martes, 2 de julio de 2013

Sociología del cuerpo


Robinson Salazar
Universidad Autónoma de Sinaloa/México
salazar.robinson@gmail.com
 

INTRODUCCIÓN 

El cierre de ciclo del Siglo XX encapsuló la certidumbre, todos los esfuerzos, avances científicos, los logros de las luchas políticas y las instituciones que el Estado fue creando para ofrecer un ambiente de seguridad y bienestar en lo posible fue abortado con el advenimiento del Siglo XXI, cuyo binomio Globalización de mercados y modelo neoliberal desarticuló todo el armazón que sostenía la certeza, sembró en la subjetividad colectiva la sensación de una levedad en grandes segmentos sociales. Las acciones improntas despacharon por la borda la construcción de sentido, los hechos significativos de la vida que fueron elementos coadyuvantes para armar el entramado de la sociedad, tales como la amistad, el amor, las solidaridades, el lazo social, la convivencia comunitaria, la familia, el cuadro axiológico en su conjunto, fueron desvaneciéndose ante la fuerza demoledora de la ideología del consumo, la individualidad, la competencia y la libertad basada en el dinero. 

No hubo campo de las emociones del cuerpo que no fueran atendidas por la ideología del poder plutocrático, que desde los centros de operaciones habilitaron los resortes y estrategias para incidir de maneras rotunda en el pensamiento, propagaron sobre la amplia capilaridad social un modelo de producir pensamiento seductor y sin complejidad, donde lo instantáneo evita construir procesos, indagar el pasado, revisar articulaciones y lógicas de encadenamiento. La síntesis es lo más importante dado que es el producto que no tiene explicación y atrae la atención de todos por los atributos que ofrece, sin embargo su vida está periodizada porque dentro de poco, en otro instante, será remplazado por otra síntesis o producto de mayor velocidad, utilidad y propiedades novedosas. La duración deja de ser un valor y se constituye en un defecto. 

Es un modelo de pensamiento que desecha, remplaza, destruye y consume con voracidad lo nuevo, no le da importancia a lo sustituido, porque el pasado no tiene significancia y el futuro es el presente prolongado de acuerdo con el horario que tenga internalizado el actor en su vida cotidiana, porque el largo plazo fue desconectado de su laboratorio de ideas y por vez primera, los modelos adelantan el calendario y lo acomodan de tal forma que hacen pensar que puedes vivir el futuro antes de que llegue. 

Torcieron la historia a su antojo, el tiempo perdió la batalla, todo es inmediato y la búsqueda del éxito abrió la competencia de manera desordenada, sin mediar preparación ni objetivos; lo importante es ganar dañando a todos y trascender sin conocer hasta dónde. 

El nuevo individuo con estas debilidades y sin soporte social, fue blanco de certeros mensajes mediáticos, vulnerable en su condición humana, punto de atracción para aplicar violencia física y simbólica y destino del miedo y terror. 

Ahora bien, en una sociedad desvertebrada y quebrantada en sus hilos asociativos, el sujeto no suma, queda expuesto a los vendavales de los enemigos y su única herramienta de lucha es su cuerpo, mediante el cual exhibe sus prendas de vestir, joyas, colores y bellezas que el mundo del consumo le brinda, pero a su vez es el muro de contención de golpes, violencia física y psicológica, destino de los mensajes del miedo y el terror, blanco de estrategias intimidatorias y núcleo receptor de todas las vejaciones que pretendan infringir sobre él. La individualidad deja en indefensión absoluta al hombre, lo aísla de todo soporte y los otros lo ven, al momento que es ultrajado, como un cuerpo que recibe castigo o merecedor de su situación infausta porque trasgredió alguna norma vigente del Estado o quebró la débil línea de la convivencia social. 

Entonces vivir en el aislamiento nos deja en situación de riesgo permanente, eres vulnerable ante los represores pero tus congéneres dudan de tu reputación al momento que eres agredido, dado que el otro es ajeno o es visto como un potencial agresor o transgresor del orden. 

DE LA VIOLENCIA FÍSICA A LA VIOLENCIA SIMBÓLICA 

La violencia física o simbólica a través de la historia siempre fue y sigue percibiéndose como un acto bochornoso, abominable y censurable desde toda perspectiva humana. Todo acto de violencia indica que se trata de un ejercicio de coerción doloroso que experimenta un cuerpo ante la acción del ejecutor; el actuar intencionalmente sobre el otro lleva y no cuenta con la anuencia de la víctima, así que es un acto contra la voluntad del agredido. 

