martes, 2 de abril de 2013

David Harvey opina que las alternativas al sistema se construyen desde el Estado, no desde las asambleas



POR JOSÉ IGLESIAS FERNÁNDEZ


LA DEMOCRACIA NUNCA FUE UNA FORMA DE GOBIERNO POPULAR COMO SU NOMBRE INDICA Y LOS  POLÍTICOS QUIEREN VENDERNOS, SINO UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL NACIDA DE LOS PODEROSOS SÁTRAPAS GRIEGOS Y ROMANOS. IGUALMENTE EL ESTADO MODERNO NACIÓ DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA, PERO ACAPARADA POR LOS PODERES BURGUESES.
De Web Kaosenlared

A Ester Quintana, víctima de la policía democrática
Estado, democracia, ¿para qué, contra quién?
La democracia nunca fue una forma de gobierno popular como su nombre indica y los políticos quieren vendernos, sino una construcción social nacida de los poderosos sátrapas griegos y romanos para relacionarse entre ellos.[1] Igualmente, el estado moderno, como institución político-administrativo, nació como consecuencia de la revolución francesa, pero acaparada por los poderes burgueses que son los beneficiarios directos de aquella revuelta popular. Anteriormente, en el  ancient régime, un período caracterizado por el reinado de las monarquías absolutistas, el rey  ejercía por derecho divino y sólo rendía cuentas a sí mismo; de hecho, es bien conocida la frase del monarca francés Louis XIV que acuña la bravata de el Estado soy yo.[2] Es decir, la prepotencia de las monarquías estaba sostenida por un clero y una nobleza, a la vez posicionada a la sombra del absolutismo monárquico.[3] Por tanto, lo que nos enseña la historia es que democracia y estado son dos pilares de modelo de sociedad y gestión de lo público que nacen y están al servicio de los poderosos de cada época. Seguramente, será este absoluto despotismo que Lord Acton (1834-1902) ve en el ejercicio de los poderosos lo que le lleva a acuñar otra frase que será muy repetida: el poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente, de forma que añadirá, con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar.[4]
Y esto es grave, especialmente cuando se trata de iniciar procesos que conduzcan a la transformación del capitalismo, un modelo de sociedad en el cual la barbarie es ontológica al mismo sistema, manifestada por el empobrecimiento de las poblaciones, debido a la explotación, alienación, y la desposesión de los derechos humanos, pero a las que se les repite que viven en democracia y el Estado las protege. La democracia de los poderosos, cuando algunos grupos cuestionan la propiedad privada y su poder para gestionar los intereses comunes de la población, sacan a relucir sus capacidad de represión, una represión ejercida desde el paro, el sistema policial, el sistema judicial, el sistema penal y los diversos ejércitos. Por tanto, esta es una realidad que  nos lleva a posicionarnos contra la democracia, contra cualquier tipo de poder, y mucho más contra el Estado como institución que monopoliza el poder y somete a la propia democracia en defensa de los intereses capitalistas.  
David Harvey: una visión acerca del uso del poder difícil de compartir
De entrada, y antes de entrar a valorar las aportaciones y juicios de David Harvey sobre las actuaciones de los movimientos sociales en paralelo contra del Estado capitalista, recordemos como evaluaba Karl Marx la acción desde abajo, frecuentemente horizontal y crítica con la acción del Estado, en los procesos de transformación. En la respuesta a la carta de Vera Zasulich (1881), cuando esta activista rusa le preguntaba por el rol potencial que podían desempeñar las comunas rusas en los procesos de transformación social,Marx le respondió: “¡la situación histórica de la comuna rural rusa no tiene paralelo! Es la única en Europa que se ha preservado… como la forma de vida popular más o menos dominante extendida en un vasto imperio. Al mismo tiempo que tiene en la propiedad común de la tierra la base natural para la apropiación colectiva, su contexto histórico –la contemporaneidad de la producción capitalista- le suministra condiciones materiales ya listas para el trabajo común en gran escala, Por tanto, es capaz de incorporar los logros positivos del sistema capitalista sin tener que pagarle un duro tributo. La comuna puede reemplazar gradualmente la agricultura fragmentada por medio de la agricultura a gran escala y asistida por una maquinaria particularmente adaptada a la configuración física de Rusia. Por tanto, puede convertirse en un punto de partida directo del sistema económico hacia el cual tiende la sociedad moderna; puede abrir un nuevo capítulo que no comienza con su propio suicidio. En efecto, lo primero que habría que hacer es ponerla en condiciones normales… La mejor prueba de que tal desarrollo de la comuna rural corresponde a una tendencia histórica de nuestra época es la crisis fatal que padece la producción capitalista en los países europeos y americanos en los que ha alcanzado su máximo desarrollo. La crisis llegará a su fin con la eliminación de la producción capitalista y la vuelta a la sociedad moderna a una forma más elevada del tipo más arcaico: la producción y la apropiación colectivas”.[5]
Y esto lo decía en 1881, afirmación de la cual destacamos algunos elementos que nos pueden servir de guía, no sólo para diseñar programas políticos en el momento actual, sino para rebatir posiciones como las que expresa Harvey en su libro.[6] Es decir, la importancia que daba el filósofo alemán poco antes de su muerte a la propiedad comunal como base de partida, elemento que afirmaba no ser un obstáculo para el trabajo a gran escala, tanto en la agricultura, la industria o los servicios profesionales, así como tampoco establecía como imprescindible la presencia de la clase obrera como sujeto social revolucionario. Para él, las izquierdas transformadoras pueden ser urbanas y rurales, compuestas por trabajadores de la industria o el campo, moradores urbanos o rurales. Es decir, los que estamos por transformaciones anticapitalistas desde abajo, desconfiamos de aquellas propuestas, como las que hace el economista inglés, en las que el Estado es considerado como un agente de poder indispensable en cualquier proceso de cambio, una afirmación que suena un tanto mecanicista y reduccionista. En cuanto a mi posición, son ya varios los trabajos en los que defiendo el comunalismo como punto de llegada, con un proceso en el cual los sujetos proponen la horizontalidad y desde abajo como forma de participación entre iguales, en la transformación del capitalismo.[7] A lo largo del proceso, tanto la propiedad privada como el poder se van desvaneciendo.
No he leído el libro de Harvey, pero parece que sus argumentos se centran en proponer:
