Pocos
movimientos sociales estuvieron tan directamente vinculados a los debates en el
campo intelectual de su época como los sucesos de Mayo de 1968 en Francia.
Huelga estudiantil, huelga obrera, movilización de sectores de poca tradición
combativa se unen en la única crisis revolucionaria seria que se produjo en una
metrópoli imperialista desde la posguerra. Cualquier análisis de este
movimiento debe tener en cuenta la relación que existía en la década del 60
entre el trabajo de los intelectuales y la crítica radical del orden social. En
esos años las ciencias sociales habían experimentado un gran avance. Nuevas
disciplinas hacían objeto de su análisis áreas poco estudiadas de la cultura.
Los diálogos interdisciplinarios derrumbaban las aduanas académicas de la
ciencia burguesa. Esquemas de larga vigencia en el pensamiento moderno eran
puestos entre paréntesis. El estudio de las sociedades coloniales derribaba
mitos etnocéntricos. La evolución de los países del capitalismo central y de
los regímenes burocráticos era sometida a una aguda crítica. Nos proponemos
analizar parte de los debates que se desarrollaban en vísperas del ´68.
Las
discusiones giraban en torno a:
El conjunto
de mensajes que circulaban en la sociedad, los códigos y canales a través de
los cuales se transmitían, los sujetos que lo producían, su apropiación por los
receptores y su rol en la fundamentación de un discurso y una praxis
revolucionaria.
Queremos
analizar la influencia de estos debates en la constitución de la atmósfera que
rodeó al movimiento, la apropiación de elementos de estas polémicas por los
actores sociales que participaron en la huelga y la proyección de estas
cuestiones en los balances del ´68 que se hicieron en los años siguientes.
Las estructuras y los sujetos
"...se corre un poderoso rumor entre las ranas que
sostiene que el estructuralismo es algo así como una filosofía y que querría
suprimir muchas cosas buenas, particularmente al hombre". Whal,
Federico; ¿Qué es el estructuralismo?
El conjunto
de debates que intentamos analizar formaba parte de la gran polémica sobre la
vigencia y validez del estructuralismo como método de análisis de la realidad.
Esta corriente impulsada por el antropólogo Levi-Strauss, a partir de la
lingüística de Saussure, sostenía que así como la lengua podía estudiarse como
un sistema de elementos invariantes que mantenían relaciones entre sí
[estructura], también podía estudiarse las estructuras básicas de las
sociedades primitivas con el mismo método. Esta metodología fue trasladada al
conjunto de las ciencias sociales [crítica literaria, psicoanálisis, historia].
El estructuralismo se interesaba más por las categorías básicas del pensamiento
que por sus contenidos y su relación con la totalidad social. Postulaba una
oposición irreductible entre estructura e historia. Negaba el rol de un sujeto
creador en el origen y evolución de las estructuras y presuponía el carácter
inmanente de éstas. En los años 60 se comenzó a criticar a esta corriente como
una ideología reaccionaria y antidialéctica, incapaz de servir de instrumento
de análisis de las sociedades contemporáneas.
A mediados de esa década el estructuralismo alcanzó su
máxima expansión junto con el comienzo de su revisión. En 1965 Michel
Foucault publica Las palabras y las cosas. Un intento de
escribir una historia de la episteme occidental como una sucesión de
estructuras del pensamiento que van creando las posibilidades de su superación
sin que en este proceso se produzca la evolución de los elementos internos del
sistema, ni la crítica de los contemporáneos a las estructuras intelectuales de
su época. En 1966 Lacan publica susEscritos donde
reduce al hombre "a un retorno de nuestro lenguaje" sólo existente en
el discurso del otro. Ese mismo año Louis Althusser en Para
leer el Capital propone un redescubrimiento del marxismo como ciencia
que estudia las "formaciones económico-sociales", no a partir de su
evolución histórica sino como un sistema de relaciones de producción del que
los hombres son meros portadores. Estas obras generaron una gran polémica. La
lucha contra esta tendencia venía siendo sostenida por un grupo de
intelectuales como Sartre, Goldmann, H. Lefebvre, Vilar, Parain,
Garaudy, que desde distintos ámbitos impulsaban un diálogo del marxismo con
otras disciplinas y corrientes [psicoanálisis, Annales, existencialismo,
escuela de Frankfurt, Nietzchie]. La labor de estos hombres se
desarrolló en los espacios críticos de la vida académica francesa y fueron un
puente entre las novedades del pensamiento crítico y la militancia radical.
Fuera de Francia, en otros dos países europeos, se daba una relación semejante
entre el campo intelectual y la izquierda anti-sistema. Hablamos de Alemania,
donde la revitalización del pensamiento de la escuela de Frankfurt sirvió
de punto de referencia al movimiento estudiantil de aquel país. Esta misma
relación la encontramos en Italia, de donde saldrán algunas de las críticas más
agudas al estructuralismo [Della Volpe, Luporini, etc.]. Otro italiano, Umberto
Eco, nos dejó en su libro La Estructura Ausente [1968] la
impugnación más sólida del estructuralismo radical en vísperas de la revolución
de mayo. Eco analizaba la pretensión de Levi-Strauss de que
detrás de las estructuras míticas de una sociedad no debemos buscar su
elaboración por un sujeto sino su inclusión en estructuras más amplias y
generales. Por este camino se llega a la idea de la existencia de un
meta-código, inmanente al hecho social mismo y de valor universal:
«Sea lo que fuere que los mitos pretenden contar, ellos
sólo repiten la misma historia. Y esa historia es la exposición de las leyes
del espíritu sobre las que los mitos se basan. No es el hombre quien piensa los
mitos, sino que los mitos piensan a los hombres; mejor aún: en el juego de
posibles transformaciones recíprocas, los mitos se piensan entre sí.»