Pero va más allá del acto de coerción, sino que tiene una finalidad, una meta que puede ser la venganza, el odio, el desprecio, la obtención de un beneficio económico y político o la ostentación del poder. Toda violencia busca debilitar, reducir y doblegar al otro hasta conseguir un propósito, ya sea moral, de honor o económico-político, pero el interés siempre está en la expectativa del acto violento. 

Existe la violencia física que es observable empíricamente a través de los golpes, lesiones en el cuerpo, muerte propinada, tortura, secuestro, entre otras; también hay espacio para la violencia simbólica que pasa por los mecanismos de vigilancia y control como le denominada Foucault en su memorable libro Vigilar y Castigar, donde el castigo y sadismo administrado en el Siglo XVIII, fue remplazado por el celo, la persecución, el miedo y el control del cuerpo, del individuo, lo que abrió el sendero de glorificar la violencia con ausencia de dolores visibles pero lesiones perdurables en el subconsciente de los hombres. 

La violencia simbólica es más efectiva, aunque no es directa ni es detectada por registros de golpes o lesiones, pero con el tiempo asume el papel de violencia estructural porque poco a poco va filtrándose por la capilaridad institucional, por los vasos comunicantes del Estado y trasciende por los ramales que entroncan con los distintos segmentos de la sociedad. Es tan eficaz que los individuos la asumen como algo natural, la legitiman con su aceptación, no la cuestionan y, aunque impide que desarrollemos todas nuestras habilidades y derechos humanos, es incuestionable por nuestras conciencias. 

Hoy los dos tipos de violencias conviven, no se excluyen, antes por el contrario, son complementarias y ambas van dirigida al mismo objetivo. La violencia física está encargada de la agresión para provocar dolor y la violencia simbólica “desestructura la vertebración del pensamiento, construye escenarios de riesgos insertados en la subjetividad de los colectivos humanos. El objetivo es alterar los estados de ánimo en las personas que conduzcan a desordenarle las coordenadas que dan estabilidad a la vida cotidiana, puesto que la angustia, el temor y la sensación de estar en peligro los lleva a estados depresivos y de angustia colectiva”. 

En el campo de la sociología del cuerpo, los espacios de análisis han transitado por la actitud corporal, los ademanes, la vestimenta, actos comportamentales, expresiones del gesto, timbre de voz y otras esferas que son propias de los hombres que conforman los ámbitos socio genético y psicogenético. Sin embargo, los avances en la sociología incorporan otros terrenos que competen al lenguaje y el discurso, hasta quedar estructurado el cuerpo como un territorio donde el dolor, la maldad, el odio, el malestar, la tensión, el signo y la política encuentran un espacio de expresión en quién lo habita y quién lo enajena. 

Desde esa perspectiva, sería plausible observar en los cuerpos cómo se expresa el malestar social y la crisis de relaciones sociales, a partir de considerar que el problema de la expropiación del poder del cuerpo o del dominio del cuerpo, se produce porque históricamente se constituye un ámbito de relaciones sociales que visibiliza eso y el otro ámbito de relaciones sociales que lo obstaculiza. 

El cuerpo contiene subjetividad, ideas, racionalidad, intencionalidad, sentido y pertenencia a un territorio; nombre, apellido, ideología y es un banco de conocimiento. Ese cuerpo al construir vínculos afectivos, identitarios o axiológicos crece, expande sus fronteras y es blanco de políticas públicas, como de reconocimiento, simpatía, identidades colectivas hasta llegar a ser una tipología de cuerpos acorde a las relaciones sociales prevalecientes que al crecer y consolidarse, dan base para una corporeidad culturalmente hegemónica. 

Lo interesante del cuerpo es que es el núcleo residente de emociones, sensaciones donde el pudor, la vergüenza, el dolor y las alegrías son construcciones sociales que derivan de procesos socio-económicos, políticos y mentales… De ahí que todo cuerpo ocupa un lugar-tiempo, moldeado por las relaciones sociales que lo disciplinan, lo agreden, lo ajustan pero también internaliza ideas, lo desarma y arman instintos, pasiones, valores que son inculcados a través de pautas de comportamiento, de un cuadro axiológico o sentidos que aparecen como normales o aun sanciones, pero socialmente aceptadas o compartidas. 2 

TORTURA 

Ahora bien, si concebimos la tortura como el aniquilamiento del sujeto por parte de fuerzas represivas u opositoras a través de golpes, instrumentos sofisticados para producir dolor físico, vejación, destrucción anímica hasta llegar a punto de inflexión en la resistencia de la víctima, es el cuerpo y su contenido descrito, el blanco de toda acción violenta. 

