viernes, 15 de junio de 2012

Guerra y mentiras por Uri Avnery



Original en hebreo Gush  Shalom en español Carlos Braverman:
Esta semana se cumplen treinta años de la incursión del ejército israelí en Líbano que dio comienzo a la guerra más estúpida de la historia de Israel. Duró 18 años. Cerca de 1.500 soldados israelíes y un número incalculable de libaneses y palestinos fueron asesinados.
Casi todas las guerras se basan en mentiras. Las mentiras se consideran instrumentos legítimos de la guerra. La guerra del Líbano I (como se llamó más tarde) fue un glorioso ejemplo.
De principio a fin (si es que ya ha terminado), fue una guerra de engaños, mentiras y falsedades.
La mentira comenzó con el nombre oficial: "Operación Paz en Galilea".
Si uno pregunta ahora a los israelíes, el 99,99% de ellos va a decir con toda sinceridad: "No teníamos otra opción. Ellos lanzaron cohetes Katyusha a Galilea desde el Líbano todos los días. Tuvimos que pararlos”. Presentadores de TV y ex ministros del gabinete lo han estado repitiendo durante toda la semana. Sinceramente. Incluso personas que ya eran adultos en ese momento.
El hecho concreto es que durante los 11 meses anteriores a la guerra no hubo un solo disparo a través de la frontera israelí-libanesa. Estaba vigente un alto el fuego y en el otro lado de la frontera los palestinos lo cumplían escrupulosamente. Para sorpresa de todos, Yasser Arafat logró imponer ese alto el fuego a todas las facciones palestinas, incluso las más radicalizadas.
A finales de mayo el ministro de Defensa, Ariel Sharon, se reunió con el Secretario de Estado de EE.UU. Alexander Haig en Washington DC. Pidió un acuerdo estadounidense para invadir Líbano. Haig, dijo que Estados Unidos no podía permitirlo a menos que hubiera una clara provocación reconocida internacionalmente.
Y entonces apareció la provocación. Abu Nidal, experto terrorista y enemigo de la OLP y de Arafat, envió a su primo para asesinar al embajador israelí en Londres, que resultó gravemente herido.
En represalia, Israel bombardeó Beirut y los palestinos volvieron a disparar, como se esperaba. El primer ministro, Menajem Begin, dio permiso a Sharon para invadir el territorio libanés hasta 40 km. "para poner los asentamientos de Galilea fuera del alcance de los Katyusha".
Cuando uno de los jefes de inteligencia informó a Begin en una reunión de gabinete de que la organización de Abu Nidal no era miembro de la OLP, Begin respondió: "Todos ellos son OLP".
El general Matti Peled, mi socio político en esa época, creía firmemente que Abu Nidal había actuado como agente de Sharon. Lo mismo pensaban todos los palestinos que conozco.
La mentira “disparaban contra nosotros todos los días" caló tan hondo en el público que hoy es inútil discutirlo. Es un ejemplo ilustrativo de cómo un mito puede tomar posesión de la mente del público, e incluso de las personas que han visto lo contrario con sus propios ojos.
Nueve meses antes de la guerra Sharon me habló de su plan para un Nuevo Oriente Medio.
Yo estaba escribiendo un extenso artículo biográfico sobre él con su cooperación. Él creía en mi integridad periodística, por lo que me habló de su plan "extraoficialmente" y me permitió publicarlo, pero sin citarlo. Así que lo hice.
Sharon tenía una peligrosa mezcla mental: una mente primitiva exenta de todo conocimiento de la historia (no judía) y un fatal deseo de "grandes proyectos". Despreciaba a todos los políticos, incluido Beguin, y los calificaba de enanos desprovistos de visión e imaginación.
Su diseño para la región, como me dijo entonces (y publiqué nueve meses antes de la guerra), era:
1.- Atacar el Líbano e instalar a un dictador cristiano que serviría a Israel.
2.- Expulsar a los sirios del Líbano.
3.- Conducir a los palestinos del Líbano a Siria, desde donde los expulsarían los sirios a Jordania.
4.- Conseguir que los palestinos lleven a cabo una revolución en Jordania, derroten al rey Hussein y convertir Jordania en un Estado palestino.
5.- Establecer una organización funcional para que el Estado palestino (en Jordania) comparta el poder en Cisjordania con Israel.
Portador de una mentalidad unidireccional, Sharon convenció a Beguin para iniciar la guerra, diciéndole que el único objetivo era empujar a la OLP 40 kilómetros. A continuación instaló a Bashir Gemayel, como dictador de Líbano. Luego dejó que las Falanges cristianas llevaran a cabo la masacre de Sabra y Chatila con el fin de aterrorizar a los palestinos y forzarlos a huir a Siria.
Los resultados de la guerra fueron lo contrario de sus expectativas. Bashir fue asesinado por los sirios y su hermano, ungido por las armas israelíes, era un hombre débil e ineficaz. Los sirios reforzaron su control sobre Líbano. La horrible masacre no indujo a los palestinos a huir. Permanecieron allí. Hussein siguió en su trono. Jordania no se convirtió en Palestina. Arafat con sus hombres armados fue evacuado a Túnez, donde consiguieron impresionantes victorias políticas, los reconocieron como “únicos representantes del pueblo palestino” y finalmente regresaron a Palestina.
