentaciones xenófobas…
Puede continuar en cualquier dirección. Después de la crisis de 1929, Europa estuvo atravesada por una crisis de confianza y Alemania se eligió el peor camino. La crisis de confianza es parte del proceso pero no suficiente. Con el descrédito sembrado por el stalinismo, el socialismo perdió todo atractivo, debemos plantear una nueva ideología, nuevas aspiraciones. Si no se produce entraremos en una etapa muy peligrosa. Sin alternativas viables, no importa quién la aproveche. Se trata, al mismo tiempo, de una situación terrorífica y plena de esperanza.
Informe de Ivan du Roy y Jennifer Austruy (en asociación con Politis). www.bastamag.net
DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CAMPESINA: 17 DE ABRIL
¡Enterremos el sistema alimentario industrial!
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¡La agricultura campesina puede alimentar al mundo!
La agricultura industrial dominante ha fracasado. Las promesas de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, reflejadas en el objetivo de desarrollo del milenio de reducir el hambre para 2015, no van a cumplirse.
En la actualidad el hambre y la inseguridad alimentaria están aumentando. Unos mil millones de personas padecen hambre, otros mil millones sufren desnutrición—carencia de importantes vitaminas y minerales—y sin embargo otros mil millones están sobrealimentados. ¡Un sistema alimentario global = 3 mil millones de víctimas !Las políticas alimentarias puestas en práctica durante los últimos 20 años han perjudicado enormemente a la agricultura campesina, que sin embargo sigue alimentando a más del 70% de la población mundial.
La tierra, las semillas y el agua se han privatizado y se han cedido a la agroindustria. Esto ha forzado a los miembros de las comunidades rurales a emigrar a las ciudades, dejando atrás tierras fértiles, que son explotadas por multinacionales para producir agrocombustibles, biomasa o alimentos destinados a los consumidores de los países ricos.
Las políticas neoliberales se basan en la asunción de que la mano invisible del mercado repartirá el pastel de forma eficaz y justa. Y en Davos este año, los gobiernos del mundo hablaron de concluir la Ronda de Doha de la OMC en julio de 2011, precisamente para evitar al mundo futuras crisis alimentarias recurrentes. En realidad la actual crisis alimentaria, endémica, muestra que una mayor liberalización de los mercados no ayuda a alimentar al mundo, sino que acrecienta el hambre y expulsa a los campesinos de las tierras, de modo que los gobiernos se equivocan.
Lo que ha ocurrido es que los alimentos han entrado de forma masiva en mercados especulativos, sobre todo desde 2007. En dichos mercados los productos alimentarios son mercancías en las que los inversores pueden de pronto depositar o retirar miles de millones, inflando burbujas que después revientan, diseminando miseria. Los precios de los alimentos son altos, están fuera del alcance de los consumidores pobres, pero a los pequeños productores se les pagan precios bajos, haciéndolos cada vez más pobres. Los grandes comerciantes, los supermercados y los especuladores continúan engrosando sus beneficios a costa del hambre de otros.
Ha llegado el momento de cambiar radicalmente el sistema alimentario industrial. La Vía Campesina, movimiento que representa a más de 200 millones de pequeños productores en todo el mundo - hombres y mujeres - propone la soberanía alimentaria como una forma eficaz y justa de producción y distribución de los alimentos en todas las comunidades, todas las provincias, todos los países.
Poner en práctica la soberanía alimentaria significa defender la agricultura a pequeña escala, la agroecología y la producción local en todo el globo cuando es posible. Requiere que los gobiernos apoyen este nuevo paradigma dando a los campesinos acceso a la tierra, al agua, a las semillas, a créditos y a la educación, protegiéndolos de importaciones baratas, creando stocks públicos o propiedad de los campesinos y gestionando la producción.
La soberanía alimentaria supondría dar una forma de sustento a miles de millones de personas y reduciría la pobreza, que es en su mayor parte un fenómeno rural. En la actualidad, de los mil cuatrocientos millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema en los países en desarrollo, el 75 por ciento viven y trabajan en zonas rurales.
La producción local de los alimentos y la venta directa de los productores a los consumidores garantiza que los alimentos permanezcan al margen del juego capitalista del monopolio. Así están menos sometidos a la especulación. Además, la agricultura sostenible permite la regeneración del suelo y del medio ambiente, preservando la biodiversidad y la salud humana. Se adapta mejor al cambio climático y ayuda a frenar el calentamiento global.
Esto es lo que defenderá La Vía Campesina durante las reuniones del Banco Mundial-FMI en abril y la cumbre del G20 sobre agricultura en junio, y del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial en octubre, y de la cumbre de la OMC en diciembre de 2011.
ESTAMOS VIVIENDO MOMENTOS FASCINANTES
Federico Mayor Zaragoza*
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Es cierto que nunca como ahora ha existido tal concentración de poder (económico, militar, energético, mediático...) que se ha traducido, en poco tiempo, en situaciones y sucesos que constituyen auténticos -y a veces inéditos- desafíos, como el acoso de los mercados y de los especuladores a la acción de los políticos; el consumo de petróleo que, a pesar del efecto nocivo del anhídrido carbónico en el medio ambiente, sigue aumentando, al igual que su precio, poniendo de nuevo en peligro los tímidos avances de la regulación financiera a escala mundial; no se ha detenido la explotación de los recursos naturales de tantos países del Sur, progresivamente empobrecidos por la codicia sin límites de consorcios multinacionales (el coltán en el Congo, sigue siendo por desgracia un detestable ejemplo); los paraísos fiscales no sólo no han desaparecido sino que se hallan colmados; de los tráficos a escala supranacional, que se realizan en medio de la mayor impunidad, el de las drogas es particularmente nocivo, por resistirse a aceptar que el precio no tiene el menor carácter disuasorio, llegando su impacto a desencadenar un auténtica guerra civil en algunas regiones del mundo...
Y todo ello acompañado de la marginación progresiva de las Naciones Unidas y su sustitución por grupos plutocráticos carentes de una mínima organización institucional; de una deslocalización productiva con graves repercusiones laborales en tantos países; de un poder mediático que nos reduce a la condición de simples espectadores atemorizados y uniformizados...
Como trágico balance, hambre, hasta el punto de morir de inanición más de 70.000 personas al día, al tiempo que, ya armados hasta los dientes, seguimos aumentando la vergonzosa cifra de 4.000 millones de dólares al día en gastos militares, aviones, tanques, cohetes y ojivas ...
Pero, por primera vez en la historia, los ciudadanos van adquiriendo conciencia global, conocen la "realidad real", como diría Gabriel García Márquez, que les permite comparar y apreciar lo que tienen, y lo que les falta a ellos y a los demás. Esta "visión global" tiene un efecto transformador extraordinario a escala personal. Los seres humanos son progresivamente, habitantes "enterados" del mundo en el que viven. Y, también, muchos en pocos años, gracias a la moderna tecnología de la comunicación, van siendo capaces de expresarse, de implicarse, de actuar, de participar. Ya he dicho en muchas ocasiones que esta participación no presencial produciría, muy rápidamente una mejora sustantiva de la democracia y de la capacidad activa y proactiva de los ciudadanos y, sobre todo, de la juventud. Acabamos de ver lo que ya habíamos contemplado con singular esperanza en el caso de Irán: la movilización que puede efectuarse pacíficamente desde el ciberespacio.
Sí: vamos dejando de ser testigos impasibles para provocar los cambios que eran nuestro anhelo, nuestro sueño. Procuraremos una rápida modificación de los "grandes poderes" actuales. Tomen nota: la "marea" de la movilización a través de Internet y de la telefonía móvil no sólo se dedicará a cambiar situaciones de particular agravio, de tiranías, de sistemas opresivos. Irá mucho más lejos, hasta conseguir transformaciones tan necesarias y apremiantes para la dignidad humana, como la reparación de los desgarros sociales, una adecuada calidad de vida para todos (acceso al agua, a los alimentos, a la salud, a la vivienda digna...), con la reducción urgente del peligro nuclear y de los desaforados gastos militares correspondientes a guerras pretéritas...
Pero, sobre todo, fomentaremos la prevención, la adopción de medidas antes de que los llamamientos a la justicia, a la libertad y a la solidaridad puedan transformarse en ira, en violencia. En muy poco tiempo, a través del ciberespacio se promoverá la adopción de medidas anticipadas, la imaginación. Porque frente a los que no quieren cambiar nada, la única forma de procurar el cambio es lo inesperado, es la invención del futuro. Lo inesperado es nuestra esperanza. Me gusta repetir la recomendación de Amin Maalouf: "Situaciones sin precedentes requieren soluciones sin precedentes". La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo en el acto de su toma de posesión que para convertir los sueños en realidad era necesario "sobrepasar los límites de lo imposible". Los imposibles de hoy pueden ser posibles mañana cuando seamos capaces de vencer la inercia y facilitar la evolución, es decir, conservar lo que debe conservarse y cambiar rápidamente todo lo que debe modificarse.
Estamos viviendo momentos fascinantes: tenemos la posibilidad de participar; presidentes de raza negra se hallan al frente de los destinos de Norteamérica y de Sudáfrica; se ha incrementado la longevidad, especialmente en los barrios más prósperos de la tierra, que ahora se extenderá sin pausa a todos los demás; se desmoronó la Unión Soviética, carente de libertad; se ha desmoronado ahora el capitalismo, carente de igualdad y de justicia...
Ya percibimos una aire nuevo, el del siglo de la gente. Se inicia una nueva era. Un nuevo comienzo. Δ
*Presidente de la Fundación Cultura de Paz.
domingo, 27 de febrero de 2011
El fantasma malthusiano ronda el Planeta por Sergio Sebold
Los titulares que vemos diariamente estampados en los medios, sobre la aspiración de democracia en los países árabes, particularmente, esconden un “megamonstruo” que está detrás: el hambre. Con los precios de los alimentos en la estratósfera a nivel global, estas manifestaciones son la punta de un iceberg, que está aflorando de manera inusitada y dramática.
El gran riesgo que se corre es que los países (especialmente los ricos), pese a toda la doctrina del comercio global, comiencen a restringir las exportaciones de productos agrícolas, especialmente el trigo para protegerse frente a alguna señal siniestra del hambre. Este movimiento de protección se está observando desde mediados de 2010.
La falacia del mercado libre para los alimentos no funciona, no permite la reducción del hambre en el mundo. Hay una necesidad urgente de un mecanismo internacional de regulación de todo el sector agrícola. En esta perspectiva, la FAO que podría ser este mecanismo, está perdiendo espacio frente a las fuerzas poderosas de la llamada Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyo objetivo es estimular las relaciones comerciales entre los países. En este contexto, sentimos el choque entre la ideología de la solidaridad y la ideología de la competitividad.