Los coloquios y las vísperas
"Todos se incitan, se llaman, ponen en circulación
el objeto que se compondrá, que circulan así de mano en mano, suspendidos del
hilo del deseo, como el anillo en el juego de la sortija" Barthes,
Roland; Au séminaire
Es importante analizar el eco que tuvieron estas
discusiones en espacios críticos que formaban parte del medio académico francés
a fines de la década del 60. En distintas instancias y experiencias, que
involucraban a profesores y estudiantes, se continuó el proceso de apropiación
de elementos para inscribirlos en el orden de un discurso crítico del sistema.
Estos espacios son el Seminario Abierto y el coloquio
interdisciplinario. Como un testimonio de los cambios en la vida académica
francesa, desde comienzos de la década del 60 algunos de los intelectuales de
más prestigio [Barthes, Lacan, Kristeva] eligen como una forma de dar a
conocer y desarrollar su obra el Seminario Abierto en el que
participaban estudiantes, colegas y público en general. El Seminario es un
espacio anti-autoritario donde se interroga a la obra de los maestros, se la
desmonta y se la vuelve armar enriquecida.
Queremos analizar una de las producciones intelectuales
del trienio 1966-1968, que fue siendo desarrollada en un Seminario y que aportó
elementos a las vanguardias de Mayo para su análisis de la circulación de
mensajes en la sociedad. Se trata del trabajo de Julia Kristeva para
redefinir el objeto de la semiótica abarcando una serie de prácticas
extra-lingüísticas. Su objeto era el texto literario tomado desde su
producción, reintroduciendo a los sujetos y a la historia en su análisis. Esta
autora elaboró la noción de intertextualidad. La idea de que cada texto remite
al conjunto de textos de la sociedad que los produce. El texto es ese espacio
en donde se cruzan infinitos textos para adquirir un nuevo orden. Como
tendremos oportunidad de ver, esta noción tiene mucho que decirnos del
movimiento de Mayo como fenómeno comunicacional.
Otro de los espacios de unión entre los popes
intelectuales y la militancia del ´68 fue el coloquio interdisciplinario, donde
se discutían los elementos que se agregaban a los debates más candentes.
Queremos detenernos en dos de estos eventos celebrados en el año que precedió a
la huelga. Ellos son: el ciclo de mesas redondas sobre el marxismo de Althusser,
organizado por el Centro de Estudios Socialistas entre marzo
de 1967 y enero de 1968, y el coloquio sobre la relación entre estructuralismo
y ciencias humanas, realizado en la Sorbona el 22 y 23 de febrero de 1968.
En la discusión que se realizó en la Sorbona el 22 de
febrero del año en que se cayó el cielo, polemizaron sobre la relación entre
las ciencias del lenguaje y las ciencias humanas André Martinet,
Antoine Culioli, Francois Bresson y Henri Lefebvre.
Será Francois Bresson quien defenderá la
postura del estructuralismo radical. En su ponencia define a la estructura como
un sistema de relaciones entre distintos objetos, estática e invariante. Este
sistema nació en la lingüística, ya que la lengua sólo puede ser analizada como
sistema, pero puede ser trasladada a otros campos del conocimiento ya que las
ciencias sólo pueden constituirse a sí mismas abstrayendo su objeto de las
formas elementales de su percepción y ergo -también- de su contexto histórico.
Según Bresson la búsqueda de la evolución de los elementos de
una estructura es una operación completamente injustificada. Irrumpe en la
discusión Henry Lefevbre, quien le recuerda a Bresson que
la conveniencia que a veces tiene analizar el conocimiento como un sistema de
relaciones fijas no significa que éste sea un fenómeno inmanente al hecho
científico. Lefevbre hace una defensa del método dialéctico y
pone el ejemplo del análisis marxista de las formaciones sociales. En Marx no
existe oposición entre continuidad y discontinuidad. La discontinuidad permite
analizar los grandes ordenadores sociales [modos de producción, relaciones de
producción], su evolución y ruptura en el seno de estructuras precedentes. El
momento de la continuidad permite estudiar objetos como la mercancía y su
evolución a través de la historia, partiendo de un esquema elemental que
arranca desde las primeras formas de intercambio.
Los lingüistas Martinet y Culioli coincidieron
en que no se podía trasladar porque sí conceptos y metodologías de la ciencia
del lenguaje a las ciencias humanas. Señalaron que existe una oposición básica
entre el sistema de la lengua y la historia. La lengua no puede evolucionar a
un ritmo más rápido que el que permita a las generaciones que conviven en el
tiempo entenderse entre sí. No obstante, insiste Martinet en
que no puede sostenerse que el lenguaje es invariante y no conoce evolución.
Propone ahondar los estudios de la lengua como sistema de comunicación y de
esta manera hacer entrar en escena a los sujetos que hablan y su papel en la
evolución del lenguaje.
