Compaginado y revisado en español por Carlos
Braverman.
Con motivo de mi 90 cumpleaños un panel de
eminentes historiadores se reunió en el pabellón Tsavta de Tel Aviv para
debatir sobre la siguiente cuestión: "¿Seguirá existiendo Israel dentro de
90 años?" Sigue a continuación una versión ligeramente abreviada de mi
intervención. Un video completo del debate con traducción al inglés saldrá a la
luz tan pronto como sea posible.
¿Seguirá Israel existiendo dentro de 90 años?
La propia pregunta es típicamente israelí. Nadie se tomaría en serio una
pregunta similar en Inglaterra o en Alemania, ni siquiera en otros Estados
surgidos de la inmigración como Australia o EEUU.
Sin embargo, aquí la gente habla sin cesar de
los "peligros existenciales". Un Estado palestino es un peligro
existencial. La bomba iraní es un peligro existencial. ¿Por qué? Los iraníes
tendrán su bomba, nosotros tenemos la nuestra y habrá un "equilibrio del
terror". ¿Entonces?
Hay algo en nuestro carácter nacional que
fomenta la duda, la incertidumbre. ¿Será el Holocausto? ¿Será quizás un
sentimiento inconsciente de culpa? ¿Será consecuencia de la guerra eterna, o
incluso causa de ella?
Permítanme decirlo claramente desde el
principio: sí, creo que Israel seguirá existiendo dentro de 90 años. La
pregunta es: ¿qué tipo de Israel? ¿Será un país del que sus
tatara-tatara-tatara-nietos/as estarán orgullosos? ¿Será un Estado en el que
querrán vivir?
El día en que se fundó el Estado de Israel yo
tenía 24 años. Mis compañeros y yo, soldados de nuestro nuevo ejército, no
creíamos que el acontecimiento fuera muy importante. Nos estábamos preparando
para la batalla que iba a tener lugar esa noche y los discursos de los políticos
de Tel-Aviv realmente no nos interesaban. Sabíamos que si ganábamos la guerra
habría un Estado y que si no la ganábamos no habría ni un Estado ni nosotros.
No soy una persona nostálgica. No siento
nostalgia por el Israel anterior a (la guerra de) 1967, como la que han
expresado algunos de mis colegas. También entonces se hicieron muchas cosas
mal. Se expropiaron enormes cantidades de bienes árabes. Pero no miremos atrás.
Miremos a Israel tal como es ahora y preguntémonos: ¿hacia dónde vamos?
Si Israel continúa su marcha en la dirección
actual nos espera una catástrofe.
La primera etapa será el apartheid. El
apartheid ya existe en los territorios ocupados y se extenderá a Israel
propiamente dicho. El descenso a los abismos no será dramático o súbito. Será
gradual, casi imperceptible.
Poco a poco aumentará la presión sobre
Israel. La demografía hará su trabajo. En algún momento antes de que
transcurran esos 90 años Israel se verá obligado a conceder derechos civiles a
los palestinos. Entonces habrá una mayoría árabe e Israel será un Estado de
mayoría árabe.
A algunas personas eso puede agradarles, pero
significará el fin del sueño sionista. El sionismo se convertirá en un episodio
histórico. Este Estado será otro país más en el que los judíos –los que se
queden– vivirán como una minoría.
Hay quienes dicen: "Simplemente no hay
solución". Si eso es así, mejor que comencemos a conseguir pasaportes
extranjeros desde ahora mismo.
Algunos sueñan con la denominada
"solución de un solo Estado". Bueno, durante los últimos cincuenta
años se han desintegrado muchos Estados en los que habían vivido juntas
naciones diversas. Una lista parcial: Unión Soviética, Chipre, Yugoslavia,
Serbia, Checoslovaquia, Sudán. No ha habido ni un solo caso de dos naciones que
se hayan unido libremente para formar un Estado. Ni uno solo.
No temo ninguna amenaza militar. Por ese lado
no existe ningún peligro real. Al día de hoy ningún país que posea armamento
nuclear puede ser destruido por la fuerza. Somos perfectamente capaces de
defendernos.
