domingo, 8 de julio de 2012

Por una ciudadanía democrática radical


Chantal Mouffe: por una ciudadanía democrática radical

Juan Manuel Vera

                                                          
Reseña del libro de Chantal Mouffe, El retorno de lo político (Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical), Paidós, 1999. Publicada en Iniciativa Socialista nº 54, otoño 1999


    En los años ochenta, el ensayo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe Hegemonía y estrategia socialista supuso un revulsivo muy necesario en el pensamiento de la izquierda. Con toda claridad, esa obra investigaba las razones de fondo de la crisis del marxismo, abordando, con radicalidad y amplitud de miras, la incapacidad del socialismo tradicional para dar respuesta a los retos de la revolución democrática. Ese enfoque suponía una deconstrucción de los conceptos esenciales del marxismo, rechazando su perspectiva esencialista acerca de la constitución de las identidades colectivas. Al mismo tiempo, sus autores llegaban a unas conclusiones muy diferentes a las de otras visiones "posmodernas", en las cuales el descentramiento y la dispersión de las posiciones de sujeto se transforma en separación efectiva, en una eliminación de la política. En la propuesta teórica de Laclau y Mouffe se trata de una deconstrucción que precede y, al mismo tiempo, acompaña a una radicalización del proyecto político de la modernidad. Precisamente, su libro presentaba, junto a la negación de la naturaleza preconstituida del sujeto político, un proyecto de búsqueda de nuevas formas de articulación, de nuevas prácticas hegemónicas.    

    Así, en Hegemonía y estrategia socialista se redefinía el proyecto socialista en términos de "democracia plural y radical", representándolo como una extensión de la democracia a un amplio espectro de relaciones sociales. La intención de sus autores era reinscribir las metas socialistas en el marco de una democracia pluralista radicalizada.

    Recientemente se ha publicado El retorno de lo político, una colección de ensayos de Chantal Mouffe, inscritos en el mismo marco analítico, donde se abordan las disyuntivas que plantea el actual renacimiento de la filosofía política. Dicho renacimiento está dominado por el debate entre el liberalismo kantiano de Rawls y las críticas comunitaristas a las que ha sido sometido.

    Estos ensayos se sitúan en una posición crítica respecto a Rawls, con el que comparte el objetivo de defender el liberalismo político y el pluralismo, pero del que rechaza su visión individualista y su completa ceguera respecto a la lucha política. Mouffe señala que si Rawls tiene razón en querer defender el pluralismo y los derechos individuales, se equivoca en creer que ese proyecto exige el rechazo de cualquier idea posible de bien común. La prioridad del derecho por la que Rawls aboga sólo puede darse en el marco de una comunidad política que acepta los principios de igualdad y de libertad. La democracia no es, para nuestra autora, un mero procedimiento, como en la versión de Bobbio, sino un régimen político. Así, un régimen democrático liberal no es ni puede ser agnóstico en lo relativo al bien político, pues se define y constituye por su afirmación de determinados valores.

     Mouffe tampoco se identifica con los críticos comunitaristas de Rawls, representados por el republicanismo cívico de autores como Taylor o McIntyre. Comparte con ellos el criterio de que los individuos con sus derechos sólo pueden existir dentro de una concreta comunidad política o la idea de que la identidad del ser humano se construye en el seno de una comunidad de lenguajes, significados y sentidos. Sin embargo, considera que la insistencia en una concepción sustantiva del bien común, de una comunidad participativa y unida, propicia el rechazo del pluralismo y de la prioridad de la justicia y supone un alejamiento de los principios liberales.    

    En oposición al liberalismo de Rawls, que elimina la idea de bien común, y al republicanismo cívico, que la reifica, una interpretación democrática radical ve el bien común como "un punto que se desvanece", algo siempre presente en nuestro actuar como ciudadanos pero nunca un horizonte definitivo. Así, para Mouffe el bien común funciona, por un lado, como un "imaginario social" (un horizonte de representaciones posibles) y, por otro, como una "gramática de la conducta" (p.122).