Las guerras del futuro serán “guerras por comodities”, particularmente las relacionadas con el sector agrícola y los alimentos, y esto será aún más graves cuando el conjunto de chinos e hindúes, con una población de un tercio de la humanidad, ahora con un nivel de vida más razonable, comiencen a consumir la porción de recursos equivalente a lo que todo el mundo occidental ya consume.
Con todas las oscilaciones climáticas ocasionadas por el desequilibrio ambiental mundial, la producción agrícola, aún no ha sufrido mayores consecuencias significativas en la producción global. Lo que más asusta son las oscilaciones del mercado. La primera pertenece a la madre naturaleza que está clamando por auxilio por la vorágine del hombre depredador y por la destrucción descontrolada de los ecosistemas. Pero la segunda responde al deseo insano de poder, enmascarado en una política neoliberal que en nada beneficia a la sociedad permitiendo una acumulación y concentración de riquezas en grupos de interés, fruto de lo cual millones tendrán que sufrir de hambre por la mala suerte de no haber nacido en los países de mayores recursos.
Avanzando en nuestro razonamiento de que la premisa económica de que todo lo se vuelve escaso pasa al modelo del mercado, en breve el agua será otro elemento más de dominio y poder. Según algunos gurús, ésta deberá ser la próxima mecha de una guerra generalizada (tal vez la última), en este mundo insano de la competencia. Si al agua, un recurso universal y de vital necesidad, se le aplicara la lógica de la escasez como una oportunidad de comercio y no la lógica de la solidaridad en su distribución, entonces llegaremos al fin de la civilización. En este contexto, en vez del dinero que empleamos en nuestras economías para futuras necesidades y dificultades, el agua será utilizada como una “cuenta bancaria”. Haciendo un ejercicio de imaginación, habrá “bancos” de agua donde se tendrá una “cuenta corriente” de tantos litros de agua potable, que podrá ser transferido, en nuestra moda actual, a través de una simple transferencia electrónica porque cheques no habrá más, habrá mucha morosidad en esta desesperación.
Así, el gran peligro anunciado por Malthus frente al desequilibrio de la superpoblación -preferimos decir destrucción del medioambiente- el hambre sería un regulador demográfico por la muerte de millones, o la guerra que también traerá la misma “suerte” (mejor dicho, la misma tragedia). En una metáfora dramática y siniestra, se podría decir: “cuando la harina se vuelve escasa, las migajas son primero para mí”. Siendo abundante el agua en su tiempo, Malthus jamás podía imaginar esta última hipótesis como una posibilidad de desequilibrio. (Traducción ALAI)
- Sergio Sebold, profesor universitario y economista brasileño.
http://alainet.org/active/44689
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All-American Decline in a New World Wars, Vampires, Burned Children, and Indelicate Imbalances By Tom Engelhardt
This is a global moment unlike any in memory, perhaps in history. Yes, comparisons can be made to the wave of people power that swept Eastern Europe as the Soviet Union collapsed in 1989-91. For those with longer memories, perhaps 1968 might come to mind, that abortive moment when, in the United States, France, Germany, Japan, Mexico, Brazil, and elsewhere, including Eastern Europe, masses of people mysteriously inspired by each other took to the streets of global cities to proclaim that change was on the way.
For those searching the history books, perhaps you’ve focused on the year 1848 when, in a time that also mixed economic gloom with novel means of disseminating the news, the winds of freedom seemed briefly to sweep across Europe. And, of course, if enough regimes fall and the turmoil goes deep enough, there’s always 1776, the American Revolution, or 1789, the French one, to consider. Both shook up the world for decades after.
But here’s the truth of it: you have to strain to fit this Middle Eastern moment into any previous paradigm, even as -- from Wisconsin to China -- it already threatens to break out of the Arab world and spread like a fever across the planet. Never in memory have so many unjust or simply despicable rulers felt quite so nervous -- or possibly quite so helpless (despite being armed to the teeth) -- in the presence of unarmed humanity. And there has to be joy and hope in that alone.
Even now, without understanding what it is we face, watching staggering numbers of people, many young and dissatisfied, take to the streets in Morocco, Mauritania, Djibouti, Oman, Algeria, Jordan, Iraq, Iran, Sudan, Yemen, and Libya, not to mention Bahrain, Tunisia, and Egypt, would be inspirational. Watching them face security forces using batons, tear gas, rubber bullets, and in all too many cases, real bullets (in Libya, even helicopters and planes) and somehow grow stronger is little short of unbelievable. Seeing Arabs demanding something we were convinced was the birthright and property of the West, of the United States in particular, has to send a shiver down anyone’s spine.
The nature of this potentially world-shaking phenomenon remains unknown and probably, at this point, unknowable. Are freedom and democracy about to break out all over? And if so, what will that turn out to mean? If not, what exactly are we seeing? What light bulb was it that so unexpectedly turned on in millions of Twittered and Facebooked brains -- and why now? I doubt those who are protesting, and in some cases dying, know themselves. And that’s good news. That the future remains -- always -- the land of the unknown should offer us hope, not least because that's the bane of ruling elites who want to, but never can, take possession of it.
Nonetheless, you would expect that a ruling elite, observing such earth-shaking developments, might rethink its situation, as should the rest of us. After all, if humanity can suddenly rouse itself this way in the face of the armed power of state after state, then what's really possible on this planet of ours?
Seeing such scenes repeatedly, who wouldn’t rethink the basics? Who wouldn’t feel the urge to reimagine our world?
Let me offer as my nominee of choice not various desperate or dying Middle Eastern regimes, but Washington.
Life in the Echo Chamber
So much of what Washington did imagine in these last years proved laughable, even before this moment swept it away. Just take any old phrase from the Bush years. How about “You’re either with us or against us”? What’s striking is how little it means today. Looking back on Washington’s desperately mistaken assumptions about how our globe works, this might seem like the perfect moment to show some humility in the face of what nobody could have predicted.
It would seem like a good moment for Washington -- which, since September 12, 2001, has been remarkably clueless about real developments on this planet and repeatedly miscalculated the nature of global power -- to step back and recalibrate.
As it happens, there's no evidence it's doing so. In fact, that may be beyond Washington’s present capabilities, no matter how many billions of dollars it pours into “intelligence.” And by “Washington,” I mean not just the Obama administration, or the Pentagon, or our military commanders, or the vast intelligence bureaucracy, but all those pundits and think-tankers who swarm the capital, and the media that reports on them all. It’s as if the cast of characters that makes up “Washington” now lives in some kind of echo chamber in which it can only hear itself talking.
As a result, Washington still seems remarkably determined to play out the string on an era that is all too swiftly passing into the history books. While many have noticed the Obama administration's hapless struggle to catch up to events in the Middle East, even as it clings to a familiar coterie of grim autocrats and oil sheiks, let me illustrate this point in another area entirely -- the largely forgotten war in Afghanistan. After all, hardly noticed, buried beneath 24/7 news from Egypt, Bahrain, Libya, and elsewhere in the Middle East, that war continues on its destructive, costly course with nary a blink.
Five Ways to Be Tone Deaf in Washington
You might think that, as vast swathes of the Greater Middle East are set ablaze, someone in Washington would take a new look at our Af/Pak War and wonder whether it isn’t simply beside the point. No such luck, as the following five tiny but telling examples that caught my attention indicate. Consider them proof of the well-being of the American echo chamber and evidence of the way Washington is proving incapable of rethinking its longest, most futile, and most bizarre war.
1. Let’s start with a recent New York Times op-ed, “The ‘Long War’ May Be Getting Shorter.” Published last Tuesday as Libya was passing through “the gates of hell,” it was an upbeat account of Afghan War commander General David Petraeus’s counterinsurgency operations in southern Afghanistan. Its authors, Nathaniel Fick and John Nagl, members of an increasingly militarized Washington intelligentsia, jointly head the Center for a New American Security in Washington. Nagl was part of the team that wrote the 2006 revised Army counterinsurgency manual for which Petraeus is given credit and was an advisor to the general in Iraq. Fick, a former Marine officer who led troops in Afghanistan and Iraq and then was a civilian instructor at the Afghanistan Counterinsurgency Academy in Kabul, recently paid a first-hand visit to the country (under whose auspices we do not know).
The two of them are typical of many of Washington’s war experts who tend to develop incestuous relationships with the military, moonlighting as enablers or cheerleaders for our war commanders, and still remain go-to sources for the media.
In another society, their op-ed would simply have been considered propaganda. Here’s its money paragraph:
“It is hard to tell when momentum shifts in a counterinsurgency campaign, but there is increasing evidence that Afghanistan is moving in a more positive direction than many analysts think. It now seems more likely than not that the country can achieve the modest level of stability and self-reliance necessary to allow the United States to responsibly draw down its forces from 100,000 to 25,000 troops over the next four years.”
This is a classic Washington example of moving the goalposts. What our two experts are really announcing is that, even if all goes well in our Afghan War, 2014 will not be its end date. Not by a long shot.
Of course, this is a position that Petraeus has supported. Four years from now our “withdrawal” plans, according to Nagl and Fick, will leave 25,000 troops in place. If truth-telling or accuracy were the point of their exercise, their piece would have been titled, “The ‘Long War’ Grows Longer.”
Even as the Middle East explodes and the U.S. plunges into a budget “debate” significantly powered by our stunningly expensive wars that won’t end, these two experts implicitly propose that General Petraeus and his successors fight on in Afghanistan at more than $100 billion a year into the distant reaches of time, as if nothing in the world were changing. This already seems like the definition of obliviousness and one day will undoubtedly look delusional, but it’s the business-as-usual mentality with which Washington faces a new world.
2. Or consider two striking comments General Petraeus himself made that bracket our new historical moment. At a morning briefing on January 19th, according to New York Times reporter Rod Nordland, the general was in an exultant, even triumphalist, mood about his war. It was just days before the first Egyptian demonstrators would take to the streets, and only days after Tunisian autocrat Zine Ben Ali had met the massed power of nonviolent demonstrators and fled his country. And here’s what Petraeus so exuberantly told his staff: “We’ve got our teeth in the enemy’s jugular now, and we’re not going to let go.”
It’s true that the general had, for months, not only been sending new American troops south, but ratcheting up the use of air power, increasing Special Operations night raids, and generally intensifying the war in the Taliban’s home territory. Still, under the best of circumstances, his was an exultantly odd image. It obviously called up the idea of a predator sinking its teeth into the throat of its prey, but surely somewhere in the military unconscious lurked a more classic American pop-cultural image -- the werewolf or vampire. Evidently, the general’s idea of an American future involves an extended blood feast in the Afghan version of Transylvania, for like Nagl and Fick he clearly plans to have those teeth in that jugular for a long, long time to come.