En la mesa redonda del 23 de febrero, Lucien
Goldmann disertó sobre Estructura social y conciencia colectiva de las
estructuras. Goldmann parte de la consideración de que el
científico social puede encontrar en todas las áreas de la actividad humana
[producción, arte, organización social, comunicación] comportamientos o
estrategias que pueden ser estudiados como un sistema estructurado que
garantiza cierta continuidad en las funciones básicas de cada sociedad. Esta
constatación de que la estructura no es una invención de los estudiosos sino un
esquema básico de la vida social, lleva a Goldmann a la
conclusión de que es imposible analizarlas prescindiendo de los sujetos
sociales:
«Esa estructura significativa supone en cada caso la
estructuración de un sujeto colectivo que obra de una manera racional o
significativa en el seno de una situación, en medio de cambios de fundamento
externo e interno.»
Existe una profunda relación entre los debates de febrero
en la Sorbona y las mesas redondas que desde hacía un año se venían realizando
para discutir la obra de Althusser. En ellas, Pierre Vilar yStanley
Pullberg denunciaron el anti-historicismo que hermanaba aAlthusser
con Lacan, Levi-Strauss y Foucault en la
negación del papel de la praxis humana en la evolución de las estructuras
sociales y las estructuras del pensamiento científico. La ponencia de Francois
Chatelet defendió el punto de vista de Althusser en
uno de los aspectos más polémicos de su obra: la oposición radical entre
ciencia e ideología. En el debate posterior André Akoun impugnó
esta tesis analizando a la ideología y a la ciencia como dos lenguajes que
circulan en la sociedad. La ideología constituye la forma básica de la
comunicación social. En las sociedades de clase, la ideología es la de la clase
dominante. La idea de la ciencia abstraída de la ideología es la utopía de una
sociedad pura, sin mitos ni condicionamientos ideológicos. Propone pensar a la
ciencia como un lenguaje que se integra en el seno del lenguaje ideológico,
pero que se diferencia en que busca poner orden a los saberes y fundamentar
cierto tipo de prácticas:
«Y por consiguiente la idea de un lenguaje que, por ser
lenguaje, al mismo tiempo es una práctica, elimina el falso problema de la
relación entre la teoría y la práctica.»
Mientras los intelectuales debaten, los estudiantes
radicalizados dicen lo suyo. En marzo de 1968, un grupo de dirigentes, que
luego formarían el Movimiento 22 de Marzo publicó un folleto
en el que reflexionaban sobre el rol de la sociología en el mundo moderno y
denunciaban la falsa neutralidad de las ciencias sociales:
«Uno encuentra sociólogos en la propaganda, en las mil
formas de condicionamiento del consumidor, en el estudio experimental de los
medios de comunicación; ahí también sin intentar criticar la función social de
esos medios de comunicación.»
Resumiendo, podemos decir que en vísperas de Mayo de 1968
una serie de tesis que habían gozado de mucha difusión a comienzos de la década
venían siendo seriamente cuestionadas en distintos espacios críticos: a] la
idea de estructura como fenómeno ahistórico; b] el concepto de lenguaje como
sistema independiente de la acción de los sujetos que hablan; c] el carácter
inmanente de los códigos y sistemas simbólicos que circulan en la sociedad; d]
la ausencia de sujetos colectivos detrás de los códigos sociales; e] la
neutralidad de las ciencias sociales; f] la oposición entre ciencia e
ideología. A la vez, se afirmaban una serie de elementos desarrollados en los
espacios en que intelectuales y militantes se daban la mano. Entre ellos la
idea del lenguaje como inseparable de los sujetos que hablan y se comunican a
través de él, y la noción del saber y la transmisión de mensajes como un
proceso dialógico, como aquel en que Julia Kristeva veía la
clave de la atmósfera intelectual en vísperas de la fiesta revolucionaria de
Mayo del 68:
«El dialogismo, más que el binarismo, sería quizá la base
de la estructura intelectual de nuestra época. El predominio de la novela y de
las estructuras literarias ambivalentes, las atracciones comunitarias
[carnavalescas] de la juventud, [...] por no citar más que algunos elementos
señalados del pensamiento moderno, confirman esta hipótesis.»
Las tomas y las redes
"No se encarnicen tanto con los edificios, nuestro
objetivo son las instituciones" Paredes de París, Mayo del 68
La imagen
básica del movimiento de Mayo es la del pueblo apoderándose de los edificios y
subvirtiendo los discursos y las prácticas de las instituciones que allí
residían: universidades, fábricas, liceos, canales de televisión, teatros,
colegios profesionales, etc. Mientras el poder del Estado burgués se replegaba,
las asambleas soberanas y los comités electos se hicieron cargo de la gestión
de estos lugares y buscaron establecer una distinta forma de comunicación entre
sí y con la sociedad. Proponemos leer el movimiento de Mayo como la
constitución de varias redes de comunicación horizontal. Mientras se rompía el
diálogo vertical entre gobernantes y gobernados, estas redes buscaron
establecer diálogos multidireccionales con grados desiguales de convergencia.
Las palabras y las vanguardias
"La revolución burguesa fue jurídica, la revolución
proletaria fue "económica". La nuestra será social y cultural, para
que el hombre pueda devenir él mismo, y no se contente más con una ideología
humanizante y paternalista".Carta de la Sorbona
En la película La Chinoise [1967], Jean
Luc-Godard contaba la historia de un grupo de estudiantes maoístas que
se refugiaban en un departamento de las afueras de París, durante un verano,
para estudiar "marxismo-leninismo" en una mezcla de carnaval y
seminario de catacumbas. Se trata de una película polifónica e intertextual,
organizada en movimientos como una sinfonía. Los protagonistas contestan
reportajes que se les realizan desde detrás de cámaras y cuyas preguntas el
espectador no escucha. Van adornando las paredes de su casa con fotos deSartre,
de una reunión del Buró del PCF y con afiches de la revolución cultural china.
