De Web Viento Sur
La editorial Merlin Press
va a publicar, en Gran Bretaña, un libro de Au Loong-Yusobre la China
contemporánea desde 1980 hasta hoy: China’s Rise: Strength andFragility. Le
pidieron a Bruno Jetin que escribiera un capítulo sobre el lugar del
nuevocapitalismo chino en la economía mundial y al autor de estas líneas que
redactara otrosobre la contribución del maoísmo a la revolución y sus límites.
Se trataba de algúnmodo de matar dos pájaros de un tiro: analizar el trasfondo
histórico sin el queresultaría bastante difícil comprender los acontecimientos
recientes y tratar de evaluarel papel del maoísmo chino, desde sus orígenes
hasta la Revolución Cultural.El término “maoísmo” induce a veces a confusión.
De lo que estamos hablando aquí esdel Partido Comunista chino durante el largo
periodo en que estuvo dirigido por unequipo constituido alrededor de Mao
Zedong, pero compuesto por dirigentes que teníantrayectorias políticas
distintas; un partido que no se circunscribía, ni mucho menos, auna sola
fracción (“maoísta”). A escala internacional, al igual que todos los “ismos”,el
término “maoísmo” no dice de los movimientos calificados de maoístas más que
unacosa: la referencia a la revolución china es para ellos una cuestión
central. Designa apartidos (“maoestalinista”, “maoespontaneísta”, etc.) que
pueden no tener nada encomún entre ellos. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el término “trotskista”,
querefleja la importancia de la referencia histórica a la Oposición de
Izquierdaantiestalisnista, pero nada más. El antiestalinismo de ciertas
organizaciones que secalifican de trotskistas no les impide funcionar de manera
muy burocrática oparasitaria, mientras que otros han luchado concretamente por
una democraciamilitante, popular y socialista.El análisis que sigue no parte por
tanto de una ideología (“el” maoísmo), sino de unaexperiencia histórica muy
compleja. Es esta experiencia la que confiere “autoridad”,más que los escritos
de Mao. Volveremos sobre esta cuestión al final del trabajo. En loesencial, el
texto que sigue es conforme a la versión que se publicará en el libro deMerlin
Press. No he añadido más que algunos hechos nuevos o aclaraciones, teniendoen
cuenta los comentarios de Alain Castan, Samy Johsua y Au Loong-Yu,
comentariosque les agradezco. Pierre Rousset]Este libro [de Au Loong-Yu] trata
fundamentalmente de la China de finales del sigloXX y de comienzos del XXI, es
decir, de un régimen muy distinto de lo que fue en losaños 50 y 60 del siglo
pasado. La ruptura es profunda. Es difícil saber en qué medida lamemoria del
pasado maoísta alentará mañana la resistencia popular a las imposicionesdel
capitalismo chino y servirá de referencia para nuevas corrientes de izquierda.
Lasviolentas luchas fraccionales de la Revolución Cultural (1965-1968)
provocaron unverdadero traumatismo. El reinado hiperburocrático de la Banda de
los Cuatro que lesucedió desbarató por mucho tiempo el discurso
“revolucionario”, por resultarexcesivamente engañoso.Lo mismo sucede a escala
internacional. Mao Zedong, ayer adulado por muchos, hoy esvilipendiado. El
maoísmo ha creado su propia caricatura con los aspectos delirantes delculto a
la personalidad y las virtudes universales atribuidas (al final de su vida)
al“pensamiento Maozedong”. Más en general, es toda la experiencia de las
revolucionesdel siglo XX la que suelen ignorar las nuevas generaciones
militantes, como si sehubiera cerrado definitivamente un capítulo de la
historia lleno de decepciones. Sinembargo, es imposible comprender el siglo
presente si se olvida el trastorno causado enel siglo pasado por las guerras
mundiales, las revoluciones y las contrarrevoluciones. Nose puede hacer tabla
rasa mentalmente de ese pasado, que encierra muchas lecciones,negativas y
positivas.La revolución china es uno de los acontecimientos más importantes que
se hallan en labase del mundo contemporáneo; una revolución encarnada a los
ojos de todos por ladirección maoísta y que sigue siendo, a pesar de todo, un
punto de referencia paranumerosos movimientos radicales actuales. En este
capítulo intentamos examinar elpapel del maoísmo en la revolución china, sus
aportaciones y sus limitaciones, paranutrir una reflexión crítica sobre las
enseñanzas de esa página de historia, tratando de ir,con este fin, más allá de
los tópicos al uso.Un contexto lleno de imprevistosEl siglo XX conoció una
secesión de imprevistos: guerras interimperialistas (1914…);revoluciones
triunfantes en la periferia oriental de Europa (Rusia) y después en el
tercermundo (China…), pero no, como era de esperar, en los centros industriales
deOccidente; nazismo y estalinismo; geopolítica de bloques tras la segunda
guerramundial; complejidad de la década de 1965 a 1975; implosión de la URSS
yglobalización neoliberal; aparición de la crisis ecológica mundial… Cada vez,
losrevolucionarios se han visto confrontados con la necesidad de pensar lo
nuevo. Unejercicio difícil –con resultados aleatorios y conclusiones
discutibles–, peroenriquecedor. Desde este punto de vista (la pregunta por lo
nuevo) echaremos unamirada retrospectiva sobre el maoísmo en la revolución
china.La salida del marxismo al mundoHoy es difícil imaginar hasta qué punto
era iconoclasta en su época plantear laposibilidad de una revolución de
naturaleza socialista en China. Existía, sin duda, elprecedente de Octubre de
1917, que ya trastocó los cánones de la SegundaInternacional. Brindaba las
claves para pensar la dialéctica de las luchas nacionales ysociales en un país
del tercer mundo: el análisis del desarrollo desigual y combinado, lateoría de
la revolución permanente... Sin embargo, Rusia era una potencia (en
declive)europea. Bajo el impacto devastador de la primera guerra mundial, la
actualidad de larevolución era claramente paneuropea, siendo Alemania una de
las principales bazas enlos años 1917 a 1923.Es cierto que hubo un debate sobre
el marxismo en su relación con “Oriente” y“Occidente”, pero el Oriente era a la
sazón ¡la Rusia zarista! Más que la propia Asia ensu relación con la
revolución, de lo que se trataba era de las influencias “asiáticas” en elEste
europeo y el imperio ruso. Atraso contra modernidad. En lo esencial, el
horizontegeopolítico del movimiento socialista todavía era muy limitado y se
amplióbruscamente debido a las consecuencias de la segunda guerra mundial, del
impacto de laRevolución de Octubre de 1917, del comienzo de una nueva ola de
luchas anticolonialesen el tercer mundo y de la derrota de la revolución
alemana, consumada en 1923, quellevó a Moscú y a la Tercera Internacional a
volverse hacia el Oriente extraeuropeo paraevitar el aislamiento de la URSS.En
la geopolítica de la década de 1920, la cuestión china adquirió una
importanciafundamental. Junto a la frontera siberiana de la URSS, el Imperio
del Centro se hallabaen plena crisis: la dinastía imperial de los Qing había
sido derribada por la PrimeraRevolución china (1911) y el Movimiento del 4 de
Mayo de 1919 anunciaba unaprometedora renovación progresista, un empuje de las
resistencia antiimperialistas. Sinembargo, la revolución “republicana” de 1911
había planteado más preguntas sobre losnuevos “posibles” que las respuestas que
dio. No se trataba más que de un tiro deadvertencia, demasiado precoz y
limitado para esclarecer el papel potencial de lasdiversas clases en liza. La
naturaleza de un partido nuevo como el Guomindang(Kuomintang) –que encarnaba en
la época de Sun Yat-sen la conciencia nacional–todavía estaba sumida en gran
parte en la incertidumbre. ¿Hasta qué punto las leccionesde la revolución rusa
eran válidas para la China de los años veinte? Tuvo que producirsela
experiencia dramática de la Segunda Revolución (1925-1927) para que se
aclararanlos planteamientos estratégicos, claro que al precio de una
contrarrevolución sangrienta.China era una formación social diferente, fruto de
otra línea de civilización, y tambiénpertenecía a un ámbito geopolítico distinto:
era otra historia. En la misma época, laTercera Internacional se vio
confrontada con la “cuestión musulmana”, debido a laexistencia de las
repúblicas de Asia central en el Estado soviético, cuestión que acaparólos
debates del Congreso de Bakú (1920), llamado de los “Pueblos de Oriente”.