§  “El análisis de la “lógica territorial” del capitalismo, complementaria y convergente con los flujos del capital que atraviesan los espacios con “una lógica más sistemática y molecular que territorial” (p. 171), conduce a Harvey a abordar el poder, los estados y las resistencias, recordando que en este periodo “el Estado y el capital están más estrechamente entrelazados que nunca” (p. 182). Ingresa aquí en un terreno mucho más delicado. Aunque parezca contradictorio, con esa afirmación defiende “la utilización del Estado como instrumento principal de contrapoder frente a capital” (p. 173).[8]
Los que coincidimos con Zibechi apoyamos su idea de que el Estado no tiene porque ser la expresión de lo común y menos representar a los comuneros. Cierto que “el Estado y el capital están más entrelazados que nunca”, aunque yo emplearía la expresión de que el Estado nunca ha estado tan supeditado al capital como ahora, hasta el punto de que esta institución con el Mercado hace ya muchos años que representan los pilares básicos del capitalismo: el primero para defender la propiedad privada y mantener la represión del descontento social cuando se hace precisa, mientras que el segundo para realizar la indispensable valorización del producto que surge de la explotación laboral. A su vez, Zibechi hace defensa de “la comunidad como verdadera expresión de lo común, como la organización humana más adecuada para proteger los bienes comunes. No es casual que allí donde esos bienes han sido preservados es donde predominan los modos comunitarios en sus más diversas formas. […] La clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines”, escribió Marx en 1872, al hacer balance de la Comuna de París. Que aún no tengamos fuerza material para hacer lo que recomendaba Marx no quiere decir que nuestro horizonte deba ceñirse a luchar por administrar lo existente, porque de ese modo nunca superaremos el capitalismo”. Y concluye con una observación que Harvey sabrá porque omite: “más allá de cómo se evalúen las gestiones de los gobiernos progresistas, no existe en el mundo ninguna experiencia de construcción de nuevas relaciones sociales desde el Estado heredado por el capitalismo”. [9]
También incluimos las observaciones que hace Owen Hatherly, aunque esta sea una recensión que se limita más a describir aquellos aspectos que le parecen más relevantes: el rol positivo del Estado en los procesos de cambio, y la presencia negativa de los sujetos partidarios de la horizontalidad en la gestión de lo común.
§  “Para Harvey, hay dos adversarios principales de la organización. Uno, el partido de vanguardia del leninismo, es un problema tan lejano que pierde poco tiempo en despacharlo. Dos, y vuelve una y otra vez a la crítica del "horizontalismo", "fetiche de la forma organizativa" que con excesiva frecuencia se queda en lo-pequeño-es-hermoso, una preocupación casi narcisista con el proceso y la interacción personal en la acción a amplia escala, algo que "puede funcionar en el caso de pequeños grupos, pero (resulta) imposible en la escala de una región metropolitana, y no digamos ya para los 7.000 millones de personas que habitan la Tierra". Este rehuir formas de organización que no se den en un plano cara a cara va generalmente de la mano con "fuertes dosis de nostalgia por el érase-una-vez una economía supuestamente moral de la acción común". Para Harvey, la izquierda debe ser moderna y urbana o seguirá siendo impotente”.[10] También añade que la reelaboración que hace Harvey de la teoría política marxista sitúa a la ciudad en lugar primero y principal, en lo que se refiere a su posición como generadora de acumulación de capital, por oposición, digamos, a la fábrica. Esto se justifica con un argumento económico en torno a la importancia para el capitalismo de la tierra, la renta y la especulación antes que la producción; de todos los ensayos de este libro, es el más hecho a medida para los iniciados”.   
Seguramente que un movimiento como el italiano M5S, y el propio Beppe Grillo, a Harvey no le parecerán políticamente correctos para participar en procesos transformadores. Lo más pertinente para la transformación parece ser iniciar cambios desde dentro del sistema, convenciendo a los poderosos y a sus gobernantes, al estilo que proponía Saint Simon (1760-1825). Pero es tan nostálgico, ilusorio, e incluso más fetiche, por no decir que lo-grande-tampoco-tiene-porque-ser-hermoso, esperar contar con el poder del Estado para que haya cambios sustanciales contrarios al sistema, un Estado de por sí rehén de las clases propietarias. Desde la Declaración de Independencia en los EE UU (1776) son muchos los gobiernos demócratas que han ejercido el poder. Sin embargo, ¿en cuanto ha cambiado el capitalismo en aquel país? El mismo Harvey, a su paso por Barcelona, nos recordaba como iba a formar parte de un grupo de sabios en apoyo del presidente estadounidense B. Obama. Sin embargo, ¿qué ha cambiado, suave o radical, durante el mandato de este gobernante? Está por ver que, históricamente, el ejercicio vertical de la política desde el Estado sea un camino más positivo para la organización contra el capitalismo que el horizontalismo de muchos movimientos sociales, y que el tan jocosamente denigra.
En Harvey, aparece un mecanicismo impropio de los análisis que suele hacer sobre los límites del capital. Es decir, más que juicios parece que expresa prejuicios en las aportaciones de sus ensayos sobre los procesos de transformación. Primero, existen miles de organizaciones y colectivos en los que la forma de partido no está presente, como tampoco la forma de gobierno horizontal (unas sí, otras no), posiciones que están ampliamente argumentadas, aunque él no las comparta. Segundo, se olvida de que el Estado, demócrata o dictatorial, representa el monopolio del poder, ejercido de forma opresiva en beneficio de los intereses depredadores de los recursos y explotador de los trabajadores que ejerce la clase capitalista. Dicho de otra manera, el Estado se ha convertido en el Leviatan, en la bestia endemoniada que protege la barbarie del sistema. El Estado capitalista, como cualquier otro Estado que devenga de este, no responde a esa visión queThomas Hobbes (1588-1679) pretendía que fuese, el resultado de un acuerdo natural entre los poderosos o gobernantes y los súbditos en beneficio de ambos: “la causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica, es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como hemos manifestado, es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes de naturaleza.[11]
En definitiva, la visión de Harvey sobre los movimientos asamblearios es tan negativa como la que Hobbestenía de la condición humana. Quiero dejar claro que somos muchos los que no compartimos este juicio/prejuicio. Los procesos de transformación son muchos y muy abiertos. En unos la participación será vertical, en otros será horizontal; en unos el poder del Estado será considerado positivo, en otros no. Cada uno considerará cual es el más idóneo y, en consecuencia, elegirá.   
José Iglesias Fernández
Barcelona, marzo del 2013