Los ataques físicos tienden a producir vivencias de aniquilamiento y destrucción del esquema corporal, lo que implica una pérdida de reconocimiento de la identidad personal. El objetivo es que la persona agredida se sienta desindentificada consigo mismo, donde el vehículo que lo desconfigura es el dolor y por tanto las consecuencias mismas en el cuerpo de él o de otros torturados, tiene un mensaje que es: “así quedarás marcado por tu comportamiento” o “así quedarás si no haces lo que te pedimos”. 

La parte medular de un ejercicio de tortura es la vejación, donde el primer paso es romper la vertebración valórica, esto es, desnudar a la víctima para vulnerar la intimidad, sus secretos, su espacio privado resguardado ante los ojos escrutadores del otro; al ser rasgado el velo queda expuesto al vacío, la incertidumbre y al pudor devaluado. Aunado a todo esto está la deprivación sensorial y motriz que funge como maquina demoledora del esquema de resistencia, no sólo porque limita a la víctima a movilizarse o hacer sus necesidades básicas fisiológicas y que aun peor, está atenida a los permisos del custodio y vigilancia de su desnudez. 

Es una situación que tiene el movimiento pendular entre la muerte y el mañana; no sabe si vivirá el día siguiente, aunque en su mente tenga borrada la temporalidad y espacialidad por el encierro, los golpes y pérdida del don de la ubicuidad. Lo pendular es una ventana de soledad, aun si está en un recinto acompañado. El desconocer al otro o a la intencionalidad o situación de quien vive esta experiencia común, la confianza queda rota porque no se percibe como un colectivo o producto social, sino como un individuo aislado, sin elementos de defensa y expuesto a la fuerza del secuestrador y a los límites de tu resistencia. 

Todo esto orilla a destruir también la autoestima del secuestrado a través de la humillación, vejación sexual, gritos, golpes, ofensas y culpabilidad que le inculcan cada vez que sufre un dolor o tortura. La autoestima es la idea de quién soy y mis valores que dan soporte a la idea de mí mismo. Es la valoración que un sujeto posee de sí, desde una perspectiva psicoanalítica es un producto de la relación entre el Yo y el ideal del Yo. Esto está conformado de acuerdo con determinados valores a los que aspira cumplir el sujeto. El resultado es traumático porque cae en el abismo de las depresiones, angustia y hasta intento de suicidio por la desvalorización o denigración sufrida. 

Otro aspecto que no podemos desdeñar es el silencio guardado una vez liberados, que muchas veces es percibido como la prolongación del secuestro, dado que no superan la experiencia registrada frente al horror infringido en su cuerpo, pudor deshilado, la rabia contenida y rumiada en su resistencia impotente, el desconcierto de tu pasado con el presente, el futuro como ser vejado y resentido socialmente y la imposibilidad de ordenar todas las vivencias, cargas de sentido y compartirla con alguien que guardará el secreto o le ayude a dotarla de sentido. Es todo imposible por estar roto el lazo de confianza, que es un mecanismo de reducción de la complejidad y de la incertidumbre en la medida que abre caminos de diálogos, acompañamientos y acciones conjuntas en el futuro. Es una apuesta hecha en el presente hacia el futuro y fundamentada en el pasado; debido a que el cúmulo de experiencias vividas y los beneficios obtenidos en lo personal y en el ámbito colectivo, son tierra fértil para sostener la creencia de que confiar en otra persona en el presente puede ser útil en el futuro. 

Indudablemente, la confianza equivale a una suerte de cuenta corriente, de la cual es posible gastar hasta un cierto monto, pero es necesario depositar para evitar caer en la falta de fondos. Existe, por consiguiente, un cierto umbral que, si es traspasado, conduce a la pérdida de confianza.3 No toda traición a la confianza conlleva a la desunión, todo reside en la gravedad del incumplimiento y capacidad de resarcir el daño con acciones futuras de reconstrucción de confianzas deterioradas o lastimadas. 

El silencio esconde sufrimiento y dolor, oculta verdades y es una fortaleza íntima en el torturado que blinda sin palabras y oculta en el pasado el rostro de la amargura. Especialistas en el tema de la tortura han señalado 4 posibles mecanismos que dan cuenta del porqué del silencio:
1/ En la tortura, por el intenso y prolongado dolor, se produce un shock neurogénico que conlleva a estados de inconsciencia en diversos grados, desde la obnubilación (enturbiamiento y estrechamiento de la conciencia) hasta el estupor (estado de inercia, vacío o suspensión de la actividad psíquica). Esta situación afecta la memoria de fijación durante el episodio traumático y la memoria evocativa subsecuente. Se produce así una amnesia lacunar, con vacío de la memoria que puede persistir largo tiempo, incluso de por vida. Posteriormente conlleva a situaciones esporádicas o continuas de angustia.

