Las elecciones
adelantadas y no queridas pero con la expectativa de cerrar el ciclo de
Netanyahu
dejan ver los primeros nubarrones.
Una posible polarización obtusa obnubila el camino para construir algo mejor.
Si la consigna es Bibi a casa y la caída del Likud, dejamos de lado los temas sustanciales. No está dicho que Bibi gane las internas del Likud y que la presencia de Kahalon como opción de centro-derecha garantice una agenda electoral pulcra cuando los ítems de la decadencia desbordan cualquier inventario.
El aislamiento político internacional absolutamente ficticio pero provocador, la economía deteriorada, la emigración de israelíes en busca de mejores horizontes y una ocupación que ya no puede controlar el mínimo margen de ética, es un panorama sombrío que no se resuelve con la exclusión de Netanyahu y el Likud.
Una sociedad enferma y fascistizada con una legislación que aterra con su declive cuasi racista y la puja de lo escasamente lúcido que aún queda para limitar o anular su acción destructiva, exige un programa y una alianza de sectores interesados en impulsarlos. Shaul Mofaz (General Retirado), ex likud, ex kadima, y hoy fichado por el Laborismo es un síntoma de lo que puede ser la banalidad cuando la cornisa es el camino más estable que recorremos. Hay que ver todavía el éxodo de las filas de la otrora rutilante estrella Lapid, nunca mostró su calidad liberal desde que entró en la coalición. En estos días coquetea con Bennet y Lieberman como si buscara etiquetar su suicidio político ya sucedido hace tiempo.
Meretz que según las encuestas aumenta un tercio sus mandatos y recupera sus mejores momentos sabe conducirse en coyunturas pero le falta un buen criterio de estrategia
La élite política se resiste a no vincularse con los principios, es necesario el coraje para poner fin a la ocupación y consagrar una constitución democrática liberal para garantizar los derechos humanos.
Es difícil aún imaginar a mediocres reaccionarios racistas gobernando nuestro país. Políticos como Feiglin, Elkin, Naftali Bennett, Uri Ariel, Miri Regev y Ayelet Shaked existen porque la ocupación y los asentamientos los crearon ellos y son el reflejo de su calidad humana denigrante.
Nunca nadie imaginó la posibilidad real de que el poder caería un día en manos de gente como ésta, es decir de trágicos sepultureros de la libertad y la igualdad, que arrastran a Israel hacia la violencia y el fanatismo. Los partidos de centro y de la izquierda cualquiera sea su tono harían bien en reconsiderar estrategias y proyectos para sacar a Israel con energía y honestidad de un futuro más calamitoso que nuestro presente.
dejan ver los primeros nubarrones.
Una posible polarización obtusa obnubila el camino para construir algo mejor.
Si la consigna es Bibi a casa y la caída del Likud, dejamos de lado los temas sustanciales. No está dicho que Bibi gane las internas del Likud y que la presencia de Kahalon como opción de centro-derecha garantice una agenda electoral pulcra cuando los ítems de la decadencia desbordan cualquier inventario.
El aislamiento político internacional absolutamente ficticio pero provocador, la economía deteriorada, la emigración de israelíes en busca de mejores horizontes y una ocupación que ya no puede controlar el mínimo margen de ética, es un panorama sombrío que no se resuelve con la exclusión de Netanyahu y el Likud.
Una sociedad enferma y fascistizada con una legislación que aterra con su declive cuasi racista y la puja de lo escasamente lúcido que aún queda para limitar o anular su acción destructiva, exige un programa y una alianza de sectores interesados en impulsarlos. Shaul Mofaz (General Retirado), ex likud, ex kadima, y hoy fichado por el Laborismo es un síntoma de lo que puede ser la banalidad cuando la cornisa es el camino más estable que recorremos. Hay que ver todavía el éxodo de las filas de la otrora rutilante estrella Lapid, nunca mostró su calidad liberal desde que entró en la coalición. En estos días coquetea con Bennet y Lieberman como si buscara etiquetar su suicidio político ya sucedido hace tiempo.
Meretz que según las encuestas aumenta un tercio sus mandatos y recupera sus mejores momentos sabe conducirse en coyunturas pero le falta un buen criterio de estrategia
La élite política se resiste a no vincularse con los principios, es necesario el coraje para poner fin a la ocupación y consagrar una constitución democrática liberal para garantizar los derechos humanos.
Es difícil aún imaginar a mediocres reaccionarios racistas gobernando nuestro país. Políticos como Feiglin, Elkin, Naftali Bennett, Uri Ariel, Miri Regev y Ayelet Shaked existen porque la ocupación y los asentamientos los crearon ellos y son el reflejo de su calidad humana denigrante.
Nunca nadie imaginó la posibilidad real de que el poder caería un día en manos de gente como ésta, es decir de trágicos sepultureros de la libertad y la igualdad, que arrastran a Israel hacia la violencia y el fanatismo. Los partidos de centro y de la izquierda cualquiera sea su tono harían bien en reconsiderar estrategias y proyectos para sacar a Israel con energía y honestidad de un futuro más calamitoso que nuestro presente.
*Carlos
Braverman es Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos
Civiles en Israel, miembro de “Yo soy israelí-Ani israelí”. Es miembro del
Partido Socialista de Israel (Meretz), e integrante de Paz Ahora (Shalom
Ajshav). Es Presidente del Instituto Campos Abiertos de Israel (Investigación y
desarrollo en Ciencia Política). Su trabajo está centrado en la investigación,
la academia, la docencia y la actividad política; así como en el periodismo y
el trabajo por los derechos civiles.
Derechos reservados: Carlos Braverman ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב
Derechos reservados: Carlos Braverman ISBN963-03- 0316- 2 מסת"ב