Si me preguntan que son los Derechos Humanos, respondo lo más evidente: que son
los atributos y prerrogativas que se le reconocen a un ser humano por el simple
hecho de serlo y que son indispensables para una vida digna. Diría además que
sin ellos no es posible un desarrollo civilizado de los pueblos y que la
libertad, el respeto al otro, la justicia, la equidad, la tolerancia y la
solidaridad no existirían. Los derechos humanos han sido reconocidos como
garantías individuales y sociales en las normas jurídicas de la historia actual
de las naciones, se fundamentan en la dignidad de la persona y en el hecho que
todo ser humano, sin importar su edad, religión, sexo o condición social goza
de ellos. Nunca me olvido de comentar que el estado no sólo tiene el deber de
reconocerlos, sino también de respetarlos y defenderlos; de concretar su
actuación a los límites señalados por la ley, la cual le impone en determinados
casos la obligación de no hacer o actuar con el fin de garantizar a los
individuos la vigencia de sus libertades y derechos consagrados por las mismas
leyes. Quiero recordar que los derechos humanos se clasifican en tres
generaciones, tomando en cuenta su protección progresiva.Nos referimos así a
los de primera generación o sean los derechos civiles y políticos; los de
segunda generación, los derechos económicos, sociales y culturales y los de
tercera generación, los derechos de los pueblos o de la solidaridad. Pero la
realidad es otra en todo el mundo sin excepción, existen detenciones y
prisiones ”legales” donde se violan derechos fundamentales, sigue vigente la
pena de muerte en países teóricamente desarrollados, las agresiones, abusos y
acosos sexuales están a la orden del día, la violencia doméstica sigue en aumento
y los desequilibrios económicos generan más inmoralidad hacia las personas. La
realidad es más cruenta aún contrastando con la prolijidad de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, pues la vulneración de los derechos crece
con el subdesarrollo, la pobreza extrema, la desigual distribución de los
recursos, la marginación, la violencia étnica y civil, cómo también con los
conflictos armados. Las guerras dejan cada año millones de personas muertas,
heridas, refugiadas o desplazadas. Cuando estalla un conflicto, se pone en
riesgo el derecho a la vida, pero también otros derechos tan básicos como la
salud o la vivienda. En todas las latitudes aumentan los gritos de los
torturados y el hedor a dignidad masacrada, crece el número de los mártires por
una vida digna, las victimas renombradas y las desconocidas, las que comienzan
a tener su nombre en la historia y las que serán siempre anónimas.Crece también
el número de los cómplices cobardes, aquellos que están en condiciones de decir
o hacer lo mínimo contra este estado de cosas, pero encuentran un buen
razonamiento para no hacer y no decir nada sensato, para girar la vista y si no
se puede mirar otra vez hacia adelante, de frente, no importa. La palabra
vergüenza no está en el discurso de estos sátrapas.
Los cómplices voluntarios aumentan junto con los involuntarios, con los que ya
no tienen voz y su miedo es más que comprensible, estos últimos son los 3.500
millones de pobres en el mundo, los que están sepultados por las 37.000
multinacionales que concentran el 70% de la vida económica del mundo. Están
sepultados con sus derechos por las 500 personas que reciben la misma renta que
otras 460 millones de personas en todo el mundo.
Según registros de Amnistía Internacional en su informe anual 2012:Los responsables de actos de tortura gozaron de impunidad en al menos 61 países.
Hubo personas torturadas o sometidas a otros malos tratos durante el interrogatorio en al menos 101 países.
Muere 500 mil personas al año por violencia armada, 60% de las violaciones de los derechos humanos son con armas pequeñas y ligeras y 55 grupos armados y fuerzas gubernamentales utilizan niños soldados
Como dijo Gabriel García Márquez: “los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.”
Nada mejor para reflexionar qué hace cada uno de nosotros para humanizar los derechos de la gente en este mundo cada vez más deshumanizado y con menos vida digna de ser vivida.
Según registros de Amnistía Internacional en su informe anual 2012:Los responsables de actos de tortura gozaron de impunidad en al menos 61 países.
Hubo personas torturadas o sometidas a otros malos tratos durante el interrogatorio en al menos 101 países.
Muere 500 mil personas al año por violencia armada, 60% de las violaciones de los derechos humanos son con armas pequeñas y ligeras y 55 grupos armados y fuerzas gubernamentales utilizan niños soldados
Como dijo Gabriel García Márquez: “los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.”
Nada mejor para reflexionar qué hace cada uno de nosotros para humanizar los derechos de la gente en este mundo cada vez más deshumanizado y con menos vida digna de ser vivida.
*Carlos Braverman (Israel): Politólogo y
Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles de Israel. Militante
por la coexistencia judeo-árabe y un camino alternativo a la globalización
neo-liberal. Miembro del Partido Meretz (Partido Socialista de Israel - Tel
Aviv). Presidente
del Instituto Campos Abiertos (Investigaciones en Ciencias Políticas).
Derechos reservados: Instituto Campos Israel ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב
Derechos reservados: Instituto Campos Israel ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב
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