Reciben clases de un estudiante argelino que les lee fragmentos de un libro de Althusser,
organizan un rompecabezas del pensamiento moderno escribiendo en distintos
órdenes nombres de pensadores críticos sobre un pizarrón, acusan al estructuralismo
de ser una ideología reaccionaria y organizan una representación satírica de la
guerra de Vietnam. Este rescate cinematográfico de esquemas con que se buscaba
analizar el proceso de producción de los mensajes nos sirve de base para
analizar las redes de comunicación y los distintos discursos motorizados por
las vanguardias de Mayo.
Distintos grupos radicales actuaron en Mayo dialogando
entre sí y con las masas. El universo de la izquierda radical francesa estaba
surcado por infinitos diálogos. Diálogos entre trotskistas y anarquistas,
forjados en la acción común durante las grandes huelgas de posguerra. Diálogo
de estos grupos con corrientes socialdemócratas de izquierda, que recuperan una
línea histórica de sindicalismo combativo que había sido bloqueada por el
reformismo socialista. Diálogos entre marxistas que
redescubren el pensamiento libertario y anarquistas que
buscan incorporar el análisis marxista a su corriente.
Tanto el organismo gremial de los estudiantes, la UNEF,
como la agrupación que tendrá más peso en la gran huelga, el Movimiento
22 de Marzo, fueron el polo aglutinante de grupos radicales que provenían
de distintos horizontes. El discurso de todas estas corrientes encontraba un
espacio común en el imaginario antiestatal y autogestionario presente en todas
ellas. Este imaginario se nutría de la reapropiación de imágenes
provenientes de los movimientos históricos que estas tendencias tomaban como
referencia: las secciones parisinas de 1792-94, la Comuna, los soviets de
Petrogrado en 1905 y 1917, la revolución Espartaquista, la huelga general
francesa de 1936, las comunas libertarias en la revolución española, la
revolución cultural china. Este imaginario unificaba a
corrientes de clara inspiración antiestatista [anarquismo, consejismo, situacionismo]
con otras que mantenían en su corpus doctrinario una tensión no resuelta entre
centralismo jacobino/autoorganización de las masas [trotskismo, maoísmo,
socialistas de izquierda]. Desafiando a la "sociedad de la
abundancia" reaparece un lenguaje que muchos creían perdido. Así lo dice
un militante entrevistado por el mexicano Carlos Fuentes:
«Oponemos un lenguaje nuevo, radical, al lenguaje
momificado del poder, del parlamento, de las elecciones y de las formaciones
políticas tradicionales.»
Interrogado por Fuentes sobre cómo se
concilia la descentralización autogestionaria con la complejidad de la
industria moderna, le contesta que las formas modernas de comunicación permiten
conciliar la planificación con la autogestión:
«Revolucionariamente, las comunicaciones facilitarían las
formas de vida autónomas y descentralizadas, al tiempo que asegurarían una
planificación sin sacrificio de la autogestión.»
La nueva ideología autogestionaria se daba la mano con la
reflexión sobre los impactos que las nuevas formas de la comunicación tenían y
podían llegar a tener en la vida moderna. La comunicación horizontal fue
uno de los mecanismos que utilizaron los estudiantes y profesores para
subvertir la vida de las universidades ocupadas. Los seminarios abiertos y los
cursos se desarrollaron demostrando que una educación no-autoritaria era
posible. La vida de los claustros en esas semanas conoció la explosión de la
palabra multiforme. Una de sus expresiones más profundas fue la organización de
los estudiantes por nacionalidades [españoles, italianos, mexicanos,
argentinos], que realizaban seminarios para analizar la situación de sus países
a la luz del movimiento francés. Los estudiantes españoles establecieron un
diálogo sumamente fluido con los trabajadores ibéricos que constituían la mano
de obra barata de las plantas automotrices francesas. Estudiantes, obreros y
exiliados republicanos con banderas rojinegras tomaron el Colegio de
España en un acto contra la dictadura franquista. Ha sido mérito de Alain
Touraine haber destacado la importancia de la ocupación de los Liceos
por los comités de estudiantes y docentes [CAL]. En estos institutos, que al
contrario de la universidad no conocían la experiencia deliberativa, la gestión
de la comunidad y la subversión de discursos y prácticas apuntó al corazón
mismo del autoritarismo pedagógico francés, en momentos en que éste estaba
comenzando a ser objeto de reflexión por distintos estudios de sociología
educativa.
¿Cuáles fueron los canales que utilizaron las vanguardias
para comunicarse con los demás actores sociales del movimiento? Por empezar, a
través de los volantes y folletos que cada grupo repartía casi a diario para
fijar su posición ante la marcha de la huelga. Un estudio del análisis del
discurso, con base en el método lexicográfico, individualizó dos tipos de
escritura de las vanguardias de Mayo. Una "escritura de
cadena", en la que se repite el mismo vocabulario y se busca proteger
la coherencia del grupo frente al desarrollo de los hechos. Una "escritura
de trama", en la que se maneja un vocabulario más diversificado y se
mantiene una posición más versátil frente a la evolución de la huelga. Lo
interesante es que estas dos formas de escritura no se reparten a partir de las
fronteras ideológicas. La escritura de cadena se verificaba en el Partido
Comunista Francés, que mantuvo una posición entre hostil y oportunista
frente a la huelga, y la Federación de Estudiantes Revolucionarios,
de inspiración trotskista. La escritura de trama abarca a grupos como la Juventud
Comunista Revolucionaria[trotskista], y los Situacionistas.