A month later, on February 19th, just as all hell was breaking loose in Bahrain and Libya, the general visited the Afghan presidential palace in Kabul and, in dismissing Afghan claims that recent American air raids in the country’s northeast had killed scores of civilians, including children, he made a comment that shocked President Hamid Karzai’s aides. We don’t have it verbatim, but the Washington Post reports that, according to “participants,” Petraeus suggested “Afghans caught up in a coalition attack in northeastern Afghanistan might have burned their own children to exaggerate claims of civilian casualties.”
One Afghan at the meeting responded: "I was dizzy. My head was spinning. This was shocking. Would any father do this to his children? This is really absurd."
In the American echo-chamber, the general’s comments may sound, if not reasonable, then understandably exuberant and emphatic: We’ve got the enemy by the throat! We didn’t create Afghan casualties; they did it to themselves! Elsewhere, they surely sound obtusely tone deaf or simply vampiric, evidence that those inside the echo chamber have no sense of how they look in a shape-shifting world.
3. Now, let’s step across an ill-defined Afghan-Pakistan border into another world of American obtuseness. On February 15th, only four days after Hosni Mubarak stepped down as president of Egypt, Barack Obama decided to address a growing problem in Pakistan. Raymond Davis, a former U.S. Special Forces soldier armed with a Glock semi-automatic pistol and alone in a vehicle cruising a poor neighborhood of Pakistan’s second largest city, Lahore, shot and killed two Pakistanis he claimed had menaced him at gunpoint. (One was evidently shot in the back.)
Davis reportedly got out of the vehicle firing his pistol, then photographed the dead bodies and called for backup. The responding vehicle, racing to the scene the wrong way in traffic, ran over a motorcyclist, killing him before fleeing. (Subsequently, the wife of one of the Pakistanis Davis killed committed suicide by ingesting rat poison.)
The Pakistani police took Davis into custody with a carful of strange equipment. No one should be surprised that this was not a set of circumstances likely to endear an already alienated population to its supposed American allies. In fact, it created a popular furor as Pakistanis reacted to what seemed like the definition of imperial impunity, especially when the U.S. government, claiming Davis was an “administrative and technical official” attached to its Lahore consulate, demanded his release on grounds of diplomatic immunity and promptly began pressuring an already weak, unpopular government with loss of aid and support.
Senator John Kerry paid a hasty visit, calls were made, and threats to cut off U.S. funds were raised in the halls of Congress. Despite what was happening elsewhere and in tumultuous Pakistan, American officials found it hard to imagine that beholden Pakistanis wouldn’t buckle.
On February 15th, with the Middle East in flames, President Obama weighed in, undoubtedly making matters worse: “With respect to Mr. Davis, our diplomat in Pakistan,” he said, “we've got a very simple principle here that every country in the world that is party to the Vienna Convention on Diplomatic Relations has upheld in the past and should uphold in the future, and that is if our diplomats are in another country, then they are not subject to that country's local prosecution."
The Pakistanis refused to give way to that “very simple principle” and not long after, “our diplomat in Pakistan” was identified by the British Guardian as a former Blackwater employee and present employee of the CIA. He was, the publication reported, involved in the Agency’s secret war in Pakistan. That war, especially much-ballyhooed and expensive “covert” drone attacks in the Pakistani tribal borderlands whose returns have been overhyped in Washington, continues to generate blowback in ways that Americans prefer not to grasp.
Of course, the president knew that Davis was a CIA agent, even when he called him “our diplomat.” As it turned out, so did the New York Times and other U.S. publications, which refrained from writing about his real position at the request of the Obama administration, even as they continued to report (evasively, if not simply untruthfully) on the case.
Given what’s happening in the region, this represents neither reasonable policy-making nor reasonable journalism. If the late Chalmers Johnson, who made the word “blowback” part of our everyday language, happens to be looking down on American policy from some niche in heaven, he must be grimly amused by the brain-dead way our top officials blithely continue to try to bulldoze the Pakistanis.
4. Meanwhile, on February 18th back in Afghanistan, the U.S. Treasury Department imposed sanctions on one of that country’s “largest money exchange houses,” charging “that it used billions of dollars transferred in and out of the country to help hide proceeds from illegal drug sales.”
Here’s how Ginger Thompson and Alissa J. Rubin of the New York Times contextualized that act: “The move is part of a delicate balancing act by the Obama administration, which aims to crack down on the corruption that reaches the highest levels of the Afghan government without derailing the counterinsurgency efforts that are dependent on Mr. Karzai’s cooperation."
In a world in which Washington’s word seems to travel ever less far with ever less authority, the response to this echo-chamber-style description, and especially its central image -- “a delicate balancing act” -- would be: no, not by a long shot.
In relation to a country that’s the prime narco-state on the planet, what could really be “delicate”? If you wanted to describe the Obama administration’s bizarre, pretzled relationship with President Karzai and his people, words like “contorted,” “confused,” and “hypocritical” would have to be trotted out. If realism prevailed, the phrase “indelicate imbalance” might be a more appropriate one to use.
5. Finally, journalist Dexter Filkins recently wrote a striking piece, “The Afghan Bank Heist,” in the New Yorker magazine on the shenanigans that brought Kabul Bank, one of Afghanistan's top financial institutions, to the edge of collapse. While bankrolling Hamid Karzai and his cronies by slipping them staggering sums of cash, the bank’s officials essentially ran off with the deposits of its customers. (Think of Kabul Bank as the institutional Bernie Madoff of Afghanistan.) In his piece, Filkins quotes an anonymous American official this way on the crooked goings-on he observed: “If this were America, fifty people would have been arrested by now.”
Consider that line the echo-chamber version of stand-up comedy as well as a reminder that only mad dogs and Americans stay out in the Afghan sun. Like a lot of Americans now in Afghanistan, that poor diplomat needs to be brought home -- and soon. He’s lost touch with the changing nature of his own country. While we claim it as our duty to bring “nation-building” and “good governance” to the benighted Afghans, at home the U.S. is being unbuilt, democracy is essentially gone with the wind, the oligarchs are having a field day, the Supreme Court has insured that massive influxes of money will rule any future elections, and the biggest crooks of all get to play their get-out-of-jail-free cards whenever they want. In fact, the Kabul Bank racket -- a big deal in an utterly impoverished society -- is a minor sideshow compared to what American banks, brokerages, mortgage and insurance companies, and other financial institutions did via their “ponzi schemes of securitization” when, in 2008, they drove the U.S. and global economies into meltdown mode.
And none of the individuals responsible went to prison, just old-fashioned Ponzi schemers like Madoff. Not one of them was even put on trial.
Just the other day, federal prosecutors dropped one of the last possible cases from the 2008 meltdown. Angelo R. Mozilo, the former chairman of Countrywide Financial Corp., once the nation’s top mortgage company, did have to settle a civil suit focused on his “ill-gotten gains” in the subprime mortgage debacle for $67.5 million, but as with his peers, no criminal charges will be filed.
We’re Not the Good Guys
Imagine this: for the first time in history, a movement of Arabs is inspiring Americans in Wisconsin and possibly elsewhere. Right now, in other words, there is something new under the sun and we didn’t invent it. It’s not ours. We’re not -- catch your breath here -- even the good guys. They were the ones calling for freedom and democracy in the streets of Middle Eastern cities, while the U.S. performed another of those indelicate imbalances in favor of the thugs we’ve long supported in the Middle East.
History is now being reshaped in such a way that the previously major events of the latter years of the foreshortened American century -- the Vietnam War, the end of the Cold War, even 9/11 -- may all be dwarfed by this new moment. And yet, inside the Washington echo chamber, new thoughts about such developments dawn slowly. Meanwhile, our beleaguered, confused, disturbed country, with its aging, disintegrating infrastructure, is ever less the model for anyone anywhere (though again you wouldn’t know that here).
Oblivious to events, Washington clearly intends to fight its perpetual wars and garrison its perpetual bases, creating yet more blowback and destabilizing yet more places, until it eats itself alive. This is the definition of all-American decline in an unexpectedly new world. Yes, teeth may be in jugulars, but whose teeth in whose jugulars remains open to speculation, whatever General Petraeus thinks.
As the sun peeks over the horizon of the Arab world, dusk is descending on America. In the penumbra, Washington plays out the cards it once dealt itself, some from the bottom of the deck, even as other players are leaving the table. Meanwhile, somewhere out there in the land, you can just hear the faint howls. It’s feeding time and the scent of blood is in the air. Beware!
Tom Engelhardt, co-founder of the American Empire Project, runs the Nation Institute's TomDispatch.com. His latest book is The American Way of War: How Bush’s Wars Became Obama’s (Haymarket Books). You can catch him discussing war American-style and that book in a Timothy MacBain TomCast video by clicking here.
Copyright 2011 Tom Engelhardt
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La Libye entre l’espoir de la libération et le risque de la somalisation par Mohamed Tahar Bensaada
Si la détermination du peuple libyen à se débarrasser du régime sanguinaire de Kadhafi ne fait plus aucun doute, et si le basculement d’une partie de l’armée, de la plupart des tribus du côté des insurgés, et la libération de l’ensemble de la région orientale du pays des griffes des miliciens augurent de la chute prochaine de ce même régime, de plus en plus isolé à l’intérieur, mais aussi sur la scène régionale et internationale, d’autres développements pourraient annoncer des perspectives moins heureuses.
En rassemblant tous les éléments jusqu’ici connus du puzzle libyen, quatre scénarios sont envisageables. Le premier scénario verrait le régime de Kadhafi réussir à mater l’insurrection populaire grâce aux bataillons militaires restés fidèles, et aux légions de mercenaires étrangers dirigées par l’ex-patron des services de renseignement et actuel ministre des affaires étrangères, Moussa Koussa et les fils cadets de Kadhafi, Moatassim et Khémis. Le second scénario, le plus souhaitable, est celui qui verrait le peuple libyen suivre les exemples tunisien et égyptien. L’intervention de ce qui reste de l’armée contre le clan Kadhafi et ses mercenaires permettrait au peuple libyen d’envisager avec plus d’espoir une période de transition démocratique et pacifique.
Le troisième scénario verrait une intervention militaire directe de l’OTAN, ou des Américains seuls, sous couverture onusienne, qui viendrait suppléer à la passivité ou à l’impuissance de l’armée libyenne face aux miliciens à la solde du régime. Enfin, le quatrième scénario verrait tout simplement le pays divisé entre une région orientale libérée et une partie de la région occidentale sous le contrôle des forces pro-Kadhafi pour une période indéterminée. Il convient d’examiner chacun des scénarios et ses implications, tant internes que régionales. Nous laisserons de côté le premier scénario, tant il paraît improbable au vu des développements des derniers jours. Le discrédit qui frappe le régime de Kadhafi ne lui donne plus aucune chance de reprendre le contrôle total du pays comme auparavant.
