martes, 29 de octubre de 2013

El nuevo reformismo laborista: un espacio para la izquierda


Ed Miliband ha pasado un verano de perros, asediado por los debates sobre la financiación sindical al Partido Laborista, sus bajos índices de popularidad y una serie de ataques repugnantes de los Blairites en el gobierno en la sombra, que no pueden perdonarle haber derrotado a su hermano para convertirse en el líder del partido hace tres hace años.
Todo se ve muy diferente ahora. En las últimas semanas, Miliband ha reaparecido triunfante en la escena política - ¡horror de los horrores! - criticando las políticas del gobierno de coalición, y ha descubierto que no le ha hecho el menor daño. La necesidad de oponerse a los impopulares conservadores y sus miserables aliados demócratas-liberales debería ser obvia para los laboristas. Sin embargo, hasta ahora han hecho muy poco para romper el acogedor consenso parlamentario de los principales partidos.
Siria
Pero el verano ha cambiado el panorama. Primero fue la votación sobre Siria: el rechazo de Miliband a respaldar una apresurada votación en agosto sobre si Gran Bretaña debería participar en un ataque aéreo contra Siria marcó un punto de inflexión. Los laboristas descubrieron que el rechazo era inmensamente popular entre la opinión pública, fuertemente anti guerra desde hace más de una década. También obligó a Obama a trasladar la decisión de EE.UU. al Congreso, y su probable rechazo le obligó a posponer la intervención directa.
Luego hubo la promesa muy ambigua de Miliband de congelar los precios de la energía durante 20 meses en caso de ser elegido en 2015. Las compañías de energía y quienes las apoyan en las filas conservadoras y los medios de comunicación reaccionaron con una furia predecible ante la menor reducción en sus beneficios. Pero planteó la cuestión de un cierto control sobre las grandes empresas, y de alguna manera, aunque fuese pequeña, comenzó a desafiar la idea de que no hay alternativa al consenso neoliberal.
La tercera y quizás más sorprendente posición política de Miliband ha sido su decisión de hacer frente al The Daily Mail tras su repugnante artículo sobre su difunto padre, el académico marxista Ralph Miliband. La intransigencia de The Daily Mail y el choque contra una puerta de su reportero en un funeral en memoria de su tío, se han traducido en una clara mayoría en una encuesta de la semana pasada que pide que el periódico se disculpe.
Fractura
Todo ello sumado no sólo ha producido la creciente sensación entre los trabajadores de que necesitan unas políticas claras que se diferencian de las de los conservadores. También demuestra que hay signos de fisuras en el consenso político del establishment que ha sido hegemónico durante tanto tiempo. Durante más de una década, las encuestas han mostrado que la gran mayoría de los trabajadores tienen posiciones más a la izquierda que las de los partidos mayoritarios en toda una serie de cuestiones. Especialmente en lo que se refiere al apoyo a la nacionalización y ell rechazo de las privatizaciones, la oposición a la guerra, una sanidad pública (NHS) financiada en su totalidad por el estado, y el deseo de reducir la desigualdad. Ha habido, por lo tanto, un desfase importante entre las actitudes populares y su representación política. Incluso la fisura más pequeña de este consenso tiene el efecto de hacer que diferencias relativamente menores
aparezcan como mayores de lo que en realidad son.
El debate que han suscitado abre posibilidades para la izquierda. Por primera vez en años, los medios de comunicación y amplios sectores de la sociedad están interesados en debates ideológicos que han tendido a ser del dominio exclusivo de pequeños grupos. Cuando Miliband es acusado de tratar de proponer medidas socialistas, o incluso de ser un marxista inconfeso, la cuestión tiene un alcance masivo, aunque sea de forma distorsionada. La intransigencia de las compañías de energía, y la amenaza de los Tories de privatizar el servicio de correos, plantea la discusión sobre la nacionalización y la propiedad pública.
Hay muchas razones para ser escépticos sobre Miliband: la historia reciente del laborismo, su incapacidad para llevar a cabo reformas importantes en los últimos años, su defensa de las políticas de austeridad y las intervenciones militares que no difiere en lo esencial de los conservadores, su posición muy débil en materia de inmigración. Tampoco defiende Miliband una ruptura real con el pasado de Blair. Hace muchos años que repudió el tipo de socialismo que defendia su padre, Ralph Miliband, y no hay ninguna razón para suponer que ha cambiadode opinión.
Sin embargo, también es un error actuar como si nada hubiera cambiado, cuando es evidente que hay al menos una percepción distinta de las diferencias más generales entre los dos principales partidos y es probable que siga siendo así hasta las elecciones de 2015. Esto significa que algunas personas que abandonaron el Laborismo como consecuencia de la guerra de Irak puede pensar ahora en volver a apoyarlo, y que incluso las muy limitadas
reformas que ofrece Miliband puedan ejercer algún atractivo en ausencia de cualquier otra
alternativa electoral de izquierda.
El desafío del reformismo
La reacción equivocada es limitarse a decir, como hace parte de la izquierda, que todo esto es reformismo sin intentar pensar que tipo de relación tiene que mantener con él. Lo que se convierte en una profecía autocumplida, en la que el reformismo es siempre dominante y los pequeños grupos de revolucionarios son siempre incapaces de plantear una alternativa que no sea en los términos más abstractos.
En su lugar, debemos comprender que Miliband ha avanzado en la dirección que lo ha hecho,en primer lugar, porque según las encuestas temas como las empresas de energía o la guerra son profundamente impopulares. Ha cosechado un beneficio personal y político al enfrentarse a Cameron sobre ellos. También ha tomado nota de las diversas protestas sobre otras cuestiones, desde el “impuesto dormitorio” hasta la manifestación en defensa del NHS en Manchester, y el creciente nivel de descontento entre los simpatizantes tradicionales del
Laborismo sobre estos y otros temas.
Los conflictos obreros también está empezando a crecer después de la batalla de las
pensiones hace casi dos años. Los trabajadores de Hovis, en Wigan, han ganado su batalla
contra los contratos temporales, los profesores están haciendo con éxito huelgas y
manifestaciones por sus salarios, los bomberos están también en huelga y existe la posibilidad
de un gran conflicto salarial en el NHS.
Es imposible predecir cómo las cuestiones políticas influyen en las luchas obreras, y con
frecuencia la relación es compleja, pero es probable que muchos trabajadores se vean
alentados por una diferenciación clara entre los conservadores y los laboristas. En cualquier
caso, el éxito de las huelgas combativas también ejercerá presión sobre el Laborismo al
recordar que los miembros del sindicato tienen muchas reivindicaciones que quieren conseguir.
Todo ello subraya la importancia del frente único, en general, - del trabajo conjunto de todas las
izquierdas en campañas específicas que puedan avanzar los intereses de la clase obrera - y de
la Asamblea del Pueblo, en particular.
La Asamblea está teniendo gran éxito en la creación de un gran movimiento unido contra la austeridad y sin duda ayudará a cambiar el panorama político en la izquierda y los sindicatos. Tiene que ser construida como un movimiento independiente y democrático que puede movilizar antes de las elecciones y después.
Las recientes declaraciones de Miliband han hecho al Laborismo un poco más atractivo para algunos sectores de la izquierda, abriendo mayores oportunidades a la izquierda para movilizar y hablar de política. Entender esta contradicción, y actuar sobre ella, será una prueba de fuego para los socialistas en los meses venideros.
Lindsey German es una veterana feminista marxista británica, autora entre otros libros de Material girls: Women,men and work; Sex, class and socialism y A People´s history of London.
www.sinpermiso.info

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