En los últimos días los Haredim (“Temerosos de Dios”) o sea ultra-ortodoxos, en la ciudad de Beit Shemesh fueron noticia global. Miembros de este colectivo actuaron con violencia manifiesta y acciones de fuerza contra mujeres en la vía pública.
Los Haredim en esta localidad agredieron a mujeres y a su vez al equipo de noticias que cubría el hecho del Canal 10 de Israel. Según sus creencias la mujer ocupa un lugar muy inferior en relación al hombre y exigían con el furor que los llevó a ejercer la violencia, que las mujeres caminaran por veredas distintas a ellos. Una niña fue agredida por estos para que se cubriera los brazos, ya que de otra manera la consideraban impúdica.
No se puede esperar otra cosa de quienes son educados en valores que promueven la segregación y el odio a todo lo que no encuadra en su cosmovisión, un mundo guiado exclusivamente por las leyes religiosas según su peculiar interpretación de ellas. Incluso están convencidos que si esas leyes son transgredidas, en esa transgresión se fundamentan todos los males de la humanidad. Por lo cual la disciplina estricta a las mismas según su pensamiento es inquebrantable y quien se desvía en el cumplimiento debe ser considerado con todo rigor, un rigor que parece reconocer cada vez menos límites.
Siendo el 7% de la población del país, pero con un crecimiento vegetativo de casi 6%, cuando la media de los judíos no ortodoxos ni ultra-ortodoxos es de 1,9%, podrían llegar a ser en 2059 alrededor del 40% de la población.
El problema radica en varios ítems, en el 2040 el 78% de la población escolar será Haredí, eso significa que la educación que prevalecerá será la que reciben hoy día, o sea, una educación basada en los valores religiosos según su particular óptica, carentes en su currícula de ciencias, técnica e idiomas que desde ya los torna incapaces de ingresar al mercado laboral y que generan en ellos una aversión ciega e irreductible a lo que no concuerda con sus valores.
Esta población tiene un 52% de miembros que no trabajan por propia voluntad y representan el 56,8% de quienes viven por debajo de la línea de pobreza en Israel, basan sus vidas en el estudio de las escrituras sagradas, aparte reciben altas y desmedidas subvenciones estatales para sus escuelas y centros de enseñanza religiosa como para su vida cotidiana por vía del Seguro Nacional.
El último año recibieron para que sus representantes parlamentarios no se opusieran en la votación del presupuesto anual mil millones de shekels extra para sus escuelas (en euros debe dividirse por cinco y en dólar por cuatro). Los centros de enseñanza religiosa para adultos otros 940 millones extra de Shekels y los centros educativos religiosos para adultos en convenio con el ejército Yeshivot Esder en hebreo, recibieron sólo del Ministerio de Defensa, 15 millones extra de nuestra moneda. Aparte la población de la que hablamos recibió 500 millones extra por vía del Seguro Nacional para su vida cotidiana.
Es obvio que el apoyo del estado a tan regresivo sistema educativo no puede menos que desencadenar los hechos que vivimos ahora en Beit Shemesh e hipotecar el futuro del país, así se genera una población sub- calificada y con una escala de valores muy lejos de valores cívicos aceptables para el SXXI.
No olvidemos que estamos en un país donde hubo un magnicidio y fue un judío fanático el que asesinó a Itzjak Rabin.
Cuando existen guías espirituales como el Rabino Dov Lior, resulta que aparte de la incultura es posible sumar el odio y el desprecio al propio prójimo judío que no comparte sus premisas y mucho más al Otro no judío.
Lior es un adalid de los valores étnicos excluyentes y de las ideas expansionistas. Fue arrestado, interrogado y puesto en libertad hace no mucho tiempo, luego de negarse a comparecer en una investigación por su respaldo al polémico libro, "Torat Ha Melej" (La torah del Rey), en el que se justifica matar a los no- judíos en tiempos de guerra.
El libro es del Rabino Itzjak Shapira y éste último explica que efectivamente asevera tal criterio, pero detalla en su libro la complejidad de las cosas para llegar al hecho en cuestión, lo que hace de él sarcásticamente un exégeta de la ética.
Netanyahu arremetió entonces contra Lior, pero no tuvo problema en sentarse con él al retorno de su histórico choque de criterios con Obama, en la misma Yeshivah Mercaz Ha Rav liderada espiritualmente por el mismo piadoso hombre de fe.
En esa ocasión Bibi definió al conjunto de santos hombres presentes junto a Lior como “el comando de élite de nuestro pueblo”, una curiosa definición para un ámbito espiritual y de exégesis de la fe.
En los incidentes de Beit Shemesh tenemos el síntoma de una sociedad que debe replantearse sus cuestiones más fundamentales, entre ellas reforzar el concepto de lo ciudadano: integrar a las minorías a la ciudadanía plena, detener las actuales leyes y proyectos de ellas excluyentes, segregacionistas, anti-democráticas, que cercenan libertades y en algunos casos son claramente racistas, como también lograr la ciudadanización de estos colectivos ultra-ortodoxos. Estos últimos deben entender que la sociedad y la verdad no es propiedad privada de ellos y deben debatir los valores y creencias en armonía con el conjunto societario, no deben estar en el parlamento sólo para presionar prebendas a su favor.
En el caso de Beit Shemesh a los Haredim se los debe considerar delincuentes y reos en el sentido más absoluto del término.
Ni ellos pueden seguir cubriéndose con sus convicciones religiosas para entender las cosas como les apetece cuestionando la ley y el orden, como tampoco los gobiernos derechistas pueden seguir utilizando el odio innato de los Haredim para facilitar con comodidad sus propios populismos abyectos.
El conjunto de los ciudadanos que no somos Haredim alimentamos a esta población que nos odia pues no somos como se debe ser, pero cubrimos lo que ellos no aportan al PIB pues en su amplia mayoría no trabajan y si lo hacen, son sus devaluadas e inferiores mujeres.
Los ciudadanos no ultra-ortodoxos solventamos sus cargas sociales asistenciales que vuelven a ellos para alimentar el círculo vicioso de incultura, auto segregación y odio a los Otros.
Ese esfuerzo que realizamos todos los que no somos ultra ortodoxos, cubre el desequilibrio de 4 mil millones de dólares al año en el sistema de seguridad social generado por una población que hace de su interpretación particular de la Voluntad Divina la mejor forma de agredir al prójimo que los solventa.
Si queremos un país mejor es hora de pensar en elevar nuestro sistema societario, convirtiendo la virtud cívica republicana del derecho en el valor supremo y reemplazando la cuestiones étnicas por las ciudadanas, para sostener también la justicia distributiva y equitativa en la sociedad. Como dijo Montesquieu: Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa.
Es hora de legislar sobre estos temas para hacer una sociedad con más calidad de vida y digna de ser vivida salvaguardando el futuro del país.
*Carlos Braverman (Israel): Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles de Israel. Activista por una coexistencia judéo-árabe mutuamente justa y el altermundialismo. Miembro del Partido Meretz (Partido Socialista de Israel - Tel Aviv). Presidente del Instituto Campos Abiertos (Investigaciones en Ciencias Políticas).
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Derechos reservados: Instituto Campos Israel ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב
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