Le second scénario
Le second scénario qui consiste à voir le peuple libyen se débarrasser du régime de Kadhafi, grâce à la conjugaison du soulèvement populaire et de la neutralité bienveillante de l’armée, n’est pas envisageable dans les mêmes conditions. D’une part, contrairement à la Tunisie et à l’Egypte, le régime libyen ne compte pas seulement, ni principalement, sur son armée pour venir à bout de l’insurrection populaire, puisqu’il peut mobiliser des milliers de mercenaires préparés depuis des années à cette sale besogne. D’autre part, contrairement aux armées tunisienne et égyptienne, l’armée libyenne a été volontairement désarticulée, désorganisée et cloisonnée par le régime depuis la tentative de coup d’Etat de 1996, à l’instigation notamment des fils cadets Moatassim et Khémis et de leur instructeur, l’ancien chef des services secrets et actuel ministre des affaires étrangères, Moussa Koussa. Même si le basculement de certaines unités du côté des insurgés peut jouer un rôle important dans le dénouement de la situation, il est difficile d’évaluer les véritables rapports de forces entre unités « loyales » et unités « rebelles » et leur impact sur le terrain.
Il n’en demeure pas moins que c’est de cet élément que dépend pour une grande partie la réalisation de ce second scénario. Nul doute que la détermination populaire, la défection d’un nombre de plus en plus important d’hommes politiques et de diplomates, et l’isolement de plus en plus grand du régime sur la scène régionale et internationale pourraient accélérer le basculement des unités de l’armée qui n’ont pas encore pris position. Mais le temps presse. Si la situation perdure et si les massacres à huis clos promis par Kadhafi continuent, ce scénario pourtant salutaire pour la Libye risque d’être supplanté par d’autres scénarios moins heureux.
Le troisième scénario
En effet, si l’armée libyenne, ou ce qui en reste, ne prend pas ses responsabilités, il est fort à craindre que des puissances étrangères, qui étaient jusqu’ici passives et complices pour des raisons géopolitiques inavouées, risquent de monter une opération militaire sous couverture « humanitaire » qui débarrasserait certes la Libye du dictateur mais qui s’arrangerait, en passant, pour imposer un régime « démocratique » pro-occidental. Ce scénario n’est pas du tout improbable au vu des derniers développements diplomatiques.
Le président Obama vient de déclarer qu’il a demandé à son administration de lui présenter toutes les éventualités et possibilités dans le cadre de la gestion de la crise libyenne. Sous-entendu, les Américains peuvent envisager une intervention directe. Les Britanniques ont déjà commencé à sonder leur opinion publique en déclarant qu’ils n’hésiteront pas à organiser une opération militaire en vue de rapatrier leurs ressortissants se trouvant actuellement en Libye.
Bien entendu, l’intervention militaire américaine ou atlantique, sous couverture onusienne, ne ressemblera pas nécessairement à l’invasion de l’Afghanistan ou de l’Irak. Il se pourrait que les Américains se contentent d’une intervention qui ressemblerait à l’intervention aérienne ciblée contre la Serbie, lors du conflit du Kosovo. Mais pareille intervention suffira-t-elle à déloger le régime de Kadhafi, s’il continue à bénéficier du concours de ses mercenaires étrangers ? Le président Obama a également ajouté que son administration est en train de se concerter avec ses alliés concernant les démarches à suivre. Parlait-il uniquement de ses alliés de l’OTAN ? Ou inclut-il également parmi ses « alliés » les Etats arabes voisins qui risquent d’être concernés directement par les développements de la crise libyenne et qui sont au nombre de trois : l’Egypte, l’Algérie et la Tunisie ?
Si par malheur, il n’y avait plus d’autre solution pour déloger Kaddafi que l’intervention américaine, les choses devraient évoluer différemment de ce qui s’est produit en Tunisie et en Egypte. Si dans ces pays, rien ne peut préjuger encore des développements futurs de la transition démocratique au regard des rapports qui seront instaurés avec les puissances occidentales, et américaine en particulier, il est clair qu’une intervention US directe en Libye ne laisserait aucune chance de développement « indépendant » - fût-il tout relatif - à la jeune république « démocratique » libyenne qui naîtrait d’un pareil scénario. Ce qui n’augure rien de bon dans la région.
Ce scénario, s’il venait à être réalisé, serait tout simplement catastrophique. Ce qu’ils n’ont pas pu avoir en Egypte – une transition « démocratique » musclée sous le contrôle de leur homme Omar Souleiman - et ce qu’ils ont du mal à avoir en Algérie – un Etat complètement soumis à leur jeu c’est-à-dire débarrassé de la « duplicité » diplomatique de Bouteflika - les Américains vont-ils enfin l’avoir en Libye à la faveur d’une crise « humanitaire », dont tout indique qu’ils l’ont peut-être souhaitée ? La Libye sera-t-elle la future base de manœuvres américaines dans la région ? Un pays de 6 millions d’habitants mais qui bénéficie d’un PIB de 100 milliards de dollars, c’est-dire l’équivalent des deux tiers du PIB de l’Egypte, qui compte quant à elle 85 millions d’habitants, pourrait effectivement faire la différence dans un sens comme dans un autre. Sur le plan stratégique, son contrôle n’est pas du tout une question négligeable.
Le quatrième scénario
Avec ou sans intervention américaine, la Libye peut-elle tomber dans un scénario à la somalienne ? C’est une perspective extrêmement grave mais, au vu d’un certain nombre d’éléments, elle n’est malheureusement pas à écarter. La libération de la région orientale, dont plusieurs villes à commencer par Benghazi, Derna, Elbeida et Tobrouk sont tombées, dès les premiers jours, entre les mains des insurgés, et le fait que le régime concentre ses dernières forces dans la région occidentale, s’ils venaient à être stabilisés sur le terrain, augurent d’un scénario de partition de fait du pays. Certes, le fait qu’une localité comme Mesrata, située à l’ouest de Tripoli, soit tombée entre les mains des insurgés constitue un heureux évènement qui milite en faveur de la préservation de l’unité nationale du pays.
Mais l’aventurisme d’un clan aux abois, qui joue la dernière carte du tribalisme, pourrait favoriser le scénario d’une possible « somalisation ». Ce scénario est d’autant plus probable qu’il ne relève pas seulement d’une situation de fait dans laquelle deux protagonistes contrôlent chacun un territoire déterminé. Plus grave, ce scénario pourrait également se nourrir d’un tribalisme qui demeure une réalité sociologique en Libye, un tribalisme que le régime a nourri et instrumentalisé, et qu’il cherche à utiliser aujourd’hui comme sa dernière carte de survie. Mais ce scénario n’a de chance de devenir réalité que si des puissances étrangères trouvent leur intérêt à jouer cette carte à défaut d’autre.
Le scénario de la « somalisation », qu’on ne souhaite pas au peuple libyen, ne constitue pas seulement un danger grave pour la Libye en tant que société et nation. Il constitue également un danger pour la sécurité nationale des pays voisins : Egypte, Algérie, Tunisie. Certaines sources occidentales, fort intéressées, commencent déjà à commercialiser l’information d’un prétendu « émirat » d’al Qaida dans la région libérée de Derna ! C’est un scénario expérimenté ailleurs pour des raisons stratégiques et géopolitiques inavouées. Certaines régions en Libye seront-elles une copie conforme des régions dites « tribales » à la frontière de l’Afghanistan et du Pakistan, en vue de créer des zones de tension propices à toutes sortes de manœuvres militaires et diplomatiques ?
Le peuple libyen saura-t-il triompher de toutes les manœuvres qui se trament en cachette pour vider sa révolution de son contenu libérateur, en même temps qu’il se débarrassera du régime honni de Kadhafi ? De tous les scénarios exposés, le peuple libyen sera-t-il capable d’imposer celui qui correspond à ses aspirations démocratiques, à ses intérêts nationaux et aux intérêts nationaux des peuples voisins ? Si la coupable et criante passivité des Etats voisins ne peut que susciter l’étonnement et l’indignation, même si des facteurs stratégiques et diplomatiques lourds pourraient l’expliquer, il est un fait que l’attitude des peuples est loin d’être à la hauteur des enjeux qui ont actuellement pour théâtre la Libye, mais qui risquent d’influer gravement sur la paix et la sécurité de toute la région.
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Conferencias de Alain Badiou
El siglo XX fue un gran siglo para la política. El escritor francés André Malraux decía que en nuestro siglo la política fue lo que reemplazó al destinConferencias de Alain Badiou
24 y 25 de abril del 2000- Archivo
Finalmente, entonces, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿qué es la política?
El siglo XX fue un gran siglo para la política. El escritor francés André Malraux decía que en nuestro siglo la política fue lo que reemplazó al destino. Entonces el destino del siglo es la política, y la tragedia del siglo es la política. Pero se acabó el siglo. Y ahora ya no sabemos lo que es la política. Somos ignorantes y estamos ciegos. Y como somos ignorantes y ciegos, nos vemos librados a las fuerzas materiales más poderosas, entonces hoy somos todos esclavos, esclavos del mercado y de la Bolsa. Porque el poder actualmente es el poder de las Finanzas y el poder del mercado., Y como no sabemos lo que es la política, somos esclavos del poder. Inclusive los propios gobiernos son esclavos de la Bolsa y del mercado. Entonces, cuando votamos sabemos que estamos reemplazando a un esclavo del capital por otro esclavo del capital.
Hace ya 150 años, en 1848, Marx decía lo siguiente: ?Los gobiernos son los apoderados del capital?, y eso sigue siendo aún mas cierto actualmente. A veces se dice que Marx se equivocó, pero en esto les aseguro que no. Aquí, en Argentina, creo, hubo gente que propuso que estuviésemos a 501 km. del lugar de voto. Era una idea buena, muy buena, simbólica, pero aún si todos nos quedamos a 501 km. del lugar de voto, seguiremos reemplazando a un esclavo de capital por otro esclavo de capital. Porque el voto en sí mismo no es una verdadera opción, no es una verdadera decisión. Entonces, ¿qué es una verdadera opción, y qué es una verdadera decisión? Es un acto libre en su forma y en su contenido. Libre en su forma, en primer lugar, porque son ustedes los que deciden cuándo y dónde van a pensar y van a actuar. Ustedes deciden, por ejemplo, que van a hacer una manifestación en tal lugar y a tal hora, tal día. Como lo hacían, por ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo. El voto, en su forma, no es libre. Incluso tengo entendido que aquí es obligatorio. De todas maneras, es el Estado el que dice que se debe votar tal día y en tal lugar. Y el voto tampoco es libre en cuanto a su contenido. Todos sabemos que las cosas van a seguir siendo lo que son. Entonces, el voto es lo mismo, con otras personas. No hay un solo ejemplo en todo el mundo de verdadero cambio político producido por el voto. Y siempre se reemplaza a un esclavo del capital con otro esclavo del capital. Hoy, el esclavo de la izquierda está algo triste y el de derecha está contento. Esa es la gran diferencia.