Elnacimiento de movimientos comunistas y, más en general, el desarrollo de las
luchasantiimperialistas en Oriente –de Asia central a China– entreabrían de
alguna manera unapuerta de salida al mundo para el pensamiento marxista. Hasta
entonces, los marxistasoccidentales formados en el marco de la Segunda
Internacional contemplaban el mundo,por decirlo de alguna manera, “desde
arriba”. En adelante, los comunistas europeostenían que analizar sus sociedades
y el mundo desde un punto de vista no europeo, unatarea que los cogió
desprevenidos en gran medida porque casi todos habían olvidado lasnotas de Marx
sobre la pluralidad de las líneas de desarrollo históricas –que seencuentran en
particular en los Grundrisse, los trabajos preparatorios del Capital y
sucorrespondencia–, ocultadas por quienes conocían su existencia. Esta “salida
al mundo”abrió un capítulo particularmente interesante en la historia del
marxismo, un capítuloque todavía no se ha cerrado, ni mucho menos.El maoísmo,
¿marxismo “sinizado”?Nacido en Europa, heredero de una historia específica, el
marxismo no podía exportarsetal cual so pena de no ser más que el patrimonio,
en otros lugares, de una éliteintelectual occidentalizada. Sin duda no está
escrito que pudiera echar raíces en todaslas sociedades, pero allí donde tenía
esa posibilidad debía encontrar raíces endógenas,integrar la originalidad de
las estructuras sociales, hablar un lenguaje comprensible parael pueblo y por
tanto asociarse a otras herencias culturales, hallar otras “fuentes”distintas
de la filosofía alemana, la economía inglesa, la historiografía francesa,
lastradiciones del movimiento obrero europeo...A menudo se califica el maoísmo
de Mao de “el” marxismo sinizado. Está claro quepuede pretender legítimamente
haber adaptado el pensamiento marxista a la tradiciónchina. Esta cuestión la
planteó explícitamente Liu Shaoqi en la década de 1930, y desdeentonces se
retoma regularmente en la historiografía oficial del PCC. El propio Mao
seremitía más a menudo, en sus discursos, a la historia china, a sus
tradiciones culturales,a sus guerras y su pensamiento militar, a sus revueltas
campesinas, etc. que a losteóricos europeos o a la URSS. Encaja mejor en el
lugar asignado al filósofo en lasociedad confuciana que en la occidental. Sin
embargo, mucho cuidado con identificarsinización y maoización. El maoísmo
representa una de las facetas del marxismo“sinizado”, pero no la única. No
existe “un” marxismo chino, como tampoco existe “un”marxismo occidental, encarnado
por una determinada corriente política. La “sinización”del marxismo fue una
obra colectiva (desarrollada de forma más o menos consciente) enla misma medida
que la izquierda revolucionaria china era originariamente pluralista.En el
siglo XIX y a comienzos del siglo XX, y de formas muy diversas, el
anarquismotenía influencia en Asia oriental. La relación entre tradición y
modernidad fue tema deapasionado debate en el Movimiento del 4 de Mayo, caldo
de cultivo intelectual. Elpropio Partido Comunista, fundado en 1921 por
personalidades fuertes, no era ni muchomenos monolítico. Li Dazao, Chen Duxiu y
muchos otros impulsaron, cada uno a sumanera, el doble movimiento de apertura
china al pensamiento occidental y deretranscripción del marxismo en China, todo
ello mucho antes de que naciera elmaoísmo.Dado el papel que desempeñaron los
enviados de Moscú en la definición de lasorientaciones políticas del joven PCC,
los dirigentes comunistas supervivientessintieron profundamente la necesidad de
liberarse de la tutela soviética tras la derrotasufrida en 1927. Algunos, como
Chen Duxiu, se reconocieron en las tesisantiestalinianas de la oposición de
izquierda internacional en el seno de la InternacionalComunista. Otros, como
Mao, se preguntaron cómo salvaguardar las fuerzas militaresrevolucionarias
reagrupadas, tras el desastre, en algunas bases territoriales rojas.
¿Cómovolver a empezar? El maoísmo se formó entre finales de la década de 1920 y
mediadosde la de 1930 en torno a la respuesta a esta pregunta. Lo hace cuando
la nueva ortodoxiaestaliniana ahoga todo debate teórico en el seno de la
Internacional. La tesis según lacual la humanidad entera solo podía conocer una
única línea histórica de desarrollo, unasucesión única de modos de producción,
se imponía como un dogma intocable. Dehecho, incluso en Occidente la reflexión
sobre la pluralidad de la historia no se reavivóhasta la década de 1950 y,
sobre todo, de 1960, con la difusión de trabajos hastaentonces en gran parte
desconocidos de Marx. En estas condiciones era imposible abriruna verdadera
discusión sobre la originalidad de la sociedad china en comparación
conEuropa.El proceso de “sinización” del marxismo por el PCC es doblemente
tributario de unlegado reciente –el de la Segunda Internacional– y del triunfo
del estalinismo en laURSS. La especificidad de las formaciones sociales en
China no se ha clarificadoteóricamente. Los conceptos europeos –por ejemplo, el
feudalismo– han sido traducidossimplemente con términos preexistentes que
remiten a la China imperial. No se haexplicitado la diferencia entre estas
nociones, y las consecuencias de este estado decosas han sido profundas y
todavía se sienten: en vez de analizar la originalidad de sussociedades, la
mayoría de corrientes maoístas se contentaron con calificarlas,uniformemente,
de “semicoloniales, semifeudales”. El “semi” no hace otra cosa, en elmejor de
los casos, que localizar una cuestión sin darle respuesta, y minimiza
lasimplicaciones de la dominación capitalista.La política oficial de
“sinización” del marxismo en el PCC se aplicó cuando elpluralismo de la
izquierda china se había reducido bajo los golpes de la
represióncontrarrevolucionaria desatada por el Guomindang y después por las
tropas deocupación japonesas, y tras la estalinización de la Internacional Comunista.
Se combinóademás con la formulación inicial del culto a la personalidad de Mao.
El universalismoabstracto del dogma estalinista en la URSS servía para reforzar
el culto a Stalin y laautoridad del centro moscovita a escala internacional. La
sinización del marxismolegitimaba un contraculto y permitía a la dirección
maoísta marginar más fácilmente alas fracciones que competían en el seno del
PCC, incluida la de Wang Ming, que sereclamaba de Stalin. Treinta años después,
en la época del conflicto chino-soviético, elculto a Mao también adquirió una
dimensión internacional. El maoísmo oficial, a suvez, se convirtió en un dogma
y un producto ideológico de exportación, vaciando decontenido el tema de la
sinización del marxismo. No obstante, no por ello la cuestiónsustancial ha
dejado de tener sentido: al internacionalizarse, el marxismo adopta
formasregionales y nacionales por poco que arraigue efectivamente en una
diversidad desociedades.Un pensamiento estratégico creativoLa Segunda
Revolución china (1925-1927) fue impulsada por grandes movilizacionessociales:
huelgas obreras, luchas populares en las ciudades, levantamientos
campesinos,estructuras de autodefensa (milicias…). Pero también se caracterizó
por elenfrentamiento entre ejércitos constituidos: del Guomindang, de los
Señores de laguerra… Cuando el Guomindang de Chang Kai-Chek se volvió contra
sus aliadoscomunistas y el movimiento popular, sectores del ejército se
rebelaron y se unieron a lasbases rojas, últimos bastiones territoriales del
PCC. La “lucha armada” se planteó enChina de formas muy diferentes de lo que
suele designar esta expresión. No se trata deldesarrollo progresivo de pequeñas
unidades guerrilleras. Los soldados se contaban pormillones en China y el
Ejército Rojo, creado en respuesta a la contrarrevolución de1927, agrupaba al
principio unos 300.000 hombres de tropa, dirigidos por comisariospolíticos,
aunque también por oficiales formados en las academias militares.¿Cómo volver a
empezar, después de las derrotas sucesivas de 1927-1935? La respuestacontenía
forzosamente una dimensión militar: salvar a las fuerzas de la
revolución,rodeadas y a punto de ser aniquiladas por ejércitos diez veces más
fuertes en número yen armamento. Esta situación alimentó, a mediados de la
década de 1930, un complejodebate militar en la dirección del PCC y sirvió de
crisol del maoísmo. Mao, en efecto,no se contentó con buscar una respuesta
coyuntural a la situación, sino que extrajolecciones de la experiencia de la
Segunda Revolución para elaborar una nuevaestrategia.Un pensamiento político de
la actividad militar. La dirección maoísta no inventó laguerrilla. Pudo
apoyarse en debates marxistas anteriores en la materia y en laexperiencia rusa.
Sobre todo, se benefició de una larga historia nacional de guerrascampesinas y
de un rico pensamiento chino en el ámbito militar, pero actualizándolo
eintegrándolo en una perspectiva de conjunto, relacionando estrechamente las
raícespopulares de la lucha armada, los factores sociales (aspiraciones
campesinas…) y lascuestiones políticas (como la cuestión nacional en la época
de la invasión japonesa). ElEjército Rojo estuvo a punto de ser liquidado, pero
Mao supo constituir, durante laLarga Marcha, un equipo de dirección con cuadros
dirigentes de alto nivel, procedentesde diversas fracciones del PCC. Esta
dirección dará forma progresivamente a unaconcepción innovadora de la guerra
revolucionaria prolongada, cuando la guerra civil(combinada o no con una guerra
de defensa nacional) precede de lejos a la conquista delpoder, pero conduce a
ella. No se reduce a meras modalidades operativas (movilidad yflexibilidad,
concentración y dispersión de las fuerzas, tácticas de guerrilla…), por
muyimportante que sea el genio militar. Para que se prolongue en el tiempo,
debe concebirseefectivamente como una “guerra del pueblo”. En el contexto de
entonces, la noción deguerra popular plantea inmediatamente la cuestión
campesina.La cuestión campesina. La originalidad del maoísmo no radica en haber
reconocido laimportancia de la cuestión agraria y del campesinado –esto ya se
había hecho en Rusia–sino en haber sido capaz de organizarla directamente, de
arraigarse en el mundo rural,de no solo aliarse con los movimientos campesinos,
sino de haberlos dirigido. No fue laúltima vez que un partido comunista lo
intentaba con éxito, pero sí la primera, y ¡quéprimicia! Uno de los aspectos
más interesantes de la experiencia china es que sedesarrolla de norte a sur,
atravesando regiones de estructura agraria muy diferenciada enque, por ejemplo,
la condición de “campesino rico” refleja situaciones muy distintas.Muestra cómo
las tradiciones colectivas de solidaridad en el interior de las aldeas
–quepueden ser muy grandes en China– frente a los enemigos exteriores
(militares,recaudadores de impuestos, bandidos…) pueden frenar el desarrollo de
las luchas declases en las comunidades campesinas y alimentar la desconfianza
hacia el “extranjero”,aunque sea militante del partido comunista. Muestra hasta
qué punto la elaboración yaplicación de un programa de reforma agraria son
esenciales, pero desde luego nadasencillas. Probablemente, esto no es menos
cierto hoy que antaño.La revolución maoísta permitió asimismo pensar el papel
del campesinado a largo plazoy no ya como un aliado muy temporal, movilizado
únicamente contra el orden antiguo.El mundo ha cambiado mucho desde entonces;
el peso demográfico del campesinado seha reducido notablemente. Sin embargo, en
momentos de crisis alimentaria y ecológica,la importancia política del
campesinado para todo proyecto de transformación social esde calibre. En
efecto, la agricultura campesina se erige en alternativa a la
agroindustriacapitalista que impone su dominación tanto a los consumidores como
a los productores,que expropia a poblaciones enteras y destruye los tejidos
sociales y el medio ambiente.El combate emprendido actualmente por la soberanía
alimentaria se inscribe así en unadefensa global de los derechos fundamentales:
democráticos, sociales y ambientales.La guerra revolucionaria prolongada. Con
la noción de guerra revolucionariaprolongada, la dirección maoísta abrió un
capítulo nuevo en el pensamiento estratégicomarxista. No es el menor de sus
méritos, aunque al principio creyó que lascaracterísticas de China eran tan
particulares que no se planteaba la posibilidad de queesta “vía” pudiera
emprenderse en otros lugares. Contaba, en efecto, con la inmensidaddel país,
que ofrecía a sus fuerzas un vasto campo de maniobra; con la envergadura desu
población, que le permitía concentrar en todas partes un gran número
decombatientes; con la existencia de bases rojas que constituían una forma
original yduradera de doble poder territorial; con la rivalidad
interimperialista en un país quetodavía no había sido colonizado por una
potencia extranjera y con la fragmentación delEstado tras la caída de la
dinastía Qing, lo que le evitaba hacer frente a una fuerzaenemiga compacta…No
obstante, después de la segunda guerra mundial la guerra popular
prolongadaencontró numerosas aplicaciones en Asia y América Latina, en el mundo
árabe y enÁfrica negra. Nutrió un pensamiento estratégico que fue innovándose
(en particular conla experiencia vietnamita). Todavía hoy, en países como
India, Nepal, Filipinas oColombia, la lucha armada sigue siendo una realidad
palpable que suscita no pocosdebates en el seno del movimiento revolucionario.
El pensamiento político-militardesarrollado a partir (y más allá) de la
experiencia maoísta no es cosa de un pasadoremoto.Cuestión nacional, alianzas y
frente único. La cuestión nacional estaba en el meollode la crisis china. Las
potencias imperialistas reforzaban su dominio sobre el país, queestaba a punto
de desmembrarse en zonas de influencia japonesa y occidental. Lainvasión por
parte de Japón en 1937 pretendía convertir China en su colonia exclusiva.¿Qué
fuerzas podían asegurar en estas condiciones la independencia y la unidad de
lanación? ¿La burguesía comerciante e industrial? En China existía esta
burguesía enmayor medida que en la mayoría de países del tercer mundo de
entonces. La revoluciónchina se convirtió de este modo en un gran laboratorio
histórico sobre las relacionesentre el combate antiimperialista y las dinámicas
sociales. Las prioridades de laburguesía china quedaron definidas a partir de
1926-1927, y el levantamientoantiimperialista, a sus ojos, abría peligrosamente
la vía a movimientos populares queella no podía controlar. La contrarrevolución
pasó a ser su prioridad, incluso siimplicaba renunciar de momento a la lucha
por la reunificación nacional y a contentarsetemporalmente con el dominio de
los señores de la guerra.Una década más tarde, ante la invasión japonesa, la
burguesía china se dividió entre laresistencia y la colaboración. Al estallar
la segunda guerra mundial, el Guomindang deChang Kai-Chek apostó por la derrota
de Japón frente a EE UU. Basándose en lainmensidad del espacio territorial
chino, trató de frenar el avance de los ejércitosnipones, pero cediendo terreno
para ganar tiempo a la espera de la victoria de EE UU enel teatro de
operaciones del Pacífico. De este modo preservaba sus fuerzas para poderhacer
frente, llegado el momento, al Partido Comunista. La política de Chang
Kai-Chekhabría dado resultado si enfrente no hubiera estado la dirección
maoísta. Esta puso enpráctica los principios de la guerra popular, incluso
enviando unidades del Ejército Rojoa operar en las zonas ocupadas, en la
retaguardia del enemigo. En vez de ceder terreno,el PCC amplió su campo de
acción. Esta orientación resultó ser triplemente eficaz:desde el punto de vista
militar, social (al implantarse en nuevas regiones) y político (alaparecer como
el mejor defensor de la nación en tiempos de tribulación.La lección de la
historia de la revolución china, sin embargo, no se limita a esto. Entreel
comienzo de la Segunda Revolución y la victoria de la Tercera hubo varios
procesoshistóricos que exigieron importantes cambios de orientación. La
cuestión del frenteúnico político entre el Partido Comunista y el Guomindang es
un ejemplo ilustrativo. Eljovencísimo PCC se desarrolló rápidamente cuando
entró en el partido de Sun Yat-sen(una política denominada de “frente único del
interior”), pero, bajo presiones de Moscú,no recuperó su independencia
organizativa cuando Chang Kai-Chek, tras la muerte deSun, se aprestaba a
aplastar al movimiento obrero en el instante en que la guerranacionalista dejó
sitio a una guerra civil pura. Así, el Guomindang se convirtiórepentinamente de
aliado en principal adversario, y siguió siéndolo durante un decenio.La
invasión japonesa volvió a plantear la cuestión del frente único entre el PCC y
elGuomindang ante la fuerza de la aspiración del pueblo a la unidad en defensa
de lanación. Sin embargo, los dos protagonistas sabían que bajo la manta de la
unidadnacional se incubaba la guerra civil, dando lugar en ocasiones a
sangrientas batallasentre los ejércitos de Chang Kai-Chek y los rojos. Así, la
derrota de Japón en 1945 abríala vía a la reanudación de la guerra civil, que
ganó el Partido Comunista en tres años(1946-1949). Si se deja de lado el
análisis concreto de las secuencias de la revoluciónchina y de las políticas
aplicadas realmente, el legado maoísta en materia de alianzaspuede parecer muy
ambiguo. La dirección del PCC, en efecto, formuló a menudo susorientaciones
desde el punto de vista “táctico” y a veces directamente con ánimoengañoso.
Así, en nombre del frente único antijaponés cantó las alabanzas de
ChangKai-Chek, el verdugo de los trabajadores, sin creerse ni una palabra.
Anunció laintegración de sus fuerzas militares en el ejército del Guomindang,
pero evidentementesin mover ni un dedo para hacerlo. Las organizaciones
maoístas pueden ampararse entales declaraciones para justificar políticas de
alianzas oportunistas, identificando elfrente único con un “bloque de cuatro
clases”, donde ellas se encuentran subordinadas alas fuerzas que se considera representativas
de la “burguesía nacional”.Sin embargo, en el fondo la concepción del frente
único de la dirección china era a lavez más interesante y más sectaria. Más
interesante porque articulaba la construcción alargo plazo del bloque social
capaz de sostener el combate revolucionario (las clasespopulares), la
ampliación de este bloque a fuerzas intermedias (estudiantes,intelectuales,
pequeña burguesía empobrecida…) y una táctica encaminada a dividir alas filas
enemigas (aspecto original desconocido en otras tradiciones políticas). Y
mássectaria porque en el centro de esta política de alianzas se halla el PCC y
nadie más. Enla concepción de un frente único a base de círculos concéntricos,
el esquema no muestramás que un único núcleo. No permite plantear la cooperación
entre variasorganizaciones políticas revolucionarias y progresistas. Sin
embargo, el pluralismo –incluso en el seno del movimiento revolucionario–
vuelve a ser lo que era antes delestalinismo: la regla y no la excepción. De
hecho, la mayoría de los movimientosmaoístas implicados en la lucha armada han
sido más sectarios que oportunistas. Dichoesto, la honestidad obliga a señalar
que estos maoístas no son los únicos que han tenidodificultades para admitirlo:
hay en este terreno –lo que es normal a la vista de lacomplejidad de la
experiencia histórica– una pluralidad de corrientes revolucionarias.La cuestión
de sus relaciones y su unidad está sobre el tapete.El modelo y su traición. Lo
que resulta paradójico es que después de haber insistido enlas particularidades
nacionales de la vía china, la dirección maoísta erigiera su “guerrapopular” en
nueva ortodoxia. Ahora bien, toda nueva experiencia importante esnecesariamente
original (y por tanto heterodoxa), y todo intento de constituir unaortodoxia sobre
la base de esta experiencia conduce a travestir su verdad histórica, aocultar
sus verdaderas enseñanzas. Bien es cierto que tras la fachada de la ortodoxia,
losmovimientos maoístas han podido “adaptar” su orientación para responder
mejor a lascondiciones de su país y del periodo, pero dicha orientación se
convirtió en unverdadero corsé estratégico. La guerra popular prolongada debía
impulsarse en todos lospaíses “semifeudales, semicoloniales” (en suma, el
tercer mundo). Se consideraba que lacuestión de la crisis revolucionaria como
“momento favorable” (expresión vietnamita)no se planteaba en estas sociedades,
que de alguna manera se hallabanpermanentemente en una situación así. La lucha
armada pasó a ser en todo momento laforma de lucha principal, a la que debían
subordinarse los demás terrenos demovilización (social, democrática…). Espacio
privilegiado de acumulación progresivade fuerzas militares, el campo debía por
tanto rodear las ciudades. El combate debíapasar entonces por tres etapas:
defensiva, equilibrio de fuerzas, contraofensivaestratégica.Con este rígido
esquema de lectura, caracterizado por el gradualismo militar, resultaimposible
comprender la historia de la revolución china y del Ejército Rojo, que nació
yse masificó con motivo de una amplia crisis revolucionaria y en respuesta a
lacontrarrevolución. Igualmente imposible es inferir las implicaciones de un
cambiobrusco de la situación que pone patas arriba el marco estratégico –como
en 1937 con lainvasión japonesa– y su puesta en práctica, por ejemplo, en caso
de reactivación de unapolítica de frente único con el Guomindang. Imposible
percibir la importancia de un“momento favorable” que exige una aceleración
brutal de los ritmos del combate, comoen 1945 cuando, terminada la Segunda
Guerra Mundial, comienza una carrera develocidad entre el PCC y el Guomindang
por aprovechar la derrota del ocupante nipón.Imposible, finalmente, asimilar
las enseñanzas de otras grandes experienciasrevolucionarias (Vietnam, Cuba,
Argelia, Nicaragua…), todas ellas marcadas con elsello de la originalidad. La
revolución china y las elaboraciones de la dirección maoístahan aportado mucho
al desarrollo del pensamiento estratégico marxista, pero alcodificar a
posteriori, como hizo, los “principios” de la guerra popular, el PCC
dificultóenormemente la transmisión de las enseñanzas de su propia
experiencia.El Partido Comunista Chino¿Qué partido conquista el poder del
Estado en 1949? El análisis del PCC ha sido objetode muchos debates,
especialmente en el seno del movimiento trotskista internacional.Un debate a
menudo confuso, aunque solo fuera por el hecho de que los protagonistasno daban
al calificativo de “estalinista” el mismo alcance: para unos suponía
unasumisión efectiva de los imperativos de la burocracia soviética, mientras
que para otrostenía un sentido más bien ideológico. Más en general, la
experiencia china demostróhasta qué punto el análisis de los partidos no es
sencillo, en particular en los periodos detransición y revolucionarios. La
trayectoria del Partido Comunista ha desmentido, enefecto, muchos pronósticos y
conclusiones perentorias.Se pensaba que el PCC se convertiría en un instrumento
dócil de Moscú tras eldesarraigo social provocado por la derrota de 1927; sin
embargo, a costa de intensasluchas fraccionales internas, la dirección maoísta
conservó su capacidad de decisiónautónoma, sin por ello romper con Stalin. De
hecho, el proceso de estalinización de laInternacional Comunista –de
subordinación de sus secciones nacionales– chocó enciertos países con fuertes
resistencias: no solo en China, sino también en Yougoslavia,Vietnam, etc.
Derrotado en los centros urbanos, inmerso por muchos años en lainmensidad del
mundo rural, el PCC tenía que convertirse por fuerza en un partidocampesino.
Sin embargo, obtenida la victoria en 1949, no tuvo problemas para volver
acentrarse en las ciudades. Asimismo, encuadrado en la resistencia armada,
tenía queacabar sometido a la batuta de los militares; no obstante, hasta el
final —por retomar lacélebre fórmula de Mao— la política mandó sobre el fusil y
el Buró Político sobre elEstado Mayor, cualquiera que fuera el peso en su seno
de los mandos del Ejército Rojo.¿Cómo iba a ser sencillo el análisis de un
partido como el PCC? Es uno de losprimogénitos del comunismo en el “tercer mundo”,
ingresa en la Tercera Internacionalde antes de Stalin, se ve inmerso de
inmediato en la tormenta revolucionaria demediados de la década de 1920,
experimenta en carne propia las implicaciones delascenso del estalinismo en la
URSS, sufre la violencia de la contrarrevolución en China,modifica radicalmente
su implantación geográfica y social, pasa de una guerra a otra(civil, de
defensa nacional, mundial y de nuevo civil), pasa a controlar zonas liberadasde
varios cientos de millones de habitantes antes de conquistar el poder en el
país(demográficamente) más grande del mundo. Contaba con una cincuentena de
miembroscuando se fundó y nada menos que 4.500.000 cuando celebró la victoria
tres décadasmás tarde.Ninguna etiqueta podría reflejar la complejidad de este
partido. “Estalinista” o“antiestalinista”, “obrero” o “campesino”,
“autoritario” o “emancipador”… ¿y si fueralas dos cosas al mismo tiempo? Lo
importante es reconocer el papel desempeñado por elPCC en un combate
revolucionario sumamente difícil, aunque también discernir suscontradicciones
internas y su posible evolución. Ninguna definición abstracta puedereemplazar
una análisis histórico concreto y dinámico. Digamos que en 1949 el PCC eraal
mismo tiempo el partido de una gran revolución nacional y social victoriosa –de
ahísu profundo arraigo en la población– y el nuevo partido-Estado en cuyo seno
las élitesdirigentes se constituirán en burocracia, se autonomizarán. Se
convertirá, aunque alprecio de crisis convulsivas, en el partido de la
contrarrevolución burocrática, antes depasar a ser el partido que pilotará la
(re)constitución del capitalismo chino.¿Vía maoísta al socialismo?Proclamada la
República Popular, el nuevo régimen gozaba de un gran prestigiopolítico. Había
que proceder a la reconstrucción, pero el estallido de la guerra de
Corea(1950-1953) no le dejó ningún respiro. No propició esta guerra, pero tuvo
que enviar enmasa a sus fuerzas armadas a la península para enfrentarse y
después hacer retrocederhasta el paralelo 38 a las tropas estadounidenses. Fue
una victoria más, aunque ganada aun precio muy elevado: las bajas chinas
sumaron 800.000 muertos o heridos. En lapropia China, en el contexto de la
guerra de Corea, la represión de los“contrarrevolucionarios” se endureció. La
dominación de los terratenientes y de lapequeña nobleza en el mundo rural
estaba quebrada, al igual que la de la burguesía en elmundo urbano. El Estado
del Guomindang se había desintegrado y sus ejércitosderrotados se replegaron a
Taiwán. Quedaban burgueses y notables, desde luego,algunos de los cuales
suscribieron acuerdos temporales con el PCC, sobre todo a escalalocal. Pero las
clases que regían China dejaron de existir como fuerza socialcohesionada.El
régimen no se contentó con reclamarse del pueblo: a partir de 1950, la ley de
reformaagraria cambió las relaciones de fuerzas en el mundo rural; la ley sobre
el matrimoniotransformó radicalmente la condición jurídica de las mujeres. Y
con el desarrollo de laindustria estatal nació una nueva clase obrera, que
vivía precariamente, pero contabacon importantes protecciones sociales: empleo
asegurado de por vida, viviendagarantizada por la empresa, asistencia
sanitaria, posibilidad de contratación de loshijos… Ser trabajador asalariado
de una empresa pública se convirtió en una situacióncodiciada. El acceso a la
universidad se abrió a las clases populares. La ideologíaconfuciana, patriarcal
y conservadora, se batía en retirada… El régimen se estructuró aescala nacional
en torno a tres pilares: el ejército (que intervenía en la producción),
laadministración del partido y los servicios de seguridad. Instalado en el
corazón delEstado, el PCC monopolizaba el poder político. En este país
gigantesco, sin embargo, elconjunto revestía una gran complejidad, y la puesta
en práctica de las orientacionespolíticas podía variar significativamente en
función de las relaciones de fuerzasregionales y locales, inclusive entre
fracciones comunistas.La dirección maoísta no tenía una concepción propia de la
transición. Se guiaba por elmodelo estalinista –prioridad a la industria
pesada…–, pero sin querer repetir el desastrede la política agrícola impulsada
por Stalin. Frente al imperialismo, se consideraba parteintegrante del “campo
socialista”, pero no había olvidado los dictados, abandonos ypromesas incumplidas
de Moscú. Las relaciones entre la URSS y China estabancargadas de desconfianza
mutua; los gérmenes del conflicto chino-soviético de ladécada de 1960 ya se
estaban incubando. ¿En qué podía consistir una “vía china” alsocialismo? La
dirección del PCC se vio confrontada con esta cuestión a mediados de ladécada
de 1950. Stalin había muerto (1953); en Europa del Este estallaban
crisisviolentas (Alemania Oriental, Hungría, Polonia…); el “informe secreto” de
NikitaJrushchov al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética
(1956) –dondedenunció los crímenes de Stalin– originó una onda de choque. En la
propia China, lasprimeras medidas adoptadas chocaban con sus limitaciones y
surgían nuevas tensionessociales.Mao era un pensador de la contradicción: si hay
una cosa eterna y universal, sin duda esla existencia de contradicciones. Su
concepción de la historia y su visión de la transicióneran muy distintas de las
de la ideología estaliniana o de la actual dirección china queentona el canto
de la “sociedad armoniosa”. Para Mao, la construcción socialista era yseguiría
siendo un proceso de lucha de clases. Las contradicciones internas de
laRepública Popular eran a su juicio la principal herramienta de transformación
social.Este punto de vista no inducía necesariamente una política
“izquierdista” y de hecho elpropio Mao consideraba a mediados de la década de
1950 que había llegado la hora dedejar atrás el periodo de “ajuste de cuentas”
con la contrarrevolución que siguió a laconquista del poder. Distinguía entre las
“contradicciones en el seno del pueblo”,consideradas “no antagónicas”, y las
contradicciones “antagónicas” con loscontrarrevolucionarios. Pretendiendo
emanciparse del modelo estalinista, trataba dedefinir una política de
desarrollo equilibrada que no sometiera a la población apresiones excesivas.
Algunos de sus textos más importantes expresaban estaspreocupaciones, como el
discurso del 25 de abril de 1956, pronunciado en una reuniónampliada del Buró
Político del PCC y titulado “Sobre las Diez Grandes Relaciones” o“De la justa
solución de las contradicciones en el seno del pueblo” (febrero de 1957).Se
apoyaba en las movilizaciones sociales –sin duda controladas por el partido,
peroajenas al mismo–, para hacer retroceder al conservadurismo del aparato y contrarrestarlas
rigideces del régimen (y reforzando al mismo tiempo su propia influencia en
ladirección).Sin embargo, cada vez que la dirección china ha intentado poner en
práctica estaorientación, las cosas no han sucedido tal como estaba previsto.
La liberalizaciónpolítica y cultural de las Cien Flores (1957) abrió la vía a
un torrente de críticas a losmiembros del partido y los privilegios de los
dirigentes. Una fuerte represión puso fin aldesbordamiento. En plena
efervescencia, el PCC lanzó el Gran Salto Adelante, quedebía asegurar el
desarrollo de la industria y las infraestructuras en el mundo rural,además de
un aumento de la producción y la implantación de servicios sociales en
lasgrandes cooperativas. Al final, los objetivos fijados para el Gran Salto
resultaron tanirracionalmente ambiciosos que la operación provocó en 1959-1961
una crisiseconómica importante (agravada por dificultades meteorológicas), con
la ruptura decomunicaciones entre regiones, carestía y hambrunas que causaron
millones devíctimas.Los textos de Mao de esa época contienen indicaciones
interesantes sobre susintenciones. También muestran los límites de su
pragmatismo y de su voluntarismo. Notiene gran cosa que decir sobre la clase
obrera (en el equipo de dirección maoísta, estocompete a Liu Shaoqi). A la
economía (competencia de Chen Yun) –y en particular a laeconomía de una
sociedad en transición– le dedica un comentario fundamentalmentepolítico. No ha
asimilado los debates marxistas de fondo, suscitados a escalainternacional por
la experiencia soviética y en particular en la URSS antes de laestalinización,
debates en los que participaron Bujarin, Preobrashenski, Lenin, Trotski ymuchos
otros.El PCC se identificó con un horizonte socialista mundial, durante un
tiempo encarnadoen la Internacional Comunista. Hizo suyo el vínculo dialéctico
entre liberación nacionaly revolución social. Sin embargo, debido a la
estalinización, la Internacional Comunistahabía dejado de ser un marco de
colectivización internacionalista. Mientras que alprincipio muchos dirigentes
chinos se mostraron al mundo (en Francia, en Rusia…), elmovimiento maoísta
acabó replegándose en su propio territorio. Profundamentearraigado en la
sociedad china, se convirtió en lo que se podría llamar (¿a falta de untérmino
mejor?) “comunismo nacional”, a imagen y semejanza de los partidoscomunistas
vietnamita o yugoslavo. En cierto modo, Mao personificó este proceso: nohablaba
ninguna lengua extranjera (por mucho que en su juventud devorara
lastraducciones de libros y artículos extranjeros); nunca viajó fuera de China,
salvo en unaocasión tras la proclamación de la República Popular, para reunirse
con Stalin enMoscú. Fue Zhou Enlai quien dominaba la vertiente diplomática,
haciendo del Gobiernochino uno de los principales motores del Movimiento de los
No Alineados (constituidoen la conferencia de Bandung en 1955).En la década de
1960 se agudizaron las tensiones chino-soviéticas después de queMoscú firmara
con Londres y Washington un tratado sobre los ensayos nucleares delque quedó
excluida China. Al agravarse de nuevo las tensiones sociales en el país,
elequipo maoísta histórico se dividió profundamente. En 1965-1966, las luchas
entrefracciones desbordaron los límites del aparato del partido. Mao movilizó a
los GuardiasRojos y sus rivales también apelaron a la calle. Durante la mal
llamada “RevoluciónCultural” se expresaron profundas aspiraciones sociales,
democráticas e igualitarias.Sectores enteros de la juventud gozaron de una
amplísima libertad de acción,sacudiendo el país entero. Sin embargo, al final
se instaló el caos, con movimientos“revolucionarios” que se combatían y
organizaciones de Guardias Rojos que cometíanterribles abusos. El partido y la
administración se desintegraban, hasta el punto de quetardaron años en
reconstruirse. Únicamente el ejército permaneció unido, de modo queMao recurrió
a él para restablecer el orden, reprimiendo a los jóvenes y obrerosradicales
que habían respondido a su llamamiento a “poner fuego al cuartel general”
(ladirección del PCC).La elaboración de una “vía china” al socialismo se
malogró. El maoísmo histórico seperdió en las convulsiones de las luchas
fraccionales. Sumidos en la confusión, losmovimientos sociales y políticos con
potencial emancipador se vieron en un callejón sinsalida. En estas condiciones,
la Revolución cultural desembocó en una dictaduraburocrática particularmente
dura bajo la férula de la Banda de los Cuatro, cuyomascarón de proa era Jiang
Qing, la esposa de Mao. En el plano internacional, lanormalización de las
relaciones con EE UU dio pie al viaje del presidente Nixon a Pekín(1972). Así,
la toma del poder por el “Grupo de Shanghai” no supuso realmente un giroa la
“izquierda”.De la revoluciónEl maoísmo senil no nos ofrece más que “lecciones
negativas”: la lucha de clases seidentifica con la represión burocrática; la
lógica unilateral del “enemigo principal” (a lasazón, la URSS) se aplica a
rajatabla, cayendo en el oportunismo de la alianza con elimperialismo
estadounidense. Sin embargo, este lamentable final no debe ocultar lariqueza de
la experiencia revolucionaria china. Además de los aspectos abordados
másarriba, veamos las cuestiones siguientes.Los componentes sociales del
proceso revolucionario. Con respecto a la SegundaRevolución china, a menudo la
atención se ha centrado en las grandes concentracionesobreras y, con respecto a
la Tercera, en el campesinado (véase más arriba). Loscomponentes de la
revolución eran evidentemente mucho más heterogéneos, puesincluían a
intelectuales y estudiantes, a la población marginal (culis, temporeros,vagabundos…),
a soldados, etc. Es digno de reseñar que este carácter heterogéneo sereflejó
incluso en el origen social de los miembros de la dirección central
maoísta.Algunos, nacidos en la élite, eran “traidores a su clase” de origen,
por retomar unafórmula de Zhou Enlai; otros provenían de un amplio abanico de
sectores populares…Chen Yi, hijo de un juez, trabajó en Francia (1919) de
estibador, pinche de cocina ydespués obrero en Michelin. Chen Yun era de
familia obrera. Deng Xiaoping proveníade una familia de terratenientes. El
padre de Liu Shaoqi era maestro de escuela y el deLiu Bocheng (llamado el
“Dragon tuerto”) fue músico ambulante. Lin Biao nació en unafamilia de la
pequeña burguesía rural y Peng Dehuai en una de campesinos más bienpobres, que
abandonó a la edad de once años para dedicarse a vagabundear,“desarraigado”,
viviendo de ocasionales trabajillos. Mao Zedong había nacido en unafamilia de
campesinos acomodados y Zhou Enlai en una familia de notables del
medio“mandarín”. En cuanto a Zhu De, tuvo su origen en una familia de
campesinosarruinados.Los sectores marginados desempeñaron un papel importante
en el curso de la revoluciónchina, incluso después de 1949, con las luchas de
los trabajadores sin estatuto durante laRevolución Cultural… y todavía hoy con
los “migrantes del interior”, obrerosindocumentados que se han trasladado
ilegalmente a los centros urbanos e industriales.Las luchas de las mujeres. Las
dirigentes femeninas del PCC también eran de origenheterogéneo. Chen Shaomin,
de familia pobre, había sido obrera en un taller de encajes.Deng Yinchao era
hija de un juez. Ding Ling venía de una familia de ricos propietariosy Kang
Keqing de una modesta familia de pescadores que tuvo que abandonarla(adoptada
por campesinos también pobres que la pusieron a trabajar desde pequeña enel
campo). Xiang Jingyu, en cambio, había nacido en el seno de una familia
muyacomodada y de talante moderno. Yang Zhihua provenía de una familia de
comerciantesde seda y propietarios de tierras.La dirección china (y sobre todo
Mao) estuvo muy influida por el movimiento derebelión contra el pensamiento
confuciano, movimiento que preconizaba laemancipación de las mujeres y estaba
muy implantado en los ambientes progresistas delas regiones costeras en la
década de 1920. Tras la Larga Marcha, el PCC fue a parar, encambio, a regiones
campesinas del interior, mucho más conservadoras, y su ideología seresintió.
Durante la lucha revolucionaria, las campesinas se organizaron como tales
ennumerosos lugares, tanto de cara al esfuerzo de guerra como para defenderse
de losmaridos violentos. Es especialmente significativo que las dos primeras
grandes leyesemblemáticas que adoptó la joven República Popular mejoraron la
posición de lasmujeres. Es el caso, por supuesto, de la ley sobre el
matrimonio, que equiparó losderechos generales de los cónyuges, pero también el
de la ley de reforma agraria, queles permitía acceder a la propiedad de la
tierra. Cuando se relanzó el “espíritu de laComuna de París” a comienzos del
Gran Salto Adelante, el desarrollo de los servicioscolectivos en las
poblaciones rurales estaba destinado (entre otras cosas) a mejorar lacondición
femenina… La Federación Democrática de Mujeres contaba con 20 millonesde
afiliadas en 1949 y 76 millones en 1956.Sin embargo, a pesar de los importantes
avances, las mujeres no llegaron a romperduraderamente el “techo de cristal” de
la dominación masculina. En 1957, aunque decomposición bastante joven (un
cuarto de sus miembros tenía menos de 25 años deedad), el PCC solo tenía un 10
% de mujeres. A mayor nivel jerárquico en el ejerciciodel poder, menos mujeres
había. Por supuesto, la dificultad para romper ese “techo decristal” no solo se
daba en China, donde, como en todas partes, existía la necesidad deimpulsar un
movimiento autónomo de las mujeres.En los límites de las concepciones maoístas
del poder popular. En el transcurso delos años 50, la cuestión de la autonomía
de las organizaciones de masas (en particular delos sindicatos) se planteó
hasta en las más altas esferas del partido. La respuesta siemprefue negativa.
No al movimiento autónomo de las mujeres (la Liga está dirigida por elPCC), no
a la independencia sindical. Para muchos autores, en China no estabanreunidas
las condiciones socioeconómicas y culturales de una democracia
socialista,popular. No podemos rechazar este argumento de un plumazo, pero la
lección de loocurrido en China nos dice que el modelo maoísta no ha funcionado,
por mucho que elpropio Mao hubiera declarado que combatía contra el
(re)nacimiento de una “burguesíaroja”, alimentada por el “burocratismo”, el
conservadurismo del aparato, los privilegios.Más exactamente, lo que funcionó
en tiempos de guerra y revolución dejó de hacerlo entiempos de paz.En el modelo
maoísta, el dirigente que está “a la escucha de las masas” debe tomar notade
sus quejas y transmitirlas a las direcciones superiores. La “correa de
transmisión” delas organizaciones sociales debe funcionar en los dos sentidos:
asegurar la aplicación delas decisiones del partido, pero dar a conocer también
a este el estado de ánimo de lapoblación. Esta “correa de transmisión” no ha
funcionado, en definitiva, más que en unúnico sentido, con lo que el poder se
quedó ciego. El arrebato del Gran Salto demostróel coste de ello: se
franquearon numerosos puntos de ruptura económicos y socialesantes de que el
Buró Político se diera cuenta de que el país se precipitaba a la catástrofey
comenzara a rectificar una orientación excesivamente “maximalista”. Mao
pudosubrayar la legitimidad del desacuerdo (“contradicción en el seno del
pueblo”), pero elreconocimiento de las libertades siempre ha sido una cuestión
de juicio político, deoportunidad, y por tanto susceptible de ser revocado de
un día para otro por el partido,como sucedió efectivamente en el momento de las
Cien Flores. El estado de excepciónde los tiempos de guerra se mantiene sine
die después de la victoria; las libertades no seconvierten en un derecho, diga
lo que diga la Constitución. Lo político sigue ocupandotodo el espacio de lo
jurídico. En estas condiciones se entiende que la democraciasocialista y el
pluralismo se hubieran convertido en exigencias centrales del
movimientodemocrático de comienzos de la década de 1980.Lo que demuestra la
experiencia china es que la democracia “socialista” o “popular” esuna necesidad
y no un lujo. Es una necesidad funcional y no únicamente un ideal.¿Cómo
materializarse en un país como China desde la década de 1950? La respuesta,sin
duda, no es sencilla, pero esta cuestión hay que plantearla, y el marco de
referenciaheredado del maoísmo no lo permite.De una contrarrevolución a otraA
diferencia de la burguesía, la burocracia no existe como clase dominante en
elmomento de la revolución, sino que “se erige” progresivamente en nueva
capadominante en el marco del nuevo Estado. Un aparato burocrático se
“cristaliza” enburocracia. Esta burocracia en proceso de constitución codifica
sus privilegios,incrementa las desigualdades, refuerza sus posiciones, afirma
sus intereses colectivos.Acaba comportándose como una clase dominante (aunque
no cuente con un modo deproducción propio) y para ello debe acabar con el
legado revolucionario. El proceso deburocratización es insidioso, pero en casos
como el de la URSS y China viene marcadopor reveladoras crisis de régimen. La
represión de las Cien Flores introdujo una brechaentre el PCC y los estudiantes
e intelectuales progresistas. El fracaso del Gran SaltoAdelante provocó la
pérdida de confianza entre el partido y sectores enteros delcampesinado, al
tiempo que puso en tela de juicio la autoridad de Mao, provocando unafractura
en el seno de la dirección. La represión masiva durante la Revolución
Culturalllevó a la ruptura entre la fracción maoísta y la izquierda radical
estudiantil y obrera,que se sintió (con razón) traicionada.El equipo histórico
maoísta se fracturó definitivamente: ocho de los once miembros delBuró Político
fueron encarcelados o confinados en campos de reeducación, algunosmurieron.
Nueve de cada diez responsables de los grandes departamentos del ComitéCentral
fueron depurados. De los 63 miembros del Comité Central en ejercicio,
43desaparecieron y 9 fueron objeto de críticas severas. Algo parecido ocurrió
en losniveles inferiores. Al término de la Revolución Cultural, el PCC estaba
en ruinas, yencima volvió a estallar la crisis de dirección (eliminación de Lin
Biao). Con la lentareconstrucción del partido y de la administración, estaban
reunidas las condiciones parala culminación de la contrarrevolución
burocrática. El orden burocrático estuvoencarnado durante un tiempo por la
Banda de los Cuatro, pero la victoria de esta habíasido pírrica. Tras la muerte
de Mao (1976), las demás fracciones del aparato se tomaronla revancha. Esta vez
fueron Jiang Qing y sus compañeros quienes se vieron entre rejas.Una cosa que
no era evidente en la época es que el reinado de la Banda de los Cuatro
–después de los traumatismos de la Revolución Cultural– había abonado el
terrenopolítico para la contrarrevolución burguesa, hasta tal punto había
desacreditado lasposturas “izquierdistas” y el discurso “revolucionario”. En un
contexto nacional einternacional diferente, las reformas introducidas
progresivamente en la década de 1980por iniciativa de Deng Xiaoping no habrían
desembocado necesariamente en lareconstitución del capitalismo chino, pero en
el contexto de entonces facilitaron laconfluencia de sectores de la burocracia
y del capital chino transnacional, afincado enTaiwán, en Norteamérica y otras
partes: el PCC favoreció las inversiones de losexpatriados y acogió en su seno
a grandes capitalistas; recíprocamente, este partidoapareció a los ojos del
capital chino transnacional, que ya carecía de raíces en elcontinente, como el
único capaz de mantener el orden social y garantizar la unidad delpaís (siempre
amenazado de fragmentación). Esto facilitó un proceso gradual en queuna parte
de la burocracia se transformó en burguesía, privatizando primero lapropiedad
pública de manera ilegal y legalizando después el robo a base de cambiar laley.
La contrarrevolución burguesa se produjo en forma de transición controlada a
unsistema semiestatal y semiprivado.La política de reformas iniciada por Deng
Xiaoping allanó el camino a un cambio sociala contrapelo, igual de radical que
el que había sucedido a la revolución de 1949. Elsector público de la economía
fue desmantelado parcialmente y privatizado. Nació unanueva clase empresarial;
la antigua clase obrera protegida por la ley fue objeto de unaespecie de
jubilación colectiva para dejar sitio, por un lado, a una capa de técnicos
yobreros cualificados y, por otro, a un proletariado joven e inestable
procedente deléxodo rural, a menudo privado de derechos. Después de
beneficiarse durante un tiempode la descolectivización, el campesinado chino se
vio ante la amenaza de los mismosprocesos de desposesión que en los demás países
del “tercer mundo”. Las desigualdadessociales se han disparado y ha triunfado
la cultura del trepa: los pobres vuelven a sermarginados, los ricos reciben
todos los honores. El bucle de la contrarrevolución se hacerrado.El
nacionalismo. La evolución del nacionalismo chino ilustra asimismo
lasmetamorfosis del Partido Comunista. Desde las guerras del opio (1839-1860)
hasta lavictoria de la revolución en 1949, siempre ha constituido una dimensión
fundamental(cultural, política) de la resistencia a las agresiones japonesas y
occidentales, delcombate antiimperialista, de las aspiraciones a la
independencia, incluidas numerosasvariantes y combinaciones entre nostalgia del
pasado y modernismo, internacionalismoy xenofobia…En las décadas de 1920 y
1930, el Partido Comunista reconoció en su programa elderecho de
autodeterminación de los pueblos integrados en la periferia del
Imperio(Tíbet...). El chovinismo de la etnia han se afirmó posteriormente a
medida que sereforzó la burocracia en el seno de la República Popular y que las
tensiones chinosoviéticasfueron degenerando en un grave conflicto
interburocrático. Un “nacionalismode potencia” (pequeña o grande) es en cierto
modo consustancial a la burocracia, puessu marco de existencia es el Estado
nacional. El régimen chino actual hace gala de unnacionalismo de gran potencia
con sus ambiciones regionales. Este nacionalismotambién cumple la función de
llenar el vacío ideológico que ha dejado ladesacreditación del maoísmo. Puede
nutrirse de un profundo sinocentrismo, heredado deuna larga historia en que las
dinastías reinantes trataban a los países periféricos comoEstados vasallos. La
cuestión es que China recupere su gloria de antaño.La burguesía, de un siglo a
otro. El siglo pasado, el ascenso de la burguesía había sidofrenado por la
dictadura del Guomindang, antes de verse frustrado por la revolución.
Sinembargo, el capitalismo chino saca provecho hoy del radicalismo de la
revolución de1949. Sin ella, el país habría pasado a depender política y
económicamente de Japón o,más probablemente, del imperialismo estadounidense.
Sin ella, como ocurre en muchosotros países del “tercer mundo”, el capital
tendría muchas dificultades para liberarse delas trabas de las relaciones
sociales tradicionales en el mundo rural y del peso de laaristocracia
terrateniente.“Aprender, aprender, siempre aprender”Concluiremos con esta
famosa cita de Lenin. Aprendemos únicamente de la experienciahistórica. Pasando
de una sociedad de transición inestable a otra, la China del siglo XXvivió
sucesivas crisis y sus estructuras sociales se vieron sacudidas más de una vez
conlas primeras oleadas de la industrialización, un “desarrollo” muy desigual
según lasregiones, las tensiones agrarias, las guerras, la revolución y las
contrarrevoluciones.Aprender de la experiencia histórica exige evidentemente no
aferrarse a los textos, por“sagrados” que sean, ni petrificar el pensamiento de
las grandes figuras del movimientorevolucionario, por imponentes que sean. Por
ejemplo, no podemos leer los escritos deLenin de antes de 1914 olvidando que no
fue sino hasta después del comienzo de laprimera guerra mundial que profundizó
o elaboró sus posiciones sobre el Estado, elimperialismo, la dialéctica…¿Fue
Mao un teórico? La cuestión ha suscitado no pocos debates. Cuando se pone aescribir
en plan marxista, los resultados son muy poco convincentes, pues están
muymarcados por la vulgata estalinista. Sin embargo, me parece difícil ser un
gran estrategasin tener un pensamiento profundo y elaborado. Mao piensa, y
piensa a largo plazo,pero no “afina” los conceptos del materialismo histórico.
Por lo demás, rara vez sedesprende de las preocupaciones tácticas del momento.
Desde un punto de vistaconceptual, los estudios de Mao de los años veinte sobre
las clases sociales en Chinaparecen rudimentarios. Sin embargo, supo percibir
la dinámica potencial de losconflictos en el seno del mundo rural mejor que los
teóricos marxistas chinos de primerplano, cuya visión era todavía muy “urbana”.
Este entendimiento de la cuestióncampesina fue evidentemente decisivo en el
futuro. En cambio, sus escritos sobre laNueva Democracia presentan de manera
muy formalista la sucesión de las etapas que sesuponía marcarían el proceso
revolucionario después de la conquista del poder. Quiendesee aprender de la
revolución china hará bien en estudiar el curso real de las luchas declases
después de 1949, más que atenerse a la teoría oficial.Las crisis hacen aflorar
las realidades subyacentes, las contradicciones que operan enuna sociedad. La
China moderna constituye así un extraordinario laboratorio históricodel que
queda mucho por aprender, mucho más de lo que se ha señalado brevementeaquí.
¿Cómo se materializa concretamente una dinámica de revolución permanente?
Lacomplejidad de las relaciones entre los partidos y sus bases sociales; los
factores quepermitieron al PCC durante mucho tiempo funcionar eficazmente (el
papel de laexperimentación, de las conferencias de cuadros, su compromiso
militante…) ofavoreció el burocratismo, los privilegios y el culto a la
personalidad, etc.El fracaso final del Gran Salto Adelante no debe hacernos
olvidar que la direcciónmaoísta intentó inicialmente responder a problemas
reales; por ejemplo, cómo asegurarel desarrollo de las regiones del interior
para evitar un éxodo rural masivo hacia lasgrandes metrópolis de la costa; o
cómo concebir las comunas populares no solo comounidades de producción, sino
también como el marco en el que se puedan asegurar losservicios colectivos.
Asimismo, a pesar del caos trágico en que acabó, no se puedereducir la Revolución
Cultural a simples luchas entre fracciones del aparato o a unamanipulación de
las masas. La “RevoCul” en la “ChinaPop” no fue una simple escenade teatro
engañosa. Si el caos fue tan grande, si las movilizaciones escaparon a
todocontrol, está claro que se manifestaron con fuerza contradicciones sociales
realmenteexistentes. La historia de los “movimientos revolucionarios” de
1966-1968 siguemereciendo un estudio.La manera en que el poder logró salvar las
resistencias sociales para quitarse de encimatoda la herencia revolucionaria
también es muy interesante. Los campesinos, en la épocade Mao, no podían
desplazarse libremente, pues para trasladarse a la ciudad necesitabanun
permiso. De este modo se bloqueaba el éxodo rural, lo cual era precisamente elobjetivo
de esta política: evitar un gigantesco desplazamiento de la población hacia
lasregiones costeras y los centros urbanos. Sin embargo, este éxodo rural se
produjoposteriormente de todos modos, aunque fuera ilegalmente, formándose una
masa de“migrantes del interior”, sin papeles y por tanto sin derechos. Gracias
a ella, el régimenpudo expulsar del proceso de producción a la clase obrera de
las empresas del Estado,cuya sorda resistencia a las reformas no conseguía
quebrar, utilizando para ello, sobretodo en las nuevas zonas industriales, a
aquellos migrantes chinos. En Europa se conoceeste proceso pilotado de
sustitución cuando, en el sector público, los funcionarios sonreemplazados
gradualmente por otros asalariados de empresas privadas precarizados.Sin
embargo, en China, la sustitución afectó a un sector entero de la clase
obrera.La emergencia de China como potencia capitalista debe mucho,
efectivamente, al éxitoprevio de la revolución maoísta: liberación del país de
la dominación imperialista,industrialización, creación de conocimientos y
tecnologías independientes, educaciónmasiva y modernización de la sociedad… Una
vez derrotado el maoísmo, la nuevaburguesía china ha tomado el relevo. Después
de haberlo maldecido, ahora puede estarleagradecida. Las grandes revoluciones
del siglo XX perdieron su dinamismo bajo lapresión imperialista, corroídas
también desde dentro por el cáncer burocrático. Pero nodejaron de marcar con su
impronta el orden mundial. En particular, aflojaron el yugoimperialista y
abrieron brechas que aprovechan ahora ciertas burguesías del “tercermundo”. Sin
embargo, la partida no ha terminado. La memoria de las revoluciones deayer
todavía puede contribuir a los levantamientos anticapitalista.
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