martes, 11 de enero de 2011

Israel y las mayorías paradojales por Carlos Braverman


Cuando hablamos de mayoría en la democracia, es inevitable referirse a la confrontación de diferentes mayorías entre sí. Se podría llegar a decir que hablamos de varias mayorías o de una minoría que sea la mayor entre todas las restantes minorías
Pero en Israel la mayoría se compone de minorías que parecen anexar mayorías, cuestión por demás paradojal para el análisis político.
Así el actual equilibrio político de poder ha creado un parlamento cuya legislación está arrastrando a Israel hasta el final de la lista de los países aceptables. La democracia se distorsiona hasta consolidarse como un gobierno sin restricciones para la supuesta mayoría total y sin límites. Si la mayoría surge universalmente por deliberación o agregación de intereses que contemplan acuerdos o consensos, en Israel la mayoría surge de minorías “activistas” en el lenguaje político local o proactivas en buen español, que engloban a mayorías no activas. El sistema está atrofiado y para que los mecanismos funcionen es necesario consolidar verdaderas mayorías, para reactivar una vida institucional sana. Siempre dije que es peor carecer de oposición que padecer pésimos gobiernos.
La democracia está devaluada en aspectos vitales como el derecho a la libertad, a la igualdad y en tanto medio para garantizar los derechos del individuo. El israelí promedio no alcanza a comprender los límites de esta mayoría ilusoria, hace falta algo más para decidir quién puede ser juez o preservar los derechos inalienables de las minorías, hace falta consenso y para ello una fuerza capaz de ofertar una perspectiva diferente.
Por este camino la sociedad israelí es incapaz de producir la fuerza moral e intelectual necesarias para poner fin a la ocupación y al racismo que nos inunda. A mi entender forman un mismo bloque las minorías anexionistas o racistas, que los que aceptan estas situaciones de hecho y forman una mayoría tanto paradojal como ilusoria con las minorías “activistas”.
Este mal viento que sopla en el país incluye a los rabinos que prohíben el alquiler de apartamentos a los árabes, a los jóvenes judíos que atacaron a transeúntes árabes, a los residentes judíos de Bat Yam que exigen que su ciudad sea sólo judía. Sin olvidar a los residentes judíos del barrio Hatikva de Tel Aviv que manifestaron contra los habitantes del mismo que no son judíos.
Una serie de incidentes aparentemente no relacionados y ni siquiera similares, han creado una nueva atmósfera de xenofobia. Han convertido estas minorías a Israel en un país que emana un hedor xenófobo contaminando el discurso público con conceptos espúreos que pretenden aunar una mayoría imaginaria como dije antes, pues entienden que es el mejor campo para establecer la viabilidad de sus objetivos.
Cuando la solidaridad social se ha perdido y se reemplaza con amargura y desesperación, es fácil propagar microbios racistas en el tejido social enfermo. Muchos israelíes se han distanciado del liberalismo y adoptaron valores alternativos oscuros y peligrosos.
Los cambios globales hicieron que la sociedad israelí se convirtiera en una sociedad multicultural y multicomunal, pero que no sabe cómo organizar las relaciones entre las diversas minorías o entre las minorías y el estado. El resultado inevitable es la fricción, las amenazas, temores mutuos y un repulsivo estallido de odio.
Sólo la actividad conjunta y decidida contra este estado de cosas de las mayorías que lo desaprueban, frenará el frenesí xenófobo y restaurará a Israel su mejor rostro.
El gobierno no puede ser cambiado sin la movilización y protesta de aquellos sobre los que intenta apoyarse y como expliqué antes le otorgan una mayoría paradojal a la minoría activista. Un país donde el costo de la vida, incluyendo el precio del agua, está aumentando más allá de la capacidad de una persona que trabaja para pagar por ellos, donde la pobreza se está extendiendo, donde una pareja en que ambos trabajan y reciben sueldos casi promedios pueden considerarse pobre por la caída de los salarios en relación al costo de vida, donde un gran porcentaje de los jóvenes no quieren servir en el ejército, ya no puede continuar inclinado hacia la derecha. La izquierda concentra su energía en la ocupación, el muro de separación y el barrio de Jerusalén Oriental Sheikh Jarrah. Son puntos importantes, necesarios pero no suficientes a esta altura, falta acompañar la lucha social de las clases no beneficiadas y de los segmentos de población más débil y dañada, se debe ser muy exigente en una perspectiva viable para crear la oposición al gobierno en todos los estamentos del país.
Sería muy decepcionante que la izquierda no posea un proyecto y alternativa para derrocar al gobierno. Espero que no nos embriaguemos con manifestaciones, manifiestos, condenas y compitiendo por espacios que todos debemos compartir en esta empresa de superar la actual etapa de declinación.
*Carlos Braverman (Israel): Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles de Israel. Activista por una coexistencia judeo-árabe mutuamente justa y el altermundialismo. Miembro del Partido Meretz (Partido Socialista de Israel - Tel Aviv). Presidente del Instituto Campos Abiertos (Investigaciones en Ciencias Políticas).
Derechos reservados Instituto Campos Abiertos Israel ISBN 965 387 008 9

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