El voto, entonces, no es un acto político. Es un acto importante, pero es un acto estatal. Y entonces hay que diferenciar al acto político del acto estatal.
Un acto estatal no es un verdadero momento de libertad. Es una especie de comprobación. En las elecciones lo que se hace es comprobar que las cosas siguen su curso. Y nosotros participamos en esta comprobación. Entonces, hoy y mañana lo que vamos a hacer es preguntarnos qué es un acto político.
Lo que ya sabemos es que es un acto que tiene que ser libre en su forma y en su contenido.
Un acto político es algo que crea tiempo y espacio. Crea tiempo porque dice "voy a hacer esto o lo otro, según un tiempo que yo estoy construyendo y no según el tiempo que domina", que es el tiempo del capital y de las elecciones.
El acto político también crea espacio porque dice: "Voy a transformar a este lugar en un lugar político", es decir, voy a transformar una calle, una fábrica, una universidad. A ese lugar yo lo voy a transformar en un lugar político.
Entonces, un acto político crea tiempo y lugares. Pero el problema es saber si actualmente nosotros queremos y si sabemos crear tiempo y espacios políticos.
¿Es posible no seguir siendo esclavos del capital y del mercado? Esta es una definición posible de la política. Es decir, la posibilidad de no ser esclavos. Si la política existe verdaderamente, entonces la política es la posibilidad de no ser esclavos.
Entonces hay que saber si la práctica de lo posible, de esto que llamamos política, es posible. Entonces, en el fondo, en este fin de siglo, la pregunta es la siguiente: Lo posible, ¿es posible? Porque la ley del capital y del mercado dice que lo posible político es imposible. Lo único que existe es el mercado y el voto. El resto no es más que utopía. Y la utopía es criminal. Eso es lo que nos están enseñando actualmente.
La palabra utopía es una palabra importante. Se dice hoy que la política de emancipación es una política utópica, que el comunismo es una utopía. Que la igualdad es una utopía.
¿Qué quiere decir lo posible es imposible? Lo único que existe es la necesidad. La necesidad de la economía capitalista y las necesidades de la democracia electoral.
Hace 150 años, Marx dijo que si la igualdad es posible, y si la utopía es posible, eso se hace contra la economía, contra la democracia. El gran libro de Marx, El Capital, tiene como subtítulo Crítica de la economía política. Y el proyecto político de Marx se llamaba Dictadura del proletariado. Critica entonces de la economía, y crítica de la democracia. Esa es la crítica de Marx. Y para él ésas son las condiciones de la igualdad y del comunismo.
Actualmente se nos explica que es imposible criticar la economía, la economía es la realidad, y ustedes no pueden criticar la realidad. Y se nos explica que es criminal criticar a la democracia electoral. La democracia electoral es la moral, y no pueden criticar la moral.
No pueden criticar la economía porque no pueden criticar la realidad, y no pueden criticar la política de la representación porque no pueden criticar al bien y al derecho del hombre. Por lo tanto la igualdad es imposible. Es una utopía.
Lo único que existe son los negocios, el dinero, el trabajo, la familia. Y la política es imposible. Por eso todos somos esclavos. Esto es lo que los esclavos del gobierno les dicen a los esclavos de la sociedad: nosotros, que gobernamos sabemos que la política e libertad y de igualdad es imposible, y ya que es imposible, vótennos.
Entonces el asunto nuestro es poder decir "no". Tenemos que poder decir "La política es posible", la política existe y existirá. Es débil, es poco frecuente, pero puede fortalecerse, puede ser algo que abunde, puede haber tiempo político y lugares políticos. Lo cual quiere decir "se puede y se debe criticar la economía, se puede y se debe criticar la política de la representación".
No se puede hacer como lo hacía Marx hace 150 años. Tenemos que inventar la política, debemos pensar sobre las nuevas condiciones de la política. Entonces, la cuestión en este fin de siglo es qué es la política, después de Marx, después de Lenin, después de Mao, y también después de Saint Just, después de Robespierre, después de Bakunin, Trotski, Castro, y también después de Mayo del 68 en Francia, las Madres de Plaza de Mayo en la Argentina, o el subcomandante Marcos en Chiapas.
Para examinar este tema les propongo que tomemos como base tres términos. Las masas populares y sus movimientos, por un lado; el poder del Estado; y en tercer lugar los partidos políticos. Yo querría definir de una manera bastante concreta y clara estos tres términos.
En primer lugar, qué es un movimiento. Un movimiento considerado como condición para toda política. Porque si no hay movimiento, lo único que existe es el orden, y toda política exige que haya movimiento. Entonces, yo voy a llamar movimiento a una acción colectiva que obedece a dos condiciones. En primer lugar no está prevista ni regulada esta acción por la potencia o el poder dominante y sus leyes. Entonces, esta acción tiene algo imprevisible. Es decir, es una acción colectiva que rompe con la repetición.
Entonces, vamos a llamar movimiento a algo que rompe la repetición colectiva, social. Es la primer condición.
Y la segunda condición para un movimiento es que proponga hacer un paso más, hacia delante, con respecto a la igualdad. Es decir, si lo decimos en otras palabras, la consigna de un movimiento, lo que dice, lo que está proponiendo, va de una manera muy general en el sentido de una mayor igualdad.
Para que exista un movimiento, entonces, es necesario que se reúnan estas dos condiciones. No vamos a llamar movimiento a aquello que es una simple defensa egoísta de un interés. Para que haya movimiento tiene que haber una idea que nuclee a todos. Y esta idea, forzosamente, es algo que va hacia la igualdad. Entonces un movimiento, grande o pequeño, es algo que interrumpe el curso común de las cosas, y es algo que propone que vayamos hacia la igualdad. Al menos en un punto determinado. Eso es lo que yo voy a llamar movimiento.
En segundo lugar, el poder del Estado. Voy a poner dentro de lo que llamo poder del Estado todos los mecanismos de poder y de dominación. Entonces voy a incluir ahí a la propia economía. Esto es importante. Para mí el estado, el estado de la situación, no es solamente el gobierno, no es simplemente la justicia, la policía y los aparatos represivos. También es el poder dominante, el poder de dominación de la economía. Por eso es que lo importante del Estado es su poder. Y este poder es poder omnipresente. No es un poder que esté solamente en el gobierno o solamente en el aparato represivo.
Todos nosotros sufrimos este poder. Es eso el Estado. Es decir, lo que hay que entender es al Estado como el estado de las cosas, o el estado de la situación.
Entonces, eso en cuanto al poder del Estado. Ahora, hablando de los partidos, yo llamo partido a una organización que el Estado reconoce en el sentido siguiente: esta organización tiene derecho de ocupar ciertas funciones dentro del Estado, es decir, representa algo para el Estado y dentro del Estado. La función, por supuesto, puede ser una función gubernamental, como sucede con las elecciones. Pero pueden ser otras funciones también. Funciones de representación, de negociación, funciones de discusión o de consulta. Desde ese punto de vista el sindicalismo, el propio sindicalismo, está vinculado con la idea de partido, en el sentido preciso que yo le doy a la palabra. Es decir, posibilidad reconocida de ocupar funciones estatales.
Entonces, vamos a plantear el tema de la política a partir de estos tres términos: el movimiento, el poder del Estado, los partidos. La idea general, entonces, de este siglo, fue la que voy a exponer.
El partido es el intermediario entre el movimiento y el Estado. Puede representar al movimiento en dirección al Estado, o dirige al movimiento para apoderarse del Estado. En el primer caso, el partido es representativo. En la segunda concepción el partido es revolucionario. Pero en ambos casos el partido ocupa o funciona como mediación entre el movimiento y el Estado.
Esta fue una idea muy fuerte y dominó la política durante el siglo XX. En el fondo, es una teoría del sujeto político. La idea es que el movimiento en sí mismo no puede ser un sujeto político. El movimiento es el punto de partida de una política, pero es necesario construir un sujeto político particular que represente el poder del movimiento. Y a eso se le llamó partido.
Entonces, mi hipótesis es la que sigue: la crisis de la política en este Fin de siglo es, antes que nada, la crisis de la idea de partido.
Y entonces, preguntarnos qué es la política hoy es preguntarse forzosamente qué fue esta crisis de la idea del partido. Entonces, a partir de esto querría cortar mi exposición en dos. Ahora les cuento cuáles van a ser los dos pedazos. Primero, quisiera demostrar que el siglo XX fue el siglo de los partidos. Es decir, el siglo en el que la política y los partidos caminaban juntos, y mostrar que esta idea se terminó. Y que hay que comprender a la política de emancipación de una manera distinta que como una política de partidos. Y que ése es el verdadero balance del siglo.
La segunda parte es plantear lo siguiente, en el fondo: si en nuestros tres términos ?movimiento, Estado y partido ? el partido no aparece más, entonces ¿en qué se transforma la política? ¿Se puede imaginar una política que implique una relación directa del movimiento con el Estado? ¿No es ésta una posición pura y simplemente anarquista? (lo cual no es una injuria). La pregunta es si esto es una posibilidad, o hay un tercer término, una mediación, pero que no tiene la forma de un partido. Y en ese caso, qué es ese tercer término.
Pienso que éstos son los puntos centrales de la política actualmente, y creo que no es en absoluto la oposición de la democracia con el totalitarismo. En esto quiero insistir: se trata de plantear otra cuestión, distinta de la que nos están imponiendo. Cuando se nos dice actualmente que la política es imposible, lo que nos están diciendo, en realidad, es que toda política es totalitaria, y que tenemos que aceptar la gestión del Estado. Es decir, como les decía hace un rato, aceptar por un lado la economía y, por el otro, la democracia representativa. Y todo esto se apoya en esta oposición "democracia-totalitarismo" como si esta oposición fuera el balance del siglo XX.
Si queremos ser ofensivos tenemos que rechazar esta cuestión y reemplazarla por otra. El siglo no fue conflicto entre democracia y totalitarismo. El siglo fue el siglo de la política de los partidos. Y si ésta es la crisis tenemos que saber qué es la política de emancipación en la actualidad.
Por eso proponemos un cambio en las preguntas o en los temas que se plantean. Y entonces ustedes pueden ver que la idea es la siguiente: pensar la política no a partir del Estado (Estado representativo por un lado y Estado totalitario por el otro), sino pensar la política, concebirla, a partir del sujeto político. Y la cuestión del sujeto político en el siglo era la cuestión del partido.