Grupos como el Movimiento 22 de Marzo, la Unión de
Juventudes Comunistas marxistas leninistas [maoísmo] y el Partido
Socialista Unificado [socialistas de izquierda] participan de ambas.
Todas estas agrupaciones convivieron en las redes más radicales de espacios
tomados y orientados por comités de base.
Los grupos radicales no lograron establecer un acuerdo
con las masas sobre la base de la constitución de un contrapoder. No obstante
hubo vasos comunicantes que establecieron diálogos entre las distintas redes
que formaban el movimiento. En los meses previos a Mayo, grupos de distintas
universidades del país organizaron cortes de rutas con los obreros de algunas
fábricas en conflicto. Durante la huelga se realizaron acciones
exitosas, como la marcha de los estudiantes a la planta de Peugeot desafiando
el boicot del sindicato de industria de esa firma. El diálogo obrero-estudiantil
continuó en los años que siguieron al ´68 en distintos comités barriales que se
formaron durante la huelga.
El documento tal vez más representativo del lenguaje
radical del ´68, la Carta de la Sorbona, es un ejemplo de
composición intertextual de los mensajes políticos. En él se impugnan las
imágenes que el discurso del poder había construido alrededor de las nociones
de "obrero" y "estudiante" [Tesis I, IV, VII, XV y XXVIII],
se denuncian los mitos del sistema burgués de saber; la ideología del progreso
[Tesis XIX], la autonomía de los tecnócratas respecto a la política [Tesis
XXI], oposición entre ciencia e ideología [Tesis XXIII], y se buscaba
establecer la filiación del movimiento en el ciclo de las revoluciones modernas
[Tesis XII, XVI, XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXIX] Las Tesis de la Carta...
se construyeron con elementos que circulaban en los ámbitos de discusión
previos a la huelga y con diagnósticos hijos de la experiencia de Mayo. Las
palabras finales de la Carta... reafirman la necesidad de la construcción
dialógica y son de una vigencia muy fuerte:
«¡Relean este llamado una y otra vez! ¡Sean sus autores!
¡Corríjanlo! ¡Difúndanlo por millones de ejemplares! Y cuando seamos todos sus
autores, el viejo mundo se hundirá y dará paso a la unión de los trabajadores
de todos los países.»
Las palabras y los muros
"¡Arriba la comunicación! ¡Abajo la
telecomunicación!". Paredes de París, Mayo de 1968
Antes de pasar a analizar la acción de las masas en la
huelga queremos detenernos en la forma de expresión que ha quedado como símbolo
del movimiento. Se ha dicho que en Mayo "las paredes hablan".
Queremos hacer una pequeña reflexión sobre quiénes hablaban a través de las
paredes, cómo construían sus textos y qué decían a través de ellos. Los grafitti eran
obra de militantes anónimos. Proponemos no incluirlos entre el conjunto de
mensajes de las vanguardias como tales. Sugerimos analizar a los grafitticomo
un tipo de palabra en la que los autores rompían con la escritura de los grupos
a los que adscribían y hacían un ejercicio de intertextualidad, mezclando
textos que provenían de distintos horizontes y de sus propias vivencias de la
huelga. ¿Cuál es el texto que nace de la resultante de las inscripciones de
Mayo? Las citas textuales reproducidas en los grafitticonvocan a
los jacobinos y los rabiosos de la gran revolución, a los pensadores más
revulsivos del iluminismo [Sade], a los pensadores y líderes más
radicales del marxismo y el anarquismo [Marx, Proudhon, Bakunin, Lenin,
Trotski, Rosa Luxemburgo] y a los poetas malditos desde el decadentismo al
surrealismo [Rimbaud, Verlaine, Artaud, Breton]. Volcándose a la sátira
sobre el presente hacen su propia agenda e impugnan la moral sexual dominante,
encaran la crítica de la vida cotidiana y denuncian la ideología jerárquica que
inunda la sociedad. Los grafitti de Mayo son un gran texto donde se entrecruza
todo el pensamiento crítico moderno y se trazan nuevos niveles de crítica al
presente. Un texto con un destinatario múltiple, anónimo y colectivo. Un texto
donde explotan la lengua, la historia y hasta los discursos más radicales.
