lunes, 2 de diciembre de 2013

En otros 90 años Por Uri Avnery


Compaginado y revisado en español por Carlos Braverman.

Con motivo de mi 90 cumpleaños un panel de eminentes historiadores se reunió en el pabellón Tsavta de Tel Aviv para debatir sobre la siguiente cuestión: "¿Seguirá existiendo Israel dentro de 90 años?" Sigue a continuación una versión ligeramente abreviada de mi intervención. Un video completo del debate con traducción al inglés saldrá a la luz tan pronto como sea posible.
¿Seguirá Israel existiendo dentro de 90 años? La propia pregunta es típicamente israelí. Nadie se tomaría en serio una pregunta similar en Inglaterra o en Alemania, ni siquiera en otros Estados surgidos de la inmigración como Australia o EEUU.
Sin embargo, aquí la gente habla sin cesar de los "peligros existenciales". Un Estado palestino es un peligro existencial. La bomba iraní es un peligro existencial. ¿Por qué? Los iraníes tendrán su bomba, nosotros tenemos la nuestra y habrá un "equilibrio del terror". ¿Entonces?
Hay algo en nuestro carácter nacional que fomenta la duda, la incertidumbre. ¿Será el Holocausto? ¿Será quizás un sentimiento inconsciente de culpa? ¿Será consecuencia de la guerra eterna, o incluso causa de ella?
Permítanme decirlo claramente desde el principio: sí, creo que Israel seguirá existiendo dentro de 90 años. La pregunta es: ¿qué tipo de Israel? ¿Será un país del que sus tatara-tatara-tatara-nietos/as estarán orgullosos? ¿Será un Estado en el que querrán vivir?
El día en que se fundó el Estado de Israel yo tenía 24 años. Mis compañeros y yo, soldados de nuestro nuevo ejército, no creíamos que el acontecimiento fuera muy importante. Nos estábamos preparando para la batalla que iba a tener lugar esa noche y los discursos de los políticos de Tel-Aviv realmente no nos interesaban. Sabíamos que si ganábamos la guerra habría un Estado y que si no la ganábamos no habría ni un Estado ni nosotros.
No soy una persona nostálgica. No siento nostalgia por el Israel anterior a (la guerra de) 1967, como la que han expresado algunos de mis colegas. También entonces se hicieron muchas cosas mal. Se expropiaron enormes cantidades de bienes árabes. Pero no miremos atrás. Miremos a Israel tal como es ahora y preguntémonos: ¿hacia dónde vamos?
Si Israel continúa su marcha en la dirección actual nos espera una catástrofe.
La primera etapa será el apartheid. El apartheid ya existe en los territorios ocupados y se extenderá a Israel propiamente dicho. El descenso a los abismos no será dramático o súbito. Será gradual, casi imperceptible.
Poco a poco aumentará la presión sobre Israel. La demografía hará su trabajo. En algún momento antes de que transcurran esos 90 años Israel se verá obligado a conceder derechos civiles a los palestinos. Entonces habrá una mayoría árabe e Israel será un Estado de mayoría árabe.
A algunas personas eso puede agradarles, pero significará el fin del sueño sionista. El sionismo se convertirá en un episodio histórico. Este Estado será otro país más en el que los judíos –los que se queden– vivirán como una minoría.
Hay quienes dicen: "Simplemente no hay solución". Si eso es así, mejor que comencemos a conseguir pasaportes extranjeros desde ahora mismo.
Algunos sueñan con la denominada "solución de un solo Estado". Bueno, durante los últimos cincuenta años se han desintegrado muchos Estados en los que habían vivido juntas naciones diversas. Una lista parcial: Unión Soviética, Chipre, Yugoslavia, Serbia, Checoslovaquia, Sudán. No ha habido ni un solo caso de dos naciones que se hayan unido libremente para formar un Estado. Ni uno solo.
No temo ninguna amenaza militar. Por ese lado no existe ningún peligro real. Al día de hoy ningún país que posea armamento nuclear puede ser destruido por la fuerza. Somos perfectamente capaces de defendernos.
