El pasado 28 de agosto murió Shulamith
Firestone que, junto a Kate Millet, fue una de las principales fundadoras
teórica del feminismo radical y co-autora "La dialéctica del sexo",
publicada en 1970. Murió de muerte natural a los 67 años.
La dialéctica del sexo
La dialéctica del sexo
(Shulamith Firestone)
Como es bien sabido, el mundo está mal hecho
y, si nos dieran permiso, todos quitaríamos o pondríamos algo que estorba o
falta. Lo que le estorba a Shulamith Firestone en este mundo mal hecho es, por
decirlo en una palabra, el útero. La función de la mujer como hembra de la
especie y su protagonismo en los mecanismos de la reproducción, ésa es la causa
de que este mundo no funcione bien para Shulamith Firestone. Por fortuna, todo
tiene arreglo, y Firestone nos ha diseñado un mundo nuevo enteramente liberado
de los contratiempos de la maternidad, una Arcadia automatizada con cadena de
producción de bebés.
Shulamith Firestone hereda de Engels, a
través de Simone de Beauvoir, la idea de la subyugación ancestral de la mujer y
los niños (el proletariado de la familia) por el varón (el burgués). Pero no se
contenta, como Engels, con atribuir esa subyugación a unas supuestas
condiciones económicas surgidas en el Neolítico, sino que va mucho más lejos y
deduce que la raíz de la opresión se basa en la propia configuración biológica
de los sexos. Según sus propias palabras, se trata de "una opresión que se
remonta más allá de todo testimonio escrito hasta penetrar en los mismísimos
umbrales del reino animal". Dicho de otro modo, la naturaleza -que manda a
las leonas cazar y parir y a los leones defender el territorio y fecundar- hizo
mal las cosas al confiar las labores de embarazo y parto a las hembras, y el
resultado ha sido la opresión de la mujer por el hombre desde mucho antes de
que ambos fueran humanos, por lo que debemos invitar a los paleoantropólogos a
que adopten en sus investigaciones una rigurosa perspectiva de género y nos
aclaren si ya los pequeños australopitecos del Rift oprimían y sojuzgaban a sus
hembras hace tres millones de años o si la cosa viene todavía de más lejos.
Ahora bien, partiendo de la afirmación de su
admirada Simone de Beauvoir de que "la humanidad no es una especie animal,
sino una realidad histórica", Shulamith Firestone declara que "lo
'natural' no es necesariamente un valor 'humano'" y "que no cabe
justificar el mantenimiento de un sistema discriminatorio de clases sexuales
basándonos en su enraizamiento en la Naturaleza". Por lo tanto, la
revolución feminista radical auspiciada por Firestone tendrá como primer
objetivo superar las diferencias sexuales de origen natural para llegar a
una especie de utopía comunista (más a nivel de comuna que de Estado) donde
reine la más perfecta homogeneidad de funciones y comportamientos entre
hombres, mujeres... y niños. En ese mundo feliz, las diferencias de edad y de
fuerza física no tendrán ninguna importancia a efectos de división del trabajo,
porque, en virtud de un proceso denominado "cybernation", todo el
trabajo será llevado a cabo por modernas máquinas. Los seres humanos se dedicarán
casi exclusivamente al ocio y al placer.
Pero para alcanzar ese paraíso será condición
indispensable suprimir antes de cuajo la fuente de toda opresión femenina e
infantil: la familia. Firestone no se muerde la lengua ni ahorra vehemencias al
proclamar que la familia es el gran obstáculo:
"Del mismo modo que para asegurar la
eliminación de las clases económicas se necesita una revuelta de la clase
inferior (el proletariado) y -mediante una dictadura temporal- la confiscación
de los medios de producción, de igual modo, para asegurar la eliminación de las
clases sexuales se necesita una revuelta de la clase inferior (mujeres) y la
confiscación del control de la reproducción; es indispensable no sólo la plena
restitución a las mujeres de la propiedad sobre sus cuerpos, sino también la
confiscación (temporal) por parte de ellas del control de la fertilidad
humana... El objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse
a la eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar a la
distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos
deberían pasar a ser culturalmente neutras... La reproducción de la especie a
través de uno de los sexos en beneficio de ambos sería sustituida por la
reproducción artificial... La división del trabajo desaparecería mediante la
eliminación total del mismo (cybernation). Se destruiría así la tiranía
de la familia biológica."
Delenda est familia… Engels habría bajado ese día del Olimpo para estrechar
entre sus brazos paternales a tan aventajada discípula. Precisamente, Firestone
se muestra convencida de que la revolución bolchevique fracasó debido a su
pusilanimidad a la hora de destruir la estructura familiar, "fuente de la
opresión psicológica, económica y política". Caviló Firestone: la familia
es el marco de opresión de la mujer por el varón, según me tiene enseñado mi
maestro; el problema es cómo llevar a cabo la destrucción de la familia, porque
sin niños se acaba el mundo; ¡eureka! -exclamó-, con úteros artificiales e
incubadoras; problema resuelto.
