miércoles, 3 de abril de 2013

La necesidad de que mucha gente comprenda por qué hay desempleo



Por José Estrada Cruz
   
 Se puede afirmar que el aumento exponencial de las prácticas de negocios ficticios y especulativos, en los últimos tiempos, inseparables del funcionamiento del sistema capitalista, igualmente serán victimas del mismo proceso de estrechamiento y obturación de sus vías.
El paro es una lacra del sistema social en que vivimos, que se basa en conseguir  los máximos beneficios o de no perderlos, a costa de los trabajadores, tanto si están trabajando, “como si están en paro”. El sistema social en el que vivimos se impone por aquellos que se adueñaron de los medios de producción, con el poder económico y político a su servicio. Y es de este sistema, de donde, desde hace mucho tiempo, brotan todos los males de este mundo. Se llama sistema capitalista.

El sistema capitalista funciona para obtener beneficios para si mismo, para sus principales accionistas, y no para distribuirlo con el resto de las sociedad. Al resto de la sociedad, o sea a quienes trabajamos creando riqueza para los capitalistas, se nos asigna un salario para “asegurar” la reproducción de la fuerza que estos necesitan, es decir, para que nos alimentemos, consumamos y continuemos creando riqueza constantemente para ellos.

 La clase capitalista, para seguir venciendo y sometiendo a la clase obrera, puso siempre su mayor empeño y esfuerzo en tenerla dividida. Por ello, en los últimos tiempos, (en que sus contradicciones se agudizan) cambiaron leyes e impusieron nuevas normas de explotación tratando de crear clases entre la misma clase obrera: Nos referimos a la introducción de la figura de los autónomos y al de los subcontratistas, cuya finalidad del capitalismo (de las grandes empresas) además de dividirles, ha sido el de camuflar su relación y responsabilidad directa con gran parte de los asalariados, y por tanto para desviar el conflicto situándolo en el seno de la clase obrera; enfrentando a los trabajadores que son conscientes de seguir siendo asalariados y a los que piensan que han dejado de serlo. Me refiero concretamente, a la atomización que han hecho, sobretodo, en las grandes empresas: muchos de los trabajos necesarios a la producción o servicio, inherentes a estas, que siempre fueron efectuados con trabajadores de plantilla (mantenimiento, servicio etc.) fueron segregados hacía diversas empresas, mayormente pequeñas y autónomos. Igualmente sucede en las grandes obras en las que las principales  empresas se hacían cargo de todo el trabajo y de la contratación de todo el personal necesario, convirtiéndolas después en multitud de subcontratas y autónomos, transformando estos centros de trabajo en torres de babel de la desunión obrera.

Como podemos comprobar ahora; asalariados clásicos, autónomos que habían creído haber dejado de ser asalariados y, subcontratistas que pensaban que habían pasado a formar parte de los empresarios para siempre, hoy; unos y otros se encuentran en el mismo trastero del desempleo; incluso muchos de estos dos últimos modelos de explotados, (autónomos y subcontratistas), por diversos motivos y responsabilidades que les habían endosado los verdaderos capitalistas, ahora se encuentran con un panorama económico más crudo que el de algunos de los asalariados de siempre. Todo y que, los demás pudimos pensar que los subcontratistas, mientras duró el “guateque”, fueron explotadores de verdad, en realidad venían a ser una especie de encargados/as independientes, a los que se les había endosado una enorme responsabilidad respecto a la que tenían cuando estaban contratados directamente por la empresa. En resumidas cuentas lo único que variaba, era, que si la producción funcionaba a tope estos participaban de algunas zurrapas de plusvalía de cada trabajador contratado por ellos mismos.