[1] Las mujeres y los esclavos estaban excluidos del concepto de ciudadanía.
[2] Cita pronunciada cuando solo tenía 16 años, pero que dicen ser apócrifa: l’Etat, c’est moi (13 de abril de 1665). La que parece ser más auténtica es esta otra a la hora de su muerte: Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá.[
[3] En el famoso tercer estado, constituido por el 98% de la población, el pueblo era el único que trabajaba. Abbé E. Siéyès ¿Qué es el tercer estado? En http://www.cronotecagenealogica.com/ancien_regime2.html
[5] Karl Marx. “Primer borrador” en respuesta a la carta de Vera I, Zasulich, 1881. En Theodor Shanin. El Marx tardío y la vía rusa. Editorial Revolución. 1990. Ver también http://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/81-a-zasu.htm#fn1
[6] David Harvey. Rebel Cities: From the Right to the City to the Urban Revolution. [Ciudades rebeldes: del derecho a la ciudad a la revolución urbana], Verso, Londres, 2012.
[7] José Iglesias Fernández. ¿República, sí o no? Sobre las sociedades y las formas de gobierno: la propuesta del municipalismo. Virus, 2009. Cambiar el poder municipal para mejorar nuestras vidas y transformar la sociedad. En http://old.kaosenlared.net/noticia/cambiar-poder-municipal-para-mejorar-nuestras-vidas-transformar-socied
[8] Raúl Zibechi. “¿Puede el Estado ser lo común?” La Jornada, marzo 2013. En
[9] Raúl Zibechi. “¿Puede el Estado ser lo común?”. Trabajo citado.
[10] Owen Hatherly. Ciudades rebeldes: el último libro de David Harvey. Sin permiso, 29 marzo del 2013. En
[11] Thomas Hobbes. El Estado (Del Leviatan o la materia, forma, y poder de una república eclesiástica y civil), 1651. En http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Hobbes/ElEstado_01.htm

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