2/ El ataque al cuerpo (trauma corporal) afecta el núcleo básico de la identidad que es el Yo-Corporal. La persona se encuentra en un estado de indefensión extrema que remite a las experiencias corporales primitivas de desamparo y desnudez. Es una regresión con secuela de escotomas en el registro de lo vivido.

3/ Produce una disociación esquizoide defensiva. La disociación es un mecanismo de defensa características de los niveles mentales más primitivos y son instrumentados frente a vivencias de aniquilación en actos de tortura. La representación del propio cuerpo es escindida y proyectada al exterior, “el cuerpo no me pertenecía”, la persona no es la misma que era antes y no es siempre consciente de esta diferencia.

4/ Los sentimientos de pudor, vergüenza, humillación, que dificultan la comunicación de lo ocurrido durante la tortura, están vinculados a ciertas vivencias “intimas” en las que queda comprometida la relación del Yo y el Ideal del Yo, produce una fisura entre la imagen y la realidad de mi cuerpo y desata los bloqueos del silencio. 4
Por lo anterior, el silencio es un vestido protector que aparece por la quebradura de la cofia que cubría el pudor y la vergüenza y jurídicamente es difícil contabilizar el monto o dimensión del daño ocasionado al torturado porque muchos de los sufrimientos y lesiones son de carácter psíquicos y quedan refugiados en el rincón del silencio miedo o sepultado en la soledad del torturado. 

En síntesis, la tortura, como actividad mafiosa, producto de la debilidad estatal si hablamos de secuestros, pero terror si la practica el Estado, busca lucrar, obtener información y silencio, doblega a las comunidades, es eficaz como estrategia de intimidación y asegura la viabilidad de un gran negocio (industria del secuestro) si está ligada a las trampas de la corrupción. De todas maneras la tortura veja, lastima, destruye vectores de la vida y obnubila a la victima para llevar a cabo una convivencia sana, pulveriza su autoestima y deja como resultado un despojo humano sin horizonte en el futuro. 

ACOSO LABORAL Y TORTURA PSICOLÓGICA 

La destrucción del Estado por parte de los grandes poderes que dan soporte al modelo neoliberal, no sólo pretendía desregular las economías nacionales, sino que su ambición estaba por encima de lo meramente comercial, pretendía dominar el mundo saqueando las riquezas del ente político a fin de evitar un proceso político reversible. Esto es, si una fuerza política adversaria arribaba al poder, no contaba con los recursos para sobrevivir, porque el Estado no tenia activos públicos, tampoco suficiente dinero para dotar de certidumbre a la sociedad. Un Estado en bancarrota, supeditado a los organismos y finanzas internacionales no representaba ningún riesgo si lo gobernaba la izquierda, derecha o cualquier fórmula política, dado que el capital está fuera de las esferas pública y cuenta con una constelación de organismos multinacionales que aíslan o boicotean todo intento emancipador desde el estado. 

La formula elaborada y puesta en práctica desnutrió al Estado para que no garantizara derechos, desciudadanizara a la población, borrarara de su imaginario los referentes institucionales que avalaban los postulados de justicia necesarios para la convivencia social y el desarrollo humano. Arrojaba al individuo a una situación de inequidad, sin privilegios y expuesto a la inseguridad y abuso de la autoridad despótica. 

Así fue asomándose el acoso laboral bajo la estrategia de la crisis económica que sobresaltó los pronósticos por indisciplina fiscal, déficit presupuestario excesivo, endeudamiento desproporcionado, insolvencia por falta de liquidez de los bancos o desequilibrio en la balanza de pago y el comercio, escenario caótico que conlleva a recortar derechos sociales, disminuir el salario, y también desaparecer prestaciones sociales en aras de mantener la fuente laboral. 