Así, desde los años 80 a nuestros días; en magnas obras de construcción, en grandes empresas de todo tipo y en grandes superficies comerciales; el desarrollo de estos modelos de subcontratas y de autónomos, ha supuesto, un eficaz escape del sistema capitalista para obstaculizar conflictos, y esquivar con más facilidad sus contradicciones. Las nuevas variantes que la gran burguesía ha ido acoplando, convenientemente, a la explotación de las capas populares, ha generado, en estas, mayor complejidad en su división y enredos a la hora de encontrar respuestas como clase.

El capitalismo pues, su funcionamiento, es perjudicial para la inmensa mayoría de la humanidad y de la naturaleza. El capitalismo, como decíamos al principio, está basado en la obtención del máximo beneficio particular y por ello está obligado a competir en su propio seno. Competir en el sistema capitalista significa, producir y servir con los menos costes posibles, lo que se consigue, normalmente, reduciendo plantilla de asalariados, reduciendo los salarios, alargando la jornada de trabajo e incrementando los ritmos de faena.  Pero al mismo tiempo, el capitalismo, para conseguir ganancias a costa de lo que sea, también es depredador de la naturaleza explotándola e hiriéndola sin compasión alguna. En esta guerra de explotación criminal y sin escrúpulos, que ellos llaman competitividad y en la que todos los capitalistas actúan del mismo modo, (en esa batalla infernal), unas empresas se refuerzan, algunas sobreviven y otras caen y desaparecen, siendo siempre los trabajadores los que generalmente pagan las peores consecuencias. El mejor ejemplo es la situación que hoy estamos padeciendo.

Se puede afirmar que el aumento exponencial de las prácticas de negocios ficticios y especulativos, en los últimos tiempos, inseparables del funcionamiento del sistema capitalista, igualmente serán victimas del mismo proceso de estrechamiento y obturación de sus vías. Sus límites están a punto de aparecer y así mismo, su declive vertiginoso y final.

Para toda persona consciente (en “nuestro” primer mundo), lo inconcebible de este panorama, es que a estas alturas del camino, tras de haber dejado siglos de hambre, de miseria y guerras; aquí, donde se han conseguido capacidades para obtener bienestar “sin limites”; siendo la realidad que el problema que nos envuelve es de súper riqueza, de superproducción, tanta, que ni toda la humanidad sería capaz de abastecer su consumo, (menos aún, cuando toda esta magna producción va dirigida sólo a los países más avanzados), por ello, es preciso insistir en que es inconcebible e inaceptable que estén metiendo a los pueblos, más avanzados, en esos mismos contextos de pobreza, de miseria y caridad tercermundista. Masivamente la gente, en Europa, no comprende por que un vendaval de aberraciones la está empujando a regresar y a sufrir condiciones de vida, incluso del siglo XVIII, y además en un contesto más peligroso. Por eso es tan urgente fabricar conciencia masiva para  acabar con el sistema aberrante del capitalismo, sustituyéndolo por la socialización de todos los elementos que afectan a la humanidad.

Sin embargo, de momento, en este espinoso cenagal en que han metido a todas las personas de la “noche a la mañana”, muchas de estas, “acostumbradas a no querer” saber de política, indefensas por su desconocimiento de cómo se dirime la lucha de clases y angustiadas por ser víctimas de un inesperado robo que las deja en la indigencia, optan por cruzarse de brazos, por confiar en la caridad, incluso por buscar salida en la autodestrucción. (El suicidio).

En este drama hay mucha gente, con una formación política a “medias”, que se pregunta: ¿como es posible que haya seres humanos que emprendan hacía  esas vías, de sumisión y autodestrucción, en vez de enfrentarse con los culpables de sus desgracias? Pues bien esta es una pregunta, que precede a una científica respuesta, que no es fácil de comprender porque la misma siempre fue uno de los quid de la cuestión: las personas son cruelmente alienadas. Y en estos momentos, la alienación, esta práctica de destrucción de los seres humanos, campa a sus anchas en límites inimaginables, por las magníficas capacidades creadas, aplicadas y aprendidas, tanto de tipo mecánicas-virtuales como psicológicas.
De la Web Kaos en la Red


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