Himno del Partido socialista Francés y la Marseillaise-Vídeos
En el día en que es investido con el cargo
más alto del Estado, François Hollande dirige a los franceses un mensaje de confianza. En virtud de la
solidaridad europea, presente en la intención explícita de su autor, este
mensaje tiene también como destinatarios a todos los Ciudadanos Europeos.
La primera
condición de la confianza recuperada es la unidad de la Nación.
La confianza es indisociable de la ejemplaridad.
La confianza está en la esencia de la democracia.
La confianza se basa en la justicia.
Pero la justicia, está también en la
distribución del esfuerzo indispensable. No puede haber sacrificios para los
unos, cada vez más numerosos, y privilegios para los otros, sin cesar menos
numerosos.
la República
debe conceder la confianza a la juventud. Yo le devolveré el
lugar que debe ser el suyo. Es el fundamento de mi compromiso por la escuela de
la República, ya que su misión es vital para la cohesión de nuestro país, para
el éxito de nuestra economía y para la promoción de cada persona.
"Señoras, Señores, en este día, muchos
pueblos - y en primer lugar en Europa - nos esperan y nos observan. Europa
necesita proyectos, necesita solidaridad, necesita crecimiento para superar la
crisis que la afecta. A nuestros socios, les propondré un nuevo pacto que
combinará la reducción necesaria de las deudas públicas con el indispensable
estímulo de la economía."
"Francia es una Nación comprometida
con el mundo. Por su historia, por su cultura, por sus valores de humanismo, de
universalidad, de libertad, ocupa un lugar singular en el mundo. La Declaración
de los derechos humanos y del ciudadano dio la vuelta al mundo. Debemos ser, y
yo el primero, sus depositarios. Y situarnos junto a todas las fuerzas
democráticas del mundo que se recomiendan de estos principios.
Francia respetará a todos los pueblos, será
por todas partes fiel a la vocación que es la nuestra: defender la libertad de
los pueblos, el honor de los oprimidos y la dignidad de las mujeres."
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Traducción
del discurso completo pronunciado por François Hollande durante su investidura
como Presidente de la República Francesa, el 15.05.2012.
Señores Presidentes, Señoras y Señores,
En este día
en que soy investido con el cargo más alto del Estado, dirijo a los Franceses
un mensaje de confianza.
Somos un gran país que, en su historia, siempre ha sabido enfrentar las pruebas
y afrontar los retos que se le presentaban. Cada vez lo ha logrado,
permaneciendo fiel a sí mismo, siempre en la elevación y la apertura, nunca en
la bajeza y el disimulo.
Tal es el mandato que recibí del pueblo
francés el 6 de mayo: enderezar a Francia en la justicia, abrir una nueva vía
de esperanza en Europa, contribuir tanto a la paz en el mundo como a la
conservación del planeta.
Mido hoy mismo el peso de las dificultades
a las que se enfrenta nuestro país: una deuda masiva, un crecimiento escaso, un
elevado desempleo, una competitividad deteriorada y una Europa a quien le
cuesta mucho salir de la crisis. Pero lo afirmo aquí: no hay fatalidad, cuando
nos anima una voluntad común, que nos fijamos una dirección clara, y que movilizamos
plenamente las fuerzas y las bazas de Francia.
Estas fuerzas y bazas son considerables: la
productividad de nuestros trabajadores, la excelencia de nuestros
investigadores, el dinamismo de nuestros empresarios, el trabajo de nuestros
agricultores, la calidad de nuestro servicio público, la proyeccción
internacional de nuestra cultura y de nuestra lengua. Sin olvidar la vitalidad
de nuestra demografía y la paciencia de nuestra juventud.
La primera
condición de la confianza recuperada es la unidad de la Nación.
Nuestras diferencias no deben convertirse en divisiones, ni nuestras
diversidades en discordias. El país necesita apaciguamiento, reconciliación,
reunión. Es el papel del Presidente de la República el contribuir a hacer vivir
juntos a todos los Franceses -sin distinción de origen, de recorrido, de lugar,
de residencia-, en torno a los mismos valores, los de la República. Tal es mi
imperioso deber.
Cualquiera que sea nuestra edad,
cualesquiera que sean nuestras convicciones, dondequiera que vivamos, en el
Hexágono o en los territorios de ultramar, en nuestras ciudades, en nuestros
barrios, en nuestros territorios rurales, todos somos Francia. Una Francia no
sublevada contra otra, sino una Francia reunida en una misma comunidad de
destino.
Y yo reafirmaré en todas las circunstancias
nuestros principios intangibles de laicidad, al igual que lucharé contra el
racismo, contra el antisemitismo y contra todas las discriminaciones.
La confianza es indisociable de la ejemplaridad.
Como Presidente de la República, asumiré plenamente las responsabilidades
excepcionales de esta alta misión. Fijaré las prioridades pero no decidiré de
todo, para todo y por todas partes.
De acuerdo con la Constitución, el Gobierno
determinará y conducirá la política de la Nación. Se respetará al Parlamento en
sus derechos. La justicia dispondrá de todas las garantías de su independencia.