Más bien temo los riesgos internos: la implosión de nuestros estándares intelectuales, la proliferación de un stablishment ortodoxo parasitario y, sobre todo, la emigración. En todo el mundo la gente es cada vez más móvil. Las familias se dispersan. El sionismo es una calle de dos vías. Si uno puede ser un buen judío viviendo en Los Ángeles o en Tel Aviv, ¿por qué quedarse aquí?
El vínculo entre Israel y los judíos del mundo se debilitará. Eso es natural. Somos una nación nueva, arraigada en este país. Ese es el objetivo real. Nuestras relaciones con la diáspora serán como las que existen, por ejemplo, entre Australia e Inglaterra.
Quiero plantear una cuestión básica: ¿sobrevivirá el nacionalismo en sí?
¿Será suplantado por nuevas ideologías y formas colectivas de organización?
Creo que el nacionalismo seguirá existiendo. En el siglo pasado ningún poder ha conseguido superarlo. La Unión Soviética internacionalista colapsó sin dejar tras de sí nada salvo un nacionalismo racista rampante. El comunismo solo tuvo éxito cuando se subió al carro del nacionalismo, como en Vietnam y China. La religión solo tuvo éxito cuando se vistió con los ropajes del nacionalismo, como en Irán.
¿Dónde radica el poder del nacionalismo? Parece que el ser humano necesita un sentido de pertenencia, formar parte de una determinada cultura, una tradición, tener unos recuerdos históricos (reales o inventados), una patria, un idioma.
Plantearé la pregunta de otra forma: ¿sobrevivirá el Estado-nación?
De facto, el Estado-nación es un anacronismo. Se formó durante los últimos tres siglos debido a que la necesidad económica de un mercado doméstico grande, la necesidad militar de un ejército adecuado y así sucesivamente demandaba la existencia de un Estado del tamaño de, digamos, Francia. Sin embargo, ahora casi todas esas funciones han sido asumidas por bloques regionales como la Unión Europea.
Ésa es la razón de un fenómeno curioso: mientras que los Estados-nación se integran en unidades mayores, ellos mismos se están dividiendo en unidades más pequeñas. Escoceses, corsos, flamencos, catalanes, vascos, chechenos, francocanadienses y muchos más persiguen su propia independencia.
¿Por qué? Un escocés cree que una Escocia independiente puede adherirse a la UE y cosechar todos los beneficios sin tener que sufrir el esnobismo inglés. El nacionalismo pequeño desbanca al nacionalismo más grande.
Así pues, ¿dónde estaremos dentro de 90 años, a principios del siglo XXII?
El año en que nací, 1923, un noble austríaco llamado conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi reclamó un movimiento paneuropeo para crear los Estados Unidos de Europa. En aquel momento, recién finalizada la Primera Guerra Mundial y pocos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, aquello sonaba a utopía de orate. Ahora la Unión Europea es una realidad.
En estos momentos los Estados Unidos del Mundo parecen una utopía descabellada. Pero no habrá manera de eludir alguna forma de gobierno mundial. La economía global lo necesita para poder funcionar. Las comunicaciones globales lo hacen posible. El espionaje global ya está aquí. Sólo una autoridad mundial eficaz será capaz de salvar nuestro sufrido planeta, poner fin a las guerras y a las guerras civiles, a las epidemias globales y al hambre.
¿Puede ser democrática la gobernanza mundial? Así lo espero. Las comunicaciones mundiales lo hacen factible. Los descendientes de ustedes votarán a un parlamento mundial.
¿El Estado-nación seguirá existiendo en ese nuevo mundo? Sí, lo hará. Igual que muchos Estados-nación siguen existiendo en la Europa de hoy: cada uno con su bandera, su himno, su equipo de fútbol y ​​ su administración local.
Esta es, pues, mi visión optimista: Israel, el Estado-nación del pueblo israelí, en estrecha alianza con el Estado-nación del pueblo palestino, será miembro de una unión regional que incluirá a los Estados árabes y, espero, a Turquía e Irán, como miembro orgulloso de los Estados Unidos del Mundo.
Un Estado democrático, liberal y laico en el que vuestros descendientes proclamarán con orgullo: "¡Soy israelí"


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