Más bien temo los riesgos internos: la
implosión de nuestros estándares intelectuales, la proliferación de un stablishment ortodoxo
parasitario y, sobre todo, la emigración. En todo el mundo la gente es cada vez
más móvil. Las familias se dispersan. El sionismo es una calle de dos vías. Si
uno puede ser un buen judío viviendo en Los Ángeles o en Tel Aviv, ¿por qué
quedarse aquí?
El vínculo entre Israel y los judíos del
mundo se debilitará. Eso es natural. Somos una nación nueva, arraigada en este
país. Ese es el objetivo real. Nuestras relaciones con la diáspora serán como
las que existen, por ejemplo, entre Australia e Inglaterra.
Quiero plantear una cuestión básica:
¿sobrevivirá el nacionalismo en sí?
¿Será suplantado por nuevas ideologías y
formas colectivas de organización?
Creo que el nacionalismo seguirá existiendo.
En el siglo pasado ningún poder ha conseguido superarlo. La Unión Soviética
internacionalista colapsó sin dejar tras de sí nada salvo un nacionalismo
racista rampante. El comunismo solo tuvo éxito cuando se subió al carro del
nacionalismo, como en Vietnam y China. La religión solo tuvo éxito cuando se
vistió con los ropajes del nacionalismo, como en Irán.
¿Dónde radica el poder del nacionalismo?
Parece que el ser humano necesita un sentido de pertenencia, formar parte de
una determinada cultura, una tradición, tener unos recuerdos históricos (reales
o inventados), una patria, un idioma.
Plantearé la pregunta de otra forma:
¿sobrevivirá el Estado-nación?
De facto, el Estado-nación es un anacronismo.
Se formó durante los últimos tres siglos debido a que la necesidad económica de
un mercado doméstico grande, la necesidad militar de un ejército adecuado y así
sucesivamente demandaba la existencia de un Estado del tamaño de, digamos,
Francia. Sin embargo, ahora casi todas esas funciones han sido asumidas por
bloques regionales como la Unión Europea.
Ésa es la razón de un fenómeno curioso:
mientras que los Estados-nación se integran en unidades mayores, ellos mismos
se están dividiendo en unidades más pequeñas. Escoceses, corsos, flamencos,
catalanes, vascos, chechenos, francocanadienses y muchos más persiguen su
propia independencia.
¿Por qué? Un escocés cree que una Escocia
independiente puede adherirse a la UE y cosechar todos los beneficios sin tener
que sufrir el esnobismo inglés. El nacionalismo pequeño desbanca al
nacionalismo más grande.
Así pues, ¿dónde estaremos dentro de 90 años,
a principios del siglo XXII?
El año en que nací, 1923, un noble austríaco
llamado conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi reclamó un movimiento paneuropeo para
crear los Estados Unidos de Europa. En aquel momento, recién finalizada la
Primera Guerra Mundial y pocos años antes del estallido de la Segunda Guerra
Mundial, aquello sonaba a utopía de orate. Ahora la Unión Europea es una
realidad.
En estos momentos los Estados Unidos del
Mundo parecen una utopía descabellada. Pero no habrá manera de eludir alguna
forma de gobierno mundial. La economía global lo necesita para poder funcionar.
Las comunicaciones globales lo hacen posible. El espionaje global ya está aquí.
Sólo una autoridad mundial eficaz será capaz de salvar nuestro sufrido planeta,
poner fin a las guerras y a las guerras civiles, a las epidemias globales y al
hambre.
¿Puede ser democrática la gobernanza mundial?
Así lo espero. Las comunicaciones mundiales lo hacen factible. Los
descendientes de ustedes votarán a un parlamento mundial.
¿El Estado-nación seguirá existiendo en ese
nuevo mundo? Sí, lo hará. Igual que muchos Estados-nación siguen existiendo en
la Europa de hoy: cada uno con su bandera, su himno, su equipo de fútbol y
su administración local.
Esta es, pues, mi visión optimista: Israel,
el Estado-nación del pueblo israelí, en estrecha alianza con el Estado-nación
del pueblo palestino, será miembro de una unión regional que incluirá a los
Estados árabes y, espero, a Turquía e Irán, como miembro orgulloso de los
Estados Unidos del Mundo.
Un Estado democrático, liberal y laico en el
que vuestros descendientes proclamarán con orgullo: "¡Soy israelí"
BUENOS DIAS
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