Esta es una estrategia que a corto plazo genera riquezas a los empleadores, pero a mediano plazo las políticas de austeridad no son eficaces, son económicamente ineficientes. Permítame explicarme. ¿Qué pasa con las políticas de ajuste, de austeridad? Se reducen los salarios, se disminuyen las pensiones, se destruyen los servicios públicos. Todo ello desemboca en una contracción de la economía. La gente consume menos porque tiene menos poder adquisitivo. Entonces las empresas reducen su producción porque baja la demanda. Si se reduce la producción despiden a empleados, lo que aumenta la tasa de desempleo. Por consiguiente, el Estado tendrá que gastar más dinero en ayudas a los desocupados y tendrá menos ingresos puesto que los parados dejarán de pagar impuestos.5 

Es ante todo, entonces, un modelo de represión que busca con el miedo hacer que la gente no proteste, no asita a las manifestaciones porque se va a encontrar con problemas, y crea miedo entre los propios activistas porque se están jugando la piel porque “vamos a ir por vosotros”. Se intenta separar la opinión pública mayoritaria de los sectores más activistas, pero esto a veces les puede funcionar y otras veces no y puede tener un efecto inverso al deseado. Hasta ahora la represión ha sido tan desproporcionada que en algunos lugares ha detenido la indignación, en otros han fracasado en su intento. 6 

Es una comunicación hostil, coactiva, sin reserva ética orientada de manera sistemática por jefes de área de recursos humanos y empresarios hacia el grupo o segmento de trabajadores, acosándolos psicológicamente hasta disminuirles su potencial deliberativo; arrinconan sus espacios de cavilación, fragmentan las ligas de diálogo, revientan las fibras de resistencia colectiva para encerrarlo en un mutismo donde, intercambiar opiniones o argumentos con otro trabajador, lo coloca en la bandeja de la vulnerabilidad y el despido. Es un estado de indefensión absoluta, quebrando de entereza analítica y arrinconada bajo el paraguas del acoso que poco a poco mina su capacidad de respuesta, pero ante todo un estado anímico y de salud. 

Millones de trabajadores de diversos rincones del mundo están en situación de riesgo de salud, producto de la estrategia del miedo, acoso y represión psicológica que responde a la coerción adocenada que impera en los centros de trabajo. Y sólo la han confrontado las movilizaciones, que de otra manera, es la estrategia de persecución que desmonta derechos, aniquila los gremios sindicales, derrota la movilización política y encierra en la jaula del mutismo a los que aceptan la amenaza del desempleo. 

LA TORTURA PSICOLÓGICA DE LOS MEDIOS 

2001 fue el inicio del Siglo XXI y también la nueva era de los medios en el campo de la guerra, con las disputas por mantener incólume el modelo neoliberal. Las incursiones que habían logrado en el terreno cultural, en los años 80 del Siglo XX, fueron reforzadas al principio de la nueva centuria con el fin de convertir a los medios de comunicación en la artillería de primera línea, cuyo fin es la de desarticular las memorias colectivas, quitar el freno a la ambición consumista, sembrar el escenario de mercancías descartables, liberar de toda atadura la “libertad del mercado” y ante todo, obnubilar las mentes de los pobladores de las ciudades y comunidades a donde los medios llegaran. 

Algunos escritores le han denominado el Plan Cóndor mediático, dado que su incursión en la política fue y sigue apareciendo frontal, sin solapamiento ni hipocresía, aunque disfrazado con un vestido confeccionado con epidemia lenguaraz de independencia, imparcialidad y supuesto apego a la democracia. Esta es la era de la mentira y el ocultamiento de verdades que prevalecen en la realidad social. 

Indudablemente, la asunción de los medios en la cadena de torturas fue posible porque los grandes centros de poder tomaron conciencia que el Estado como ente político y de cohesión social, entraba en una fase de implosión por la expansión del capitalismo en su fase denominada globalización, cuyas frontera porosas fueron desaforadas por diversos agentes: entre ellos las empresas multinacionales, crimen organizado, guerras y las transacciones comerciales que dejaron sin fuerza al Estado para vigilar su territorio. Pero aún hay más, con el avasallamiento de los contagios de la globalización, incontrolable por los mismos creadores y que idearon la construcción ideológica-política de Seguridad Democrática, cuyo vector es situar la amenaza como cuña incómoda que desestabiliza el sistema emocional y de equilibrio en cualquier persona. 

La amenaza es una representación, una señal o signo, una disposición, gesto o manifestación que aparece en el subconsciente colectivo o individual, percibido como el anuncio de una situación de riesgo, malestar, de inseguridad o deterioro no deseado y además, que vulnera en quien lo percibe, la coraza de certeza y lo pone en peligro absoluto y cercano a la muerte. 