Naturalmente, antes de declarar su guerra a
ultranza a la familia, Shulamith Firestone ha tomado la precaución de elaborar
un modelo alternativo, a medio camino entre los socialistas utópicos del siglo
XIX y las terribles experiencias comunistas del XX. Como su prioridad es crear
ese sucedáneo de la familia biológica, no se da demasiados quebraderos de
cabeza sobre el modelo macroeconómico o los filones o eldorados que harían
viable esa sociedad en perpetuas vacaciones. ¡Qué falta hacen laboriosos cimientos
ni forjados, empecemos directamente la casa por los brillos del tejado y la
floritura de las fachadas!
Una vez destruida la familia y liberada la
mujer de sus funciones reproductoras; una vez destruido el sistema educativo
("todas aquellas instituciones que segregan a los sexos o separan a los
niños de la sociedad adulta, vgr. la escuela elemental, deben ser destruidas.
¡Abajo la escuela!") e integrados los niños en la vida social de los
adultos; una vez alcanzado el estadio de polimorfismo sexual que Firestone
considera natural (incluidas las relaciones sexuales entre adultos y niños y el
incesto), la sociedad quedaría configurada en tres colectivos básicos: los
solteros, las parejas de hecho y los grupos de convivencia.
Mientras que los solteros y las parejas de
hecho son soluciones de escasa trascendencia social, es sobre todo en los
grupos de convivencia donde Firestone encuentra el hogar ideal y el marco
perfecto para la educación y formación de los niños. Los grupos de
convivencia estarían constituidos por un número de unos diez adultos de edades
diversas. Aunque Firestone prevé una duración de 7 o 10 años –prorrogables–
para cada grupo, los adultos serían libres de abandonar el grupo o incorporarse
a él en cualquier momento, de forma que estas irregulares "unidades
familiares" estarían sujetas a lo que Firestone considera una saludable
inestabilidad, enriquecedora para los niños. Pero, ¿qué pasaría si una
madre biológica, en lugar de desprenderse de su pequeño y entregarlo a la comunidad,
lo cuidase por sí misma? Es algo que habría que impedir a toda costa, dice
Firestone, "a fin de que ningún niño se sienta a priori más favorecido que los demás y a fin de que
los niños sean amados por sí mismos."
También cabe la situación opuesta, que las
mujeres se muestren excesivamente reacias a procrear. No sería de extrañar, ya
que, según Firestone, "el núcleo de la opresión femenina hay que buscarlo
en sus funciones procreadoras y de crianza." Soluciones no han de
faltar, sobre todo si se ha leído a Orwell:
"Quizás exista también un instinto de
suministro de cuidados al pequeño una vez nacido, pero un instinto de gestación
sería superfluo; o, ¿es que la naturaleza podría oponerse al control del hombre
sobre la reproducción? [...] El caso es que las mujeres no tienen ninguna
obligación reproductiva concreta para con la especie. Si se muestran
definitivamente reacias, será necesario desarrollar a toda prisa los métodos
artificiales o, en caso extremo, proporcionar compensaciones satisfactorias...
que harán que la gestación merezca pena"
Por último, Firestone nos expone las cuatro
exigencias mínimas de su modelo social:
1) "la liberación de las mujeres de
la tiranía de su biología reproductiva por todos los medios disponibles",
propuesta bastante aceptada socialmente hasta ahora, hay que reconocerlo;
2) "la independencia económica y la
autodeterminación de todos", con un reparto de las riquezas basado en
los principios del marxismo;
3) "la integración total de las
mujeres y los niños en el conjunto social". Para ello
será necesario suprimir el concepto de infancia y reconocer plenos derechos
legales, sociales y económicos a los niños, cuyas actividades
educativo/laborales no se distinguirán de las de los adultos. Los niños
"no serán monopolizados, sino que se repartirán libremente por toda la
sociedad en beneficio de todos"; y
4) libertad
sexual, amor, etc.
[...]. En el modelo de sexualidad propuesto por Firestone hay un lugar
privilegiado para los niños, que lo mismo pueden establecer relaciones sexuales
con sus coetáneos que "elegir" a los adultos, en cuyo caso, los
adultos no tienen por qué mostrar escrúpulos, ni siquiera ante las situaciones
más atípicas, ya que "si el niño escogiera la relación sexual con los
adultos, aun en el caso de que escogiera a su propia madre genética, no
existirían razones a
priori para que ésta rechazara sus insinuaciones
sexuales, puesto que el tabú del incesto habría perdido su función".
Este es, a grandes rasgos, el modelo de
sociedad propugnado por el llamado "feminismo radical". Un mundo sin
familias, sin propiedad privada, sin escuelas... y sin niños. Un mundo en que
el que todos son adultos y todos participan de una misma e indiferenciada
comunidad sexual. Un mundo lúdico y feliz donde las máquinas se encargarán de
hacer todos los trabajos penosos: tal vez los barcos salgan solos al mar para
volver cargados de merluzas; tal vez simpáticos robots se encarguen de subir a
los andamios o de bajar a las minas; tal vez el maná vuelva a llover sobre ese
mundo venturoso; y tal vez otras sociedades que no hayan alcanzado ese nirvana
tengan la deferencia y el buen gusto de no venir a interrumpir tanta dicha...
Sin duda, nos hallamos en el mismísimo corazón del Absurdistán.
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[La dialéctica del sexo, de Shulamith
Firestone se publicó por primera vez en 1973. Las citas de este artículo
proceden la edición en español de 1976, Editorial Kairós, Barcelona.]
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