El plan militar fue mal desde el principio, lo mismo que el plan político. Al celebrarse en Israel como una gloriosa victoria militar, la guerra no enseñó nada, con lo que la segunda guerra de Líbano, 24 años después, fue un desastre militar todavía mayor.
El hecho es simplemente que en 1982 ninguna unidad del ejército alcanzó su objetivo, y menos aún a tiempo. La valiente resistencia palestina en Sidón (Saida) puso en vilo al ejército y Beirut estaba todavía fuera del alcance cuando se declaró el alto el fuego. Sharon simplemente lo rompió, y sólo entonces sus tropas cercaron con éxito la ciudad y entraron en su parte oriental.
Contrariamente a la promesa que hizo a Beguin (me la repitió en ese momento un socio de la coalición de muy alto nivel), Sharon atacó al ejército sirio con el fin de alcanzar y cortar la carretera Beirut-Damasco. Las unidades israelíes en ese frente nunca llegaron a la carretera de vital importancia, y en cambio sufrieron una estrepitosa derrota en Sultan Yacoub.
 No es de extrañar. El Jefe de Estado Mayor Rafael Eitan, conocido como Raful, fue nombrado por el predecesor de Sharon, Ezer Weizman. En su momento pregunté a Weizman por qué había nombrado a un tonto total. Su respuesta típica fue: "Yo tengo inteligencia por los dos. Él solo tiene que ejecutar mis órdenes”. Pero Weizman renunció y se quedó Raful.
Uno de los resultados más significativos y duraderos de la primera guerra de Líbano se refiere a los chiíes.
De 1949 a 1970, la frontera libanesa fue la más tranquila de todas nuestras fronteras. La gente que cruzaba por error regresaba a su casa. Se decía comúnmente que "Líbano será el segundo estado árabe que hará la paz con Israel", porque no se atrevía a ser el primero.
La población de mayoría chií en el otro lado de la frontera era entonces la más oprimida e indefensa entre las diversas comunidades étnicas-religiosas de Líbano. Cuando el rey Hussein, con la ayuda de Israel, expulsó a las fuerzas de la OLP de Jordania en el "Septiembre Negro" de 1970, los palestinos se establecieron en el sur de Líbano y se convirtieron en los gobernantes de la región fronteriza, que pronto se conoció en Israel como "Fatahlandia".
A la población chií no le gustaban sus nuevos amos prepotentes palestinos, que eran suníes. Cuando las tropas de Sharon entraron en la zona realmente las recibieron con arroz y caramelos (lo vi personalmente). Los chiíes, que no conocían a Israel, creían que sus libertadores echarían a los palestinos y después volverían a casa.
No tardaron mucho tiempo en darse cuenta de su error. A continuación, comenzó una guerra de guerrillas para la que el ejército israelí no estaba preparado. Los ratones chiíes rápidamente se convirtieron en leones. Enfrentado a la guerrilla chií, el gobierno israelí decidió abandonar Beirut y gran parte del sur de Líbano, aferrándose a una "zona de seguridad" que a su debido tiempo se convirtió en un campo de batalla para la guerrilla. Los chiíes moderados fueron sustituidos por una entidad mucho más nueva y radical, Hizb-Allah (el "Partido de Dios"), que finalmente se convirtió en la principal fuerza política y militar en todo Líbano.
Para detenerla, Israel asesinó a su líder, Abbas al-Musawi, quien fue reemplazado de inmediato por un asistente mucho más talentoso, Hassan Nasrallah. Al mismo tiempo, los clones de Sharon en Washington comenzaron una guerra que destruyó Irak, el baluarte histórico de los árabes contra Irán. Un nuevo eje militar, los chiíes de Irak, Hizbulá y la Siria alauita se convirtieron en un hecho dominante. (Los alauitas, que gobiernan la Siria de Assad, son una especie de chiíes. Su nombre deriva de Alí, el yerno del Profeta cuyos descendientes fueron rechazados por los suníes y aceptados por los chiíes).
Si Sharon despertada del coma en el que está hundido desde hace seis años, se vería sorprendido por este resultado –prácticamente el único- de su guerra de Líbano.
Una de las víctimas de la guerra fue Menajem Beguin. Muchas leyendas se han tejido en torno a su memoria, que salieron de toda proporción.  Begin tenía muchas cualidades excelentes. Era un hombre de principios, de honestidad y de valentía personal. También fue un gran orador en la tradición europea, capaz de influir en las emociones de su audiencia.
Pero Beguin era un pensador muy mediocre, carente por completo de pensamiento original. Su mentor, Vladimir Zeev Jabotinsky, lo trataba con desprecio. A su manera era bastante ingenuo. Se dejó engañar fácilmente por Sharon. Con el único pensamiento en su mente de derrotar a los palestinos y de expandir el Estado "judío" a toda la Palestina histórica, no se preocupó en absoluto de Líbano, el Sinaí o el Golán.
Su comportamiento en la Guerra de Líbano rayaba en lo ridículo. Visitó a las tropas e hizo preguntas que se convirtieron en el blanco de las bromas de los soldados. En retrospectiva, uno se pregunta si en ese momento ya estaba mentalmente afectado. Poco después de la masacre de Sabra y Chatila, que le sorprendió hasta la médula, cayó en una profunda depresión que le acompañó hasta su muerte, diez años después.
La moraleja de la historia, más vigente que nunca: Cualquier tonto puede empezar una guerra, sólo una persona muy inteligente puede evitarla.

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