Es una atmosfera de miedo perpetuo, de movilidad recortada, de ausencia de propiedad sobre el espacio, temeroso del tiempo, ciego ante las oportunidades e inflexible para articular posibilidades de escapatoria o nuevos escenarios. Es una jaula de acero invisible que atrapa no sólo el cuerpo de las personas, sino el pensamiento y la libertad de imaginar. 

Las amenazas son multivariadas, súbitas, atemporales y mortales; van desde el terrorismo, revolución, limpieza social, crimen, contaminación, enfermedades desconocidas y emergentes, crisis económica y alimentaria, de bienes de consumo como el agua, energía, transporte, pandillas, vendetta, narcotráfico, militarismo, envenenamiento nuclear, bombas entre otras, que son sobredimensionadas o magnificadas por los medios para controlar estallidos sociales o reclamos ciudadanos. 

El sistema emocional está secuestrado por la TV, periódicos, la Internet y la radio, cuyos mensajeros actúan bajo la férula de los empresarios y magnates que controlan el mundo y les interesa gobernar y dirigir el universo de los negocios bajo e paraguas del caos. El caos es una forma de administrar la política de dominación en la medida que mantienes influencia en los factores vitales que mueven el mundo (economía, tecnología, armamento, recursos naturales estratégicos y medios de comunicación) y los hace invisible ante los enemigos, manipulando el comportamiento de cada uno de los elementos mencionados y asignándole de manera irreal, trayectorias erráticas que descontrolan la percepción de los adversarios y cargan de inseguridad al enemigo. 

Entonces vivimos en un universo inestable, errático, con trayectorias inverosímiles que nos lleva a un estado de angustia, temor y tortura, toda vez que carecemos de la certeza necesaria para emprender una acción determinada. Sin la confianza pertinente, el perceptor de señales e información no cuenta con la disposición y voluntad para interactuar, ni tampoco puede compartir u opinar sobre los temores introyectados en la subjetividad, revelando así un estado de bloqueo en sus facultades asociativas y de dialogo con otros. 

Alguna de las veces despersonaliza afectando la paranoia y esquizofrenia como rasgos de su personalidad; los actos compulsivos son frecuentes y la dársena de la soledad le pide que ancle ahí los años de vida que le quedan. Ahora bien, los medios de manera permanente nos dejan caer una lluvia de amenazas, cuyo proceso de mentalización pasa por varias etapas. En la primera, se produce un derrumbe de la organización mental cercana al pánico y terror. En la segunda, se busca dar un nombre o encontrar signos mediante los cuales semantizar la manera de intentar resolverla, evitarla e implementar sistemas defensivos para controlarla, anularla. Luego en la etapa siguiente, se produce una oscilación entre denegación y concientización, y en el mejor de los casos, se restablece una organización vital cuyo eje ilusorio es impedir la efectivización de la amenaza. Los mecanismos de adaptación imponen la vida a cualquier precio. Es probable que éste sea el momento en el cual el agredido se entrega al agresor en un intento de salvar su vida. Es también el momento de la creación de baluartes o mitos que conllevan a la fatalidad.7 

Las amenazas suelen aparecer en coyunturas favorables para el gran capital y casi siempre están cerca de procesos electorales riesgosos para los mercados, bajo el techo de asonadas de movimientos sociales, decisiones de gobiernos con perfil popular, insolvencia financiera de los bancos, instauración de una situación de guerra, interés por militarizar regiones y privatizar recursos públicos. Justo en esos contextos están las fuentes borboteantes de los miedos, temores y amenazadas que torturan las subjetividades colectivas. 

El carácter coyuntural, la incertidumbre que predomina en lo que va del Siglo XXI, el agotamiento del modelo neoliberal y la política guerrerista que el coloso del norte instrumenta, son los factores que torturan, en la medida que agotan la capacidad de resistencia de la humanidad; no hay lugar seguro, las confrontaciones bélicas aumentan, los actos homicidas súbitos, la crisis financiera que utilizan para desemplear y negar derechos. La tendencia incremental del crimen organizado nos pone en una nube que puede desprenderse en una lluvia que ahogue las pocas esperanzas ancladas en las comunidades y colectivos humanos. 

La certeza ausente y la confianza deteriorada, nos deja sin una apuesta hecha en el presente para afianzar el futuro, porque la ruptura del eje conectivo del tiempo nos desalojó el pasado de la memoria. No hay referentes seguros de las anteriores certezas que nos ayuden a otear la sociedad futura; tampoco un ideal para luchar o un horizonte político y una ideología cimentada en hechos históricos. Hoy quedamos huérfanos y toca luchar en medio de la oquedad de la política, del vaciamiento de las instituciones y de la debilidad del estado. Justo ahí, el mercado y su constelación de consorte como son los banqueros, los medios, los partidos políticos, el sistema judicial y las organizaciones internacionales, se juntan en forma de guirnalda y encapsulan las esperanzas y siembran la incertidumbre y el caos. 

