La propuesta es un Israel para todos los israelíes, un Israel para todos sus ciudadanos. Para los electores que llevan en sus corazones los valores de la izquierda: paz, justicia, igualdad, democracia, derechos humanos para todos, feminismo, protección del medio ambiente, separación entre estado y religión. Hablo de una izquierda renovada que defina un nuevo modelo del Estado de Israel, con una sociedad civil participativa. Soy un israelí postsionista, no antisionista.
sábado, 1 de octubre de 2011
¿Ha ganado Palestina? por Shlomo Ben Ami
TEL AVIV: El sombrío espectáculo de aislamiento de Israel durante el debate en las Naciones Unidas sobre el Estado palestino marca el tsunami político que los críticos del primer Ministro Binyamin Netanyahu advirtieron llegaría, si Israel no proponía una iniciativa de paz audaz. Pero, más importante aún, los discursos en la Asamblea General de las Naciones Unidas de los dos rivales, Netanyahu y el Presidente palestino Mahmoud Abbas, mostraban que cualquier iniciativa para acercar a las partes a la mesa de negociaciones podría llegar a ser inútil.
Los discursos no hacen la paz, pero ellos pueden dañar sus perspectivas. Netanyahu y Abbas mostraron una vez más cómo la política que rodea "el proceso de paz" ha derrotado la causa de la paz. Ambos líderes expusieron absoluta indiferencia a las preocupaciones de núcleo del otro y atendían a sus electores, Hamas e israelíes colonos incluidos, dejando claro, urbi et orbi, que las brechas que separan sus posiciones son tan insalvables como siempre.
Netanyahu no puede darse lugar a sí mismo para reconocer los pecados de la ocupación, o incluso a una mínima expresión de empatía con la tragedia palestina de desposesión y dispersión. La marcha de Israel de insensatez en la expansión de sus asentamientos en Cisjordania no mereció una consideración de búsqueda espiritual de su parte.
De hecho, el llamado de Netanyahu a la paz permanecerá hueco mientras él siga viendo la solución a las preocupaciones legítimas de seguridad de Israel como la continua necesidad de ocupación de una porción considerable del futuro Estado palestino. El Valle del Jordán y las colinas de Judea y Samaria son, sin duda, activos estratégicos para un país cuyo ancho es el de la longitud de una avenida de Manhattan. Pero la desmilitarización, el despliegue de las fuerzas internacionales y acuerdos de seguridad rígidos podrían ofrecer una respuesta. Las preocupaciones de seguridad ya no pueden tratarse como una licencia de expansión territorial.
Deseoso de entregar sus lecciones de historia elemental, Netanyahu se niega a reconocer la validez de una perspectiva clave. En lugar de interpretar la victoria de Israel en la guerra de los seis días de 1967 como permiso de anexión del territorio, ese triunfo debería ser visto como un hito que hizo posible la paz con todo el mundo árabe y debería renunciar Israel a las tierras árabes ocupadas. Este principio fue estipulado por la Iniciativa Árabe de Paz y previamente fue materializado en la paz de Israel con Egipto y Jordania.
Por lo tanto, quien aspire a ayudar a las partes a llegar a un acuerdo debe estar atento al hecho de que las fronteras territoriales son sólo un aspecto de este conflicto – y no necesariamente el más polémico. A diferencia de la paz de Israel con Egipto (y una esperanza, la paz con Siria), el conflicto israelo-palestino tiene sus raíces en más que una disputa de bienes raíces. Como lo demostró el debate en la UN, lo que está en juego es un choque de narrativas nacionales irreconciliables. Egipto tuvo que conceder sólo el reconocimiento político de Israel, pero a los palestinos se les pide que reconozcan la legitimidad moral de Israel por aceptar vínculos judíos con la Tierra Santa y, por lo tanto, admitir la reclamación milenaria de los judíos por un Estado en una tierra que los palestinos creen que históricamente es el suyo.
Ni una palabra, ni una omisión, en el discurso de Abbas en la UN fue accidental. Lo que fue más sorprendente fue cuan flagrantemente desdeñoso fue de la más importante narrativa nacional de Israel. Habló de la Tierra Santa como el origen del cristianismo y el hogar de los santuarios sagrados del Islam, pero omitió intencionalmente las raíces bíblicas del judaísmo y Jerusalén como el hogar de reyes y profetas hebreos. Para los israelíes, esa omisión revela incluso falta de voluntad de los más moderados palestinos a abrazar la existencia de un Estado judío.
La negativa de Abbas a reconocer a Israel como Estado judío, sobre la base que hacer eso traicionaría 1,5 millones ciudadanos palestinos de Israel– ha reivindicado una preocupación israelí clave y alimentó los temores de los escépticos de un programa palestino oculto a largo plazo para acabar con el Estado judío por completo. Esto probablemente descorazona a los palomas israelíes – y anima a los halcones en su insistencia de que ningún progreso hacia la paz es posible sin la aceptación inequívoca de los palestinos de Israel como la patria nacional judía.
Así, el mensaje implícito de Abbas que Israel nunca ofrecerá un trato justo a su minoría árabe reforzará el liderazgo de Netanyahu como acérrimo defensor de los intereses nacionales contra los soñadores ingenuos de la izquierda. Netanyahu sólo tiene que presentar los argumentos de Abbas como prueba de que, para los palestinos, la paz con Israel es sólo la primera etapa de una gran estrategia que conduce a una Palestina, abarcando todo Israel, con una mayoría de árabes.
Incluso si, como se esperaba, el Consejo de seguridad rechaza la solicitud de los palestinos para la adhesión completa a la UN y Palestina termina con la condición de observador en la Asamblea General, Abbas ya puede cantar victoria. Logró restablecer el equilibrio de poder con Israel y los Estados Unidos por movilizar el gran apoyo que obtiene a la causa palestina en la comunidad internacional. Si no fuera por su valiente iniciativa en la ONU, el Cuarteto (la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia) no habría llegado a ser tan repentinamente hiperactivo en la búsqueda de una fórmula para acercar a las partes a la mesa de negociaciones.
Pero no esperen. Nada saldrá del movimiento del Cuarteto a menos que las partes cambien sus actitudes. Hacer la paz es abordar valientemente las cuestiones verdaderamente vitales de la otra parte.
Y los posibles mediadores, por su parte, ya no sólo pueden ser "facilitadores"; se necesita que se consideren como partes interesadas – y estar preparados para ejercer presión y torcer brazos. Abandonados a su suerte, los israelíes y los palestinos nunca alcanzarán un acuerdo de paz integral.
Shlomo Ben Ami es ex Ministro de relaciones exteriores israelí que ahora se desempeña como Vicepresidente del Centro Internacional Toledo de la Paz.
Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org
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