Hay que volver entonces a la pregunta fundamental: ¿cuáles son las relaciones entre movimiento y organización, teniendo en cuenta el poder del Estado? Voy a empezar entonces con algunas ideas sobre el partido.
En primer lugar, la idea de partido es una idea del siglo XX. Y es una idea compartida por todos los políticos. Están los partidos del parlamentarismo o de la democracia representativa; está la idea de Lenin sobre lo que es un partido, expuesta en 1912 en " ¿Qué hacer?", o sea, muy al comienzo del siglo. Está la forma de partido stalinista. Está el partido fascista italiano; está el partido nazi de Hitler. Entonces, todas las políticas fueron políticas de partidos. Las tres grandes políticas del siglo, la parlamentaria, la fascista y la comunista, fueron en cada da circunstancia políticas de partido, y definieron modelos de partido.
Podemos sostener entonces que todos esos partidos subordinaron la política al Estado, directamente en el caso del partido-Estado stalinista, directamente también en el caso del partido fascista. Pero incluso los partidos parlamentarios subordinan la política al Estado, porque el objetivo de un partido parlamentario es instalarse en el Estado, y está definido por este objetivo, por esta finalidad.
Podemos decir entonces que en el siglo XX, en primer lugar la política está representada por los partidos, cualquiera sea la política de la que hablemos. Y en segundo lugar, el partido está subordinando la política al Estado.
Es importante observar que esta situación es una situación del siglo XX. No es, por ejemplo, lo que sucede en el siglo XIX. En el siglo XIX la política se presenta como insurrección o como revolución, por lo menos hasta la comuna de París de 1871, Se puede decir que la política obrera en el siglo XIX es una política de insurrección, Y cuando hay grupos o partidos están subordinados a la perspectiva de la revolución, y no subordina la política al Estado.
Entonces podemos decir que en este aspecto hay una diferencia entre el siglo XIX y el XX. De una manera general, el siglo XIX propone una política revolucionaria obrera, dirigida directamente contra el Estado, mientras que el siglo XX está proponiendo una política de partidos cuyo objetivo es el Estado, y que está subordinando el movimiento al Estado.
Pienso que es esta subordinación la que originó la crisis de la política. Lo que está en crisis, entonces, es la idea de una subordinación de la política al Estado por medio de los partidos. Y entonces la crisis es la de la idea de que un movimiento puede y debe estar representado sentado del lado del Estado. Y entonces, en este punto la crisis de la política está generalizada. Porque como se los digo, todas las políticas han sido y siguen siendo políticas de partido.
La crisis del partido-Estado stalinista es evidente. Es evidente porque se cayó la URSS. Pero existe también la crisis de los partidos parlamentarios. La subjetividad política parlamentaria está en crisis, y la prueba es que la política está cada vez más estrictamente subordinada a la economía. Es una política que ya no presenta más posibilidades verdaderas. Y entonces el partido, los partidos, son entonces evidentemente organizaciones estatales y no organizaciones políticas. Son organizaciones que se sirven de los movimientos para el Estado, y no para la política o para la igualdad.
Entonces tenemos que considerar dos cosas.
En primer lugar, no es la idea de revolución lo que está en crisis actualmente. La idea de revolución en realidad era una idea del siglo XIX. Lo que está en crisis entonces es la idea de partido. No hay que equivocarse de crisis. El enemigo nos dice que la revolución está en crisis, porque es lo que a él le viene bien. Lo que le interesa y lo que le viene bien es decirnos "no hay ninguna otra política posible", y entonces quiere hacernos creer que la política de emancipación y de igualdad no es posible. Y entonces por eso él considera que es importante hacernos creer que es la revolución lo que está en crisis.
Pero nosotros podemos y debemos pensar de otro modo. Podemos decir: el siglo XX fue una secuencia política en particular, No fue el siglo de la revolución sino el siglo de los partidos, incluidos los partidos revolucionarios. Pero eran partidos revolucionarios que subordinaban la revolución al partido. Y entonces lo que está en crisis no es la política, no es la idea de una política de emancipación lo que es falso. Lo que es falso es la idea de que puede realizarse en la forma de un partido. Y entonces tenemos que decir que la crisis general es la crisis de la idea misma de partido. Ese es nuestro balance del siglo XX.
Entonces, lo que nosotros planteamos es claro: si esta hipótesis es correcta tenemos que concebir de otra manera a la política de emancipación. No podemos concebirla corno se hacía en el siglo XIX. Es decir, directamente bajo la forma de la insurrección obrera. Eso también se acabó. Esa fue una idea enorme, una idea muy grande. Dio las grandes insurrecciones de junio del 48, de la Comuna de París, y algunos aspectos de la revolución rusa. Pero es una idea que ya está saturada. Entonces no podemos concebir a la política sobre el modelo revolucionario del siglo XIX. Pero tampoco podernos concebirla con el modelo del siglo XX, es decir con la idea del partido comunista centralizado, o bajo el modelo del partido-Estado. Esa también fue una gran idea, permitió una gran resistencia popular y obrera, movilizó el entusiasmo de millones de personas, dio triunfos revoIucionarios, grandes luchas de liberación nacional y no vamos a dejar que todo esto vaya a parar a la tumba, como quieren hacerlo nuestros enemigos. Pero de todos modos reconocemos que se terminó. Y que no podemos concebir actualmente a la política de emancipación bajo la forma de política de partido.
Entonces, se trata de saber qué es una política sin partidos. No quiere decir política sin organización. La política siempre es una actividad colectiva y siempre es, en algún sentido, una acción organizada. Hasta los anarquistas están organizados.
Al respecto, me acuerdo que en 1978 había una manifestación contra una central atómica. Era una manifestación violenta, hubo un muerto, gente herida. Había anarquistas alemanes. Y les puedo decir que estaban mucho mejor organizados que los marxistas-leninistas franceses. Así la política está organizada. Sobre todo cuando hay que luchar es preferible estar organizado. Pero hay que diferenciar la organización del partido. Como pueden entenderlo, partido es la idea de una subordinación de la política a la representación dentro del Estado. Incluso los partidos revolucionarios fueron esta subordinación.
La pregunta es entonces qué es una organización política. Una organización política que no subordina el movimiento al poder y al Estado. Una organización política, entonces, que no tiene al poder como objetivo, pero que es una organización de la voluntad política de la gente.
Y entonces nuestra idea es forzosamente distinta. Tenemos que tener otra idea de lo que es la fuerza, de lo que es una fuerza política. No podemos medir más a esta fuerza con respecto al Estado y sólo con respecto al Estado. Porque esto nos lleva forzosamente al partido y, en última instancia, al partido-Estado. La cuestión es la siguiente: cómo hacemos para que dure una posición de debilidad. Como hacemos para aceptar que la política pueda ser más débil que el Estado durante un largo período. Cómo evitamos la tentación del poder. Y es una tentación muy grande, porque es la tentación del poder. La idea del partido era ?vamos a darle a la política la fuerza del Estado?.
Vamos a darle a la política de la igualdad, a la política comunista, la fuerza del Estado. Pero cuando se le da la fuerza del Estado la política desaparece. Entonces hay que darle otra clase de fuerza. Una fuerza subjetiva que esté distante del Estado. Y la clave de esto es el movimiento. Es la idea de otra relación entre movimiento y política. En la vieja concepción el movimiento era social y el partido era político, y el partido político representaba en la política al movimiento social. Pero, ¿por qué se decía esto que el partido era político y el movimiento era social? Porque el partido estaba del lado del Estado. Entonces, finalmente, se decía que el partido era político porque subordinaba la política al Estado. Y el movimiento era social porque estaba del lado de la vida de la gente, y no del lado del Estado directamente.
Entonces tenemos que cambiar la relación entre movimiento y política. Tenemos que hablar directamente de la capacidad política de la gente, y de cómo se organiza esta capacidad, con una lógica distinta de la lógica del poder. Son los problemas, entonces, de la política sin partido, como política de la organización de la capacidad política de la gente. Y un punto esencial es la construcción del tiempo.
Quisiera decir una pequeña cosa antes de terminar por el día de hoy. El partido político en el siglo fue una idea impaciente. Tomemos el poder tan rápido como sea posible tomarlo. 0 estemos cerca del poder lo más posible. Como ustedes lo saben bien, hasta un partido de oposición está cerca del poder. Es una característica de la política parlamentaria que la oposición es parte del poder. Así que tampoco queremos una política de oposición. Lo que pretendemos es que la política pueda pensarse por sí misma. Que se pueda debatir, discutir, y ser puesta en práctica por sí misma. Y que no tenga como objetivo el Estado.
Esto, obviamente, implica un tiempo distinto que el tiempo del Estado. Supone que tiene que haber una paciencia distinta.
Diría que hay que reemplazar la política impaciente de los partidos por la política paciente de los movimientos. Pero para eso, como lo dije al principio, hay que construir un tiempo y un espacio, que no son ni el tiempo de la economía ni el espacio de la representación. Un tiempo distinto del de la economía, que es el tiempo de la circulación, incluida la circulación de la información. Un tiempo distinto de ése. Y lugares distintos de los oficiales.
Y no estar en el tiempo dominante implica no estar tampoco en el tiempo de la información periodística. El partido era propagandista porque pensaba que lo importante era que se hablara de él. Esa es una idea típica de la representación. La fuerza que ustedes tienen se mide por lo que se dice de ustedes. Si no se habla de ustedes, ustedes no existen. Hay que aprender a existir inclusive en el silencio, porque el tiempo de la información no es el tiempo de la política libre. Lo sabemos, lo sabemos perfectamente. El tiempo de la información es en sí mismo un tiempo comercial. La política de emancipación no puede estar dentro del tiempo comercial. Ni puede estar tampoco en los lugares oficiales esta política de emancipación. Tiene que elegir lugares políticos que le son propios. Esta construcción del tiempo, esta construcción colectiva del tiempo, es una determinación esencial del sujeto político en la actualidad.
Termino entonces con dos consejos: primero, seamos pacientes. Pero hablo de paciencia constructiva, la paciencia que inventa un tiempo. Un poco como lo hacen los artistas, capaces de inventar el tiempo para su obra hasta en la soledad más grande. Y en ese sentido la política es un arte. Quizá tengamos que pensar un poco menos que es una ciencia y un poco más que es un arte. Porque el partido pensó alguna vez que la política? era una ciencia. Pero en nuestra paciencia nosotros somos más artistas.
