Original en hebreo de Gush Shalom:
http://zope.gush-shalom.org/home/he/channels/avnery/1380282122/
En español revisado y compaginado por Carlos Braverman
Hace años descubrí uno de los mayores secretos de Irán: Mahmoud Ahmadinejad
era un agente del Mossad.
Súbitamente, todos los curiosos detalles de su comportamiento cobraban
sentido. Sus fantasías públicas sobre la desaparición de Israel. Su negación
del Holocausto, que hasta entonces había sido algo exclusivo de lunáticos. Sus
fanfarronadas sobre la capacidad nuclear de Irán.
¿Cui bono? ¿A quién le interesaban todas esas tonterías?
Sólo hay una respuesta sensata: a Israel.
La postura de Ahmadinejad trasladaba una imagen del Estado iraní a la vez
ridícula y siniestra. Justificaba la negativa israelí a firmar el Tratado de No
Proliferación Nuclear o a ratificar la Convención sobre Armas Químicas.
Desviaba la atención del rechazo israelí a discutir la ocupación de los
territorios palestinos o a mantener negociaciones de paz significativas.
Cualquier duda que hubiera podido albergar acerca de esta primicia
internacional se ha esfumado ahora.
Nuestros líderes políticos y militares deploran casi públicamente la
desaparición de Ahmadinejad.
Obviamente, el Guía Supremo, Ali Jamenei, decidió que yo tenía razón y
silenciosamente ha sacado del escenario a ese bufón.
Peor aún, ha reafirmado su mortal enemistad contra la Entidad Sionista sacando
a la palestra a una persona como Hassan Rouhani.
Rouhani es todo lo contrario de su predecesor. Si le hubieran pedido al
Mossad que describiera al peor líder iraní que Israel pudiera imaginar habrían
propuesto alguien como Hassan Rouhani.
¡Un iraní que reconoce y condena el Holocausto! ¡Un iraní que brinda
dulzura y luz! ¡Un iraní que desea paz y amistad a todas las naciones y que da
a entender que incluso Israel podría incluirse en esa oferta si saliéramos de
los territorios palestinos ocupados!
¿Cabe imaginarse algo peor?
No estoy bromeando. ¡Esto es mortalmente serio!
Incluso antes de que Rouhani pudiera abrir la boca después de haber sido
elegido ya fue rotundamente condenado por Benjamín Netanyahu.
¡Un lobo con piel de oveja! ¡Un auténtico antisemita! Un falsario decidido
a engañar a todo el mundo! Un político taimado cuyo diabólico objetivo es abrir
una brecha entre Israel y los ingenuos estadounidenses!
Ésta es la auténtica bomba iraní, mucho más amenazadora que la nuclear que
será construida tras la cortina de humo de la suave parla de Rouhani!
Es posible disuadir una bomba nuclear con otra bomba nuclear. Pero, ¿cómo
disuadir a un Rouhani?
Yuval Steinitz, nuestro antiguo y fallido ministro de Hacienda que en la
actualidad es responsable de nuestro "pensamiento estratégico" (¡sí,
en serio!) exclamó desesperado que el mundo desea ser engañado por Irán.
Benjamín Netanyahu lo denominó "trampa de miel". Los comentaristas
que se alimentan directamente de la mano de los "círculos oficiales"
(es decir, de la Oficina del Primer Ministro) proclaman que Rouhani constituye
una amenaza existencial.
Todo eso antes de que Rouhani hubiera pronunciado una sola palabra.
Cuando Rouhani por fin pronunció su gran discurso ante la Asamblea General
de la ONU se confirmaron los terribles presagios.
Allí donde Ahmadinejad había provocado una estampida de los delegados de la
sala, Rouhani hizo que acudieran en masa a escucharlo. Diplomáticos de todo el
mundo sentían curiosidad por el hombre. Habrían podido leer el discurso unos
pocos minutos más tarde, pero querían ver y escuchar por sí mismos. Incluso
EEUU envió a sus funcionarios para que estuvieran presentes. Nadie abandonó la
sala.
Bueno, nadie excepto los israelíes.
Los diplomáticos israelíes recibieron de Netanyahu la orden de abandonar
aparatosamente la sala cuando el mandatario iraní comenzara a hablar.
Fue un gesto estúpido. Tan racional y eficaz como la rabieta de un niño
pequeño cuando le quitan su juguete favorito.
Estúpido, porque hace aparecer a Israel como un aguafiestas en un momento
en el que al mundo entero es presa de un arrebato de optimismo ante los últimos
acontecimientos en Damasco y Teherán.
Estúpido, porque constituye una proclamación de que Israel está actualmente
completamente aislado.
Por cierto, ¿notó alguien que durante la media hora que duró su discurso
Rouhani no paró de secarse la frente? Obviamente, el hombre estaba pasándolo
mal. ¿Algún agente del Mossad se infiltró hasta el cuarto de mantenimiento de
las Naciones Unidas y apagó el aire acondicionado? ¿O fue sólo a causa de las
pesadas vestimentas?
Nunca he sido sacerdote, y no sólo porque soy ateo (igual que muchos
sacerdotes, sospecho), sino también por esa obligación de llevar pesados
ropajes que imponen todas las confesiones. Lo mismo me ocurre con la carrera
diplomática.
Al fin y al cabo, los sacerdotes y los diplomáticos también son seres
humanos (muchos de ellos, al menos).