Las palabras y las masas
"..., hay todo un saber político de los obreros
[conocimiento de su condición, memoria de sus luchas, experiencias de
estrategias]". Foucault, M.; Más allá del bien y del Mal
Los trabajadores, profesionales y simples vecinos que
participaron del movimiento también formaron sus redes de comunicación. La red
de consejos de las fábricas ocupadas fue la más extensa, la que encerraba el
embrión de un contrapoder y la única que tenía una historia atrás. La clase
obrera francesa conoció la experiencia de los consejos de fábrica en la gran
huelga de 1936, durante la Liberación y en las huelgas salvajes de 1947-48 y
1953 contra la política de pacto social. Hacia 1968, una nueva clase obrera,
producto de los cambios en el capitalismo francés, entra en escena. El
obrero de la línea de producción junto a los técnicos e ingenieros, piezas
claves de la planta automatizada, habían ido elaborando un contrapoder obrero
puertas adentro de las distintas secciones de la fábrica. Las nuevas
formas de lucha consistían en el pequeño boicot y la reducción de las cadencias
que alteraban los ritmos y desbarataban las pautas de programación. Esta es la
experiencia que avanzó desde las fábricas a las calles en el ´68. La recuperación
de los saberes técnicos, expropiados por los sistemas de trabajo industrial
[fordismo], así como la subversión de la racionalidad industrial capitalista
por medio de la autogestión, son los ordenadores del discurso que circula en la
red de fábricas tomadas. En una fábrica de Brest los ingenieros reorganizaron
la producción y fabricaron walkie-talquies para intercomunicar
a los huelguistas, el comité de huelga de Nantes controló la
salida y la entrada de la ciudad y emitió bonos para pagar a comerciantes y
agricultores, en las fábricas de cemento de Mureaux una
asamblea depuso al director que fue rechazado en las otras sucursales en
huelga, los obreros de la fábrica de pilas de Saint Ouen impidieron
con barricadas el acceso a los burócratas de la CGT, los obreros químicos en Vitry buscaron
establecer contactos con sus pares de fábricas de otros países europeos, en Rouen y
en Sochaux los huelguistas refugiaron a los estudiantes
perseguidos por los cuerpos especiales [CRS] y los repelieron cuando éstos
intentaron tomar las fábricas. Las plantas no fueron el eje de un poder
revolucionario, pero constituyeron una red de comunicación horizontal donde
circulaba el discurso de una praxis subversiva del poder del capital sobre la
producción.
Aparte de
los obreros, otros sectores de poca tradición combativa salieron al ruedo. Los
colegios de abogados y arquitectos fueron tomados por la masa de profesionales
jóvenes que repudiaban la cultura corporativista de sus asociaciones. Al
comenzar la represión, escritores, cineastas y actores tomaron las sedes de sus
asociaciones reviviendo una tradición de pronunciamientos políticos de los
artistas desde la posguerra [la Liberación, la guerra de Argelia] En este mismo
orden se produjo la toma de la televisora francesa [ORFT] por los periodistas,
en protesta contra la distorsión de la información sobre el movimiento y la
persecución a los periodistas que no acataban estas pautas. El más poderoso de
los mass-media modernos sufrió la impugnación de su supuesta neutralidad por
sus trabajadores. El discurso que reunió a todas las redes del movimiento fue
el rechazo a la represión y el avance del poder político sobre los derechos de
las personas. Esta fue la bandera que presidió las grandes movilizaciones que
se apoderaron de París en el momento alto de la huelga [13 de mayo-30 de mayo].
Un pueblo declarado en estado de asamblea no pudo constituir una voluntad
revolucionaria única, pero sentó las bases de un lenguaje que encerraba la
esperanza de ser dueños de su propio destino.
Los balances y las lecciones
"El discurso es contrarrevolucionario". Paredes
de París, Mayo de 1968
En la primera oleada de libros y artículos sobre este
movimiento encontramos varios balances que enfocan con particular atención los
aspectos comunicacionales de la huelga. Jean Braudillard, en su Crítica
de la Economía Política del Signo [1972], tomaba al ´68 como un test
del papel de los medios de comunicación en la sociedad. Según Braudillard la
transmisión de la huelga por los medios electrónicos era la prueba concluyente
del carácter vertical del mensaje televisivo. La huelga hegemonizada por los
consejos de planta y los comités de base, al ser retransmitida en la
"universalidad abstracta" de los media, se uniformó alrededor de sus
reivindicaciones más básicas [aumento de salarios] y anuló la red horizontal
establecida por los huelguistas. Roland Barthes, en un artículo
publicado pocos meses después de la revuelta, analizó los distintos códigos a
través de los cuales se vivió el acontecimiento. Recalcó el peso de la oralidad
y de la transmisión instantánea de los hechos [radio] como un rasgo distintivo
de los nuevos movimientos sociales. Señaló las limitaciones de la palabra
estudiantil y su convergencia con un lenguaje académico que la neutralizó
dentro del discurso tecnocrático. Estudió el campo simbólico formado por signos
cuyo significado era reconocido por todos los grupos en pugna [barricadas,
banderas rojinegras, automóviles, bolsa de comercio]. Barthes señaló que el
movimiento podía ser leído como una forma de violencia:
«...un lenguaje de la violencia, es decir de signos
[operaciones o pulsiones] repetidos combinados en figuras [acciones o
complejos], en una palabra un sistema.»
Si Mayo fue una derogación de determinados esquemas de
interpretación de la realidad, Barthes propone no tratar de
descifrarlo como una estructura unitaria sino pensarlo como "...el
establecimiento de un juego de estructuras múltiples" y verlo como punto
de partida de una nueva forma de leer los mensajes y códigos sociales.