    Por otra parte, desde su perspectiva "antiesencialista", Mouffe incide en la inevitabilidad del poder y del antagonismo, como rasgos de lo político, según se indica en su propio prefacio, situándose plenamente en la tradición de Maquiavelo sobre el papel esencial del conflicto en la preservación de la libertad.    Frente al enfoque individualista y contractualista, destaca el protagonismo de las pasiones en la política y la necesidad de movilizarlas hacia objetivos democráticos, afirmando que "no se puede reducir la política a la racionalidad, precisamente porque la política indica los límites de la racionalidad", con su perpetua construcción de antagonismos. Así, la ausencia de apuestas colectivas, de auténticas alternativas políticas democráticas, que permitan cristalizar las identificaciones colectivas y las pasiones políticas, sería una fuente de peligros para el proceso democrático. El emprobrecimiento de la lucha política y la carencia de alternativas, la uniformización del modelo, puede abrir el espacio público a la formulación de proyectos ultranacionalistas, étnicos o religiosos, por parte de los enemigos de los valores democráticos y liberales.

    Para entender la modernidad política es preciso distinguir, como hizo Stuart Mill, la tradición liberal y la tradición democrática. Compatibilizar liberalismo y democracia exige defender el pluralismo. Este es, más que la tolerancia, la aceptación de una mutación simbólica producida por la revolución democrática que ha supuesto el final de un tipo jerárquico de sociedad organizada en torno a una sola concepción sustancial del bien común. En una sociedad cuyos principios sean la libertad y la igualdad, siempre habrá interpretaciones en pugna sobre los mismos, formas alternativas de institucionalización y de definición de las relaciones sociales a las que han de aplicarse. En el modelo de Mouffe, una concepción prevaleciente del bien común en una sociedad sólo puede entenderse como el producto de una hegemonía social. En un sentido diferente al de Gramsci, la hegemonía refleja unas determinadas relaciones de fuerza. Sin embargo, como destaca Lefort, la democracia ha instituido el poder como un espacio vacío, donde nunca puede afirmarse una concepción definitiva y sustantiva del bien común, pues los principios de libertad y de igualdad siempre pueden ser reformulados. Siempre es posible desafiar una hegemonía dada.

    El proyecto de democracia radical y plural significa la lucha por establecer una nueva hegemonía. Una filosofía política democrático radical tiene el objetivo de profundizar la revolución democrática, radicalizando los valores de libertad y de igualdad y dando un sentido común a las distintas luchas sociales contra la dominación. Su objetivo es utilizar los recursos simbólicos de la tradición democrático liberal para esa lucha por la profundización de la revolución democrática.

    La pregunta esencial del libro de Mouffe es: "¿cómo deberíamos entender la ciudadanía cuando nuestra meta es una democracia radical y plural?". En su respuesta, la ciudadanía no es una identidad entre otras ni la identidad dominante que se impone a otras: es un principio de articulación que afecta a las diferentes posiciones subjetivas del agente social. Una interpretación democrática radical enfatiza las múltiples relaciones sociales en las que existen relaciones de dominación contra las que hay que luchar si se quieren aplicar los principios de igualdad y de libertad. La construcción de una identidad democrática-radical es la construcción de un "nosotros" preciso para actuar en política y transformar la realidad, permitiendo la identificación de quienes combaten las diferentes formas de dominación.

    La desdichada evolución de la izquierda democrática occidental hacia la aceptación del liberalismo económico, en lugar de profundizar en el liberalismo político, sitúa las ideas de Mouffe, hoy en día, en la encrucijada más importante para una reconstrucción profunda del proyecto de autonomía. La confusión entre liberalismo político y liberalismo económico sigue siendo el punto nodal de la parálisis de la izquierda. El hecho de que la llamada "tercera vía" rehuya frontalmente el espectro de la democracia radical, hace especialmente útil una reflexión desde los parámetros políticos que nos propone. El vertiginoso fracaso al que están abocados los proyectos de Blair y de Schröder demuestra, una vez más, que el marketing no puede convertir esquemas políticos cobardes y acomodaticios en una nueva estrategia reformadora ni generar un auténtico resurgir de la ciudadanía.
    

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