El segundo consejo es: vayamos a otro lugar distinto del lugar en donde estamos. Inventemos caminos. Eso es algo muy ¡importante también. En la experiencia de Mayo del 68 francés, quizás el punto más importante de todos fue que la gente inventó trayectos, caminos que no existían. Por ejemplo el camino que iba de la universidad a la fábrica, o quizás el trayecto que iba del departamento burgués al mercado popular. Inventaron esos trayectos.
Entonces, creo que tenemos que recuperar esta idea y amplificarla, tenemos que inventar trayectorias que no son las del mundo en el cual estamos. Toda decisión colectiva de invención de un trayecto tenemos que confiar en que participa de la invención política.
Va a ser larga y difícil esta invención, y eso lo sabemos todos. Pero si somos pacientes y viajeros, vamos a poder hacerlo.
2 . Conferencia del día 25 de abril del 2000
Dije ayer que nuestra pregunta era la siguiente: ¿Qué es la política? Actualmente la pregunta sobre lo que es la política es parte de ella, de la política. No siempre es así. Hay períodos en los que se sabe qué es la política, y se intenta hacer la mejor política posible.
Actualmente la situación es más complicada, porque al mismo tiempo que intentamos hacer política, nos vemos obligados a preguntarnos qué es la política. Y nos vemos obligados a inventar algo nuevo sobre la política. Cuando nos preguntamos qué es la política, de alguna manera ya estamos haciendo política en las condiciones de hoy, que son ciertamente, las condiciones de una crisis de ideas políticas. En la historia hubo muchas definiciones de lo que es la política. Y podemos ver que todas esas definiciones actualmente están en crisis. Quisiera recordar algunas de esas definiciones.
Desde hace mucho se define a la política como la búsqueda del buen gobierno o de una constitución adecuada. Es la definición que da Platón, por ejemplo. Pero nosotros sabemos que esa definición es insuficiente, porque sabemos que para que haya política no basta con que haya un buen Estado o una buena constitución. Necesitamos tener también tener un sujeto político actuante. También se ha definido a la política como la lucha por la conquista y la conservación del poder. Es, obviamente, la definición de Maquiavelo. Pero sabemos que esto no es suficiente. Sabemos que muchas cuestiones políticas no son cuestiones de poder. Y que hay otra cosa en la actividad política. Otra cosa más aparte de la lucha por el poder. también se ha dicho que la política era la lucha de clases. La lucha de clases dirigida por un partido y llevada hasta el comunismo. Pero nosotros sabemos también que actualmente esa definición ya no basta. Ciertamente hay una lucha de clases en la sociedad. Pero también sabemos que la lucha de clases no produce mecánicamente una política y que en ese contexto de la lucha de clases tenemos que inventar ideas políticas e ideas de organización política que no provienen directamente de las clases y de su lucha.
De manera tal que, al final de cuentas, y estos no son más que algunos ejemplos, actualmente nos preguntamos entonces qué es la política de emancipación. Y éste es el signo de que se acaba una época de la política. Y que tiene que comenzar una época distinta de la política.
Como lo decía ayer, el enemigo dice que las ideas políticas se acabaron, que podemos conformarnos con la gestión de los negocios, y que para los que hacen buenos negocios, tanto mejor. Y los que los hacen mal, y bueno, paciencia...
Yo querría decir que para mí eso es reducir la Humanidad a un grupo de animales, que tienen intereses, que se pelean por estos intereses, y gana el más fuerte. Es la lucha de las especies. Es la política pero en el sentido de Darwin. Y eso es lo que nos propone actualmente el mundo. Un mundo de animales competitivos. Si no inventamos otra política vamos a estar en la barbarie animal. Y estamos hartos de esto.
Y querría insistir sobre el hecho de que esta pregunta ?¿qué es la política??, es una cuestión que tiene que ver con la lucha contra la barbarie, una nueva barbarie. Es la barbarie de un mundo que está completamente sometido a la dictadura de la economía. Y no hay otro remedio para esta barbarie que las ideas nuevas que nosotros podemos aportar colectivamente. Entonces tenernos que abrir una nueva época y estamos a cargo de la humanidad entera. Y cuando discutimos esto con total libertad tenemos que saber, sin embargo, que se trata de cuestiones graves. Que son cuestiones de las cuales depende un porvenir muy amplio.
En el fondo, la cuestión de la política no es una cuestión táctica, aun cuando haya muchos problemas cotidianos que son tácticos, por supuesto. La cuestión o la pregunta de la política, es ¿en qué se va a transformar la humanidad? ¿Tenemos alguna idea al respecto o no sabemos nada de eso? ¿Pensamos que solamente existe el poder, o pensamos que el pensamiento mismo puede modificar el curso de las cosas? Esa es la cuestión central de la política en la actualidad: política o barbarie.
Yo había propuesto analizar la cuestión de la política a partir de tres términos: en primer lugar los movimientos, los movimientos populares, los movimientos de masas, los movimientos de protesta, de rebelión. En segundo lugar, la cuestión del poder del Estado. Y en tercer lugar, la cuestión de las organizaciones y de los partidos.
Y había tratado de demostrar que en el siglo XX, la idea central había sido la idea de partido. Que a partir de la obra de Lenin, a comienzos del siglo, hubo una tentativa de reorganización de la política de emancipación, en torno de y a partir de la idea de partido. Y que esta fue una idea muy fuerte del siglo XX.
También dije que había sido la idea de políticas democráticas comunes, ordinarias, que también representan a la política dentro de los partidos. Yo diría entonces que el siglo XX, nuestro siglo, fue el siglo de la idea de partido. Y propuse decir que lo que está en crisis es esta idea. Que ya no podernos seguir identificando política y partido. Entonces hay que tomar como punto de partida otros dos términos, y eso es lo que voy a hacer hoy. Por un lado el movimiento, por el otro el poder del Estado. Y saber en estas condiciones lo que puede ser la política.
Les recuerdo, para los que no estaban aquí ayer, una definición de movimiento. Dije: hay movimiento en primer lugar cuando hay una acción de ruptura, es decir, un acción que está fuera de cualquier repetición, una acción nueva, inventada. Y dije también una acción que crea tiempo y espacio. Esa es la primera característica.
La segunda es cuando ese movimiento porta, o lleva, una idea igualitaria. 0 cuando el movimiento propone un paso más hacia la igualdad.
No hay movimiento si sólo se trata de una reivindicación particular o interesada. El movimiento existe si puede implicar a todos, a todo el mundo, porque representa un avance, un progreso en la idea igualitaria. Cada quien puede encontrar ejemplos de movimiento en este sentido.
Lo que yo quiero decir es que en este momento un movimiento concebido de este modo aparece como un acontecimiento, como, algo que sucede. Por supuesto, pudo haber estado preparado. Pudo haber sido en parte organizado. Pero todos los militantes saben que cuando hay un verdadero movimiento hay algo que no pudo ser previsto. Algo que no fue organizado. Algo que es más que lo que se previó y se organizó. Y en muchos casos, inclusive algo absolutamente inesperado. Ese elemento es el que yo voy a llamar acontecimiento. Algo que no está dentro de la lógica de la situación. Algo que está de más, o más allá. Algo que incluye un elemento de sorpresa. Y un verdadero movimiento es un acontecimiento en este sentido. Eso es lo que le permite orientarse hacia la igualdad. Porque un movimiento previsto, organizado, calculado, es forzosamente un movimiento que refleja la situación, que refleja las relaciones entre grupos sociales, que dice sus reivindicaciones. Pero un verdadero movimiento es más que eso. Un verdadero movimiento es algo que inventa una idea igualitaria sobre un punto en particular. Cualquiera sea este punto en particular.
Por eso puede tratarse de un movimiento obrero, un movimiento de trabajadores, un movimiento de jóvenes, de mujeres, de trabajadores extranjeros. En todos los casos existe este elemento suplementario, que hace que algo vaya más allá del grupo involucrado y que ese algo se dirija a todos. Por eso hay más en un movimiento que en una reivindicación. Siempre hay reivindicaciones en un movimiento, hay pedidos. Pero el acontecimiento político es más que esos pedidos, que esas demandas. Entonces vamos a decir que no hay política sin acontecimiento. No hay política sin este elemento suplementario que la situación no nos permite prever.
Una parte de la política consistirá en saber qué hacemos con este acontecimiento, cómo se piensa a partir de este acontecimiento, cómo se actúa a partir de él, cómo se transforma la situación a partir de él. La política no es pensar partiendo de la situación solamente. Es, en primer lugar, y antes que todo, pensar a partir de lo que está más allá de la situación, y que ha ocurrido como un acontecimiento. Por eso voy a definir a la política como la Fidelidad a un acontecimiento. Fidelidad que exige con frecuencia organización y disciplina, pero que trabaja dentro de la situación, a partir de algo que está más allá de la situación. Entonces, la política es la Fidelidad a lo nuevo. Eso es lo que quería decir por ahora sobre el movimiento. Del otro lado tenemos el poder del Estado. Yo llamo Estado a mucho más que sencillamente el gobierno, o la policía o la justicia. El Estado es lo que controla a los partidos. El Estado es todo lo que da poder dentro de la sociedad. En nuestro mundo, por ejemplo, la economía es parte del Estado. Es parte del Estado porque es la organización principal del poder.
Entonces, el Estado es la sociedad concebida como poder sobre cada uno. Es aquello que siempre dice dónde y cuáles son los lugares. Es lo que indica a la gente, a los grupos, cuáles son sus lugares, y que indica también cómo podemos movernos, cuál es el camino.
Si les parece, el Estado es un poder de disposición de las cosas. El Estado es al mismo tiempo aquello que pone a cada quien en su lugar y que indica cuál es el camino obligado para pasar de un lugar a otro. Es lo que impide o prohíbe trastornar los lugares, y también lo que prohíbe inventar trayectos. Hay algo muy importante que señalar y es que el poder del Estado, de manera general, no es mensurable. Es un poder que conocemos todos nosotros, pero no sabemos exactamente cuál es su medida. Es un poder indeterminado. Y eso es el gran poder.
Les voy a dar un ejemplo muy sencillo. Todo el mundo nos dice actualmente "hay leyes de la economía y no se puede escapar a esas leyes". Entonces, el universo económico es un universo que obliga. Y saben que éste es un argumento esencial de todas las políticas gubernamentales actuales: "Nos vemos obligados a hacer lo que hacemos porque la economía es lo que es". entonces se puede ver claramente que la economía es un poder, en el sentido en que nos obliga a hacer o esto o aquello.
Pero, ¿cuál es exactamente este poder?. Si me animo a decirlo así: ¿cuál es el poder de este poder? Tenemos que obedecer, pero ¿por qué? en cierto sentido nadie lo sabe. Nos las estamos viendo con un poder móvil e indeterminado y estamos tanto más obligados a obedecer cuanto que no conocemos la naturaleza de ese poder.