El poder en la cumbre del Estado se ejercerá con dignidad pero también con
simplicidad, con una gran ambición para nuestro país y con una escrupulosa
sobriedad en nuestro comportamiento.
El Estado será imparcial, porque es la
propiedad de todos los Franceses y, consiguientemente, no pertenece a los que
recibieron sus cargos por un tiempo limitado. Las normas de los nombramientos
de los responsables públicos serán reenforzadas. Y la honradez, la competencia
y el servicio del interés general serán los únicos criterios que determinen mis
elecciones para nombrar a los grandes servidores del Estado.
Francia tiene la suerte de disponer de una
función pública de gran calidad. Quiero expresarle mi reconocimiento y la
esperanza que pongo en ella y en cada uno de sus agentes.
La confianza está en la esencia de la democracia.
Creo en la democracia local, y me propongo revivificarla por un nuevo acto de
descentralización susceptible de dar nuevas libertades para el desarrollo de
nuestros territorios.
Creo en la democracia social y se abrirán
nuevos espacios de negociación para los interlocutores sociales, que respetaré:
tanto a los representantes de los sindicatos de asalariados, como a las
organizaciones profesionales. Creo en la democracia ciudadana, la de las
asociaciones y la de los compromisos cívicos que ella moviliza. Sostendré a los
voluntarios en su dedicación abnegada por la República.
La confianza se basa en la justicia. En las
elecciones. En la concepción misma de la creación de riqueza. Es hora de
restablecer la producción antes que la especulación, la inversión con futuro
antes que la satisfacción del presente, el empleo duradero antes que el
beneficio inmediato. Es hora de emprender la transición energética y ecológica.
Es hora de abrir una nueva frontera para el desarrollo tecnológico y para la
innovación.
Pero la justicia, está también en la
distribución del esfuerzo indispensable. No puede haber sacrificios para los
unos, cada vez más numerosos, y privilegios para los otros, sin cesar menos
numerosos. Será el sentido de las reformas que el Gobierno conducirá, con la
preocupación de recompensar el trabajo, el mérito, la iniciativa, y de
desalentar los ingresos y las remuneraciones exorbitantes. La justicia, será el
único criterio sobre el cual se tomará cada decisión pública, en nombre de la
República.
Por fin, la
República debe conceder la confianza a la juventud. Yo le devolveré el
lugar que debe ser el suyo. Es el fundamento de mi compromiso por la escuela de
la República, ya que su misión es vital para la cohesión de nuestro país, para
el éxito de nuestra economía y para la promoción de cada persona. Es la
voluntad que me anima para renovar la formación profesional, para acompañar a
los jóvenes hacia el empleo y luchar contra todas las precariedades. Será
también la hermosa idea del servicio cívico que me propongo reactivar.
Señoras, Señores, en este día, muchos
pueblos - y en primer lugar en Europa - nos esperan y nos observan. Europa
necesita proyectos, necesita solidaridad, necesita crecimiento para superar la
crisis que la afecta. A nuestros socios, les propondré un nuevo pacto que
combinará la reducción necesaria de las deudas públicas con el indispensable
estímulo de la economía.
Y les recordaré la necesidad para nuestro
continente de proteger, en un mundo tan inestable, no solamente sus valores
sino también sus intereses en nombre del principio de reciprocidad de nuestros
intercambios comerciales.
Francia es una Nación comprometida con el
mundo. Por su historia, por su cultura, por sus valores de humanismo, de
universalidad, de libertad, ocupa un lugar singular en el mundo. La Declaración
de los derechos humanos y del ciudadano dio la vuelta al mundo. Debemos ser, y
yo el primero, sus depositarios. Y situarnos junto a todas las fuerzas
democráticas del mundo que se recomiendan de estos principios.
Francia respetará a todos los pueblos, será
por todas partes fiel a la vocación que es la nuestra: defender la libertad de
los pueblos, el honor de los oprimidos y la dignidad de las mujeres.
En este momento, y soy consciente de su
solemnidad, cuando estoy siendo encargado de presidir el destino de nuestro
país y representarlo en el mundo, en este momento saludo a mis antecesores.
Todos los que antes que yo tuvieron la responsabilidad de pilotar la República.
Charles de Gaulle, que puso su prestigio al
servicio de la grandeza y de la soberanía de Francia. Georges Pompidou, que
hizo del imperativo industrial una apuesta a nivel nacional. Valery Giscard de
Estaing que reactivó la modernización de la sociedad francesa. François
Mitterrand, por quien tengo un pensamiento muy particular hoy mismo, que hizo
tanto para hacer avanzar las libertades y el progreso social. Jacques Chirac
que se señaló por su compromiso en pro de los valores de la República. Nicolas
Sarkozy, a quien expreso mis mejores deseos para la nueva vida que se abre ante
él.
Señoras, Señores, quiero servir una gran
causa: la reunificación, la recuperación, la superación, y abrigo la esperanza
de servirle de hilo conductor.
¡Viva la República, y viva
Francia!
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