La desestructuración de la confianza fue el blanco de los medios, que descalabrada al momento que irrumpieron en el cuerpo social para vejar y deteriorar las comunidades y gremios; con la destrucción de las comunidades se atacó de manera contundente la confianza, devenida de las relaciones sociales cargadas de reciprocidades para intercambiar saberes, intereses y bienes. Si el marco de interacción social está influenciado por el individualismo, el lucro, el consumo y el hedonismo, la confianza se desvanece: las comunidades paralizan la red de intercambios y la fragmentación aflora, hasta arrojar una comunidad imaginaria pero que en la realidad es sólo un lote de fragmentos humanos que viven pero no comparten. 

Y así viven miles de comunidades en la tortura de la inseguridad y la vocería de los medios; se distingue claramente los miedos por el temor al crimen y a los malhechores. Predomina la desconfianza en los demás y en sus intenciones, así como también la actitud que niega o considera imposible tener fe en la constancia y en la fiabilidad del compañerismo humano. Castel atribuye esta situación al individualismo contemporáneo; sugiere que la sociedad de hoy, al suprimir las comunidades y corporaciones estrechamente unidas, que antes, las mismas leyes delimitaban y velaban por su cumplimiento, las sustituye ahora por el deber de ocupase cada uno de sí mismo y de sus propios asuntos: se ha edificado sobre el terreno pantanoso de la incertidumbre. En una sociedad de este tipo es inevitable que la inseguridad y el temor a peligros acaben siendo males endémicos. 8 

Por lo anterior, las vorágines que existe en la actualidad nos invita a vivir inseguros, angustiados, presos de las noticias que alojan la incertidumbre en el subconsciente y rodeados de desconocidos, sin un lazo social habilitado, fragmentado en el ancho cuerpo del planeta y en permanente riesgo real o imaginario, pero seguro de que nuestras vidas están en una situación de peligro. 

LA VIDA INCONMENSURABLE Y LA TORTURA DE LA MUERTE 

Finalmente, los miedos en los medios, han desnaturalizado la información; las fuentes de opinión que se constituían en el fragor del debate público fue desalojada por la pre-fabricada en gabinetes de empresarios y directores de noticias, ligados a consorcios, grandes negocios y monopolios de la economía de portafolio, hasta convertir la televisión en un medio con características de “jaula digital” donde la realidad importa poco. Los intereses de las mayorías se invisiblizan, las demandas populares son criminalizadas y el espacio público privatizado para enjaular a la ciudadanía en los reductos del espacio privado y tenga como único interlocutor a la caja de resonancia con sus mentiras y argumentos falaces que desvertebran el pensamiento crítico. 

La “jaula digital” está diseñada de manera tal que busca ahuyentar toda crítica de la mente de la audiencia; desmentaliza al auditorio, impone la imagen como único recurso que remplaza el argumento y tiene mayor validez por el manipuleo que se haga de ella. Conjeturar, sentar premisas, reflexionar y elaborar dilemas no es oficio de un comunicador, es cosa del pasado; ahora interesa hablar menos, seducir con la imagen e incentivar el consumo como herramienta de movilidad social: si no consumes, no eres parte de la dinámica de la sociedad. 

Otro factor que esgrimen es la desideologización del discurso, en caso de que haya reclamos, réplicas o exigencias de la audiencia. La ideología es un tema del Siglo XX, y no tiene lugar ni impacto, según el criterio de los comunicadores: lo que importa es comprar, vender, consumir y sentir placer de hacer esas actividades que el modelo neoliberal nos quiere ofrecer como la culminación del desarrollo humano y la calidad de vida deseada. 

Develar la ideología que hay tras de los medios, del mensaje, la noticia, el sesgo informativo, los melodramas, los culebrones telenovelescos, los programas de entretenimiento es un asunto de imaginación distorsionada, porque los medios no están sujetos a que les cuestionen esa parte de la intencionalidad oculta. Ellos prefieren desdeñar la ideología y presentarla como una actitud de conflicto en los seres humanos que aun viven en predisposición de crear zonas de incertidumbre o zozobra en las relaciones humanas. Es menester desmontar toda postura ideologizada, porque todo escenario que se intente analizar sin contar con un reservorio ideológico, con seguridad nos lleva a un conocimiento plano, corto, simplista de una situación determinada y por consiguiente, fácil de llegar a aceptar la opinión de los medios como la verdad y la ventana que nutre con veracidad lo que acontece en el entorno inmediato. 