Dos trabajos de los meses siguientes a la revuelta
intentaron hacer un balance de los distintos aspectos del movimiento, colocando
en primer plano la cuestión de los mensajes producidos por los sujetos que participaron
en la huelga. Se trata de La Toma de la Palabra de Michel
Certeau y de El Movimiento de mayo o el comunismo utópico de Alain
Touraine. Ambos autores ven en Mayo una experiencia que adoleció de
limitaciones por su carencia de programa y por no ser producto de un proceso
previo. Ambos escriben bajo la impresión de que el movimiento había sido
desarticulado con relativa facilidad. Sin embargo Certeau y Touraine intentan
definir aquellas huellas que la acción masiva de mayo-junio habían dejado en la
escena francesa. Certeau ve a Mayo como la irrupción de nuevos
sujetos sociales, que toman la palabra para impugnar en distinto grado aspectos
del orden social hasta el momento no cuestionados. La palabra radical fue la
palabra estudiantil, vehículo de un nuevo lenguaje simbólico que rechazaba los
valores de la sociedad de consumo. Los grupos menos radicales cuestionaron
tácitamente las distintas representaciones que implicaban una delegación de
poder [políticas, sindicales] a través de las tomas y el ejercicio de la
democracia directa por las masas. Como dice Certeau, en Mayo el
pueblo se tomó en serio el lenguaje democrático. Esta palabra impugnadora no
alcanzó para crear una unidad política e intelectual nueva, porque se limitaba
a rechazar el viejo orden sin llegar a definir una identidad propia. En las
elecciones que siguieron a la huelga se votó por la vuelta a una normalidad
cuya suspensión no había producido una solución alternativa. Tanto las
elecciones como el aluvión de libros sobre Mayo, fueron mecanismos para
neutralizar el movimiento por medio de la reconstitución de las
representaciones políticas y la interpretación de la huelga por el cúmulo de
saberes académicos. Certeau hace una reflexión interesante
sobre la influencia de los sucesos de mayo-junio en el debate sobre la validez
del estructuralismo. Descree que la huelga haya herido mortalmente a esa
corriente y sus esquemas. Reconoce que la toma de la palabra por tantos sujetos
ponía en tela de juicio el esquema que negaba la evolución y la ruptura en el
paso de una estructura intelectual a otra. Pero, mirando el movimiento en su
conjunto, ¿acaso no había quedado demostrado que la estructura absorbió el
acontecimiento?
Estas reflexiones pertenecen al clima de vuelta a la
normalidad de los meses siguientes a mayo, pero la producción intelectual de la
década siguiente demostró que el punto de inflexión en el debate de las
ciencias sociales fue mucho más profundo. Para Certeau, el
principal legado de Mayo es la crítica del sistema de saber de la vieja
sociedad, basada en la idea del "conocimiento como un poder sobre los
objetos", crítica que permite pensar el conocimiento como un intercambio
entre los distintos sujetos. Para Touraine la gran huelga fue
un impresionante ensayo de anti-sociedad. En las semanas que
duraron las tomas, los espacios de la producción material e intelectual fueron
reapropiados por los sujetos que hacían posible su funcionamiento. Sin embargo,
el movimiento no tuvo los mismos objetivos en las masas trabajadoras que en las
minorías intelectuales que protagonizaron la experiencia más radical. Los
periodistas y técnicos de la ORFT, desnudando los mecanismos de la manipulación
de la información; los profesores y estudiantes de las universidades,
impugnando el orden académico por medio del seminario anti-autoritario; y los
docentes y alumnos de los liceos, haciendo la crítica del autoritarismo
pedagógico, son paraTouraine los más vigorosos embriones de
contrapoder que se desarrollaron en la red de instituciones tomadas. ParaTouraine Mayo
fue un poco más que la toma de la palabra. El movimiento encontró sus límites
en el momento en que no fijó sus objetivos hacia la impugnación del aparato
central del Estado. Este movimiento que no se constituyó en un contrapoder,
dejó como legado una experiencia antiautoritaria protagonizada por millones de
personas. Esta idea la expresó Foucault al iniciar la revisión
de su obra bajo el impacto de Mayo, en un debate en 1971:
«Es capital que decenas de millares de gentes hayan
ejercido un poder que no había adoptado la forma de organización jerárquica.
Solamente, siendo el poder por definición lo que la clase en el poder abandona
menos fácilmente y tiende a recuperar antes que nada, la experiencia no ha
podido mantenerse por esta vez más allá de algunas semanas.»
Los ecos y los senderos
"El poder tenía a las universidades,
los estudiantes las tomaron.
El poder tenía a las fábricas,
los obreros las tomaron.
El poder tenía la ORFT,
los periodistas la tomaron.
El poder tiene el poder,
¡A tomarlo! "
los estudiantes las tomaron.
El poder tenía a las fábricas,
los obreros las tomaron.
El poder tenía la ORFT,
los periodistas la tomaron.
El poder tiene el poder,
¡A tomarlo! "
El día después de la gran contestación, ¿podía seguir
afirmándose que los hombres eran meros portadores de las relaciones de
producción?, ¿podía seguir insistiéndose en la imposibilidad de ejercer la
crítica superadora de las estructuras intelectuales de cada época?, ¿se podía
seguir sustentando la neutralidad del aparato educativo, del establishment académico
y de la labor científica o la oposición irreductible entre ciencia e ideología?
Mientras un torrente de libros y artículos buscaba escribir la historia de los
acontecimientos de Mayo, otro tipo de reflexión, menos instantánea, más difusa,
comenzaba a arrojar luz respecto de la huelga y su proyección sobre los debates
en el campo intelectual. Este proceso retomó la labor que se venía
desarrollando en vísperas de la revuelta, enriqueciéndola con los datos de la
realidad que la acción de las masas había aportado. Es el momento de la
reflexión sobre las relaciones entre elpoder y el saber, sobre los
mecanismos de control sobre las personas por medio de un conjunto de
disciplinas, sobre las formas de autorrepresión del deseo en las sociedades
modernas, sobre la sexualidad como el punto de fuga de una serie de discursos
[jurídicos, médicos, psiquiátricos] que hacen a la arquitectura del poder en el
mundo contemporáneo, y sobre la violencia transmitida a través de los distintos
saberes y prácticas institucionales. De las ruinas del estructuralismo nació un
nuevo escenario intelectual, cuyo punto de partida fue claramente sintetizado
en un artículo sobre la obra de Foucault:
«Mayo representó un desafío fundamental a la visión de lo
social como constituido por sistemas de comunicación o intercambio simbólico,
sobre los que el estructuralismo de los primeros 60 se había fundado. También
puso en claro que las estructuras simbólicas, lejos de desarrollarse de acuerdo
a una lógica inmanente, estaban determinadas por y servían para ocultar
relaciones de poder.»
Desde otro
ángulo de la reflexión, desde donde se buscaba apropiar elementos del trabajo
de los intelectuales para fundamentar una teoría y una praxis revolucionaria,
tal vez el balance final sobre Mayo no esté saldado. Proponemos pensar este
problema a partir de la siguiente idea: el papel del lenguaje y la comunicación
como elemento revolucionario y su relación con el problema del poder.
Mayo, como movimiento impugnador de las relaciones entre
dirigentes y dirigidos, de la racionalidad económica del capitalismo y del establishment académico
y científico, tuvo dificultades para arribar a una síntesis única, y esta misma
dificultad se presenta a la hora de su apropiación por las fuerzas que pugnan
por elaborar una crítica del sistema en las postrimerías del siglo. La
resultante de las distintas palabras impugnadoras del ´68 es que cuestionaban
no sólo el sistema capitalista y sus distintas fundamentaciones ideológicas
sino que también sacaban a la luz los déficit y puntos oscuros de los modelos
políticos que se presentaban como alternativos [izquierda tradicional,
regímenes burocráticos, modelos de partidos centralizados, etc.]. Las palabras
que cuestionaban el sistema, cuestionaban también muchas de las formas de
construcción política que se postulaban como su negación. Así lo planteó Jaques
Ranciere al desarrollar su crítica al marxismo de Althusser a
comienzos de la década del 70:
«En Francia en Mayo de 1968, las cosas se aclararon
brutalmente. Mientras la lucha de clases explotaba de manera declarada sobre la
escena universitaria, el status de lo Teórico fue puesto en cuestión, no por el
consabido palabrerío sobre la praxis y lo concreto, sino por la realidad de una
revuelta ideológica de masas. Ningún discurso "marxista" pudo ya
sostenerse apelando a la afirmación de su propio rigor. La lucha de clases, que
tomaba por blanco el sistema burgués de saber, nos planteó el problema de la
significación política, del carácter revolucionario o
Mientras los dioses agonizaban, la palabra estallaba en
el seno de cada espacio o grupo y elegía sus propios interlocutores sin
necesidad de pasar por aduanas políticas o académicas. Esas palabras
desencadenadas, que impugnaban las mismas cosas pero que no marchaban en la
misma dirección, representaban un desafío intelectual y político. Esa misma
necesidad de reorientar las ciencias sociales a un objeto de estudio [la
sociedad] que se volvía cada vez más imposible de reducirse a una contradicción
única, se proyectaba en el plano político en la necesidad de
fundamentar un discurso y una praxis revolucionaria capaz de integrar las
distintas formas de resistencia a la opresión que se verifican en el
tejido social. Mayo terminó de instalar en la agenda de la izquierda
radicalizada de las metrópolis imperialistas fenómenos comola opresión de
género, los problemas del medio ambiente, las minorías, la crítica a las
instituciones carcelarias, psiquiátricas, etc. Hoy, como en los días de
Mayo, los grupos que pugnan por distintas causas particulares establecen sus
propios diálogos más o menos exitosos con la sociedad. El desafío representa la
posibilidad de construir las herramientas teóricas y políticas que permitan a
la militancia revolucionaria establecer una relación multidireccional y
dialógica con las distintas redes y espacios desde donde se impugnan las
relaciones de poder que se verifican en la sociedad. Ese redescubrimiento del
lenguaje, como comunicación y como herramienta política en los días de Mayo, se
proyecta sobre los debates en los que se busca redefinir el sujeto político y
social de la revolución, así como sobre la forma de construir experiencias
autogestionarias y de democracia directa, embriones de nuevas relaciones
sociales. No se trata de decir "adiós al proletariado" o "chau a
las vanguardias", sino de repensar el sujeto social y político a partir de
la diversidad de identidades y experiencias que coexisten en el seno de las
clases subalternas. No se trata de construir pequeñas Icarias aisladas del
mundo, sino de impugnar al sistema en todas partes y hacer que la palabra de
los oprimidos hable por sí misma.
Al filo del
fin del siglo, es ingenuo seguir pensando que en aquella primavera parisina la
imaginación tomó el poder. Pero sí podemos decir que fue un pequeño segmento
azaroso y fecundo de la larguísima marcha hacia la aurora de una nueva
sociedad. Un momento y un lugar en el que las masas se encaramaron a los altos
miradores de la historia y llegaron a atisbar lo que había del otro lado del
horizonte. Cuando las palabras y las cosas fueron casi lo mismo.
Fuente: Herramienta
Ilustración de: www.delta.tudelft.nl/ archief/j37/n39/20481 tomado de imágenes google de Altus en Línea:http://www.usergioarboleda.edu.co/altus/poder_palabra.htm
Ilustración de: www.delta.tudelft.nl/ archief/j37/n39/20481 tomado de imágenes google de Altus en Línea:http://www.usergioarboleda.edu.co/altus/poder_palabra.htm
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