Solo un miembro del gabinete israelí se atrevió a criticar abiertamente el
desplante israelí. Yair Lapid. ¿Qué viento le dio? Bueno, el caso es que las
encuestas muestran que la fulgurante estrella ascendente ya no sube más. Como
ministro de Hacienda se ha visto obligado a tomar medidas muy impopulares. Dado
que no habla de cosas como la ocupación y la paz está considerado como una
persona superficial. Casi lo han arrumbado. Su contundente crítica a Netanyahu
puede traerlo de vuelta al centro.
Sin embargo, ha puesto el dedo en una cuestión clave: que Netanyahu y su
equipo se están comportando exactamente como solían comportarse los
diplomáticos árabes hace una generación. Es decir, que están atrapados en el
pasado. No viven en el presente.
Para vivir en el presente se necesita hacer algo que los políticos
detestan: repensar las cosas.
Las cosas están cambiando. Lentamente, muy lentamente, pero de forma
perceptible.
Es demasiado pronto para decir algo con fundamento sobre el declive del
imperio estadounidense, pero no se necesita un sismógrafo para percibir que hay
movimientos en esa dirección.
La cuestión siria es un buen ejemplo. A Vladimir Putin le gusta ser
fotografiado en poses de judoka. En el judo uno explota el impulso del oponente
para derribarlo. Eso es exactamente lo que hizo Putin.
El presidente Obama se había acorralado a sí mismo en un rincón. Había
proferido belicosas amenazas y no podía dar marcha atrás, aunque el público
estadounidense no está de humor para guerras. Putin lo liberó del dilema. A
cambio de un precio.
No sé si Putin es un jugador tan ágil que se abalanzó sobre un comentario
marginal de John Kerry sobre la posibilidad de que Bashar Assad renunciara a
sus armas químicas. Más bien sospecho que todo estaba arreglado de antemano. De
cualquier manera, Obama salió del atolladero y Putin volvió a entrar en el
juego.
Tengo sentimientos muy encontrados sobre Putin. A sus ciudadanos chechenos
les ha hecho prácticamente lo mismo que Assad está haciendo a sus ciudadanos
suníes. El tratamiento que dispensa a sus disidentes, como la banda Pussy Riot,
es abominable.
Sin embargo, en la escena internacional Putin es ahora el pacificador. Ha
resuelto la crisis de las armas químicas y es muy posible que tome la
iniciativa para alcanzar un acuerdo que ponga fin a la terrible guerra civil.
El siguiente paso podría ser jugar un papel similar en la crisis iraní. Si
Jamenei ha llegado a la conclusión de que tal vez su programa nuclear no
compensa la miseria económica que provocan las sanciones, es perfectamente
posible que se lo venda a EEUU. En ese caso Putin puede jugar un papel vital
actuando como intermediario entre dos mercaderes correosos que tienen mucho
género que comerciar.
(A menos, por supuesto, que Obama se comporte como el estadounidense que
compró una alfombra en un bazar persa. El vendedor le pidió 1.000 dólares y el
estadounidense los desembolsó sin regatear. Cuando le dijeron que la alfombra
no valía más de cien dólares, respondió: "Ya lo sé, pero quería
castigarlo. Ahora no va a poder dormir, maldiciéndose por no haber pedido 5.000
dólares".)
¿Cómo encajamos nosotros [los israelíes] dentro de este escenario
cambiante?
En primer lugar, debemos comenzar a pensar, por mucho que prefiramos evitar
hacerlo. Nuevas circunstancias exigen nuevas ideas.
En su discurso de EEUU Obama estableció una clara conexión entre la bomba
iraní y la ocupación israelí. Ese vínculo no puede ser deshecho. Seamos
conscientes de ello.
EEUU es hoy un poco menos importante de lo que era ayer. Rusia es un poco
más importante de lo que era. Y como demostró su inútil ataque en el Capitolio
durante la crisis siria, también el AIPAC es menos poderoso.
Pensemos otra vez en Irán. Es demasiado pronto para determinar hasta qué
punto Teherán se está moviendo, o si lo está haciendo en absoluto. Pero tenemos
que intentarlo. Abandonar las salas no es una política. Entrar en ellas sí.
Si pudiéramos recuperar algo de nuestra antigua relación con Teherán, o
simplemente quitarle un poco de hierro a la actual, sería tremendamente
beneficioso para Israel. Combinar eso con una verdadera iniciativa de paz con
los palestinos sería aún mejor.
La ruta que seguimos actualmente nos va a conducir al desastre. Los
actuales cambios en la escena internacional y regional pueden hacer que el
cambio de rumbo sea posible.
Ayudemos al presidente Obama a cambiar la política estadounidense en lugar
de utilizar al AIPAC para aterrorizar al Congreso y forzarlo a apoyar
ciegamente una política obsoleta con respecto a Irán y Palestina. Extendamos
cautelosas antenas en dirección a Rusia. Modifiquemos nuestra posición pública
como lo están haciendo con tanto éxito los líderes de Irán.
¿Son más inteligentes que nosotros?
Una doble nota positiva: el excelente artículo, ergo, la información y su reflexión, y, por otra parte, que muchas personas, aunque no lo parezca, hacemos y haremos lo posible para que se aleje el fantasma de la mentira interesada. No por otro interés distinto, sino por las personas.
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