Pienso que es una característica fundamental del Estado. El Estado es un poder, pero nadie puede determinar este poder. Y por eso estamos sometidos, porque no conocemos el poder al cual estamos sometidos. Sigue siendo indeterminado, vago, absoluto. Lo que hace un movimiento es decir, en un punto determinado, cuál es el poder del Estado.
Querría explicar este punto de manera detallada, porque a mi modo de ver es central en lo que tiene que ver con la cuestión de la política. Cuando hay un verdadero acontecimiento político hay un final del carácter indeterminado del poder del Estado. La gente se levanta y dice "éste es el poder del Estado frente a nosotros". Es como nosotros decimos que es. Dicho de otro modo, un movimiento es lo que fija una medida del poder del Estado. Es algo que obliga al Estado a mostrar realmente cuál es su poder. Y por esa misma razón hay algo de la sumisión que se detiene. Porque si no, seguimos sometidos a lo que está indeterminado.
Podemos decir entonces que un acontecimiento político es lo que da una medida fija al poder del Estado. Es lo que hace que no puedan seguir diciéndonos que tenemos que someternos a un poder indeterminado, desconocido. Exactamente que como cuando tienen una huelga en una fábrica. Les doy un ejemplo muy sencillo. Ahí se mide cuál es la fuerza real patronal, mientras que en el funcionamiento de todos los días de la fábrica este poder existe constantemente. Pero está indeterminado, y no está medido. Sólo el elemento "huelga" va a permitirnos una medida real de este poder. Y éste es un punto absolutamente esencial.
Un acontecimiento político es algo que permite a cada quien mantenerse a distancia del Estado, porque el acontecimiento ha determinado, ha fijado el poder del Estado. En realidad, en la vida cotidiana estamos sometidos al estado de las cosas. El acontecimiento político es algo que va a fijar este poder y nos va a permitir mantenernos a distancia de este poder. Y yo diría con ganas que esta distancia es la política misma. En esta distancia podemos construir un tiempo y lugares políticos.
Para decirlo de manera psicológica, en esta distancia dejamos de tener miedo. Porque la política es ampliamente eso, el final del miedo. Pero es el final del miedo con razones muy precisas, que justamente es que ya no tenemos miedo de algo que es indeterminado. Podemos tener que vérnoslas con un poder muy grande, pero nos hemos decidido a medirlo. Y podemos en ese momento vérnoslas con las consecuencias.
Voy a darles una definición de la política. Vamos a llamar política a una acción que trabaja por la igualdad a partir de determinado valor fijo del poder del Estado, valor que ha sido fijado por un acontecimiento.
Pueden ver el esquema general cuál es. Algo sucede, algo imprevisible y colectivo. La posibilidad misma de este surgimiento hace que se pueda medir o fijar el poder del Estado. Entonces es posible mantenerse a distancia del Estado y es posible dejar de tener miedo. En esta distancia ustedes pueden crear, inventar, un lugar nuevo, un tiempo nuevo.
Yo querría darles tres ejemplos, muy diferentes, pero justamente para aclarar este tema.
Cuando en 1917 Lenin organiza la insurrección en Rusia, lo hace ¿en qué condiciones? En primer lugar, el Estado está debilitado por la guerra. Y en segundo lugar el pueblo ha creado los soviets.
Entonces, tienen un acontecimiento creador: la aparición de los soviets. Y tienen una medida del poder del Estado, que es la idea de que el Estado es débil. La convergencia de ambos elementos va a provocar una decisión de insurrección. Pero insurrección como una decisión, como una invención. Ven que se están situando en la doble dimensión de un acontecimiento creador, la implantación colectiva de los soviets, y una cierta distancia con respecto al Estado, que se rija al juzgarlo como débil.
En el fondo, insurrección y posibilidad de insurrección es el resumen político de esas dos cosas.
Mi segundo ejemplo es en cierto modo contrario. Cuando Mao Tsé Tung dice que hay que llevar a cabo lo que llama una guerra prolongada ? hay que disponer las fuerzas en el campo, lejos de los grandes centros urbanos, y con la paciencia de una guerra larga ? tienen ahí dos elementos, no tienen más que leer los textos. En primer lugar, la existencia de un movimiento campesino que es un acontecimiento, que es una invención popular, y que hace posible instalarse en los campos. De otro modo, instalarse en el campo era imposible. Y por otro lado tienen el juicio de que el Estado es fuerte.
Tienen una medida que ha sido fijada, de la fuerza del Estado. No como en el caso de Lenin, del Estado débil. En el caso chino el Estado es todavía bastante fuerte. Por eso esta vez el resumen político no va a ser la idea de una insurrección brutal, sino la idea de una guerra que se prolonga. Ven ahí otra manera de inventar tiempo y espacio.
En el primero caso se trata de los soviets obreros en las grandes ciudades y una insurrección centralizada. En el segundo caso, el instalarse lejos de las ciudades, en pleno campo, y una guerra prolongada.
Entonces pueden ver el esquema general de la política, que es que siempre existe un acontecimiento popular, el surgimiento de los soviets obreros, o el movimiento campesino; hay una determinación del poder del Estado, es fuerte o es débil, y existe la construcción de un espacio y de un tiempo. Pueden ser los soviets en las ciudades y una insurrección rápida; o, por el contrario, la instalación en el campo y hacer una guerra larga. El tercer ejemplo podría ser la insurrección del Subcomandante Marcos en Chiapas, que seguramente ustedes conocen mejor que yo.
Se ve claramente que también en este caso existen los elementos que acabo de dar. Hay un movimiento interno, en primer lugar, del conjunto de las comunidades rurales campesinas en la región; en segundo lugar hay un juicio establecido sobre la relación con el Estado. Este juicio es: el Estado es semifuerte. No es cuestión de vencerlo, pero podemos ¡impedir que nos aplaste. Es decir, es un juicio que da un valor exacto, una medida exacta del poder. Y como pueden ver, eso da lugar a la construcción de un tiempo y un lugar. Una presencia localizada territorial, y la perspectiva, también, de un tiempo prolongado. No una guerra prolongada, pero sí una negociación armada
prolongada.
Una negociación armada prolongada es una invención política, del mismo modo que la guerra prolongada de Mao, o la insurrección de Lenin. Podemos decir entonces lo que es la política de manera concreta, y volver a concebirla actualmente. Es, bajo la condición de un acontecimiento, una construcción de lugar y de tiempo, que impone determinada distancia con el Estado.
Finalmente, nuestro problema en la actualidad, el problema principal, es saber cómo intentamos determinar el poder del Estado. Eso es sin duda la tarea, para nosotros, más difícil, porque en verdad, en este momento, este poder se presenta al mismo tiempo como algo considerable y muy especialmente indeterminado. Combina dos aspectos. Es una especie de fuerza única e irresistible, bajo el nombre de economía. Y es indeterminada porque no es inmediatamente represiva. No está en una medida esencialmente policial o militar. La dificultad, en cierto modo, es que estamos en democracia. Y democracia, en realidad, quiere decir un carácter muy especialmente indeterminado del estado de las cosas. No podemos tener una representación clara de lo que es el poder del Estado. Eso es lo que quiere decir. No es como cuando Lenin decía "El Estado zarista es débil". No es tampoco como cuando Mao decía "Chiang-Kai Shek es bastante fuerte".
Es otra relación, porque lo esencial del poder, en este momento, no es el gobierno. Los gobiernos hasta pueden ser relativamente ridículos. El poder está en otra parte. El poder está en otro lado y no está representado por los Estados en sentido estricto.
Entonces tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿qué acontecimientos pueden mostrar el poder del Estado actual? ¿Qué medida puede darse de este poder? Entonces, para eso creo que debemos, en primer lugar y antes que nada, organizar trayectos nuevos. Esta es la cuestión política central, a mi modo de ver. ¿Somos capaces de imponerle al Estado trayectos sociales y subjetivos completamente nuevos? ¿Podemos crear vínculos ahí donde, en principio, los vínculos son imposibles?
Y creo en el carácter absolutamente central de la cuestión de los vínculos entre trabajadores e intelectuales. Como trayecto, como vínculo, como figura política. No en el viejo sentido en el que el intelectual aporta conciencia al obrero, sino más bien en el sentido de una especie de conexión imprevisible. En la experiencia francesa, en los años 70 hubo trayectos de este tipo, y perdimos estos vínculos. Fueron desacreditados, muchos intelectuales se- cansaron de ellos. Como les he dicho, el principal enemigo de la política es el cansancio. Pero tenemos que volver a intentar todo esto. No repetirlo. Re-inventarlo. Y entonces, en ese sentido yo creo realmente que existen tres términos: los movimientos, el poder del Estado, y la organización paciente, constante, de nuevos trayectos subjetivos. Algo que pasa a través del tabicamiento de los grupos sociales. Algo que propone una articulación distinta de la sociedad. Algo que provoca que nos movamos distinto en la superficie social, algo que ponga en práctica, en acto, nuevas formas de igualdad.
Si tiene que haber organizaciones de grupos políticos, y creo que es indispensable, eso es lo que hay que organizar y se debe pensar. Es necesario que la mayor cantidad posible de personas estén en otro lugar diferente del lugar en el que deberían estar. Es necesario poder ir al lugar al que no deberíamos estar, cualquiera sea la dificultad de esta trayectoria.
Este es un ejemplo de trayecto desinteresado. Es fundamental afirmar que la política es desinteresada, porque la lógica del mundo es la lógica del interés. Tenemos que afirmar categóricamente que la política es tan desinteresada como el arte, que hacemos política por la política misma, de la misma manera que un artista hace una obra por la obra en sí. La política no es un medio. La política es una afirmación. La afirmación de que otro mundo es posible. Y se puede afirmar que otro mundo es posible en un punto muy pequeño. No necesitamos cambiar el mundo para afirmar que otro mundo es posible. Necesitamos cambiar algo. Y hacerlo porque nos interesa hacerlo, porque queremos hacerlo.
Entonces, hay necesidad de grupo y de organización política colectiva como tercer término. Pero no son grupos representativos. No pretenden representar intereses o grupos sociales en particular. Lo que están haciendo es organizar la afirmación política, organizar trayectos nuevos. Hacen circular ideas que no son dominantes. Y desde ese punto de vista están participando de la invención de la política.
Si estamos realmente convencidos de que la política puede ser, en este sentido, una creación, digamos entonces que la organización política es un grupo creador. No es un instrumento, no es un aparato. Es un grupo de creación. Y ese grupo no corresponde a ninguno de todos los grupos que el Estado ha definido.
Esa es, me parece, la pista que podemos seguir en este comienzo de siglo para reinventar la política, el arte de la política, y la alegría colectiva de la política, en este mundo tan triste.
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