Original en hebreo de Gush Shalom,
español de Carlos Braverman:
http://zope.gush-shalom.org/home/he/channels/avnery/1336132935/
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En otros
países lo hacen con más sigilo. Simplemente informan a los líderes electos de
que, si no desisten de sus desastrosas políticas, los funcionarios harán
públicas sus opiniones y precipitarán su caída.
Dichos funcionarios
se llaman normalmente "junta", la palabra castellana para decir
"comité" utilizada por los generales de América del Sur. Su método se
suele denominar "putsch”, un término germano-suizo que significa golpe
repentino. (Sí, los suizos realmente tenían revueltas hace unos 170 años.)
Lo que casi
todos esos golpes tienen en común es que sus instigadores prosperan con la
demagogia belicista. A los políticos se les acusa siempre de cobardía frente al
enemigo, incapacidad para defender el honor nacional, etc.
Excepto en
Israel. En nuestro país estamos presenciando una especie de rebelión verbal
contra los políticos electos protagonizada por un grupo de generales del
Ejército, tanto en activo como retirados, agentes de la inteligencia extranjera
y jefes de la seguridad interior. Todos ellos condenan la amenaza del gobierno
de iniciar una guerra contra Irán, y algunos condenan el fracaso del gobierno
en negociar la paz con los palestinos.
Sólo en Israel
Todo comenzó con el candidato más improbable
para liderar semejante rebelión: el ex jefe del Mossad, Meir Dagan.
Durante ocho
años, mucho más que la mayoría de sus predecesores, Dagan comandó el Mossad, el
servicio de inteligencia exterior israelí, comparable con el MI6 británico.
("Mossad" significa "Instituto". El nombre oficial es:
"Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales").
Nadie ha
acusado nunca a Dagan de ser un pacifista. Durante su mandato el Mossad
perpetró numerosos asesinatos, algunos de ellos contra científicos iraníes, así
como ciberataques. En su calidad de protegido de Ariel Sharon era considerado
como un campeón de las políticas más agresivas.
Y hete aquí
que después de dejar el cargo comienza a hablar en los términos más duros
contra los planes del gobierno para atacar las instalaciones nucleares iraníes.
Sin pelos en la lengua dijo: "Es la idea más estúpida que he escuchado en
toda mi vida".
Esta semana
Dagan se ha visto ensombrecido por el recientemente liberado jefe del Shin Bet
(Shin Bet y Shabak son diferentes formas de pronunciar las iniciales de la
denominación oficial hebrea "Servicio de Seguridad General."). Es el
equivalente de la británica MI5, pero se ocupa sobre todo de los palestinos de
Israel y de los territorios ocupados.
Durante seis
años Yuval Diskin fue el silencioso jefe del sigiloso servicio. Su cabeza
rapada se podía ver entrando y saliendo de las reuniones de las comisiones
secretas. Es considerado como el verdadero padre de los "asesinatos
selectivos" y su servicio ha sido ampliamente acusado de utilizar intensivamente
la tortura. Nadie lo ha acusado nunca de ser blando con los árabes.
Y ahora ha
alzado su voz. Eligiendo un lugar de lo más inusual — una reunión de dos
docenas de jubilados en el café de una pequeña ciudad — se soltó la melena.
Según Diskin
—¿y quién puede saberlo mejor?— Israel está dirigido en estos momentos por dos
políticos incompetentes con delirios mesiánicos y escasa comprensión de la
realidad. Su plan para atacar a Irán va a deparar una catástrofe mundial. No
sólo no conseguirá evitar que los iraníes produzcan la bomba atómica, sino que
hará que aceleren sus esfuerzos por obtenerla, esta vez con el apoyo de la
comunidad mundial.
Yendo más
lejos que Dagan, declaró que el único factor que impide las negociaciones de
paz con los palestinos es el propio Netanyahu. Israel puede hacer la paz con
Mahmoud Abbas en cualquier momento, y dejar pasar esta oportunidad histórica
traerá el desastre a Israel.
Como jefe del
Shin Bet, Diskin fue el funcionario gubernamental nº1 experto en asuntos
palestinos. Su agencia recibe y recopila todos los datos, los informes de
espionaje, los resultados de los interrogatorios y la información obtenida de
los dispositivos de escucha.
Sin dejar
ningún margen para la duda, Diskin dijo que conocía de cerca a Netanyahu y a
Barak, que no confiaba en ellos y que pensaba que eran incapaces de guiar al
país en una crisis. También dijo que están engañando deliberadamente a la
gente. Tampoco omitió señalar que viven en medio del lujo más extremo.
Quien pensara
que estos acusadores eran voces aisladas y que todo el coro de los jefes de
seguridad actuales y pasados se elevaría como un solo hombre para
condenarlos unánimemente, se llevó un chasco. Uno tras otro, estos expertos
aparecieron citados en los medios de comunicación manifestando su acuerdo de
fondo con los dos, aunque no necesariamente con su estilo. Ni uno solo de ellos
puso en tela de juicio sus afirmaciones o negó lo que dijeron.
El actual Jefe
de Estado Mayor y los jefes del Mossad y del Shin Bet han dado a entender que
comparten los puntos de vista de los dos en lo que respecta a Irán. Casi todos
sus predecesores, incluyendo todos los últimos jefes últimos militares del
Estado Mayor, dijeron a los medios de comunicación que también ellos están de
acuerdo. De repente se constituyó un frente unido de experimentados líderes de
seguridad en contra de la guerra con Irán.
El
contraataque no se hizo esperar. Toda la batería de políticos y medios de
comunicación a sueldo entró en acción.
Hicieron lo
que los israelíes hacen casi siempre: cuando se enfrentan a graves problemas o
a serios argumentos no abordan el asunto en sí sino que seleccionan algunos
detalles de menor importancia y los desmenuzan sin fin.