Vista así, la incertidumbre es la espada que obnubila y venda los ojos; también puede vestir de frivolidad el mundo y de disfrazarlo de oportunidad o sembrar incertidumbre. Los medios son los ojos de muchos ciudadanos que prefirieron descansar sin pensar y entregaron a los instrumentos mediáticos la confección de verdades y mentiras, de los mundos inciertos y peligros súbitos que nos enmudecen y atribulan hasta convertirnos en entes temerosos y encerados en el espacio privado o intimo. 

Entonces tienen la oportunidad extensa de construir ideológicamente más sobre riesgos permanentes; sus programas televisivos siembran con persistencia que no hay lugares seguros, que nada nos protege y vivimos la vulnerabilidad absoluta: de ahí que la seguridad está en encerrarnos, comprar seguros de todo tipo y privilegiar los lugares cerrados y privados. 

La inseguridad, vulnerabilidad e inexistencia de lugar seguro, prefigura un mundo donde la vida es incommensurable y no podemos medir con ningún parámetro las enfermedades emergentes, el terrorismo, las crisis económicas, el desempleo, el crimen organizado y los desastres naturales. Éstos son parte de la amplia constelación que está articulada en el mapa de riesgo, donde las dos salidas que tenemos son: Inseguridad y contingencias. 

Crimen, narcotráfico y terrorismo cubren el ala de la inseguridad y las contingencias son dibujadas por virus, enfermedades emergentes, accidentes, desastres naturales, crisis de sistemas de seguridad social, de salud, riesgos de la vejez, nuevas epidemias, crisis alimenticia y la muerte súbita. Al final de cuentas, no hay argumentos que valide lo enunciado: lo instantáneo e inesperado se impone y el temor por arriba de la subjetividad a través de los medios de comunicación, se instala como miedo percibido, cuyas características son: la fuente del temor, la inseguridad o contingencia que está invisibilizada; la noticia que propagan es conspiratoria, manipulante y fragmentadora y quien la recibe, de inmediato busca un lugar seguro, estar a salvo primero él antes que los demás. Lo que conlleva, con el devenir de los años, será una alteración del genoma de las relaciones sociales, donde el otro pierde su significancia y el individualismo prevalence; la muerte es una sombra que nos acompaña, la vida es súbita y las contingencias están a la orden del día y en cualquier momento, la muerte nos arranca la vida. 

NOTAS 

1) Salazar, Robinson, 2006, Visibilizando al enemigo: EE.UU Vs América Latina. En revista Utopía y praxis latinoamericana. Universidad del Zulia, Venezuela, pag. 87-102, Año II, No 33, abril-junio 

2) Marín, Juan Carlos, Forte Gustavo, Pérez Verónica, Antón Gustavo y otros, 2010, El cuerpo territorio de poder, Ediciones P.i.c.a.s.o, Argentina. 

3) Ídem 

4) Rodríguez Mansilla Darío, 1996, Introducción a libro Confianza, de Luhmann Niklas, Universidad Iberoamericana y Anthropos, España. 

5) Kordon Diana, Edelman Lucila, Lagos Darío y Kersner Daniel. 2005, La tortura, más allá de la extrema soledad en Efectos psicológicos y psicosociales de la represión política y la impunidad. Ediciones Madre de Plaza de mayo, Argentina. 

6) Lamrani, Salim 2012, “Las políticas de austeridad son económicamente ineficientes” leído 4 de mayo 2012 en http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/17139-salim-lamrani-%E2%80%9Clas-pol%C3%ADticas-de-austeridad-son-econ%C3%B3micamente-ineficientes%E2%80%9D.html 

7) Antentas J.M. y Vivas E. 2012) “La crisis es un punto de inflexión, nunca se vuelve al antes de la crisis”, entrevista a Josep Maria Antentas y Esther Vivas a raíz de la publicación de "planeta indignado. ocupando el futuro" leida 4 de mayo de 2012 en 

8) Puget Janine 2006, La violencia social y psicoanálisis. De lo ajeno estructurante a lo ajeno ajenizante, en Puget janine y Kaës René, Violencia de Estado y psicoanálisis, Lumen, Argentina.

9) Bauman, Zymunt, 2006, Confianza y temor en la ciudad. Vivir con extranjeros. Edit. Arcadia, España. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario