viernes, 18 de noviembre de 2011

El fin de la era Berlusconi por Flavia D’Angeli


Berlusconi se ha ido por fin. Tras diez y siete años, es todo un ciclo político el que termina, y las fiestas en las calles, el sábado, la tarde de su dimisión, expresaban una espera demasiado larga que superaba las dinámicas de las políticas de los partidos institucionales por otra parte sorprendidos (y algunos bastante irritados) por el carácter espontáneo de la fiesta.
La era berlusconiana estaba potencialmente acabada desde de la ruptura con el presidente de la Asamblea Nacional, Fini, en diciembre de 2010, los escándalos que han marcado todo su último gobierno, y sobre todo las derrotas electorales en las elecciones municipales y regionales de la primavera pasada y en el referéndum contra lo nuclear, por el agua pública y contra la inmunidad penal del presidente del Consejo, en junio. Y, también, el gobierno cae a causa de una crisis económica cuyo alcance no ha comprendido y a la que no ha sabido responder, incluso desde el punto de vista de la patronal, más que con ataques severos contra los derechos de los trabajadores.
Serán precisos tiempo y distancia para sacar un verdadero balance de estos diez y siete años, pero es evidente que hoy es un velo el que se desgarra y la política italiana podrá volver a los debates sobre los programas, los contenidos y los planteamientos estratégicos más que contentarse con determinarse entre pro y anti Berlusconi. Esta trampa, por otra parte, ha contribuido bastante, con muchos errores y ambigüedades estratégicas, a la derrota de la izquierda radical italiana que ha sido dominada por la “exigencia” de construir el “frente democrático” contra Berlusconi.
Esto podrá quizá ayudar a clarificar también la naturaleza del nuevo gobierno de unidad nacional, si llega a ver la luz, que debería estar apoyado por todas las fuerzas parlamentarias a excepción de la Liga Norte.
El gobierno Monti (eminente tecnócrata, antiguo comisario de la UE) tiene un programa muy claro, idéntico al de la Confindustria (la CEOE italiana ndt) y del BCE, quizá un poco edulcorado por una “equidad” que significará hacer pagar a los trabajadores más que lo que pagarán las empresas y los bancos. El impuesto sobre la fortuna, del que se habla, no representará por otra parte más que una redistribución de recursos hacia el capital, tomando a las rentas e ingresos para financiar los bancos y las finanzas.
Es por tanto imperativo organizar la oposición más fuerte y más amplia posible contra el nuevo gobierno y las recetas antisociales a la griega que quiere adoptar (aumento de la edad de jubilación, reducción de los salarios del sector público, posibilidad de despidos en el sector público, privatizaciones…).
¿Qué oposición? ¿Con quién? ¿Cómo? La sociedad italiana, como ha demostrado el 15 de octubre y en el momento de la fiesta por la dimisión de Berlusconi, no está en este esquema y habrá que trabajar en todos los movimientos sociales, entre las fuerzas sindicales y políticas radicales, para construir un frente unitario que luche contra el nuevo gobierno, que no tardará en mostrar su verdadero rostro a amplias partes de la población.
Flavia D’Angeli es portavoz de Sinistra Critica

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