Prácticamente
nadie trató de refutar las afirmaciones de los oficiales, ni en relación a la
propuesta de ataque contra Irán ni sobre la cuestión palestina. Se centraron en
los declarantes, no en lo que declararon.
Tanto Dagan
como Diskin — dijeron — estaban amargados porque no les alargaron su mandato.
Se sentían humillados. Solo desahogan su frustración personal. Hablan por puro
despecho.
Si no
confiaban en el presidente del Gobierno, ¿por qué no se levantaron y dimitieron
mientras desempeñaban sus cargos? ¿Por qué no hablaron antes? Si era una
cuestión de vida o muerte, ¿por qué esperaron?
Por otra
parte, ¿por qué no siguen callados? ¿Dónde está su sentido de la
responsabilidad? ¿Por qué ayudan al enemigo? ¿Por qué no se limitan a hablar a
puerta cerrada?
Diskin —
añadieron — no tiene ni idea de Irán. Ese país en absoluto caía bajo su esfera
de responsabilidad. Dagan tenía conocimientos sobre Irán, pero su visión era
limitada. Sólo Netanyahu y Barak conocían todos los hechos y todo el espectro
de oportunidades y riesgos.
Fuentes
"cercanas a la oficina del Primer Ministro" también tenían otra
explicación: Dagan y Diskin, así como sus predecesores, eran simplemente
estúpidos. Si unimos ese dato a la afirmación hecha por Dagan y de Diskin de
que Netanyahu y Barak no son racionales (y tal vez tampoco completamente
equilibrados psíquicamente), nos encontramos con que nuestra seguridad nacional
depende por entero de un grupo de dirigentes irracionales y estúpidos, y que
así ha sido durante años.
Un pensamiento
aterrador: ¿qué pasaría si fuera cierto todo lo que dicen los unos de los
otros?
El hombre
acusado por sus asesores de seguridad de tendencias mesiánicas fue sometido a
escrutinio personal a causa de otro suceso acaecido esta semana.
Su padre,
Ben-Zion Netanyahu, murió a la edad de 102 años, con la mente lúcida hasta el
final. En el funeral público fue elogiado por Benjamín. Como era previsible,
fue un discurso cursi. El hijo se dirigió a su padre muerto en segunda persona
("Me enseñaste…", "Formaste mi carácter…", etc), una
práctica vulgar que me resulta especialmente desagradable. También derramó
algunas lágrimas ante la cámara.
No hay duda de
que el padre tenía una gran influencia sobre su hijo. Fue un profesor de
Historia cuya vida intelectual se centró por completo en un tema: la Inquisición
española, un capítulo traumático de la historia judía sólo comparable con el
Holocausto.
Ben-Zion
Netanyahu era un ultraderechista obsesionado con la idea de que los judíos
pueden ser exterminados en cualquier momento, por lo que no deben confiar en
ningún goy. Despreciaba a Menachem Begin, a quien consideraba un blandengue, y
nunca se afilió a su partido. Su actitud intelectual se vio reforzada por un
trauma personal: su hijo mayor, Yoni, el comandante de la espectacular
incursión de Entebbe, fue el único soldado que murió en aquella operación.
Parece que no
tenía un alto concepto de su segundo hijo. En cierta ocasión dijo públicamente
que Benjamín no era apto para ser primer ministro, pero que sería un buen
ministro de asuntos exteriores — un juicio sorprendentemente preciso si uno
considera el trabajo del ministro de Relaciones Exteriores como una cuestión de
marketing.
La casa en la
que "Bibi" se crió no era muy feliz. El padre era un hombre
profundamente amargado. Como historiador nunca fue aceptado por el mundo
académico de Jerusalén, que rechazó sus teorías (sobre todo su tesis de que la
Inquisición no perseguía a los marranos — judíos que prefirieron abrazar el
cristianismo antes que abandonar España — debido a que practicaban el judaísmo
en secreto sino por puro antisemitismo. Eso era un ataque directo a uno de los
principios más preciados de la mitología judía, a saber, que aquellos judíos se
mantuvieron fieles a su fe hasta el punto de sacrificar sus vidas en la
hoguera). Al no obtener un puesto de profesor en Jerusalén, el padre emigró a
EEUU, donde Benjamín se crió. El padre nunca perdonó a la clase dirigente
israelí.
El mito del
Gran Historiador trabajando en su titánica tarea era una realidad cotidiana en
el hogar, en los Estados Unidos y, más tarde, de vuelta en Jerusalén. Los tres
hijos tenían que caminar de puntillas, no se les permitía hacer ningún ruido
que pudiera perturbar el gran hombre, ni traer amigos a casa.
Todo esto
moldeó el carácter y la visión del mundo de "Bibi": el espectro de la
inminente aniquilación nacional, el papel referencial del padre furibundamente
derechista, la sombra del mucho más admirado hermano mayor. Cuando ahora
Benjamín habla sin parar del inminente Segundo Holocausto y de su papel
histórico para impedirlo, tal posición no tiene por qué ser necesariamente una
mera estratagema para desviar la atención de la cuestión palestina o para
salvaguardar su supervivencia política. Es posible —¡pensamiento aterrador!—
que realmente se crea lo que dice.
La imagen que
surge es exactamente la que pinta Yuval Diskin: una mente fantasiosa
obsesionada con el holocausto, fuera de contacto con la realidad, receloso de
todos los gentiles, tratando de seguir los pasos de un padre rígido y
extremista: en definitiva, una persona peligrosísima para dirigir a un país en
medio de una crisis real.
Sin embargo,
ése es el hombre que según todos los sondeos de opinión va a ganar las próximas
elecciones, a celebrar dentro de apenas cuatro meses.
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